sábado, 20 de febrero de 2010

Pensar el presente

Walter Dennis Muñoz

A distinguir me paro, las voces de los ecos....

Si miramos el presente desde nuestro ombligo no veremos nada ni seremos capaces de ver lo que se cocina en el mundo de los capitales financieros especulativos, en los mercados y menos aún el esfuerzo democrático orientado al bienestar colectivo que se puede graficar en España y Uruguay. Elijo estos dos países una vez que nos ponemos de pie para observar en panorámica y con capacidad de lectura lo que los medios centrales de occidente nos ofrecen frente a la crisis actual. Un diario camaleónico como El País de Madrid con títulos alarmantes sobre la bolsa en España, la caída de popularidad del Presidente, las encuestas y su lenguaje doctoral de sus editoriales sobre los errores en su política económica junto al diario El Mundo, operador ideológico de los más rancio del sistema simbólico e ideológico español con el aval de medios “especializados” de Estados Unidos y con el siempre incambiable FMI.

Hay varios diarios digitales en España pero la opinión de la gente parece apuntar a sensaciones, climas, temores y no a juicios, análisis, lecturas que provengan de fuentes con buen bagaje argumentativo. Esto parece confirmar la afirmación de Habermas que Internet no genera opinión pública. Desde Estados Unidos y desde Europa incluidos algunos gorditos bien alimentados que alguna vez propusieron una jornada laboral de 65 horas intentan desarmar un Estado de bienestar que busca equilibrar el interés particular con el bienestar colectivo.

Lo primero, debiera preocupar a los diarios digitales que le dan demasiado espacio a los panfletos, las descalificaciones, las calificaciones, los optimismos fáciles, los escritores ingeniosos que buscan lucirse o las descargas emocionales que no van a ninguna parte. Nunca un cantante, un escritor, un predicador logró algo más que su éxito personal. Defender los derechos laborales, no permitir que la farra la paguen los de siempre, los trabajadores, requiere crear opinión pública. Alimentar cualitativamente con datos e informes veraces,Ongs, sindicatos, organizaciones campesinas, estudiantiles, femeninas, etc. Porque sólo una direccionalidad emancipadora de muchos puede hacer frente a este embate de los generadores de la crisis para seguir creando más injusticia, empleo mal pagado y flexible, educación y salud mediocre  para las mayorías, destino incierto para los niños expuesto a los desastres naturales, al cambio climático y a las veleidades del dios verdadero que brilla por su presencia, el dinero.

En Uruguay un gobierno que se logra por mayoría absoluta un parlamento mayoritario busca consensos a la luz del día para dar un  segundo paso para insertar a los sectores más postergados a un proyecto país participativo, y llevar a Uruguay a competir, crecer, pero para todos. Vale la pena mirarlo estudiarlo y comentarlo. Esta es la hora de unir esfuerzo para el bienestar de todo los que hoy vivimos en este planeta. Eso es sólo posible entre todos y tenemos la obligación de crear esa opinión pública.


Walter Dennis Muñoz
Periodista

martes, 9 de febrero de 2010

Desesperanza

Josep Castelló

Divagación herética en forma de cuento

Hacía tiempo ya que la leyenda de Leónidas en las Termópilas vagaba por su mente. Su presencia era quizá una respuesta inconsciente a esa afirmación tantas veces refrendada de que no se puede vivir sin esperanza.

¡Esperanza! Qué gran palabra tan ambigua y carente de sentido en su fuero interno. Esperanza ¿de qué? ¿De una vida feliz tras la muerte, quizá? ¿De que algún día la justicia y la bondad triunfasen en el mundo? No. Hacía ya muchos años que no profesaba creencias religiosas. Lo que pudiese haber más allá de la muerte le parecía un misterio indescifrable. En cuanto a lo segundo, tanto la información que recibía como lo que a diario observaba le llevaban a ver que ahí no había siquiera argumento para una fantasía. Luego ¿qué esperar cuando el alma se resiste al ensueño y la realidad golpea con dureza?

En esa divagación se enzarzaba cada vez que una noticia tenebrosa le llegaba al alma. Su impotencia se hacía tan presente que le llevaba a ver pequeñas también a todas las personas que a pleno riesgo hacían frente a las poderosas huestes del Imperio. La victoria no cabía siquiera en el mayor de los sueños. Vencer era imposible. Más tarde o más temprano la maldad imperial acabaría con toda resistencia. Era una derrota ya cantada. Pero aun así, Leónidas y sus trescientos espartanos se unían en su mente al Cristo crucificado que tantas veces había contemplado.

Quizá por su naturaleza pesimista o por la educación recibida amén de cuanto había visto y vivido, consideraba la vida como una condena. Un “valle de lágrimas”, según canta la “Salve” con entereza gregoriana. Imaginaba la humanidad como un enjambre de sísifos empujando hacia arriba instante tras instante su propia vida, empeñando todas sus fuerzas en mantenerla en lo alto. Sudor, sangre, sufrimiento y muerte al fin.

Ante una visión interna tan lacerante, de nada le servía la perspectiva religiosa porque ¿cómo compaginar la imagen de un Dios bondadoso con la del Creador de tanto sufrimiento? No, en modo alguno le cabían ahí las enseñanzas cristianas que recibió de niño y aun de joven. Si había un Dios, seguro que pensarlo no estaba a su alcance, de modo que mejor lo dejaba. Y no obstante esa era la fuente de su leche materna, la que lo había nutrido desde el primer momento de su vida. Quizá por eso cuando la adversidad arreciaba y amenazaba firme la desesperanza, el Cristo en cruz preguntando en tono de queja a su Eterno Padre por qué lo había abandonado acudía a su mente junto a la leyenda espartana.

Sabía bien que el mundo estaba lleno de miseria. Que los pobres vivían cada día más derrotados en tanto que la bestialidad de los poderosos crecía exponencialmente. La cruel hidra de la codicia dominaba hasta el más remoto rincón de la tierra y devoraba a quienes se le enfrentasen. Y no obstante, ni de lejos pasaba por su mente ceder, dejar que rodase pendiente abajo la piedra de su existencia. Temblaba sólo de imaginarse yaciendo en lo hondo del barranco junto a los demás seres que huelgan sin más conciencia de sí mismos que la de un perro o un gato o un asno o un caballo o cualquier animal doméstico o de carga o cualquier irredento desalmado.

El panorama que alcanzaba a contemplar desde su perspectiva era desolador. Si veía esta vida como una condena; si en su pensar y razonar no había lugar alguno para la esperanza; si no podía ni quería vivir meciéndose en una nube de opiáceos ensueños, a algo tenía que aferrarse para no caer en la desesperanza. Y ahí estaba Leónidas, un pagano, junto al Cristo cristiano, haciendo cada cual lo que debía según su fuero interno, movidos ambos por la honda convicción de que ese y no otro era su destino.

En este desvarío se encontraba una vez más aquella noche cuando una luz le vino de repente, con la cual vio, quizá por vez primera, que a pesar de su profundo pesimismo un resquicio le dejaba a la esperanza en lo hondo del alma, pues que con fe ferviente aunque no exenta de angustia esperaba que esa Fuerza Misteriosa que mueve el universo le mantuviese el ánimo de por vida y no le dejase caer en la desesperanza.


Josep Castelló
Barcelona, España, UE
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4301


viernes, 5 de febrero de 2010

Pensar al ser humano después de Auschwitz

Leonardo Boff

Recordamos en este año los 65 años del Holocausto judío perpetrado por el nazismo de Hitler y de Himmler. Es terrorífica la inhumanidad mostrada en los campos de exterminio, especialmente en el de Auschwitz (Polonia). El hecho llegó a tambalear la fe de judíos y de cristianos que se preguntaban: ¿Cómo pensar a Dios después de Auschwitz? Las respuestas dadas hasta hoy, bien del lado judío, bien por J.B.Metz y J. Moltmann del lado cristiano, son insuficientes. La pregunta todavía es más radical: ¿Cómo pensar al ser humano después de Auschwitz?

Es cierto que lo inhumano pertenece a lo humano. Pero, ¿cuánto de inhumanidad cabe dentro de la humanidad? Fue un proyecto concebido calculadamente y sin ningún tipo de escrúpulo para rediseñar la humanidad. A la cabeza debía estar la raza aria-germánica; algunas razas serían colocadas en segunda y tercera categorías; otras esclavizadas o simplemente exterminadas. En palabras de su formulador, Himmler, el 4 de octubre de 1943: «Ésta es una página de gloria de nuestra historia que no se ha escrito y que jamás se escribirá». El nacionalsocialismo de Hitler tenía clara conciencia de la inversión total de los valores. Lo que sería un crimen se transformó para él en virtud y gloria. Aquí se revelan rasgos del Apocalipsis y del Anticristo.

El libro más perturbador que he leído en mi vida y que nunca acabo de digerir se titula Comandante en Auschwitz: notas autobiográficas de Rudolf Höss (1958). Durante los 10 meses que estuvo preso y fue interrogado por las autoridades polacas en Cracovia entre 1946-1947, para ser finalmente sentenciado a muerte, Höss tuvo tiempo de describir con extremada precisión los detalles de cómo envió a cerca de dos millones de judíos a las cámaras de gas. Allí se montó una fábrica de producción diaria de miles de cadáveres que asustaba a los propios ejecutores. Era la «banalidad de la muerte» de la que hablaba Hannah Arendt.

Pero lo que más asusta es su perfil humano. No imaginemos que Hoss unía el exterminio en masa a sentimientos de perversidad, sadismo diabólico y pura brutalidad. Al contrario, era cariñoso con su mujer e hijos, concienzudo, amigo de la naturaleza, en fin, un pequeño burgués normal. Al final, antes de morir, escribió: «La opinión pública puede pensar que soy una bestia sedienta de sangre, un sádico perverso y un asesino de millones de personas. Pero nunca va a entender que este comandante tenía un corazón y que no era malo». Cuanto más inconsciente, más perverso es el mal.

Esto es lo perturbador: ¿cómo puede tanta inhumanidad convivir con la humanidad? No sé. Sospecho que aquí entra la fuerza de la ideología y la sumisión total al jefe. La persona de Höss se identificó con el comandante y el comandante con la persona. La persona era nazi en cuerpo y alma y radicalmente fiel al jefe. Recibida la orden del «Fuhrer» de exterminar a los judíos, ni siquiera se debía pensar: vamos a exterminarlos (der Führer befiehl, wir folgen). Confiesa que nunca se cuestionó la orden porque «el jefe siempre tiene razón». La más leve duda era sentida como traición a Hitler.

Pero el mal también tiene límites y Höss los sintió en su propia piel. Siempre queda algo de humanidad. Él mismo cuenta que dos niños estaban entretenidos jugando. Su madre era empujada hacia dentro de la cámara de gas. Los niños fueron obligados a ir también. «La mirada suplicante de la madre, pidiendo misericordia para aquellos inocentes —comenta Höss— nunca la olvidaré». Hizo un gesto brusco y los guardias los arrojaron a la cámara de gas. Confiesa que muchísimos de los ejecutores no aguantaban tanta inhumanidad y se suicidaban. Él se mantenía frío y cruel.

Estamos ante un fundamentalismo extremo que se expresa por medio de sistemas totalitarios y de obediencia ciega, sean políticos, religiosos o ideológicos. La consecuencia que produce es la muerte de los otros.

Este riesgo también está alrededor nuestro, pues hoy día nos hemos dado los medios para autodestruirnos, para desequilibrar el sistema Tierra y para aniquilar en gran parte la vida. Sólo potenciando al ser humano con aquello que nos hace humanos, como es el amor y la compasión, podemos limitar nuestra inhumanidad.


Leonardo Boff
http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=366


miércoles, 3 de febrero de 2010

Galileo y el cambio de la centralidad humana

Aníbal Sicardi

Durante  2009 se celebró el Año de la Astronomía. Tal disposición fue efectuada por  Naciones Unidas  y aceptada en todo el mundo.

El fundamento fue que en  2009  se cumplían 400 años desde que Galileo creó un telescopio, por medio del cual descubrió cuatro lunas alrededor de Júpiter. Esa novedad fortaleció su propia hipótesis, de que la Tierra no era el centro del Universo, como se consideraba en ese tiempo. Por defender esa posición, Galileo fue condenado al arresto domiciliario, una especie de libertad vigilada,  hasta su muerte.

El descubrimiento fue un gran adelanto científico. En el campo antropológico  se  modificó la concepción  que se tenía sobre el hombre. El ser humano, creado por Dios, era el ser más poderoso de la tierra.  El Rey de la creación…Y como a la Tierra se la consideraba el centro del Universo, el hombre era el Rey del Universo.

Luego del descubrimiento de Galileo la Tierra dejó de ser el centro universal.  Al mismo tiempo, el hombre fue desplazado de su trono. Dejó de ser el Rey. En el primer momento el ser humano se encontró desorientado. Su casa, la Tierra había sido modificada. Se quedó sin techo.  Además la Tierra ya no era fija. Tenía movimiento.

Desde entonces, y mediante diferentes procesos, el hombre y la mujer fueron evolucionando. Se hicieron cargo de  su libertad. Poco a poco se fue transformando en un ser autónomo. Dependía de sí mismo. Ya no de las instituciones. Actualmente defiende su libertad ante la presión de las instituciones.

Las consecuencias en las iglesias es que estas pierden “clientela” y tienen enormes dificultades para incorporar a sus filas a las generaciones más jóvenes. También los partidos políticos. Perdieron credibilidad. No tienen el mismo poder orientador y reclutador de otras épocas.

Asusta pensar que el único sistema que conocemos, en esa óptica,  es el de la  “Economía de Mercado”. El Mercado  es la escondida institución de mayor convocatoria y tiene a gran parte de la humanidad como cliente para el consumo.

El proceso de autonomía humana es imparable, pero todavía no alcanza a la totalidad de la persona como individuo. La mayoría vivimos con la antigua concepción de la tierra.  Pretendemos ser el centro de la vida propia y ajena. Los demás, deben girar alrededor nuestro. Los consideramos utilitarios de nuestros deseos. El otro, la otra, se incorpora a ese universo personal…. o es desplazado. Me sirve o no, pareciera ser el parámetro.

Una forma de catalogar esta actitud es verla como producto del egoísmo. Mucho de cierto hay en ello. Actitudes similares a las de Caín, cuando, ante la pregunta “¿dónde está Abel?”,  exclama “¿acaso soy guarda de mi hermano?” Y debajo del poncho escondemos el  cuchillo de la muerte.

Un acercamiento al problema, es reconocer la diversidad. Somos uno entre muchas y muchos distintos. La vida humana se realiza en medio del conjunto humano.  Igual que la Tierra, un planeta en la red de astros que habitan el Universo.

Similar al Universo, que se lo descubre como infinito,  la red humana es cada vez más amplia. Surgen nuevas comunidades, nuevos grupos sociales que se suman y a la vez se diferencian de los ya conocidos.  Los chinos, los vietnamitas, los tibetanos… El genérico término “aborigen” va dejando lugar al quechua, al toba, al mataco, a los mayas.

El otro y la otra ya son otros y otras viviendo juntos, en comunidad a los que debemos respetar. Esa concepción estuvo incorporada en la vida de Jesús. El se asoció con la gente excluida de su tiempo. Los paralíticos, los ciegos, los pobres, las prostitutas. Un concepto muy presente en esas palabras  de Jesús, que dice “Quien quiere ganar la vida la pierde y quien la pierde, la gana” Clarísimo.

En la actitud de “yo el centro”, los demás giran alrededor mío. En esa posición egoísta, centralista, el ser humano pierde su vida. En la actitud abierta hacia el otro, se gana la vida. Simple.

En la relación interpersonal aparecen los problemas que, indudablemente, debemos corregir. Pero, sobre todo, surgen nuestras potencialidades para desarrollarnos como seres humanos. Esas que están escondidas porque le tenemos miedo a ese empuje que conlleva el crecimiento humano continuo.

Gran parte de nuestros problemas sociales están en ese núcleo. Por un lado, padecemos las consecuencias nefastas de quienes están en el poder y piensan sólo para ellos. Por otro lado, sufrimos las consecuencias, aún no medidas, de quienes debiendo asociarse para conseguir los altos propósitos de humanidad, se dividen y se aíslan por mínimas consideraciones. Así en vez de ganar, perdemos.

Una vez más, la enseñanza de Jesús es para tener muy en cuenta. Aprendamos a vivir aceptando la diversidad y reconociendo cuando perdemos y cuando ganamos…de verdad. Perdemos si somos egoístas, egocéntricos, centrados sólo en nosotros mismos. Ganamos cuando nos unimos, aceptando nuestras diferencias…

De esto estamos convencidos en la Iglesia Metodista de la calle Belgrano al 300, en Bahía Blanca. Es por eso que les  proponemos…Pensemos juntos la vida.+ (PE)

Nota. Reflexión  presentada como editorial en “Pensemos juntos la vida”, el programa semanal de radio de la Iglesia Metodista Central de Bahía Blanca. La edición radial fue realizada por Rubén Ash.  Para otros datos ver  PreNot 8670 del 100119, La mujer de la joroba y PreNot 8688 del 100125 Arrojar la capa y pegar el salto.

PreNot  8705-100203
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4285


martes, 2 de febrero de 2010

La mirada hacia arriba y la mirada circular

Vidalogía

Las estructuras de poder verticales y autoritarias conllevan una mirada hacia arriba, expresión durante muchos años de una cultura patriarcal. Recordemos el relato de la torre de Babel: una torre alta, muy alta, para llegar a Dios, pero Dios vive abajo en la tierra.

La mirada circular supone una posición ética que reconoce toda la fuerza de la diversidad entre iguales. Vivir en colectivo, mirando alrededor tanta sabiduría cotidiana con una mirada desde una proximidad horizontal que enriquece la vida.

Darnos autoridad, es decir, validar nuestras intuiciones, nuestras iniciativas, y apropiarnos de nuestras experiencias. Decía C.G. Jung: "Quien mira hacia arriba, sueña. Quien mira hacia dentro, despierta". Por último el relato de la Ascensión: ¿Qué hacen mirando hacia arriba?

El Evangelio nos recuerda que es hacia adelante, que Dios nos espera en la Vida, en la tierra de Galilea.

http://www.vidalogia.webcindario.com/index2.htm


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