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lunes, 18 de abril de 2011

El recelo de las élites europeas

Vicenç Navarro


Durante muchos años se ha desconocido, ignorado o silenciado el periodo republicano que se extendió de 1931 a 1939. Excepto en círculos académicos y en libros pertenecientes a la bibliografía historiográfica, la República ha sido una página desconocida de la historia de España, excepto en la versión promovida por la dictadura implantada por el general Franco que dio una imagen profundamente negativa de aquel periodo. Es importante reconocer esta distancia entre lo analizado en los textos históricos (de escasa difusión en el país) y lo conocido por la mayoría de la población. Las encuestas señalan un desconocimiento muy notable de lo que fue la República en grandes sectores de la ciudadanía. Podría parecer que las cosas cambian. Por primera vez se ha presentado en Televisión Española un serial sobre la República, que ha pasado a ser casi instantáneamente una de las series televisivas más vistas de la temporada. En esta producción se intenta dar una visión de lo que fue la República a través del desarrollo de un abanico de personajes, la mayoría ficticios, y otros reales.

¿Por qué, salvo contadas excepciones, este silencio sobre la República en los foros –como la televisión– donde se reproduce la cultura popular? La respuesta es clara. Se debe al enorme dominio que las fuerzas conservadoras tuvieron en el proceso de Transición de la dictadura a la democracia y su intento de no mirar al pasado. Este pasado incluía no sólo la dictadura sino, muy en especial, la República. Este intento de olvido por parte de las fuerzas conservadoras es comprensible, pues la historia de la República fue la historia de la resistencia provista por sus antecesores a las reformas propuestas por el Gobierno republicano, tanto en el periodo 1931-1933 como en 1936-1939. Ni antes (ni después) se han hecho reformas más sustanciales que en aquellos periodos y ello como resultado del poder de las izquierdas, nunca después igualado. No ha habido un periodo histórico en España en que hubiera tantas reformas en tan poco tiempo. Como bien afirma Helen Graham en su revisión histórica de la República, el programa de reformas de esta fue enormemente ambicioso. Republicanos y socialistas habían estado esperando durante muchos años aquella oportunidad. Había transcurrido más de la mitad de un siglo desde que fuerzas progresistas habían gobernado en España, únicamente en un periodo muy breve, durante la Primera República en 1873. España había estado gobernada en la mayoría de su historia por las derechas que, por lo general, no alcanzaron el poder a través de las urnas, sino por la fuerza e imposición. La falta de cultura democrática de las derechas españolas (cuya dureza es casi única en Europa) se basa en esta realidad.

NUNCA ANTES SE HABÍAN HECHO GRANDES REFORMAS SOCIALES EN MENOS TIEMPO

La República introdujo la Seguridad Social (por un ministro socialista, Largo Caballero), intentó universalizar la enseñanza (un programa enormemente popular que explica la selectividad de la represión fascista en contra del magisterio republicano), introdujo el aborto y el divorcio (por una ministra anarco-sindicalista catalana, Federica Montseny), introdujo elementos de la reforma agraria, desde Andalucía al Bajo Ebro, introdujo reformas en el Ejército, lleno de generales de probada ineficacia, introdujo el laicismo (intentando reducir la misión de la Iglesia en la enseñanza), y un largo etcétera. Ni que decir tiene que hubo también muchos errores e insuficiencias. Pero no debería olvidarse que la República fue la época de mayor creatividad legislativa reformista que ha habido en el Estado español.

El enorme entusiasmo popular que ocurrió a raíz tanto del establecimiento de la República como de la victoria del Frente Popular, era un indicador del deseo de las clases populares de hacer cambios y reformas sustanciales. El mundo occidental estaba en medio de la Gran Depresión y la fortaleza del movimiento obrero estaba asustando a las estructuras de poder de los países europeos. Tales estructuras estaban viendo el surgimiento del nazismo y del fascismo como el único dique capaz de parar este movimiento obrero. De ahí que los establishments financieros, económicos y políticos tuvieran simpatías con el nazismo en Alemania y el fascismo en Italia. Un caso representativo fue la monarquía británica, en la que las conocidas simpatías de Eduardo VIII por el nazismo hicieron que tuviera que abdicar del trono, hecho ocultado en la película El discurso del rey. Confirmando esta percepción, al año de abdicar hizo su viaje de novios a Alemania, saludando a Hitler con el brazo en alto en múltiples ocasiones y rodeándose de personajes próximos al nazismo. En Francia, y a pesar de estar gobernada durante un periodo por las izquierdas, había gran preocupación por las reformas que estaban ocurriendo en España, pues el mundo empresarial y el funcionariado francés –profundamente conservador– estaban inquietos y la política del Gobierno francés era la de calmar a tales grupos.

LAS ÉLITES EUROPEAS TEMÍAN EL CONTAGIO DE LAS REFORMAS ENTRE SUS CLASES POPULARES

La Unión Soviética no deseaba una radicalización de tales reformas (lo que menos deseaba era que hubiera una revolución bolchevique, versión española, tal como erróneamente se presenta en el serial La República), pues, consciente de que el nazismo era su peor enemigo, quería establecer una alianza con las democracias occidentales en un frente anti-Hitler. Este contexto europeo explica que cuando se dio el golpe militar contra un Gobierno democráticamente elegido, el resto de países democráticos se sumara al vergonzoso Pacto de No Intervención. Los establishments europeos, temerosos del peligro de contagio reformista entre sus clases populares, simpatizaron con el nazismo y firmaron, además del Pacto de No Intervención (que dejaba a la República sin ayuda militar), el Pacto de Múnich en 1938, en el que el Gobierno Chamberlain del Reino Unido cedía a Hitler parte del territorio europeo a la Alemania nazi. La Unión Soviética, que había apoyado el Pacto de No Intervención, lo rompió cuando vio el apoyo masivo de Hitler y Mussolini al general Franco. Sin tal ayuda, la República hubiera terminado y colapsado.

Un personaje nada sospechoso de simpatías comunistas, Winston Churchill, que había presionado para la abdicación de Eduardo VIII, se opuso al Pacto de No Intervención, acusando al establishment británico de anteponer su interés de clase (temerosos del reformismo republicano español) a sus obligaciones nacionales. Churchill agradeció el apoyo militar de la Unión Soviética a la República, que la salvó transitoriamente, así como más tarde definió a aquel país como el que había derrotado al nazismo en Europa (con sus 22 millones de muertos). Las historias de Europa y España hubieran sido muy distintas si la República hubiera ganado y el fascismo hubiera sido derrotado en España.

Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario PÚBLICO, 14 de abril de 2011
http://www.vnavarro.org/?p=5544


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Homenaje a los héroes anarquistas

Manuela Trasobares Haro


"Al Fascismo no se le discute, sinó que se le combate", Durruti.

El próximo catorce de Abril, en el 80 Aniversario de la proclamación de la República, las celebraciones tendrán de nuevo lugar en el escenario de una historiografía tergiversada y el olvido del pueblo trabajador, la CNT, la FAI y sus líderes anarquistas: el precursor Salvador Seguí, “El Noi del Sucre” (1887-1923), Buenaventura Durriti (1896-1936) , Francisco Ascaso (1901-1936), Juan García Oliver (1902-1980) y tantos otros que murieron luchando por una revolución social que otorgara una vida libre a los de su clase. Para ellos la República era una mal menor transitorio, pues representaba valores burgueses tanto en sus formas de gobierno de izquierdas como de derechas.

Sin embargo, si pudo llegar la II República fue por la labor educadora de tres generaciones de anarquistas, por la acción directa que había conquistado derechos fundamentales y atemorizado a la clase explotadora y por que el movimiento libertario, que arrastraba a la gran mayoría de trabajadores, fue utilizado como siempre por la burguesía republicana y los socialistas para llegar al poder. En la partida de Alfonso XIII al exilio no tuvieron tanto mérito los dirigentes del Frente Popular, como quienes habían tratado de asesinar al rey en diversas ocasiones, hasta el punto de acobardarle. Anteriormente, la Dictadura de Primo de Rivera ya había sido una concesión real al autoritarismo militar para autoprotegerse de los atentados anarquistas. El 14 de Abril de 1931 los próceres republicanos invitaron a Alfonxo XIII a partir por que no podían garantizar su protección; pero quienes le estaban expulsando de España eran los luchadores que tantas veces habían tratado de aniquilarle. No consiguieron su propósito de eliminar al Borbón; pero le indujeron tal pavor que huyó y se pudo instaurar la República. Claro que el resultado de las elecciones municipales de 1931 fue determinante, pero de nuevo no podemos olvidar que el principal aporte de votos al Frente Popular provenía del anarcosindicalismo. El papel de este movimiento sindical de implantación mayoritaria será básico tanto en los antecedentes, como en el desarrollo y defensa de la II República, a pesar de que su finalidad última era el comunismo libertario, más allá de cualquier forma de Estado.

La lucha anarquista que consiguió derrocar a la Monarquía propiciando el nuevo Régimen republicano y que durante la Guerra Civil sería su principal defensa frente al fascismo se remonta a varias décadas atrás. El Noi del Sucre, Durruti, Ascaso, García Oliver, etc.. tenían un historial de acción directa en defensa de los derechos laborales que les habían llevado en multitud de ocasiones a presidio, saliendo siempre reforzados y renovados en sus intenciones de conquistar la libertad para el pueblo. Sus vidas fueron heroicas, pletóricas de valentía, coraje, resistencia y cojones. Su valor humano está a años luz de aquellos a quienes finalmente la historia ha ensalzado. Han sido tachados de pistoleros y la historia oficial republicana ha tratado de mitigar su papel para ensalzar el de los intelectuales académicos. Pero el movimiento anarquista tuvo, además de un alto porcentaje de militantes y simpatizantes, un nutrido grupo de líderes que ganaron batallas transcendentales tanto en el campo de las ideas, como en el de las armas, como en el de los derechos sociales. Mientras estos héroes permanecieron en el anonimato, los historiadores trasladaron el protagonismo a hombres como Azaña y Companys, que jugaron en realidad un papel a menudo contrarevolucionario, tratando de maniobrar en una y otra dirección con el fin de mantener el poder y restar protagonismo a la lucha del pueblo, aunque cuando les convino la instigaron o la toleraron temporalmente. Durante la Guerra Civil, la cobardía de Azaña, que abandonó Madrid y quería dimitir o pactar con Franco, así como el acercamiento al estalinismo de Companys tuvieron consecuencias nefastas. Si comparamos esta actitud con la de Durruti, que liderando una columna de milicianos se dirigió a pecho descubierto al encuentro de los rebeldes facciosos apoyados por Hitler y Mussolini, obteniendo sobre ellos grandes victorias, veremos claramente quienes merecen nuestro honesto recuerdo y admiración. Esta confusión de protagonismos ha sido inducida por quienes escribieron la historia, puesto que en la época el pueblo tenía claro quienes eran sus líderes. Así lo demuestra la aglomeración de masas que se agolpó en las calles de Barcelona en el entierro de Durruti, caído en la defensa de Madrid o eliminado por los agentes del estalinismo, según diversas versiones.

La barbarie fascista que acabó con la República quizá se pudiere haber derrotado, si los gobernantes republicanos de Madrid y Barcelona hubiesen tenido visión histórica suficiente como para ceder el poder al pueblo y a sus líderes que brillantemente habían repelido a los rebeldes del 19 de Julio. El President Companys, tras conseguir que los anarquistas no le arrebataran el poder, haciendo valer la victoria de sus milicianos en las calles de Barcelona, ganó tiempo con la creación del Comité de Milicias Antifascistas en el que introdujo elementos de su gobierno y de partidos de izquierdas más próximos a él. Su afán por sacarse de en medio a los libertarios e imponer el orden gubernativo y militar no cesó hasta que en los hechos de Barcelona de Mayo de 1937 las tropas regulares de la Generalitat y el PSUC asaltan el cuartel general de la CNT. Companys había heredado una deuda de Macià con Stalin y durante la Guerra Civil negoció con él para obtener apoyo. No se dio cuenta de que el mandatario ruso había cedido España al fascismo en los antededentes del Pacto Molotov-Ribbentrop (1939) y estaba jugando a retrasar los suministros de armas a la República y a provocar el fracaso de la Revolución Social anarquista con el envío de agentes en vez de armamento. Durruti siempre fue consciente de que la burguesía republicana no les apoyaría y de que al ver peligrar sus privilegios pactarían con cualquiera. Los ministros anarquistas que entraron en el Gobierno de la República contradiciendo sus propios principios: Federica Montseny, Juan Peiró, Juan López y Juan García Oliver fueron embaucados por los sectores socialistas y burgueses para sacarlos del foco revolucionario de Barcelona. Ellos debieron rechazar las carteras como solicitaban sus bases de militantes y como ha reconocido García Oliver en sus memorias, y aprovechar la ocasión para imponer un orden anarquista que disolviera el poder del Estado y lo otorgara al pueblo, junto con los medios de producción, mateniendo la consigna inicial de “Ir a por el todo”.

Los profesores de historia proclaman una y otra vez los logros de la II República mencionando los derechos civiles alcanzados; sin embargo el principal triunfo, la principal consecución histórica del período vino de manos de los anarquistas que en distintas ocasiones lograron colectivizar la tierra y las fábricas traspasando su propiedad y sus frutos a quienes las trabajaban. Esta victoria sobre el capitalismo, finalmente aplastada por el genocidio franquista, debiera ser el referente de todos los esfuerzos actuales por plantear una alternativa política anticapitalista.

El análisis manipulado de los hechos históricos ha sido el caldo de cultivo para que de nuevo una élite burguesa bajo las siglas del PSOE nos haya embabucado con algunos derechos sociales, mientras pactaba con el capitalismo el rescate bancario y el desmantelamiento del estado del bienestar. Todo ello planteando su período legislativo como si del advenimiento de una III República se tratara, obviando que el rey es el máximo representante de todos los poderes fácticos: capitalismo, Iglesia, terratenientes y militares y que ejerce su labor en defensa de los intereses de estas clases privilegiadas, bajo un aura engañosa de populismo y acercamiento al principal partido de la izquierda oficial.

Toda una farsa para que el pueblo olvide a sus líderes y ensalce a sus traidores y verdugos.

http://manuelatrasobares.blogia.com/2011/041001-al-fascismo-no-se-le-discute-sino-que-se-le-combate.-homenaje-a-los-heroes-anarq.php



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