viernes, 28 de diciembre de 2007

Crisis del Cristianismo.

En un extenso trabajo sobre “La crisis de la religión en la cristiandad”, el teólogo José Comblin examina la “Existencia de la crisis” para luego ubicarla en “El contexto cultural”, especificar “Las novedades” –especialmente el cambio en la concepción de la cosmología- y detallar algunas “Tentativas de restauración” y “El desafío pentecostal”. De ese análisis, publicado por Ecuvives, PE reproduce los dos últimos capítulos “¿El evangelio?” y “El futuro de la religión”

¿El Evangelio?

La gran crisis cultural de los años 70 afecta profundamente la religión tradicional de la cristiandad y probablemente todas las religiones. Pero no afecta el evangelio. En la ruina de la religión tradicional y el advenimiento de una nueva sociedad no hay nada que pueda afectar al evangelio. Este conserva todo su valor. No fue atacado. Nunca fue atacado durante las fases de la modernidad tampoco. Al revés, todos los nuevos movimientos querían realizar el evangelio, denunciando que la Iglesia no anunciaba ese evangelio.

La estructura eclesiástica incluye el evangelio dentro de su sistema religioso. Desde afuera las personas no lo descubren tan fácilmente en la Iglesia. El que tiene suerte, lo descubre en tal obispo determinado, tal sacerdote, tal monja o religioso, tal laico, pero no en la institución, ni en la Iglesia universal ni en las instituciones locales de la Iglesia. El sistema religioso ocupa todo el espacio visible.

El evangelio envía a los cristianos al mundo. La religión convoca a los cristianos para que vengan participar del culto. El evangelio anuncia que el reino de Dios ya está presente, ya está actuando en este mundo y no solamente en el cielo. El portador del evangelio es la persona que vive una vida común en medio de personas iguales, mostrándoles el camino de Jesús como proyecto de vida que conduce a la felicidad, no sólo en el cielo, sino también en esta tierra[2].

Al revés, la religión ofrece una participación en el culto celestial. El culto separa de este mundo para realizar una entrada en el mundo del cielo, participando de la liturgia de los santos y de los ángeles. La religión es el dominio del clero como clase sagrada y reservada al culto.

A mediados del siglo XIX aparecen laicos realmente portadores del evangelio. Forman grupos y asociaciones. Fueron frecuentemente censurados por la jerarquía. Este movimiento desembocó en el siglo XX en la Acción Católica. Ya es hora de resucitar algo semejante a la Acción Católica dándole más espacio que en el siglo XX. La Acción Católica finalmente fracasó y desapareció porque no le dejaron la libertad suficiente. Los movimientos fueron subordinados al clero, y a las instituciones tradicionales como las parroquias. Sus actividades fueron muy subordinadas a las actividades de las parroquias y demás instituciones católicas. Al final nadie más encontró en tales movimientos una orientación para une vida cristiana en medio del mundo. Abandonaron la Iglesia en manos de un clero cada vez menos numeroso y menos interesado por el mundo.

Sin embargo, en este mundo se siente la necesidad de tales movimientos con libertad plena para realizar en el mundo las actividades que encuentran más adecuadas al evangelio. No se trata de fundar instituciones nuevas universales o eternas. Lo más necesario serán instituciones que no permanecen, sino que duran una generación y dejan espacio libre para novedades, o sea para la generación siguiente.

El futuro de la religión

La religión pertenece a la condición humana. Hay personas que pueden vivir sin religión, así como hay personas que no saben practicar ningún instrumento musical, que no viajan, que no aprenden idiomas, pero todas esas ausencias disminuyen su ser humano, su humanidad. Por eso, en cualquier cultura hay religión, y, si la cultura cambia, la religión va a cambiar también, y otra aparecerá. Estamos en un momento crucial de la historia por motivo del cambio radical de la cultura.

La religión tiene futuro, pero no necesariamente las religiones que conocemos hoy día. La religión tradicional de la cristiandad no tiene mucho futuro porque ya es incomprensible y la nueva cultura quiere comprender.

La fundación de una nueva religión puede durar siglos, pero desde temprano hay algunas señales que aparecen. Muchos grupos, muchas instituciones van a aparecer y desaparecer. Sin embargo en medio de todos ellos hay algo que se está buscando.

Jesús no fundó ninguna religión, dejando la puerta abierta para que sus discípulos crearan la religión más adaptada à su cultura, lo que se hizo inconscientemente, o sea, sin que nadie supiera que estaba construyendo una religión nueva. Por eso esa religión que conocemos y practicamos, se formó dentro del Imperio romano, y es una posibilidad histórica. Otras pueden aparecer. Estamos al comienzo de la historia del mundo y de la evangelización. Hasta ahora el cristianismo sólo penetró en una sola cultura (con dos variantes) a partir de lo que había en el Imperio romano. Es sólo un comienzo, una primera etapa. Lo más probable es que no habrá ruptura fuerte, sino evolución progresiva. Ciertas instituciones o prácticas van a desaparecer y otras van a aparecer. Después de algunos siglos se podrá observar que apareció un nuevo conjunto.

Desde ahora podemos constatar algunas orientaciones. Tratándose del porvenir, muchas opiniones son posibles, pero eso no impide que cada cual proponga la manera como ve la evolución.

En primer lugar, es probable que la religión del futuro será más mística que cultual. Dará más importancia a la escucha de la palabra de Dios que al culto. Será una oración más de escucha y acogida que una oración de petición o de adoración. El culto será mucho menos la celebración del poder de Dios, y más la celebración de su presencia discreta y humilde en nuestro mundo.

En segundo lugar, la religión del porvenir dará menos importancia a los objetos religiosos y mucho más al sujeto. Menos importancia a la literalidad de los dogmas, y más calor a la vivencia personal del seguimiento de Jesús. Habrá menos necesidad de objetivar la religión, separando claramente los objetos religiosos de las fuerzas del universo. La Biblia tenía mucho miedo de la naturaleza material del universo porque vivía en medio de religiones que identificaban la divinidad con fenómenos naturales. Había que hacer una distinción entre Dios y las fuerzas naturales. Pero esto nos distanció demasiado de la naturaleza y de sus dinámicas. Faltó la integración de la religión en la vida del universo. Pues el universo no es hecho de objetos inertes. La tierra vive, cambia, produce... y actualmente siente las feridas que una civilización excesivamente destructiva le inflige.

En tercer lugar, el sujeto nace por medio del diálogo con otro sujeto. Nace por la relación recíproca con otros sujetos. La religión tradicional proporciona a las personas un mundo religioso completo y su comunicación se hace por la transmisión de ese mundo religioso exterior a la persona (dogmas, ritos, preceptos, instituciones).

Todo indica que ese mundo de objetos religiosos va a tener que ceder el lugar a la relación viva entre personas iguales. La casta sacerdotal irá desapareciendo progresivamente, con tadas las marcas de lo sagrado que le atribuyeron en el transcurso de los siglos. Pues el status sacerdotal impide una relación sencillamente humana. Es muy difícil prescindir del carácter sagrado del sacerdote. Solamente algunos laicos que tienen mucha intimidad logran una relación humana normal. Incluso dentro de la familia, las relaciones entre hermanos están afectadas.

En cuarto lugar, los cristianos de mañana necesitarán de comunidades pequeñas en las que las relaciones son de fraternidad. La familia pierde su importancia porque cada uno de los hijos hace su vida y la vida los lleva a lugares muy distantes. Las relaciones de vecindad desaparecen. Lo que se necesita son relaciones de comunidad entre personas, que participan de la misma religión, la misma finalidad, los mismos valores.

Pasó la época de la caza a las herejías. Ya hay necesidad de un clero que vigile constantemente el rebaño para que no caiga en una herejía. Todavía habrá condenaciones pero ya no serán tomadas en serio, cosa que ya sucede en este momento. A pesar de la resistencia de la jerarquía, la verticalidad en la Iglesia ya no tiene mucho futuro.

En una Iglesia de liberación de los laicos, la creatividad va a reaparecer en todos los aspectos de la vida. Los clérigos ya no tendrán la responsabilidad de inventarlo todo. Habrá en el pueblo cristiano muchas iniciativas y muchas novedades. Nada de eso podemos imaginar en este momento.

En este momento lo que debemos hacer, es mostrar el evangelio, la buena nueva de Jesucristo tal como fue en los orígenes, libre de todo el aparato religioso con que la cubrieron durante los siglos hasta el punto de desaparecer debajo de ese manto multicultural que le dieron. Basta evocar las representaciones artísticas tradicionales, la literatura piadosa de siglos, las devociones populares o menos populares: todo eso oculta el verdadero rostro de Jesucristo.

Una religión es necesaria. Pero nada exige que sea la misma en Occidente, en África, en la India, en China o en el Japón. En esos países hay mucha simpatía por el cristianismo, pero poca simpatía por las Iglesias. Es una señal para el futuro.

La religión reemplaza la presencia inmediata de Jesucristo, lo que de todos modos sería inevitable. Jesús tenía que desaparecer de este mundo para ser conocido en el mundo entero. Pero, su presentación a los diversos pueblos engendró la religión cristiana que conocemos.

Sucede que las minorías que permanecen fieles a las prácticas de la religión antigua de la cristiandad, son las que menos pueden percibir lo que pasa en el mundo. No sienten ninguna necesidad de cambio. Se asustan ante cualquier sugerencia de cambio. De igual manera el clero, por estar al servicio de esas minorías, no tiene ninguna posibilidad de percibir lo que está pasando. Solamente algunas personas marginadas de esas minorías pueden entender y preparar el porvenir.

En los años de gloria de la Iglesia en América Latina, entre 1960 y 1985, más o menos, aparecieron señales de la Iglesia del porvenir. Provocaron susto y finalmente fueron rechazados, pero serán modelos para las generaciones futuras una vez terminada la época actual de restauración de la antigua cristiandad, que es una solución imposible y que va a perder cada vez más credibilidad.

Yo mismo he presentado a don Hélder Câmara como la prefiguración del obispo de mañana. En Roma lo tenían por loco. A mons. Leónidas Proaño de Riobamba le acusaban de tener la manía de los indios, porque vivir al servicio de los indios sólo podría ser el efecto de una deformación psicológica.+ (PE)

José Comblin.

07/12/26 - PreNot 7090

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domingo, 23 de diciembre de 2007

Hay estrellas que guían y las hay que ciegan

Humildes navegantes, sin rumbo y sin cartas, buscando los caminos sobre el piélago inmenso de la vida, avanzamos a tientas en pos de la Utopía, confiando en la fuerza que nos mueve y anima.

No hay renuncia más dura y más costosa que la de andar sin guías, segadas las cadenas de la seguridad a ultranza, al impulso de la sed y la confianza, sin mayor esperanza que la certeza de hallar por recompensa al final del camino tener clara conciencia de haber andado en pos de la Utopía desde la soledad de la propia existencia, sin pactos ni alianzas esclavizantes que limitan y frenan.

Maestros y maestras hubo y hay en el mundo y aun en nuestro entorno, personas sabias y modestas, de talante prudente que se guardan de proclamar verdades y de imponer consignas que no sean mirar en derredor con compasión y amor, abriendo el corazón a la bondad, se halle donde se halle y sea la que sea. Suelen ser voces débiles y casi sin eco, que intentan alumbrar en la oscuridad como pequeñas velas, casi como luciérnagas. Esas sí que merecen ser tenidas muy en cuenta, escuchadas con atención, pues difícilmente habrá por causa de ellas peligro de ceguera. Más guían las estrellas con su tenue luz parpadeante que el esplendente Sol con su fulgor ardiente que abrasa y ciega.

Pero es humano buscar seguridades, buscar cobijo bajo árboles frondosos, caminar en rebaño para tener redil y dormir al abrigo, bajo la protección y vigilancia de pastores. Es humano y a la vez primitivo, aunque sin duda alguna es una opción muy válida y legítima. Pero no veo claro que sea ése un camino para ir más allá, porque tengo entendido que nadie que rompió moldes lo siguió. «Las alimañas tienen madrigueras, pero el Hijo del Hombre no tiene siquiera donde recostar la cabeza».

Me viene todo esto al pensamiento con motivo de estas fechas navideñas, tan propicias para manifestaciones confesionales, para poner el símbolo en primer plano y pasar de puntillas sobre lo simbolizado. Desde esta perspectiva, lo esencial pasa a secundario y queda secuestrado por quienes ostentan el uniforme mental de las creencias que confiesan. La Navidad deja de ser mensaje de paz y de fraternidad humanas y se convierte en una simple proclama confesional cristiana. Limitación y freno en el camino que lleva a la Utopía.

Pienso que si algo humanamente válido hay en las tradiciones religiosas no está en las creencias propias del colectivo humano que las sigue, sino en el anhelo palpitante que las engendró. Y desde esta perspectiva, la Navidad es símbolo de humildad y de bondad principalmente, y estos valores, que pueden ser compartidos por cualquier ser humano, están muy por encima de todo cuanto pueda afirmarse mediante consensuadas creencias. Humildad que nos invita a postrarnos en silencio, sin proclamas dogmáticas, y bondad que nos anima a acoger otras formas de pensar y de vivir en paz y en gozosa armonía con cuanto nos rodea, natural y humano.

Confesar nuestro anhelo de bondad y de justicia, de una justicia que dé a cada cual lo que le corresponde por la simple razón de haber nacido, no por la fuerza del brazo que lo protege ni por el acopio que pudieran haber hecho sus antecesores. Exponer cuanto sirva para guiar nuestro corazón y pensamiento hacia ese horizonte es el fin de este modesto blog, de esta modesta página virtual que hacemos de forma colectiva. Para manifestaciones confesionales y políticas en la red ya hay muchos otros sitios.

Por este motivo, ante la singladura que nos ofrece el año que comienza ruego a todo el colectivo que hacemos esta página que tengamos muy presente en traer hasta aquí para compartirlo todo cuanto pueda aceptar cualquier persona de buena voluntad, creyente, agnóstica, indiferente o atea, y que dejemos toda proclama política o religiosa para otros espacios, que los hay en abundancia.

Luz, Gozo y Paz a todas y a todos.

Pepcastelló

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viernes, 21 de diciembre de 2007

Por una justicia de otro tipo

Muchos de nosotros estamos desalentados con la resolución del Supremo Tribunal Federal que da vía libre al gobierno para que implemente la transposición del río San Francisco.

El debate en la Corte Suprema estuvo mal concebido. La cuestión central no era la ecología ambiental sino la ecología social. No se trataba sólo de decidir si el megaproyecto del gobierno implicaba impactos ambientales dañinos, cosa que el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (IBAMA), en una decisión discutible, garantizó que no había. Lo que se trataba sobre todo era de una cuestión de ecología social: ¿a quien beneficia socialmente el faraónico proyecto gubernamental? ¿A los sedientos del semiárido o al agronegocio y a las industrias? Los datos hablan por si solos: cerca del 75% del agua se destinará al agronegocio, el 20% a las industrias y solamente el 5% a la población sedienta.

Aquí se da el enfrentamiento de dos posiciones: la del gobierno y la de Luiz Flávio Cappio, obispo de Barra (BA).[1]

El gobierno busca un crecimiento que, según los datos ya mencionados, atiende en primer lugar a los intereses de los poderosos y secundariamente a las necesidades del pueblo sufrido, lo que configura una falta de equidad. Esta posición, que se puede llamar modernización conservadora, ha sido teórica y prácticamente superada.

El obispo Capppio encarna una postura ética que postula la centralidad de lo social y de la vida, en especial de los millones de condenados y ofendidos del semiárido con los cuales él trabaja desde hace más de 20 años. En función de este proyecto social que prioriza el pueblo y la vida y que no niega otros usos del agua, hay que oponerse a la transposición del río San Francisco.

La justicia legal consagró el proyecto de crecimiento del gobierno. Pero la justicia no es todo en una sociedad, en especial como la nuestra, marcada por profundas desigualdades y conflictos de intereses que debilitan fuertemente nuestra democracia.

Lo que sustenta la posición del obispo es otro tipo de justicia, aquella originaria que antecede a la justicia legal, justicia que garantiza el derecho a la vida, en especial de aquellos condenados a tener menos vida y por ello a morir antes de tiempo. La amplia tradición de la ética cristiana, racionalmente fundamentada en Aristóteles y en Santo Tomás de Aquino, afirma aquella justicia originaria y alimenta hoy modernos proyectos de ética mundial. Ella sustenta que por encima de la justicia está el amor a la humanidad y a todos los seres. Lamentablemente, no fue eso lo que se escuchó en el razonamiento de los ministros del Supremo Tribunal Federal.

El amor al prójimo y al que sufre es la regla de oro, la suprema norma de la conducta verdaderamente humana porque abre desinteresadamente el ser humano al otro, hasta el punto de dar la propia vida para que él también tenga vida, como lo está haciendo el obispo Cappio, figura de eminente santidad personal y de incondicional amor a los desheredados del valle del San Francisco. Esta es la justicia mayor de que habla Jesús, porque tributa amor y respeto A aquel que se esconde atrás del otro que es el Gran Otro, Dios. El pueblo brasileño en su profunda religiosidad es sensible a este argumento.

Para entender la posición y la actitud profética del obispo, necesitamos comprender este tipo de fundamentación. Es perverso el intento de descalificar su figura considerándolo autoritario y carente de sustento popular. Él está apoyado por los millones de personas que generalmente no son oídas porque son consideradas irremediablemente ignorantes, ceros económicos y desechables. Sin embargo, ellas son portadores de una sabiduría cotidiana, construida en la convivencia con el semiárido y en el amor al río que ellas llaman con cariño el Viejo Chico.

El compromiso de Luiz Flávio Cappio continúa, secundado por todos aquellos que hasta ahora le acompañaron, en especial, los movimientos populares y personas notables de la escena nacional e internacional.

Si él falleciera, a consecuencia de su gesto, la transposición podrá ser ejecutada, pues el gobierno dispone de todos los medios, militares, legales, técnicos y económicos. Pero será la transposición de la maldición.

El Presidente Luiz Inácio Lula da Silva, por todo lo que representa, no merece cargar esta falta por largo tiempo. (Traducción: ALAI)

Leonardo Boff

http://alainet.org/active/21328&lang=es

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La derecha y el aborto

José M. Castillo

¿POR qué las personas de derechas suelen ser los grandes enemigos del aborto? Los antiabortistas dicen que están a favor de la vida. Pero eso no parece tan claro. Porque hay mucha gente de derechas que son antiabortistas y, al mismo tiempo, partidarios de la pena de muerte, enardecidos entusiastas de la carrera de armamentos, defensores de la guerra y de otras violencias. El presidente Bush y sus seguidores son tan enemigos del aborto como amigos de la guerra, la tortura y otras agresiones contra la vida, algunas de ellas demasiado brutales. Entonces, ¿por qué a la derecha le interesa tanto la vida en el caso del aborto y no se echa a la calle por el hecho de que (según Naciones Unidas) cada día mueren 27.000 niños de hambre? El rechazo del aborto por parte de los conservadores debe tener otra explicación.

El profesor George Lakoff (Berkeley) hace esta pregunta: «Si eres conservador, ¿qué tiene que ver tu postura sobre el aborto con tu postura sobre los impuestos?». Y efectivamente parece que tiene mucho que ver lo uno con lo otro. La respuesta está en el estudio de los valores familiares. ¿Por qué los conservadores hablan tanto de los valores familiares? Lakoff observa que hay dos modelos de familia: la familia del 'padre estricto'y la familia del 'padre protector'. El padre estricto piensa que el mundo es un lugar peligroso en el que hay que defender sobre todo a la familia, sostenerla y enseñar a los niños la diferencia entre el bien y el mal. Ahora bien, si pretendes subsistir en un mundo así, el camino es buscar a toda costa el propio beneficio, el propio interés. «Los que van de redentores por la vida» son mal vistos por el 'padre estricto'. Esos 'dichosos' redentores estropean el sistema. Y es que, para un padre estricto, la defensa del sistema está necesariamente vinculada a la defensa de la familia, o sea, a la búsqueda del propio beneficio. En definitiva, «el beneficio es lo que cuenta» (N. Chomsky). Aquí viene como anillo al dedo lo que James Dobson ha dicho en su libro 'Dare to Discipline' (Atrévete a castigar). A juicio de Dobson, hay una clara relación entre la visión del mundo del padre estricto y el capitalismo de libre mercado. Esa relación está en la moral del propio interés, que se deriva de la concepción capitalista de Adam Smith, el 'santo patrono' del neoliberalismo. Adam Smith sostuvo que si cada uno persigue su propio beneficio, el beneficio de todos será el máximo. El que «procura su propia ganancia» está siendo guiado por una «mano invisible» para alcanzar el beneficio general. «Cuando persigues tu propio beneficio, ayudas a todo el mundo» (Smith 'dixit').

Ahora bien, de lo dicho se sigue una manera de ver a Dios. Para el buen conservador, Dios es el padre estricto originario. De lo cual se deriva una idea del orden moral, que consiste en preservar y extender el sistema moral conservador, el sistema del propio beneficio. Y de ahí se pasa lógicamente a fijar unos determinados derechos. Tales derechos tienen que ser consecuentes con la moral. La moral del padre estricto define los límites de lo que se ha de considerar como un 'derecho'. Por eso, no puede haber ni el derecho al aborto, ni el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo, ni el derecho a la asistencia sanitaria estatal o pública (como se hace en EE UU), ni el derecho a saber cómo decide el Gobierno su política, ni el derecho a una pensión de jubilación, etcétera.

El pensamiento de Lakoff (resumiendo a Dobson) es de una lógica implacable. Y los hechos lo demuestran. Ahora mismo en España, quienes claman contra el aborto son los mismos que aplauden la propuesta de Rajoy que promete bajar los impuestos. Lo mismo en Estados Unidos que en España, hay relación entre la oposición al aborto y la bajada de impuestos. Eso no ocurre por casualidad. La oposición al aborto tiene que ver (y mucho) con la declaración de la renta. Por tanto, es importante que quienes se oponen al aborto sepan a lo que en realidad se oponen. No se oponen a la muerte de los niños antes de nacer. Porque si la vida de los niños les importa tanto, se opondrían con más energía a los miles de niños (ya nacidos) que mueren cada día. Y con más fuerza se opondrían a las causas que provocan tanta muerte: los intereses de las multinacionales, de los mercados financieros, del monstruoso gasto militar y de los gatos suntuosos, que impiden la condonación de la deuda externa de los países más pobres, lo mismo que la donación de 0'7 % del PIB, para evitar tanta muerte.

Seamos honestos. Si es que tanto nos importa la vida, vamos a defenderla en serio y con todas sus consecuencias. Y, por favor, que ni el señor Bush ni sus monaguillos nos vengan con el cuento de la defensa de la vida, cuando acabamos de verlo. En la reciente reunión de Bali, la administración norteamericana estaba empeñada en dejar lo del cambio climático para el año 2050, cuando ya no haya vida para casi nadie.

Por lo demás, quede claro que yo no pretendo aquí justificar los crímenes que supuestamente se han cometido en clínicas de Madrid y Barcelona. Y si es necesario corregir la vigente ley del aborto para evitar que se repitan tales atrocidades, corríjase cuanto antes. Pero que nadie nos venga con el argumento de la defensa de la vida, sobre todo cuando sabemos que hay quien grita contra el aborto en una manifestación, pocos días después de llevar a su hija a abortar en una clínica de Londres, de Amsterdam o de la Cochinchina. Menos cinismo y más honradez, en la cabeza y en el bolsillo

José M. Castillo [Ideal. 21 12 07]

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Teatro y fraude en Bali

Fue un mérito de los países del Tercer Mundo lograr que Washington asumiera, en los últimos minutos de los debates de la conferencia internacional sobre cambio climático efectuada durante la primera quincena de diciembre de 2007 en Bali, Indonesia, compromisos que evitaron al cónclave un escandaloso fracaso pero no pudieron impedir que constituyera un fraude.

Se ha reconocido que, por la firmeza sus actuaciones, Brasil, China, India y Sudáfrica, grandes países emergentes que, por las dimensiones de sus economías, son grandes contaminadores de la atmósfera, significaron un valladar a la orientación bloqueadora que Estados Unidos pretendía imponer en los debates.

Cuando la obstinación de la delegación estadounidense, casi totalmente aislada, provocaba máxima indignación y frustración de los participantes por sus objeciones al texto final de la hoja de ruta, el representante de Papúa-Nueva Guinea, visiblemente airado, le dijo a nombre de los miembros del G-77: 'Si no pueden ser líderes, deléguenos la tarea. Por favor, quítense del camino', y recibió una ovación.

Fue entonces que la Subsecretaria de Estado y jefa de la delegación estadounidense, Paula Dobriansky, anunció que cedería a la demanda del Grupo de los 77 (G-77) -que reúne a 130 países en desarrollo más China-, y que se uniría al consenso aprobatorio del documento final de la conferencia, identificado como la 'hoja de ruta de Bali', la sala estalló en aplausos.

Ante casi 130 ministros de Ambiente que participaban en esa ronda decisiva de discusión se plasmó así el engaño: no se lograron compromisos de reducción de las emisiones de gases invernadero, pero continuarán las conversaciones el año próximo en Hawai, Estados Unidos, a fin de acordar cifras nuevas de compromisos, en la Cumbre de Copenhague, Dinamarca, en 2009.

Las incesantes objeciones estadounidenses a todo esfuerzo por lograr acuerdos ambientales se originan en el hecho de que ellos, obviamente, implican compromisos mayores por parte de la nación que de manera más extensa y profunda arremete contra el entorno humano en función de objetivos económicos.

Cualquiera comprende que a Estados Unidos, Europa y Japón, que fueron los principales contaminadores del planeta en su carrera por el desarrollo industrial debía corresponder asumir la deuda ambiental sin pretender prorratearla entre todos, de manera igualitaria.

Pero se sabía que los Estados Unidos trataría de paralizar los ímpetus de los ambientalistas descargando la responsabilidad o al menos una buena parte de ella en los países emergentes del tercer mundo con grandes economías cuyo sostenido desarrollo industrial implica obviamente un incremento de su participación en la contaminación ambiental del planeta.

Pero a Bali llegaron estas naciones del tercer mundo con posiciones que desarmaron la táctica estadounidense. Tan pronto comenzaron las deliberaciones de la conferencia ellos fueron dando a conocer las medidas ya adoptadas por sus autoridades y los compromisos que estaban dispuestos a contraer con la comunidad internacional.

En vivo contraste con la posición estadounidense, mostraron desde la primera ronda de negociaciones una manifiesta voluntad de debatir todas las cuestiones, sin rígidas posiciones previamente establecidas, concientes de que la amenaza de los cambios climáticos afecta a todos.

El Protocolo de Kyoto, firmado en 1997 y vigente desde 2005 (pero no suscrito por Estados Unidos) ya estableció objetivos concretos de disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero para el mundo industrializado, cuyo plazo de implementación concluirá en 2012.

La estrategia entorpecedora estadounidense buscaba dilatar las deliberaciones sobre mecanismos y plazos de negociación hacia nuevas metas de mitigación de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y de freno a la deforestación.

También se discutía la asignación de fondos de los países ricos para ayudar a los más pobres a adaptarse al cambio climático y a lograr un crecimiento económico sustentable, así como la transferencia de tecnología ambientalmente adecuada del Norte al Sur.

Los países más vulnerables al cambio climático, incluidas las pequeñas naciones insulares, pretendían crear un fondo de adaptación para financiar el costoso ajuste de sus estilos de vida y de sus actividades económicas a las nuevas condiciones determinadas por los cambios atmosféricos.

Los representantes de las organizaciones ecologistas que participaron en la conferencia de la ONU sobre cambio climático para advertir acerca del costo social y ambiental de los biocombustibles, se mostraron desilusionados por la atención apenas marginal que prestó la conferencia al tema de los biocombustibles y su discreto papel en la agenda. Lamentaron que esta omisión solo benefició a los mercaderes de biocombustibles y que los resultados del cónclave estuvieron muy lejos de moldear un proyecto para equilibrar el crecimiento económico y la protección ambiental.

La Conferencia de Bali, que reunió a cerca de 11.000 participantes, incluidos ministros y altos funcionarios de 188 países miembro del foro mundial, será recordada como una digna manifestación de la resistencia de los países en vías de desarrollo a los dictados de los países más industrializados y una muestra del apego de estos últimos a sus privilegios sin advertir que todos viajamos en la misma nave.

Manuel E. Yepe

http://www.argenpress.info/nota.asp?num=050469&Parte=0

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miércoles, 19 de diciembre de 2007

El paraíso

No anhelamos comer la fruta vana.
Hijos de barro y libertad, nosotros,
en la común desolación humana,
no queremos ser dioses, sino otros.

Queremos ser y hacer hijos y hermanos
sobre la tierra madre compartida,
sin lucros y sin deudas en las manos,
sueltos los ríos claros de la vida.

Libres de querubines y de espadas,
queremos conjugar nuestras miradas,
todos iguales en el nuevo edén.

Y en los silencios de la tarde honda
sentir Tu paso amigo por la fronda
y el aire de Tu boca en nuestra sien.

Pere Casaldàliga

http://www.servicioskoinonia.org/pedro/poesia/index.html

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Maricarmen, carita sucia

La carita sucia de Maricarmen me sorprendió sonriente y feliz, extendiendo su brazo para ofrecerme un grillo fabricado por ella misma con hojas de palma. Yo me negué a comprárselo, no por tacaño, sino porque en mi mente de periodista desconfiado pensé que aquella adolescente quería dinero para drogarse.

“No tengo plata” le dije sin mostrar pena y le pregunté qué le había traído el “niño Dios”, esa navidad de 2006. Ya estábamos a pocas horas de fin de año. Me respondió que nada, porque sus papás eran pobres. A pesar de eso, convencido de que usaría el dinero para cosas malas, no me trancé en el negocio.

Ella y otros jovencitos de su edad, persiguen turistas en la Plaza de la República (conocida como de la Revolución) a un costado de la antigua catedral de Managua, Nicaragua, vendiendo por poco dinero, exóticas artesanías de color verde radiante, a esos extranjeros que, sin regatear, las llevan como un tesoro del trópico.

Al verme a los ojos, pensando que yo realmente estaba tan pobre como ella, Maricarmen me dijo: “se lo regalo para que se acuerde de nosotros”. Avergonzado se lo devolví, pero insistió tanto que tuve que recibir el obsequio, sin darle una sola moneda, para no descubrir mi mentira de la falta de plata.

Cuando el vehículo arrancó, la niña correteó al lado de la ventanilla y me gritó emocionada: “gracias por sonreírme”.

Pasaron varios minutos y pedí al conductor volver al lugar para resarcir mi culpa, pero Maricarmen había desaparecido.

Conmovido por la generosidad de la niña, transporté el regalo con mucho cuidado y lo exhibí en una mesa de mi casa en Miami por largo tiempo. Al pasar los meses, el verde intenso de ese pedazo de hoja de palma, convertido en insecto por las manos maestras de esa jovencita talentosa, se desvaneció y se secó hasta volverse color café y así también sentí que se tornó parte de mi corazón, por haber desconfiado de la niña creyendo que se drogaría con el dinero de la venta.

Un día, el insecto de hoja de palma desapareció de mi casa, tan mágicamente como se esfumó Maricarmen, y mi hija de 6 años, Michelle (a quien yo le había contado la historia) me aseguró que el insecto se fue volando a buscar a la niña, porque ella lo necesitaba más.

Esa pequeña de la Plaza de la Revolución de Managua, como muchos otros chiquillos de Latinoamérica que andan por ahí vendiendo baratijas, frutas y refrescos, que además no deberían trabajar, me dio una lección sobre la caridad humana.

Esta enseñanza me golpea en mi mente una y otra vez. Cuando vivía en Bogotá, eduqué a mis hijos sobre la importancia de tener bondad y piedad por los demás. Les decía que jamás debíamos fijarnos a quién se le tiende la mano o se le da limosna. Si la persona a quien uno tiene el deber de darle una dádiva miente, es un problema que esa alma tendrá que resolver ante Él. Nosotros rendiremos las cuentas que nos corresponden.

Nunca debemos juzgar a nadie por su condición, aunque la piel de ciertas personas como esa niña, esté manchada para siempre con color ocre, adquirido por el sol y el polvo de la calle y lo cual la estigmatiza injustamente como indigente, drogadicta y hasta peligrosa.

En esta época de Navidad, cuando la nostalgia nos invade con más fuerza, el ejemplo de Maricarmen que me atormentó durante todo este año por no cumplir mi propia lección, me fortalece humanamente y me hace más caritativo.

Si me encuentro de nuevo con ella o con cualquier otro niño necesitado, que son más ricos de espíritu que muchos como yo que creemos poder juzgar a los demás por su apariencia, le agradeceré lo que recibí de ella y le diré que seguiré haciendo el bien, sin mirar a quien.

Raúl Benoit

es corresponsal internacional de Univisión.

benoitraul@gmail.com

EL Diario, Nueva York, 19 12 07

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Políticos y periodistas

Se suele decir que cada país tiene los políticos que se merece. Desde luego casi la mitad de los que tiene España no están ahí tanto porque se los merece como porque los mentirosos, los pendencieros, los agresivos, los fanfarrones y los chulos se cuelan aquí más fácilmente en la esfera pública que en otros países. Pasan por políticos, mientras los políticos verdaderos, más discretos y prudentes aunque también hipócritas, se hacen a un lado dejándoles sitio para que la atmósfera de convivencia no se sitúe a la irrespirable del nefasto año 36. El 36, un fantasma que pese a encontrarnos en el siglo XXI no deja de estar siempre presente en el inconsciente colectivo, por mucho que intente olvidarse y se diga que está superado.

Bien, en todo caso tendríamos los políticos que nos merecemos porque son elegidos. Si bien son elegidos no por sus méritos que pocos electores conocen, sino por arte del marketing y de la publicidad aunque sean unos vulgares charlatanes. Porque incluso sus méritos no suelen tener nada que ver con la aptitud precisa del buen político clásico: ponerse al servicio de la comunidad; sino generalmente con su habilidad para vendernos crecepelos.

Pero en cambio, los periodistas no son ni mucho menos los que merecemos. Nadie los elige. Mejor dicho, les eligen los directores de los medios y sus consejos de administración. Viendo el panorama del tándem periodista-político, da vergüenza observar el cuadro de honor de los periodistas que sobresalen, creadores, sostenedores o defenestradores de los políticos según el caso.

Defenestran a los políticos -o a los partidos-, como están empeñados ahora en apear a ANV del mapa electoral vasco. Pero lo hacen a sueldo de los dueños de los grandes circuitos mediático-financieros que, en el fondo y, aunque finjan tirarse los trastos a la cabeza entre sí, son de la misma casta y comparten todos los mismos y descomunales intereses. Intereses que, además a su vez comparten con los bancos que durante el año que corre han tenido 20 millones de euros de beneficios más que en el año anterior. A esto le llaman democracia...

Salvo tres o cuatro profesionales que emplean la dureza argumental imprescindible con los políticos que más lo merecen -los de derechas-, el resto no hace más que pastelear con ellos o practicar una debilidad dialéctica deliberada para seguirles el juego. Bien por propia voluntad pues su talante se corresponde realmente con el de aquéllos, bien por exigencias de quienes, desde la dirección o el consejo mediáticos correspondiente, le seleccionaron para la farsa.

Así no se puede avanzar en altura de miras, ni elevar el tono de los debates en profundidad yendo al grano y separándolo de tanta paja. Así gastará este país toda su historia discutiendo y llegando a las manos por un monotema: ETA. Un tema de vidriosísimo origen y de segura manipulación del que viven multitud de profesionales de la política y de los medios. Un tema que amarra a este país al tercermundismo político y mediático. Sí, somos, políticamente hablando, tercermundistas por mucho pecho que saquen algunos patrioteros, pues sus fachendosos políticos y sus blandos o torpes periodistas lo rebajan a unos niveles de convivencia y de inteligencia colectiva bajísimos. Efectivamente, esa inteligencia está bloqueada, por un lado, por la obsesión territorial a cuenta del 'asunto vasco' que se lleva el noventa por ciento de la preocupación informativa y las energías discursivas, y, por otro, por la codicia sin límites que está reduciendo a la península a cemento y ladrillo. Así no se puede remontar el vuelo hacia planos superiores de la conciencia moral, y ni siquiera de la razón práctica que en tantos otros aspectos demanda la sociedad.

(Véase, por ejemplo, en relación a la razón práctica cómo, por no tener conciencia de futuro ninguno de los políticos que han desfilado hasta ahora, y cuando la pluviosidad en lo que llevamos de año hidrológico es prácticamente nula,y tal como está el patio climático, ni se piensa en construir desaladoras para abastecer a amplísimas zonas interiores de la península. Luego todo serán prisas, improvisaciones y chapuzas. Y será, porque hay un empeño en abotargar a la conciencia mediática y de la polis por esos dos interceptadores: ETA y la construcción sin tasa de cualquier tinglado menos desaladoras).

Jaime Richart

http://www.argenpress.info/nota.asp?num=050176&Parte=0

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martes, 18 de diciembre de 2007

La niña alegría

Rafael Fernando Navarro


Hay que cuidar la alegría. Como hay que cuidar los geranios, la nostalgia, o el amor encontrado de repente en los labios calientes de la vida. Ahora la venden envuelta en celofán, elegante como un río diminuto, envasada al vacío, pura, sin conservantes ni colorantes. Así está en las tiendas de lujo, en los escaparates soberbios del consumo. Alegría a granel, por encargo, alta de precio, que bajará en enero, porque en enero ya no será última moda.

En diciembre se impone la alegría. Se iluminan las noches de los pueblos. Luces breves en cestitos pequeños, como si la gente llevara un amanecer entre las manos. Las grandes ciudades, no. Ellas necesitan demostrar su prepotencia. La luz chorrea desde los árboles, por las paredes. Hay aceras de luz, asfalto de luz, tejados de luz. Se diferencia el centro urbano de los suburbios de chabolas. La luz es patrimonio de los ricos, de las clases medias altas, nunca de los pobres. Los pobres tienen sólo derecho a la oscuridad, a enganchar la pena al generador de penas grandes, sin que se entere la guardia civil, porque a los pobres se les multa incluso por tener penas.

Hay que cuidar la alegría. Caduca pronto. “Consumir preferentemente antes del seis de enero”. Después intoxica, amarga. Se mueren los ángeles que lleva dentro. Y una alegría sin ángeles es como un puñado de jazmines sin tuétanos de aroma. Qué triste la alegría. Tan deseada. Tan manoseada. Tan impuesta. Tan prostituida. Con la fecha de su muerte ciñéndole la cintura. Cinta negra en el pelo de la alegría.

Hay que cuidar la alegría. Como a una especie protegida. Pero sólo en diciembre. Lo ordena un real decreto de las estrellas. Firmado por Belén. Ternura de niño testigo. Pastores. Camellos. Vírgenes azules y trabajadores de garlopa. Asombro de Reyes Magos. Pudor de mujer parida. Primeriza. Con cruces pequeñitas por la sangre. Ríos papel cobrizo. Plateros humildes por los caminos de corcho. Vacas chorreando cariño caliente. Gitanitos paseando las noches, noches nocheras.

Pero a nadie le importa el misterio del hombre. Sólo la alegría. Porque se acaba pronto. Seis de enero. Caballitos de cartón y pelotas de plástico en el chabolerío del suburbio. Trenes electrónicos, universo digital por Gran Vía y Velázquez. Porque la alegría no es igual a la alegría. No confundir el barrio de Salamanca con el cartón piedra de las afueras.

Navidad es el hombre. Naciendo de sí mismo. Creándose. Proyectando futuro. El hombre inaugurando su propia humanidad. Poeta de día séptimo. Sin descanso. Abriendo el vientre de la luz. Indagando la propia identidad para poseerse y entregarse. Dándole a cada hombre su ración de hombre. Dignidad igualada. Sin primacía posible. Creyendo en el tú adorable, en el belén del otro. Dólares al margen, guantánamos clausurados, petróleos blancos de azucenas, entrega de cuerpos abrazados. Crucecitas cicatrizadas en las venas de la virgen primeriza. Madera honrada para la gubia de tanto josé obrero.

Porque Navidad es el hombre, hay que cuidar la alegría. Que no se acabe en enero. Hay que ponerle pañales de mugidos tibios y burritos pequeños y peludos.

Rafael Fernando Navarro


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La religión, ¿asunto público o privado?

José M. Castillo

Desde que en el mundo hay religiones, jamás el hecho religioso ha sido un asunto estrictamente privado. La historia así lo demuestra. Y cualquier manual de sociología de la religión lo explica con argumentos serios y abundantes. Lo que pasa es que desde la segunda mitad del s. XVIII, con motivo de la Ilustración, la Revolución y las convulsiones políticas y sociales que después se han sucedido hasta hoy, no resulta fácil hablar con precisión de "lo público" y "lo privado" en lo que se refiere a la religión y su presencia en la sociedad moderna. Y más cuando se ponen a hablar de este asunto los ciudadanos de un Estado no confesional y en una cultura que es cada día más laica y más plural. ¿Qué decir de todo esto?

Es evidente que las creencias religiosas son asunto de conciencia. En ese sentido, la religión pertenece a lo estrictamente privado. Además, las creencias religiosas se refieren a Dios, es decir, a algo que no es de "este mundo". En esto se basan los que defienden la privacidad de la religión. Si los que defienden tal privacidad, lo que en realidad quieren defender es que efectivamente la religión se mantenga en su ámbito propio, que es la conciencia, y en su relación auténtica con el Dios que trasciende las cosas de "este mundo", en ese supuesto creo que debemos estar de acuerdo con quienes piensan que la religión es asunto privado.

Pero ocurre (y siempre ha ocurrido) que los creyentes suelen manifestar sus creencias públicamente. En parte porque muchos sentimientos privados tienden a expresarse en público. Esto pasa con los creyentes, los enamorados, los aficionados, los apasionados con lo que sea y en lo que sea. En el caso de la religión sucede además que los creyentes no suelen mantener sus creencias aisladas, sino que suelen organizarse en instituciones públicas, con sus dirigentes y sus consiguientes intereses. Porque, como es bien sabido, Dios "no es evidente", pero está demostrado que "es bastante útil". Es útil para dar esperanza y sentido a la vida de la gente. Pero también lo es para legitimar el poder de los que representan a la divinidad. Quienes detentan semejante representación, mandan en nombre de Dios, cosa que impresiona mucho. Por eso el "argumento-Dios" es eficaz para someter a la gente, conseguir privilegios, sacar dinero, meter miedo, alcanzar cargos, y tantas otras cosas.

Ahora bien, desde el momento en que ocurre esto, la confusión está servida. Porque es humano y comprensible que la institución religiosa, sus mandatarios y creyentes tiendan a arrimarse al sol que más calienta. Cuando había monarcas absolutos, las religiones procuraban mantener con ellos las mejores relaciones posibles. Y cuando los monarcas absolutos dejaron de serlo y empezaron a ser monarcas constitucionales, las gentes religiosas ya no encontraron su mejor cobijo en la monarquía, sino en la derecha política. Así, la religión aseguraba sus intereses. Y la derecha los suyos. Y así también se organizó la gran confusión. Porque a partir de entonces resulta extremadamente complicado saber si los defensores de la religión defienden a Dios o lo que en realidad defienden son los intereses de la derecha política. Se comprende que haya quienes pretenden que la religión se esté quieta, en la intimidad de las conciencias y en el secreto de las sacristías. ¿Es ésa la mejor solución? Los cristianos tenemos el ejemplo de Jesús. Este judío singular vivió en un país dominado por la gran potencia de aquel tiempo, el Imperio romano. Sin embargo, si nos atenemos a lo que dicen los evangelios, Jesús no denunció la tiranía de Pilatos ni la desvergüenza de Herodes. ¿Quiere decir esto que Jesús fue cobarde o se hizo cómplice de aquella situación? Jesús fue derecho al fondo del problema. No pretendió derrocar a un poder para poner a otro. Ni aduló a los romanos ni se puso de parte de los revolucionarios. No necesitaba ni de unos ni de otros. Como tampoco necesitó templo. Ni funcionarios del templo. Ni dinero para costear el templo y a sus funcionarios. Por eso fue tan soberanamente libre, ante todos los poderes, para aliviar el sufrimiento de enfermos, pobres, pecadores, extranjeros y excluidos. Y para hacer más felices a todos los seres humanos. Jesús vio claramente que para organizar y sostener una religión no tenía más remedio que aliarse con los poderes de este mundo, los que estuvieran más dispuestos a ayudarle. Pero cuando lo que se pretende es estar cerca de los últimos de este mundo, la cercanía al poder, aunque parezca el poder más religioso, es un estorbo. Porque el poder, antes o después, pasa factura. Con lo que bien puede ocurrir que la religión termine sirviendo más al poder que a los que sufren.

Mal futuro tienen las religiones y sus obispos, imanes y mandarines si, para dar sentido a la vida de la gente y aliviar sus penas, se empeñan en seguir apegadas a poderes políticos y económicos. Por ese camino han podido engañar a la gente durante siglos. Ya no es posible seguir por ahí. Por una razón que no nos atrevemos a aceptar. Dios no puede estar de acuerdo con lo que divide y enfrenta, con lo que deshumaniza y genera dolor. Dios sólo puede estar en aquello en lo que todos los humanos coincidimos. Por eso el Dios de Jesús se despojó de su rango, renunció a todo poder y a toda dignidad. Y se hizo como uno de tantos (Fil 2, 7), fundido con el dolor de los más desgraciados (Mt 25, 31-46). Sólo si la religión echa por ese camino quedará claro qué es "lo público" y "lo privado" de la religión. En cualquier caso, lo que no admite duda es que por el camino, que han emprendido nuestros obispos, la confusión será cada día más grande. Y mayor aún la fractura entre los ciudadanos. El peor servicio que la religión puede hacernos a todos.

José M. Castillo, Teólogo

Publicado en: Adital - 30.11.07 - ESPAÑA

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Las tareas de la izquierda: Una nueva comunicación para una nueva cultura

Es importante lo que se dice, pero también es muy importante cómo se lo dice.

José Quinteros

La derrota en el pasado referéndum del 2 de diciembre en Venezuela puede ser una circunstancia oportuna para replantearse algunas cosas en el campo de la izquierda. Planteamientos válidos no sólo para la Revolución Bolivariana sino aplicables a cualquier lucha en los sectores populares.

Estos planteamientos son, ante todo, dudas. No se exponen aquí recetas, manuales ni líneas de acción concretas. Son, lamentablemente, sólo eso: dudas, que pueden servir (¡y ojalá sirvieran!) para profundizar el debate.

Viendo las dificultades enormes de construir alternativas al modelo capitalista, quienes nos interesamos especialmente por estos procesos de cambio (es muy presuntuoso llamarse revolucionarios) tenemos la obligación de plantearnos esta pregunta: ¿por dónde avanzar entonces?, ¿cómo hacerlo?, ¿cuál es el camino?

Romper la inercia fabulosa de una sociedad clasista, de una cultura construida milenariamente en torno a la figura del amo y del esclavo, avanzar hacia un nuevo mundo -la experiencia de todas las experiencias socialistas nos lo enseña de modo patético- no es nada fácil. El combate por un mundo nuevo es, ante todo, eso: un combate, una lucha titánica, una guerra a muerte. Se pelea, primeramente, contra el enemigo de clase. Y sabemos que en esa lucha quien detenta el poder está dispuesto a todo, absolutamente a todo, para mantenerlo: tortura, manipulación mediática, bombas atómicas, engaños, represión feroz, armas de destrucción masiva, guerra psicológica, magnicidios, mercenarios, guerra climatológica… La lista es tan interminable como pavorosa.

Pero además de ese enemigo externo, claro y bien delimitado, tenemos otro enemigo, más solapado, más dañino en cierto sentido: el enemigo que todos llevamos adentro, el enemigo del que no nos percatamos y que nos acompaña día a día, nos constituye, nos moldea. Nos referimos a la ideología, a la cultura, a nuestro sistema de valores. Vencer esos prejuicios, esa carga simbólica que nos hace ser como somos, derrotar esa pesada herencia es una tarea titánica, quizá más titánica que tomar la casa de gobierno. Porque, por último, aún a costa de enormes sacrificios materiales, de muertos y heridos, en una acción militar valiente se puede conquistar el poder político. Pero una vez tomada la casa de gobierno ¿cómo se construye y se afianza la nueva sociedad?

En Venezuela ya se llevan nueve años de proceso bolivariano, sin dudas con grandes avances por parte de los movimientos populares y de un Estado que, sin ser revolucionario (es el mismo aparato estatal de la colonia petrolera que fue el país durante buena parte del siglo pasado), está intentando estar a la altura de los cambios que se suscitan. Pero lo ocurrido el día 2 de diciembre pasado abre una pregunta sobre lo que significa revolución socialista: ¿por qué no triunfó la reforma? Como se dijo muy inteligentemente: no porque el pueblo no esté preparado para el socialismo, o no sólo por eso, sino… porque muchos funcionarios de gobierno no lo están. ¿Por qué todavía buena parte de la población no puede asumir eso que se llama 'socialismo'? (léase pueblo: capas populares y clase media, y léase funcionarios de gobierno. La oligarquía, obviamente, jamás lo asumirá). ¿Por qué asusta eso todavía? (asusta, incluso, a gente desposeída, gente que no es aristócrata y no tiene cuenta bancaria secreta en Suiza).

Lo que la gente piensa/opina/dice/repite, para bien o para mal, proviene cada vez más de los medios de comunicación. Si algo marca las sociedades modernas es, quizá más que ninguna otra cosa, la comunicación masiva. Para algunos autores eso tiene el valor no de un avance sino de una ¡catástrofe cultural! Ante ello una propuesta socialista debe darse una tarea inmensa, gigantesca. La fuerza del arma comunicacional es monumental. La encuestadora estadounidense Gallup -nada sospechosa de 'comunista' precisamente- informaba en una de sus investigaciones que el 85% de lo que un adulto término medio 'sabe' en su vida cotidiana proviene, básicamente, de la televisión. No hay dudas, entonces, que las luchas por un mundo alternativo se juegan cada vez más -quizá lamentablemente, pero esa es la realidad- en el espacio mediático.

La lucha de clases tiene cada vez más la forma de guerra de cuarta generación, es decir: guerras no convencionales, guerras psicológicas, guerras donde el objetivo es la población civil no combatiente a la que se le llega por medios tecnológicamente cada vez más refinados. En otros términos: sutiles acciones de desinformación, de propaganda, donde el elemento dominante es la supremacía tecnológica en la informática y en las comunicaciones globalizadas, guerra donde no hay armas de fuego sino que el elemento preponderante es la colonización mental del enemigo. Como acertadamente lo dice Manuel Freytas: 'Los bombardeos mediáticos no operan sobre su inteligencia, sino sobre su psicología: no manipulan su conciencia sino sus deseos y temores inconcientes. Todos los días, durante las 24 horas, hay un ejército invisible que apunta a su cabeza: no utiliza tanques, aviones ni submarinos, sino información direccionada y manipulada por medio de imágenes y titulares'.

Si esas son las hipótesis de trabajo del enemigo de clase, pues para el campo popular y revolucionario no quedan más alternativas que presentar batalla en ese campo. Sucede, sin embargo, que los grandes poderes han tomado la delantera en esta iniciativa, y hoy por hoy, llevan ventaja. Eso pudo verse, por ejemplo, en los resultados del pasado referéndum en Venezuela. Sin quitar que hubo mucho de desmovilización y errores políticos en la estructura organizativa misma del movimiento bolivariano, todo lo sucedido puede llevar a la pregunta: ¿acaso la totalidad de los funcionarios del Estado venezolano son revolucionarios inclaudicables, militantes imbuidos de la mística de la ética guevarista, o también ellos están tocados por una ideología histórica (cultura burocrática típica de un país rentista, acomodaticia, plagada de corruptelas y no centrada en el trabajo productivo) reforzada por esa guerra mediática a que aludíamos? ¿No decíamos que peor enemigo que las oligarquías puede terminar siendo ese 'pequeño oligarca' que la ideología milenaria nos termina haciendo crecer en cada uno, en aquellos que no somos ni vamos a ser jamás oligarcas? La guerra de cuarta generación, precisamente, se encarga de llevar a niveles insospechados esa tendencia.

Luego de la derrota en el referéndum por la reforma constitucional se ha insistido mucho -con justa razón, sin dudas- en la necesidad de depurar las filas del movimiento bolivariano. 'Purgas' ya se apresuró a vociferar la derecha. 'Limpieza' la llaman los sectores populares, los grupos más politizados y comprometidos con un genuino proceso de transformación revolucionaria. Más allá del nombre, al querer poner en práctica la medida comienza el problema. Si se 'limpian' todos los burócratas ineficientes, perezosos e indolentes que obstaculizan los verdaderos cambios, esos que son quienes verdaderamente no están preparados para el socialismo -que ocupan buena parte del aparato de Estado y del Partido Socialista Unido de Venezuela- si se les quita del medio (permítasenos ser groseros y extremistas y supongamos que, incluso, se les pasara por las armas, y valga el exabrupto para mostrar más elocuentemente el escenario), si se les elimina de una vez por todas en el paredón de fusilamiento… ¿con qué se los reemplaza? ¿Alcanzan las misiones?

El esclavo piensa con la cabeza del amo, y para las clases explotadas la conciencia revolucionaria de transformación no es ni lo más espontáneo ni habitual. Producto de su alienación cultural, justamente, la ideología de los oprimidos pretende imitar a los opresores. Es más 'normal' que se pretenda dejar la pobreza apelando a un billete de lotería que buscar la organización popular para pelear por la transformación social. Con todo lo cual queremos decir, entonces, que la ideología es el arma más poderosa de la dominación de clase. 'Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante', expresó Marx. Ahí está el gran enemigo a vencer: nosotros mismos, nuestra carga cultural. ¿Cómo combatir contra eso?

Los medios masivos de comunicación son el gran campo de batalla (¡guerra de cuarta generación!). No el único campo, por supuesto, pero sí cada vez más importante. Aunque, por lo que vemos, la derecha sabe mucho de esto. Reconozcámoslo con serenidad: lo está haciendo mejor que el movimiento popular, que las opciones revolucionarias. En todos lados, en Venezuela y en el mundo. Si no lo estamos haciendo bien, ¿por dónde comenzar a corregir entonces? ¿Qué política ideológico-cultural-comunicacional debe darse la revolución, o la izquierda en general en cualquier parte del mundo? ¿Tenemos que aprender de la derecha en muchos aspectos? La semiología de la comunicación, la psicología de la percepción, las técnicas publicitarias existen y dan resultado. No caben dudas que hay que conocerlas. No se trata de repetir la propaganda de la Coca-Cola o los noticieros de la CNN, pero hay que saber por dónde anda el enemigo, no para emularlo, sino para superarlo.

Sólo a título de presentar algunas perspectivas, y lejos de pretender constituirse en manual, me permito esbozar algunas preguntas/ideas para desarrollar alternativas:

• Hasta ahora la derecha presenta siempre al socialismo como intrínsecamente violento. ¿No es posible cambiar esa imagen? ¿No es necesario contrarrestar esa caracterización mostrando que la violencia no está en los oprimidos, que hasta incluso los movimientos armados pueden ser románticos, bellos y sentimentales?

• En general las iniciativas mediáticas de la izquierda son reactivas; se responde a los ataques de la derecha. ¿No sería más productivo tomar la iniciativa de un modo propositivo, mostrar con claridad los logros del socialismo?

• La propaganda de derecha liga siempre socialismo con pobreza. Si bien es cierto que el socialismo representa la voz de los pobres, ¿por qué no desarrollar estrategias mediáticas que lo muestren como desarrollado, triunfador, alegre, optimista, ligado a la belleza y al progreso? ¿Por qué mantener el estereotipo que presenta lo popular como sinónimo de mal gusto, sucio y desarreglado?

• Se debería mostrar que el capitalismo no tiene salida, y que el presunto paraíso consumista significa el inexorable colapso del planeta. Se debe presentar al socialismo como la salvación no sólo de los más desposeídos sino de la humanidad en su conjunto. El consumo voraz nos mata a todos. Ese debe ser un mensaje dominante.

• El discurso mediático debe ser no sólo informativo sino instructivo. Hay que presentar los logros del socialismo, sin caer en panfletarismo, mostrando que hay alternativas más allá de la empresa privada.

• Las injusticias sociales tales como el machismo y el racismo no son temas habitualmente trabajados por la izquierda. Se debería hacer una campaña enorme mostrando que el socialismo no sólo trata de las injusticias económicas, sino también, y con la misma intensidad, de estas otras lacras de la civilización.

• Es común que se relacione progreso científico con países avanzados del Norte. De lo que se trata es de mostrar cómo el socialismo -no importando el país que sea- se asocia a estudio, a saber profundo, a conocimiento de avanzada. ¿Por qué seguir alimentando el prejuicio que el saber es forzosamente rubio y de ojos celestes?

• La comunicación socialista debe tratar temas habitualmente tabú en el ámbito de la empresa privada de la comunicación. El socialismo no puede ser prejuicioso, pacato y santurrón; por el contrario debe acometer temáticas 'picantes' con mucha altura: sexualidad, homosexualidad, drogadicción, problemas de pareja, etc., pero para ir más allá del 'show' barato y efectista. Mostrar que una postura socialista no es moralista: es abierta y tolerante.

• Hay que pasar del consignismo, del panfleto, a la explicación. Pero una explicación amena, instructiva, no aburrida, que logre hacer ver que el socialismo es futuro conveniente para todos y no pesada carga para nadie.

Insisto: estas son algunas ideas, mejorables o desechables. Lo importante es que una política comunicacional de izquierda debe aprovecharse de las mejores técnicas semióticas de la 'industria de la comunicación' capitalista (que las hay, por supuesto) para lograr un producto nuevo. ¿O acaso es cierto que las propuestas socialistas tienen que ser descoloridas, aburridas, pesadas, esquemáticas? ¿Quién dijo que eso es el socialismo?

Marcelo Colussi

http://www.argenpress.info/nota.asp?num=050318&Parte=0

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