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lunes, 28 de marzo de 2011

Muere en Brasil el sacerdote belga y teólogo de la Liberación José Comblin


Río de Janeiro, 27 mar (EFE).- El sacerdote belga José Comblin, uno de los más importantes representantes de la Teología de la Liberación y que llegó a ser expulsado de Chile y de Brasil por sus ideas, murió hoy a los 88 años en la ciudad brasileña de Simoes Filho de causas naturales, informaron fuentes eclesiásticas.

Comblin, un estudioso de la Iglesia de América Latina y autor de obras como "Teología de la Liberación", "Teología de la Azada" e "Ideología da Seguridad Nacional", murió en la pequeña ciudad de Simoes Filho, en el estado de Bahía (nordeste) y a donde había acudido para dar un curso a comunidades de base.

El sacerdote, que tenía problemas cardíacos y usaba marcapasos, fue encontrado muerto en el cuarto en el que estaba alojado por otros religiosos que lo esperaban para la oración matinal y que extrañaron su demora.

El cuerpo del religioso belga será velado hoy en la ciudad de Salvador, capital regional y próxima a Simoes Filho, y sepultado en una pequeña población del empobrecido estado brasileño de Paraíba según sus deseos, dijeron a Efe voceros de la Archidiócesis de Barra, también en el estado de Bahía y en donde residía.

Comblin fue uno de los seguidores y principales asesores del obispo brasileño Hélder Cámara, el defensor de los derechos humanos y de la opción de la Iglesia por los pobres que llegó a ser conocido durante la dictadura brasileña como el "obispo rojo".

Además de especializarse en estudios sobre la Iglesia latinoamericana, el religioso belga contribuyó en la construcción de la Teología de la Liberación, especialmente de la dirigida a los agricultores pobres y a los habitantes de comunidades rurales.

Comblin, que nació en Bruselas el 22 de marzo de 1923, fue ordenado como sacerdote en 1947 y se graduó como doctor en Teología en la Universidad Católica de Louvain.

El religioso llegó por primera vez a Brasil en 1958 para atender la petición del papa Pío XII para que los sacerdotes europeos actuasen como misioneros voluntarios en regiones con falta de sacerdotes.

Se estableció inicialmente en Campinas, en el interior del estado de Sao Paulo en donde sirvió como profesor y se acercó a la Juventud Obrera Católica, para la que trabajó como asesor.

En Sao Paulo, en donde permaneció hasta 1962 antes de viajar a Chile, fue profesor en la Escuela Teológica de los Dominicos de frailes que se destacarían después como teólogos de la liberación y en la resistencia a la dictadura brasileña, entre los cuales Frei Betto y Frei Tito.

Tras tres años dando clases en la Facultad de Teología de Chile, regresó a Brasil en 1965 al recibir una invitación de Hélder Cámara, entonces obispo de Recife, para desempeñarse como profesor en el Instituto de Teología de Recife.

Sus obras polémicas y su trabajo con los teólogos de la liberación lo convirtieron en blanco del régimen militar brasileño, que ordenó su arresto y deportación en 1971.

Vivió durante 8 años como exiliado en Chile en donde ayudó a crear un seminario rural en Talca, pero, tras la publicación de un libro sobre la ideología de la seguridad nacional, fue expulsado por el régimen de Augusto Pinochet en 1978.

El sacerdote belga regresó entonces a Brasil para trabajar en el estado de Paraíba, en donde fundó un seminario rural, pero, como ingresó al país con una visa de turista, fue obligado a viajar cada tres meses al exterior para renovar la autorización.

Su situación legal apenas fue regularizada tras la ley de amnistía de 1979.

Además de sus obras teológicas y de los seminarios que ayudó a fundar, Comblin también creó varios movimientos para laicos, como Misioneros del Campo y Misioneros del Medio Popular. EFE

Difundido en Internet por:  opcion_porlospobres_chile@yahoo.com


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domingo, 30 de enero de 2011

Samuel Ruiz: “El pobre, primera razón de nuestra esperanza”

Carlos Ayala Ramírez


Esta frase es de Don Samuel Ruiz, Obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, quien falleció el pasado lunes 24 de enero a causa de un daño obstructivo arterial. Don Samuel nació en 1924 en Irapuato, México; la mayoría de su vida residió en San Cristóbal de las Casas, lugar en el que fue nombrado obispo en 1959 a la edad de 35 años, y donde acogió las causas indígenas. En 1994, tras el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, fue nombrado miembro de la Comisión Nacional de Intermediación, puesto que dejó en 1996.

Don Samuel era uno de esos grandes obispos testigos de la fe cristiana del continente latinoamericano, de la talla de Monseñor Méndez Arceo, Monseñor Leónidas Proaño, Hélder Cámara, Juan Gerardi, Moseñor Romero, y Don Pedro Casaldáliga, entre otros. Varias veces estuvo en nuestro país solidarizándose con las luchas vinculadas al reconocimiento de los derechos humanos, e identificándose con la tradición martirial de nuestro pueblo. En uno de sus últimos escritos titulado “Mi biografía teológica”, sostiene que el pobre es la primera razón de nuestra esperanza, no en cuanto vive las situaciones de injusticia y opresión que le hacen pobre y le marginan, sino por la fortaleza y la determinación con que vive y enfrenta esas mismas situaciones, en lucha diaria por derrotarlas y revertirlas.

Cuando el Concilio Vaticano II habla del ministerio de los obispos, sostiene que estos deben anunciar el Evangelio de Cristo, llamando a los hombres y mujeres a la fe con la fortaleza del Espíritu, o confirmándolos en la fe viva. En cuanto santificadores el Concilio señala que éstos están obligados a dar ejemplo de santidad con la caridad, humildad y sencillez de vida. Y en el ejercicio de su ministerio de padre y pastor deben comportarse en medio de los suyos como quienes sirven, como pastores buenos que conocen a sus ovejas y son conocidos por ellas (cfr. Christus Dominus 12-16). Don Samuel ciertamente fue un obispo de ese talante. Pero no sólo fue un maestro de la fe y un santificador de los fieles, sino también un profeta de la justicia y de la esperanza.

En su biografía teológica a la que hemos hecho referencia señala un conjunto de tareas de cara a propiciar nuevas realidades que hagan posible el advenimiento del Reino de Dios. Enunciamos algunas que son ya, parte de su legado:

“Trabajar incansablemente por establecer la justicia y el derecho en un nuevo orden mundial, para consolidar una paz inalterable y duradera, y así conjurar definitivamente el flagelo de la guerra; Continuar construyendo el nuevo modelo de unidad, con el respeto a las diferencias y a los derechos de los más pequeños, así en la sociedad, como en el seno de las diferentes confesiones religiosas; Apoyar las tareas de protección y conservación de la tierra, hogar común y herencia para las nuevas generaciones ; Participar, según el lugar que tenemos social y religiosamente, en la construcción de ese ‘otro mundo posible’; Colaborar con el Padre en esta Nueva Hora de Gracia: en su obra siempre creadora y siempre redentora, manifestada en esos brotes tiernos que prometen buenos y abundantes frutos”.

En suma, Don Samuel Ruiz nos deja la herencia de un obispo que ha sido testigo del Evangelio para la esperanza del mundo, especialmente, del mundo de los pobres; nos deja un legado de valiente opción por los pobres que le costó persecución  y muchos rechazos. Su misión estuvo movida a misericordia por el sufrimiento del pueblo indígena, como en otros tiempos lo hiciera Fray Bartolomé de las Casas. Tatic (padre en totzil), como lo llamaban los indígenas de su arquidiócesis, deja una tradición de lucha y esperanza que ha de seguir animando a los hombres y mujeres soñadores con el “mundo otro” necesario y posible.

http://alainet.org/active/43821


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lunes, 10 de enero de 2011

José Comblin: “La Iglesia Católica optó por los ricos”

Entrevista a José Comblin


José Comblin nació en Bruselas en 1923. Hoy, con 87 años, llegó a Chile a visitarnos, ver nuestra realidad y mostrar su pensamiento. Lo hizo como en 1972, cuando expulsado de Brasil, lugar donde residía, este cura belga, uno de los creadores de la Teología de la Liberación, se vio obligado a salir y buscar refugio en el país de la Unidad Popular.

Hace 60 años que es sacerdote, fue unos de los creadores de la Teología de la Liberación y se vino a América porque estaba frustrado de la iglesia europea, “con una fachada todavía poderosa pero donde el evangelio estaba ausente”, y encontró su oportunidad cuando Pío XII pidió sacerdotes “para luchar contra el comunismo de America Latina

Tras su paso por Chile, volvió a Brasil. Escribió un libro denunciando la doctrina estadounidense de la seguridad nacional lo que le valió una nueva expulsión. Regresó a Brasil, donde vive desde 1980.

ENTREVISTA

P: Usted conoce bien Chile y las almas de los chilenos ¿estamos bien, nos encuentra felices o despreocupados?

R: “Felices. A lo mejor porque he estado con personas felices, no parece haber preocupación. No hablaron mucho del bicentenario, no sé si tal vez no hubo fiestas animadas, pero los chilenos son los ingleses de América del Sur. No son tan exuberantes”.

P: En los años 60 y 70, con todo el auge de la teología de la Liberación, ¿se imaginaba este mundo?

R: “Hubo mucha concentración en la economía. No se pensaba, así mismo, que el porvenir sería un culto a esa concentración. Nadie se podía imaginar una evolución así”.

P: ¿Qué queda de la teología de la liberación?

R: “El promedio de edad es de 80 años, los teólogos de la liberación son mayores de 80 y no apareció una nueva generación. La represión fue muy fuerte, terrible y la dictadura del Papa aquí en América Latina es total y global. Acá se puede criticar a Dios, pero no al Papa. El Papa es más divino que Dios. Cualquier cosa que venga de Europa se aplica radicalmente, por otra parte, el papa Juan Pablo II, nombró toda una serie de  obispos disciplinados, sumisos, obedientes, de tal modo que es difícil encontrar en América Latina algún obispo con cierta personalidad, fueron elegidos justamente porque no tenían personalidad. Ahí las consecuencias: sumisos.

La Teología de la Liberación no ha sido bien vista y el Papa ha sido el gran enemigo y adversario. Ni en los seminarios ni en las facultades de teología se puede hablar de eso. Entonces, apareció una nueva generación que considera que eso es ya del pasado, que ya ha muerto, se terminó. No interesa más. Para la nueva generación de obispos y sacerdotes, ya no existe”.

P: ¿Cómo ve la situación de las comunidades cristianas de base, tienen fuerza hoy?

R: “Es igual, donde hay un sacerdote anciano, continúan. Los jóvenes no se interesan ni entienden. Subsisten donde todavía hay sacerdotes que han vivido eso, que lo han creado”.

P: ¿Qué va a pasar con esta Iglesia, dónde está poniendo el acento hoy y cuál es la proyección de esto en la medida que ustedes no pudieron transformarla?

R: “En el mundo popular, en América Central el 50 por ciento de la población es evangélica. En otros países, el 30 por ciento. La Iglesia Católica ha abandonado a las clases populares, salvo los viejos, algunas reliquias del pasado como Mariano Puga, en las nuevas generaciones no se encuentran personalidades así. No se interesan más, salvo en algunos discursos o palabras bonitas. En la práctica, no. Hoy las universidades y colegios católicos son para la burguesía. El porvenir de América Latina es ser un continente evangélico protestante, salvo su clase alta. Así el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, y todas esas asociaciones que hay de ultra derecha, van creciendo en ese sector”.

P: ¿Cuál es su opinión sobre estas asociaciones que mencionó?

R: “Estos tienen la confianza de la curia romana y después representan la plena libertad dada a personalidades que son como los grandes Rockefeller, los conquistadores, como Escrivá de Balaguer que era un capitalista, el hombre que va a triunfar, que va a disfrutar el mundo, que va a ganar, ser rico, poderoso y que es capaz de crear gente totalmente subordinada, soldados con mentalidad de soldado, estos son todos hombres deformados psicológicamente, cómo son los futuros dictadores, Maciel de los Legionarios de Cristo, que se descubrió que tenía una vida paralela, fue un hombre que ha logrado reunir una fortuna  de 50 mil millones de dólares. Su chantaje, su palabra y su exigencia, llegaron a los millonarios.

Hoy, los que han trabajado con él, sus colaboradores, todos dicen y afirman, que no sabían nada de la vida paralela. Cómo, trabajan 40 años con él y no saben nada, que tiene una familia, tres hijos, que practicó la pedofilia con los niños, alumnos de formación, de sus colegios, que tenía un mundo de amantes. ¿Todo eso no lo sabían? Se supone entonces que ellos son cómplices y también tienen una vida paralela”.

P: ¿Cómo mantienen el poder y el secretismo?

R: “Donde hay uno o dos obispos del Opus Dei en el Episcopado, intimidan a todos los demás. Los otros se quedan callados y uno solo habla, eso es un problema de psicología social típico de dictaduras”.

P: ¿Cómo esta transición de Juan Pablo II a Benedicto XVI, a usted le ha llamado la atención el camino recorrido por Benedicto o es más de lo mismo?

R: “Es lo mismo”.

P: ¿Pero no esperaba que fuera peor?

R: “Es que han sido elegidos por los mismos. Fue el Opus el que eligió a Juan Pablo II y al actual, practicando el chantaje, intimidando a los cardenales. El próximo Papa será igual porque el Opus tiene un poder muy fuerte. Es una continuación con pocas variaciones. El papa actual tiene más preocupaciones de doctrina y naturalmente no tiene la simpatía, el carisma, de Juan Pablo II, que era una cosa excepcional, pero globalmente es la negación del Concilio Vaticano II”.

P: ¿Dónde está Dios que ha permitido todo esto?

R: “Dios, ¿sabe dónde está? Está en la población La Victoria, está en La Legua, en la cárcel, pero de Roma ha desaparecido hace mucho tiempo. Hay algunos obispos excepcionales, gente buena, amable, gentil, acogen bien, pero no se puede entrar ningún problema, allí no, es lo que dice el Papa. No se discute siquiera top secret”.

P: Más allá de la represión fuerte de esta dictadura vaticana que usted menciona ¿cuál es la autocrítica que hace como creador de la Teología de la Liberación, que no pudieron generar una herencia, un desarrollo, qué pasó ahí?

R: “Es claro que hubo la ilusión de que el Concilio Vaticano II entraría en la práctica y no entró. Eso fue una confianza grande,  entonces merecería un cambio, era subestimar las fuerzas dominantes en la Iglesia Romana. Ahora siempre queda más claro que el problema es el Papa, o sea la función del Papa, una dictadura implacable con muchas formas de dulzura y amabilidad, pero implacable.

Como latinoamericanos, no hemos criticado la sumisión tradicional al Papa ni destacar que el problema de la Iglesia Católica es el Papa, y a veces Pablo VI se daba cuenta, pero tenía miedo de las consecuencias y Juan Pablo II, a veces, se daba cuenta de lo mismo. Cómo el Papa va a conocer la realidad de cada país y el asunto es quién lo aconseja. La autocrítica es haber confiado en el Concilio Vaticano II”.

P: ¿Y qué debieron haber hecho, quebrar a la Iglesia en su momento?

R: “En ese momento, en Europa, la crítica se centra en el Papa pero en América Latina, diga eso en la Iglesia chilena, quién va a entender qué significa eso. Algunos jesuitas sabrán, algunos otros religiosos, algunos viejos sacerdotes, pero no van a decirlo, pero lo pueden descubrir y pensar, pero todavía falta. Es difícil prever qué va a pasar. Creo que va  a haber un shock cuando se den cuenta de que el continente se transforma en un continente protestante.

Hay una resistencia psicológica, miedo de tener que ver algo, entonces no se toca. Es ese el desafío principal y es por que habría que reconocer que han escogido a los ricos, han escogido permanecer con la clase alta, con la burguesía y eso es evidente pero no quieren verlo. En Chile eso es más que evidente, aquí es espectacular, el desarrollo que tiene en las universidades católicas, los colegios del Opus y los Legionarios.

Por mi parte considero que el porvenir del cristianismo está en China, Corea, Filipinas, Indonesia. Se estima que sólo en China hay 130 millones de cristianos, martirizados porque prácticamente están perseguidos. En Brasil no hay esa cifra, sería difícil encontrar a 30 millones. Casi todos son evangélicos”.

P: Si tuviera la posibilidad de decirle algo a cientos de sacerdotes jóvenes, si pudiera hablar directamente con ellos y abrirle los ojos en esta situación ¿qué les diría?

R: “Yo les diría: “váyanse a vivir a las poblaciones para conocer la realidad, porque si no conocen todo es palabras. Nuestra aliada es la realidad, el que no ve la realidad no ve lo que es la humanidad. Se queda con palabras y discurso, pero no puede crear nada. No hay receta pero si se van, porque tienen cabeza y corazón, descubrirán lo que hay que hacer”

P: ¿Y qué le parece que canonicen a Juan Pablo II, como él lo hizo con monseñor Escrivá de Balaguer?

R: “El papado de Juan Pablo II fue catastrófico. Todos los que han hecho su carrera con él han podido ser cardenales, a pesar de su mediocridad personal. No merecían nada pero él los promovió,  ¡claro que ahora quieren canonizarlo! Una vez  que han canonizado a Escrivá, todo el mundo sabe que se puede ser santo sin tener virtud alguna”.

Texto publicado en revista El Periodista, edición Nº 200, 30 de diciembre 2010

Movimiento TeologìaS de la Liberaciòn – Chile
Cuadernos Opciòn Por los Pobres-Chile
Correo: opcion_porlospobres_chile@yahoo.com
Rosas 2090. Santiago – Chile



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miércoles, 16 de junio de 2010

La tierra es de todos, no solo de los ricos

Teologìas de la Liberaciòn – Chile

Del libro de San Ambrosio sobre Nabot el israelita

El rico es más tolerable cuanto menos tiene.

Ustedes, ricos, no desean tanto poseer como quitar a los demás lo que tienen. Cuidan más de arrebatar a los pobres que de su ventaja. Se creen injuriados si el pobre posee algo que ustedes consideran digno de que lo posea un rico. Piensan que todo lo que es ajeno es un daño para ustedes.

¿Por qué les atraen tanto las riquezas de la naturaleza? El mundo ha sido creado para todos, y unos pocos ricos intentan reservárselo. Y ya no es sólo la propiedad de la tierra: hasta el mismo cielo, el aire y el mar los reclaman para su uso unos pocos ricos.

Ustedes, ricos, arrebatan todo a los pobres y no les dejan nada; sin embargo, la pena de ustedes es mayor que la de ellos... Son ustedes mismos los que, por su pasión, sufren tribulaciones como las de la misma pobreza.

Los pobres, realmente, no tienen de qué vivir. Pero ustedes ni usan sus riquezas ni las dejan usar a los demás. Sacan el oro de las minas, pero lo esconden de nuevo. Y icuántas vidas encierran con ese oro!

Yo he visto cómo se detenía a un pobre para obligarle a pagar lo que no tenía; he visto cómo le encarcelaban porque había faltado el vino en la mesa del poderoso; he visto cómo ponía en subasta a sus hijos para retrasar el momento de la pena. Con la esperanza de encontrar a quien le ayude en esta necesidad, regresa el pobre a su casa y ve que no hay esperanza: que ya no les queda nada para comer. Llora otra vez el hambre de sus hijos, y se duele de no haberlos vendido más bien a aquel que pudiera alimentarlos. Reflexiona otra vez, y toma la decisión de vender a algún hijo.

Pero su corazón se desgarra entre dos sentimientos opuestos: el miedo a la miseria y el cariño paterno. El hambre le reclama dinero, la condición humana le pide cumplir con su deber de padre. Muchas veces echó a andar dispuesto a morir juntamente con sus hijos antes que tener que desprenderse de ellos. Y otras tantas se volvió atrás. Sin embargo, acabó venciendo la necesidad, no el amor; y la misma piedad cedió ante la necesidad.

Dios te concede la prosperidad para que no tengas excusa en la obligación de vencer y condenar tu avaricia. Pero lo que Él hizo nacer para muchos, por medio de ti, te lo reservas para ti solo o, mejor dicho, lo pierdes para ti solo: pues tú mismo ganarías más si lo repartieras entre los demás. Pues la gracia de la generosidad la recibe el generoso.

Me contestarás lo que acostumbran decir ustedes los ricos: que no debemos socorrer al que Dios maldice y quiere que sufra necesidad. Yo te digo que los pobres no son malditos, ya que está escrito: «Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos». Y no del pobre, sino del rico, dice la Escritura: «Maldito sea quien recibe usura del trigo» (Prov 11,26).

Por otro lado, no te toca a ti juzgar los méritos de cada uno. Pues es propio de la misericordia no considerar los méritos sino ayudar en las necesidades; socorrer al pobre y no examinar su justicia. Pues también está escrito: «Bienaventurado el que entiende en el necesitado y el pobre» (Sal 40,2). Y ¿quién es el que entiende? El que le compadece, el que comprende que participa de su misma condición humana, el que sabe que el mismo Dios hizo al rico y al pobre, el que cree que destinar parte de sus frutos para los pobres es la manera de bendecirlos.

iQué bien pinta la Escritura los modos de obrar de los ricos! Se entristecen si no pueden robar lo ajeno, dejan de comer y ayunan, pero no para corregir su pecado sino para preparar sus fechorías. Y tal vez les verás venir a la iglesia cumplidores, humildes, asiduos, para conseguir que tengan éxito sus delitos. Pero Dios les dice: «No es ése el ayuno que me agrada.

¿Sabes cuál es el ayuno que yo quiero? Romper las ataduras injustas, liberar a los oprimidos, quebrantar todo yugo inicuo, partir el pan con el hambriento, acoger en casa al que no tiene techo...»

Lo que das al necesitado te aprovecha también a ti mismo. Lo que disminuye tu capital crece en provecho tuyo. El pan que das al pobre te alimenta a ti. Porque quien se compadece del necesitado se cultiva a sí mismo con los frutos de su humanidad. La misericordia se siembra en la tierra y germina en el cielo. Se planta en el pobre y se multiplica en Dios...

Porque no le das al pobre lo tuyo, sino que le devuelves lo suyo. Pues lo que es común y ha sido creado para uso de todos, estás usurpándolo tú solo. La tierra es de todos, no sólo de los ricos. Pero son muchos más los que no gozan de ella que los que la disfrutan.

Por eso, al ayudar, no das en balde lo que no debes, sino que pagas una deuda...

Ustedes, en cambio, desnudan a los hombres y revisten sus paredes. Gime a tu puerta el pobre desnudo, y ni te dignas mirarle, preocupado sólo de los mármoles con que vas a cubrir tus pisos. Te pide pan el pobre y no lo obtiene, mientras tus caballos muerden el oro bajo sus dientes. iQué juicio más severo te estás preparando, oh rico! El pueblo tiene hambre y tú cierras tus graneros. iAy de aquel que tiene facultades para librar tantas vidas de la muerte, y no lo hace! Las piedras de tu anillo habrían podido salvar las vidas de todo un pueblo.

¡Es el propietario el que debe ser dueño de la propiedad, y no la propiedad señora del propietario! Pero todo el que usa de su patrimonio a su antojo, que no sabe dar con generosidad y repartir a los pobres, es esclavo de sus bienes en lugar de ser señor de ellos. Porque guarda las riquezas ajenas como criado y no usa de ellas como señor.

Teologìas de la Liberaciòn – Chile
Cuadernos Opcion Por Los Pobres-Chile
correo: opcion_porlospobres_chile@yahoo.com
Colaborò: Jose Luis Razo Ochoa

sábado, 30 de enero de 2010

Rafael Correa, marcado por el cristianismo de base


Virginia Scardamaglia

En un continente marcadamente católico, referentes de la nueva izquierda dejan de lado el materialismo dialéctico y el laicismo republicano para apoyarse en el mensaje transformador de la Teología de la Liberación.

La Teología de la Liberación llegó al poder en Ecuador. Marcado por una educación católica durante toda su vida, el presidente Rafael Correa es abanderado de esta ideología, que tiene como principios la opción por los pobres y el desarrollo humano.

Correa aboga por una revolución ciudadana, consistente en el cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente. “Un verdadero cristiano no puede permitir este nivel de desigualdad”, enfatizó durante su campaña, en la que se definió como un humanista, cristiano y de izquierda. “Humanista porque para mí la política y la economía están al servicio del hombre. Cristiano porque me nutro de la doctrina social de la Iglesia, y de izquierda porque creo en la equidad, la Justicia y la supremacía del trabajo sobre el capital”, afirmó el mandatario.

Correa nació en un hogar de clase media baja y comenzó su formación religiosa desde pequeño, ya que sus padres tenían profundas convicciones católicas. Realizó los estudios primarios y secundarios en el Colegio San José La Salle de su Guayaquil natal y pasó la infancia y la primera juventud en la parroquia de Pedro Carbo, donde se introdujo en el movimiento Boy Scout y colaboró con los padres lasallistas en actividades culturales y religiosas.

Sus compañeros de escuela lo recuerdan como una persona justa, que se enfrentaba a quienes pretendían abusar de los más pequeños, una cualidad que, según dijo el propio Correa, extenderá al gobierno. Logró su formación académica gracias a las becas que obtuvo por ser un alumno aplicado. Su paso por la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil y por la Universidad Católica de Lovaina-la-Nueva de Bélgica, un centro íntimamente ligado al humanismo renacentista, donde estudió Economía, continuarían fortaleciendo los valores cristianos que le inculcaron de niño.

Pero lo que lo marcó para siempre fue el voluntariado que realizó durante un año –entre 1986 y 1987– al volver a Ecuador. Correa participó de la misión de los Padres Salesianos en la parroquia rural Zumbahua de la provincia de Cotopaxi, de población mayoritariamente indígena. “Allí hice mi verdadera maestría”, suele decir Correa. Es que palpar las precarias condiciones de vida de los indígenas, que incluso afectaron su salud al contagiarse de “rasca bonito” (escabiosis), conmovieron su juvenil espíritu.

“Correa tiene una gran sensibilidad social, que deriva de su formación religiosa. Cuando uno está con gente más pobre, queda marcado. Se siente llamado a hacer algo por la gente más pobre”, afirmó el ex sacerdote Eduardo Delgado, quien fue rector de la Universidad Politécnica Salesiana.

En Zumbahua el joven Correa catequizó, fue profesor de matemáticas, capacitó a maestros indígenas y creó una red de microempresas rurales. Entre sus alumnos figuró incluso el actual prefecto de Cotopaxi, Cesar Umajinga.

Correa tuvo quizá su contacto más cercano con la teología de la liberación durante ese año en la sierra, ya que en la misión de Zumbahua los salesianos buscan combinar la evangelización de los campesinos indígenas con su desarrollo humano, basándose tanto en la Teología de la Liberación como en la pedagogía del oprimido de Paulo Freire.

El lugar significa tanto para Correa que un día antes de la asunción oficial, se celebró un ritual en Zumbahua en el que representantes de pueblos indígenas le entregaron el bastón de mando y lo limpiaron de “malas energías” como una forma de ratificar su respaldo. El ritual contó con una misa a cargo del padre salesiano Luigi Ricardi, y en ella se recordó al fallecido monseñor Leonidas Proaño, referente de la Teología de la liberación en Ecuador.

Todas estas influencias formaron al Correa que asumió la presidencia. El mandatario no tiene miedo de dejar claro su mensaje liberador, el cual quedó plasmado en su discurso de asunción. “La nueva conducción económica del Ecuador priorizará una política digna y soberana, es decir, más que liberar mercados, liberar al país de los atavismos y poderosos intereses nacionales e internacionales que lo dominan; con una clara opción preferencial por los más pobres y postergados; y priorizando al ser humano sobre el capital.”

Su propuesta de gobierno está basada en cinco ejes de reformas o “revoluciones”: Revolución constitucional y democrática; revolución ética, revolución económica y productiva; revolución educativa y de salud y revolución por la dignidad, la soberanía y la integración latinoamericana.

“Correa considera que tiene que ofrecer todas las posibilidades del Estado para desarrollar proyectos sociales que disminuyan la inequidad económica y social del país”, afirmó en diálogo telefónico con Vladimiro Alvarez Grau, ex rector de la Universidad Católica de Guayaquil, donde estudió el economista.

Correa dio los primeros pasos en esa dirección. Duplicó el bono de desarrollo humano, extendió los plazos a los campesinos en mora con el Banco Nacional de Fomento, redujo su propio sueldo y los de los funcionarios de gobierno

 “Mi sueño es ver un país sin miseria, sin niños de la calle, una Patria sin opulencia, pero digna y feliz. Una Patria amiga, repartida entre todos”, sentenció en su asunción. + (PE)

PreNot 8586-091201

http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4166


lunes, 18 de enero de 2010

Lágrimas ateas por un cura

Jose Mari Esparza

Jesús Lezaun ha muerto, en un santiamén. Dicen que unas horas antes vaticinó su muerte y pasó de vida, como él diría, tal y como había vivido: de pie, tranquilo, sonriente y peleón. Los cristianos, los ateos y los tibios nos hemos quedado sin nuestro profeta Ezequiel, el amigo del pueblo, el crítico mordaz frente a la decadencia moral y la arrogancia del poder.

Aunque no creo que tenga la humildad de reconocerlo, la Iglesia navarra, o mejor, su Jerarquía, debe mucho a Jesús, no sólo por haber tenido en él una autoridad moral que les señaló siempre sus fallas y pecados, que les vigiló sus excesos y denunció sus desmanes… La Iglesia sobretodo le debe a Lezaun su vida de misionero en esa lejana selva donde habitamos amplios sectores de la sociedad -pueblo de Dios diría él- que no comulgamos por Pascua Florida, que estamos hartos del papel histórico de la Iglesia, de sus sodomías con el Poder, de su hipócrita humildad y su cacareada pobreza, mientras siguen siendo la mayor multinacional del mundo y en Navarra la mayor empresa inmobiliaria. Jesús, sañudo perseguidor de fariseos, profanador de sepulcros blanqueados, predicador del ejemplo, amigo, como su nazareno, de parias, putas, quimeráticos, proletarios, presos, soñadores y revolucionarios, fue pastor entre las ovejas más alejadas del rebaño, aquellas a las que la voz de los obispos ni les llega, ni les importa. Y allí estaba Jesús, el pastor de Arizala, con su txapela y su verbo, donde no predicaba nadie. ¿En cuántas ocasiones habrá habido una oración (recuerdo el primer homenaje a los fusilados del 36) sólo porque estaba presente Lezaun?

Pero los ateos también debemos mucho a Jesús: como decía San Pablo, “los cristianos son el buen olor de Cristo”, y Jesús Lezaun, (como Patxi Larrainzar y pocos curas más), olía bien. Su presencia, su ejemplo, sofrenó siempre muchos radicalismos estériles, recordándonos que la religiosidad popular vasca es una cosa, y los mamoneos de los palacios episcopales otra muy distinta. Además qué podríamos decir los ateos contra los Obispos que no lo dijera, más fuerte y con más autoridad, el propio Jesús: “No podréis servir a Dios y al dinero” escribió cuando se enteró de las inmatriculaciones de bienes de los pueblos que estaba realizando la Diócesis. Y cuando el obispo intentó endosar a la Plataforma del Patrimonio Navarro el sambenito antirreligioso, allá estaba Jesús, para exigirles que dieran a Dios lo que era de Dios y dejaran a los pueblos los bienes de los pueblos. “Ahora dicen los Obispos que no hay Infierno, pero yo creo que lo dicen porque saben que de haberlo, serían los primeros en ir”.

Debemos a Jesús su compañía militante hasta el final, desde que en los años 60 abrió el Seminario que dirigía a todo viento renovador y a toda sigla clandestina. Teólogo de la Liberación, lo mismo la pretendió para los pobres del mundo que para su patria Euskal Herria. Sufrió sobre todo por los presos, por los torturados, por la violencia de todo tipo, y buscó la unidad de los vascos para salir de las garras del Sanedrín estatal.

Los últimos tiempos estaba obsesionado por trasmitir la memoria. Para ello escribía compulsivamente. “Jesús, te estás volviendo un vanidoso”, le decía, cuando insistía en publicar cuanto antes el libro de Cástor Olcoz sobre su vida “Jesús Lezaun. La afonía de Ezequiel”. No era vanidad, era prisa. Sabía que se iría pronto. Todavía le dio tiempo para ser el primer fundador de Euskal Memoria: “Navarra dicen que ganó la guerra pero perdió la paz porque olvidó su identidad. Por eso la memoria es vital para evitar guerras, impedir pacificaciones y ganar una paz justa”, nos dejó escrito.

Agur Lezaun. Gracias por tu vida y por las citas que me sacabas de tus breviarios. Me quedo con San Jerónimo: “todo rico es ladrón o hijo de ladrón”. Creo que yo no voy a ir al Valle de Josafat, pero si tú estuvieras allí, tampoco me importaría.


Jose Mari Esparza
http://nafarroan.com/?p=6227#more-6227



viernes, 18 de diciembre de 2009

Semblanza de Pedro Casaldáliga

Berta Iglesias, Luis y María González Reyes

"La esperanza debe ser creíble, activa, justificable y que actúe"

El pasado verano, un grupo de militantes de Ecologistas en Acción, ¿Quién debe a quién? y OMAL conocimos al poeta y obispo emérito Pedro Casaldáliga. Es, sin lugar a dudas, una de las personalidades más destacadas de la Teología de la Liberación.

Hace más de cuarenta años llegó a la región de Sao Félix de Araguaia, en Matto Grosso, Brasil. Había recibido educación franquista y había tenido contacto con la pobreza, primero en zonas obreras de Cataluña y luego en una breve experiencia en Guinea. Sin embargo, fue lo que encontró en Brasil lo que le hizo comprender que la lucha contra la injusticia suponía ponerse al lado de las personas empobrecidas y, por lo tanto, enfrentarse a los ricos terratenientes. Su primera carta pastoral se tituló "Una Iglesia de la Amazonia en conflicto con el latifundio y la marginación social". Esto, en una región de selva como aquella, significa apoyar al pequeño campesinado, a la población indígena y a la gente que sobrevivía de la pesca en los ríos, frente a los abusos de los terratenientes y, hoy en día, de las grandes transnacionales del agronegocio.

Esta actitud vital y política combativa le ha valido ser objetivo de numerosos atentados. Aún hoy, enfermo de parkinson y con 81 años, continúa amenazado de muerte por defender el derecho de los indios xavante a recuperar su tierra, robada hace más de cuarenta años.

Nos sorprendió por su lucidez y su determinación pero, sobre todo, por su compromiso y la coherencia radical con la que vive, por convertir sus palabras en actos que se multiplican. Su análisis de la coyuntura internacional y nacional brasileira le ha llevado a complementar la Teología de la Liberación acercándola a la “Ecoteología”. Esta vertiente de la teología cristiana sostiene que, para vivir verdaderamente el compromiso, debemos defender del expolio a la naturaleza y a la gente más desfavorecida. Según sus propias palabras: ”A día de hoy, hay diferentes teologías de la liberación. Lo que se ha hecho es incorporar más explícitamente temas, sectores de la sociedad, de la vida, que antes no eran tan considerados. Han ido surgiendo las cuestiones asociadas a los indígenas, las mujeres, la ecología, los niños de la calle... Ahora, se trata de una teología enriquecida por las reivindicaciones de esos grupos emergentes, y por eso, la Teología de la Liberación ya es muy plural en sus objetivos, siempre dentro de la reivindicación de la liberación”.

Uno de los hechos que más ha denunciado a lo largo de su vida es la estrategia del gran capital brasileño, y por ende, mundial, que fomenta que las clases desfavorecidas se enfrenten entre sí, olvidando así quién es el verdadero enemigo. De este modo, pareciera que la lucha por la tierra que mantienen los indígenas colisionase con los intereses del campesinado, de las poblaciones descendientes de los esclavos, y todos ellos, a su vez, con el ambientalismo.

Casaldáliga sostiene que las luchas sociales deben acompañar a las ecologistas, puesto que no son más que una única lucha contra el capitalismo, que arrasa la naturaleza del mismo modo que las culturas y los derechos de los pueblos: “ Dentro de esta visión de globalidad, descubrí por fin que el planeta es nuestra única casa. Y no hay modo de salvarnos nosotros si no salvamos el planeta. Mejor aún: es bueno recordar que podemos desaparecer completamente los hombres y el planeta seguirá. Hasta por egoísmo, diríamos, ahora nosotros sólo nos salvamos si es con el planeta ” . Su visión integradora tiene fuertes semejanzas con la ecología social: no se puede luchar por el medio ambiente olvidando a las personas que en él habitan y, del mismo modo, es un error metodológico y de fondo luchar por la humanidad sin proteger los distintos ecosistemas. Todo ello está entrelazado dentro del actual sistema económico y político que se sustenta en la destrucción de la vida.

Casaldáliga se ha caracterizado por el compromiso y por la austeridad. Cuentan quienes lo conocen desde hace tiempo que nunca ha aceptado “lujos”, ni comodidades tecnológicas que no pudieran usar también las brasileñas y brasileños más pobres. Siempre viajó en autobús, horas y horas, incluso días de viaje para acudir a sus compromisos. Nunca en avioneta. Su casa, con la puerta abierta y acogedora, ha sido una de las últimas de Sao Félix en tener nevera. Y es que, para Casaldáliga, el consumismo es el gran “demonio” de nuestro tiempo. Con él, además de devorar el planeta y enfermarlo con nuestras basuras, nos hacemos cómplices del capitalismo y de su crueldad. Si tenemos algo de sobra, se lo estamos robando a alguien. “Mientras creamos que podemos tener todo lo que queramos, no hay solución”. “ Hasta ahora el consumismo se ha visto como un exceso de vanidades, que si hay que tener cuarenta pares de zapatos, dos televisiones, etc. Pero esto es mucho más serio: se consumen derechos, se consumen necesidades. Si hay un 20 por ciento de personas y familias que viven bien, que viven en la civilización del bienestar, hay un 80 por ciento que no tiene lo fundamental. El consumismo es capitalista, y todo lo malo que tiene el capitalismo lo tiene el consumismo”. De alguna forma, su apuesta por vivir austeramente, de vivir con menos, plasma la propuesta ecologista del decrecimiento. Vivir con menos quienes tenemos demasiado, para que podamos vivir mejor todas las personas.

Menudo, sonriente, cariñoso, muy cariñoso, contagia esperanza. “La utopía es hija de la esperanza. Y la esperanza es el ADN de la raza humana. Pueden quitárnoslo todo menos la fiel esperanza, como digo en un poema. Ahora bien, ha de ser una esperanza creíble, activa, justificable y que actúe”.

En sus 40 años en Sao Félix, algunas cosas han mejorado o, al menos, han empeorado más lentamente, gracias a su labor de denuncia. El obispo emérito y las personas con las que ha formado durante tanto tiempo equipo son los más potentes agentes de transformación social de la zona y están entre los actores clave de la lucha sociopolítica en Brasil. No en vano estuvieron al frente de las primeras denuncias a la dictadura, apoyaron activamente el nacimiento de movimientos como el MST, o se colocaron del lado de la revolución sandinista. Sus logros son patentes: “Cuando yo vine a América Latina, hace 41 años, los negros, en su inmensa mayoría, no se reconocían como tales. Incluso, se estiraban el pelo para que no pareciera cabello de negro. Ahora están recuperando su orgullo, su identidad. Algo parecido ha ocurrido con la población indígena. Cuando llegué a Brasil se decía que había 150.000 indios, mientras hoy hay un millón. En esta región, por ejemplo, los indígenas tapirapé reconquistaron su territorio, los karajá han reconquistado asimismo una parte de sus territorios, los xavante también... y todo eso tiene espíritu de Teología de la Liberación”. Y esto de hacer justicia tiene mucho que ver con la conservación de los últimos restos de selva que quedan en la región No en vano los mejores espacios conservados son los territorios indígenas. Ha sido una verdadera suerte poder conocerlo ahora que su vida va llegando al final. En chancletas, como el resto de los habitantes del Araguaia, con paso tembloroso, bien dirigido, continúa el camino activo hacia un mundo más justo, más ecológico. En resumen, más humano.


Berta Iglesias, Luis y María González Reyes
Ecologista
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=97232



martes, 1 de diciembre de 2009

Rafael Correa. Marcado por el cristianismo de base.

Virginia Scardamaglia

En un continente marcadamente católico, referentes de la nueva izquierda dejan de lado el materialismo dialéctico y el laicismo republicano para apoyarse en el mensaje transformador de la Teología de la Liberación.

La Teología de la Liberación llegó al poder en Ecuador. Marcado por una educación católica durante toda su vida, el presidente Rafael Correa es abanderado de esta ideología, que tiene como principios la opción por los pobres y el desarrollo humano.

Correa aboga por una revolución ciudadana, consistente en el cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente. “Un verdadero cristiano no puede permitir este nivel de desigualdad”, enfatizó durante su campaña, en la que se definió como un humanista, cristiano y de izquierda. “Humanista porque para mí la política y la economía están al servicio del hombre. Cristiano porque me nutro de la doctrina social de la Iglesia, y de izquierda porque creo en la equidad, la Justicia y la supremacía del trabajo sobre el capital”, afirmó el mandatario.

Correa nació en un hogar de clase media baja y comenzó su formación religiosa desde pequeño, ya que sus padres tenían profundas convicciones católicas. Realizó los estudios primarios y secundarios en el Colegio San José La Salle de su Guayaquil natal y pasó la infancia y la primera juventud en la parroquia de Pedro Carbo, donde se introdujo en el movimiento Boy Scout y colaboró con los padres lasallistas en actividades culturales y religiosas.

Sus compañeros de escuela lo recuerdan como una persona justa, que se enfrentaba a quienes pretendían abusar de los más pequeños, una cualidad que, según dijo el propio Correa, extenderá al gobierno. Logró su formación académica gracias a las becas que obtuvo por ser un alumno aplicado. Su paso por la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil y por la Universidad Católica de Lovaina-la-Nueva de Bélgica, un centro íntimamente ligado al humanismo renacentista, donde estudió Economía, continuarían fortaleciendo los valores cristianos que le inculcaron de niño.

Pero lo que lo marcó para siempre fue el voluntariado que realizó durante un año –entre 1986 y 1987– al volver a Ecuador. Correa participó de la misión de los Padres Salesianos en la parroquia rural Zumbahua de la provincia de Cotopaxi, de población mayoritariamente indígena. “Allí hice mi verdadera maestría”, suele decir Correa. Es que palpar las precarias condiciones de vida de los indígenas, que incluso afectaron su salud al contagiarse de “rasca bonito” (escabiosis), conmovieron su juvenil espíritu.

“Correa tiene una gran sensibilidad social, que deriva de su formación religiosa. Cuando uno está con gente más pobre, queda marcado. Se siente llamado a hacer algo por la gente más pobre”, afirmó el ex sacerdote Eduardo Delgado, quien fue rector de la Universidad Politécnica Salesiana.

En Zumbahua el joven Correa catequizó, fue profesor de matemáticas, capacitó a maestros indígenas y creó una red de microempresas rurales. Entre sus alumnos figuró incluso el actual prefecto de Cotopaxi, Cesar Umajinga.

Correa tuvo quizá su contacto más cercano con la teología de la liberación durante ese año en la sierra, ya que en la misión de Zumbahua los salesianos buscan combinar la evangelización de los campesinos indígenas con su desarrollo humano, basándose tanto en la Teología de la Liberación como en la pedagogía del oprimido de Paulo Freire.

El lugar significa tanto para Correa que un día antes de la asunción oficial, se celebró un ritual en Zumbahua en el que representantes de pueblos indígenas le entregaron el bastón de mando y lo limpiaron de “malas energías” como una forma de ratificar su respaldo. El ritual contó con una misa a cargo del padre salesiano Luigi Ricardi, y en ella se recordó al fallecido monseñor Leonidas Proaño, referente de la Teología de la liberación en Ecuador.

Todas estas influencias formaron al Correa que asumió la presidencia. El mandatario no tiene miedo de dejar claro su mensaje liberador, el cual quedó plasmado en su discurso de asunción. “La nueva conducción económica del Ecuador priorizará una política digna y soberana, es decir, más que liberar mercados, liberar al país de los atavismos y poderosos intereses nacionales e internacionales que lo dominan; con una clara opción preferencial por los más pobres y postergados; y priorizando al ser humano sobre el capital.”

Su propuesta de gobierno está basada en cinco ejes de reformas o “revoluciones”: Revolución constitucional y democrática; revolución ética, revolución económica y productiva; revolución educativa y de salud y revolución por la dignidad, la soberanía y la integración latinoamericana.

“Correa considera que tiene que ofrecer todas las posibilidades del Estado para desarrollar proyectos sociales que disminuyan la inequidad económica y social del país”, afirmó en diálogo telefónico con Vladimiro Alvarez Grau, ex rector de la Universidad Católica de Guayaquil, donde estudió el economista.

Correa dio los primeros pasos en esa dirección. Duplicó el bono de desarrollo humano, extendió los plazos a los campesinos en mora con el Banco Nacional de Fomento, redujo su propio sueldo y los de los funcionarios de gobierno

 “Mi sueño es ver un país sin miseria, sin niños de la calle, una Patria sin opulencia, pero digna y feliz. Una Patria amiga, repartida entre todos”, sentenció en su asunción. + (PE)

Virginia Scardamaglia
Ecuador
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4166


domingo, 22 de noviembre de 2009

"La Iglesia no convive bien con la democracia"

Leonardo Boff - J. B. 

Leonardo Boff critica al papa Benedicto XVI por cerrarse al mundo 

La Curia vaticana boicoteó por dentro el Vaticano II", constata el teólogo brasileño Leonardo Boff, que la semana pasada visitó nuestro país. A sus 70 años, el ex franciscano aboga por una Iglesia "abierta al mundo", frente a la de Roma, que "no acepta aprender, sólo imponer sus tesis". 

Usted fue uno de los castigados por Ratzinger antes de ser Papa. ¿Cuál es su relación actual con Benedicto XVI? 

Simbolizamos otro tipo de Iglesia. Existen dos tradiciones en pelea: la del Concilio Vaticano II, la del diálogo; y la de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ellos no dialogan, no se abren al mundo: hacen críticas duras a toda la modernidad. Siguen la tesis de la única religión verdadera y eso, en una perspectiva de globalización, no es viable. 

¿Llega el mensaje de la Iglesia oficial a las masas? 

El problema está en que en Roma piensan que en la Iglesia sólo tienen cabida pocos, pero puros e intachables. Pues bien, en esa Iglesia hay pedófilos y corruptos. Es una Iglesia de élites, no es para la humanidad. El Cristianismo está abierto a todos los que quieran, se puede encarnar en muchas culturas, y al Papa le cuesta aceptar eso. En su opinión, la Iglesia resultó del encuentro de la cultura judía, griega y romana, y ahí se termina... No incorpora la tradición democrática moderna o socialista. 

¿Dónde está el problema? 

La Iglesia jerárquica no convive bien con la democracia. Es una institución totalitaria, machista... y la democracia no. La Iglesia es una institución piramidal que no acepta la democracia como forma de gobierno. En España lo están viviendo ahora: los obispos no van a aceptar que en la sociedad se discuta el aborto o la homosexualidad. Se imaginan portadores de la verdad única. 

En Europa, estamos viviendo una polémica sobre la retirada de los crucifijos de las escuelas. 

La decisión no tiene que venir de un juzgado, sino que tiene que madurar en la sociedad. Los símbolos tienen que ser de todos. Dicho esto, yo creo que el crucifijo es más que un símbolo, y no sólo para el cristiano. La cruz no es monopolio de la Iglesia: hoy, media humanidad vive crucificada. Por la industrialización, por la pobreza. 

La Iglesia, ¿ha desterrado el Concilio Vaticano II? 

El Vaticano II fue aprobado por los obispos del mundo entero, pero el aparato eclesiástico nunca lo aceptó. Siempre se opuso, y se resistió con dureza a Pablo VI. Después llegó un Papa de Polonia, conservador y con dificultades para aceptar el Vaticano II, y que encontró aliados en Roma. La Curia boicoteó por dentro el Vaticano II. 

Mientras Roma es implacable con los teólogos "progresistas", es más condescendiente con los más tradicionales. Se está viendo con la vuelta de los anglicanos o el diálogo con los seguidores de Lefebvre. 

El Papa trata a los conservadores con guantes de seda y a nosotros con puño de hierro. Dialogan como si fueran viejos amigos, y en realidad lo son. Benedicto XVI se entiende bien con ellos, mientras que a nosotros nos pone al lado de los subversivos. Pero somos nosotros los que estamos con los pobres.


Leonardo Boff - J. B.
Madrid - 14/11/2009
http://www.publico.es/espana/269743/iglesia/convive/democracia 

Comentarios y FORO...

lunes, 30 de marzo de 2009

Celebrando a Mons. Romero.

Jon Sobrino

Homilía del 24 de marzo en la capilla de la UCA

En muchos lugares se está celebrando el XXIX Aniversario del asesinato-martirio de Monseñor Romero. El sábado 21, en una vigilia popular. Hoy a las 12:00, en una misa en Catedral, presidida por el arzobispo José Luis Escobar, y a las 5:30 en otra misa en la Cripta, presidida por Monseñor Rosa. Ahora, en esta eucaristía le recordamos en la Capilla de la UCA. Le pedimos que nos bendiga. Le pedimos también que nos anime a ser una universidad como él la quería, y a convertirnos cuando, por acción o por omisión, no lo somos. Y le pedimos que profesores, administrativos, trabajadores y alumnos siempre recuerden su nombre, le recuerden y le honren.

Para hacerlo hoy presente entre nosotros, he elegido dos lecturas. El evangelio es el del buen pastor, pues la universidad, con todo lo que tiene, conocimientos y recursos, debe pastorear de manera universitaria al pueblo salvadoreño. Debe alimentar ante todo a las mayorías hambrientas de pan y de trabajo, de justicia y de verdad. Y debe defenderlas de los mercenarios, los poderosos de todo tipo, que no las apacientan sino que, muchas veces, las devoran, como denunciaba el profeta Oseas. Y en esa defensa la universidad debe correr riesgos como el buen pastor. Muy bien nos lo recuerdan nuestros compañeros aquí enterrados.

La segunda lectura nos dice quién es ese buen pastor: Jesús de Nazaret. En palabras bellas y bien pensadas se dice de él que "pasó haciendo el bien, curando a los oprimidos". Y se añade, a modo de confesión, lo que no solemos tener tan en cuenta: "que Dios estaba con él".

Ahora queremos recordar al Monseñor Romero buen pastor, a partir de tres cosas muy suyas: el Hospitalito, la Catedral y su caminar con el pueblo, defendiéndolo, hasta el final.

1. En el Hospitalito a solas con Dios

Es sabido que, nombrado arzobispo, la oligarquía quiso ganárselo y le ofreció un palacio episcopal con las habituales comodidades mundanas. Pero Monseñor lo rechazó y se fue a vivir a una modesta habitación junto al hospital de La Divina Providencia. Allí recibió, muchas veces de noche, a personas de todo tipo. Allí preparaba los sábados sus homilías dominicales. Y allí sobre todo, como Jesús junto al lago o en el huerto, oraba al Dios que ve en lo escondido. Contaba la hermana Teresa que a altas horas de la madrugada a veces veía luz en las habitaciones de Monseñor, y le llevaba un zumo de naranja. Lo encontraba rezando.

En el hospitalito Monseñor Romero vivía solo y sin seguridad en tiempos de graves riesgos. Las personas más cercanas eran mujeres, enfermas de cáncer incurable, pobres todas ellas, con la angustia añadida de no saber qué sería de sus hijos una vez muertas ellas. Monseñor -tan indiferente a honores mundanos- confesó que le hubiese gustado ganar el premio Nobel de la paz de 1978 para, con el importe del premio, aliviar la suerte de las mujeres enfermas.

Sólo Dios que ve en lo escondido sabe bien quién era el Monseñor del Hospitalito y qué significaba Dios para él. Pero algo podemos barruntar. Poco antes de su muerte, en los momentos más difíciles del pueblo salvadoreño, Monseñor les habló de "Dios":

"Ningún hombre se conoce mientras no se ha encontrado con Dios. Quien me diera, queridos hermanos, que el fruto de esta predicación fuera que fuésemos a encontrarnos con Dios" (Homilía del 10 de febrero de 1980).

Y a estas palabras más reflexivas, añadió otras más entrañables. Con humildad decía: "mi más íntimo deseo es que yo no sea un estorbo en el diálogo de ustedes con Dios". Y con gozo añadió: "me alegra mucho cuando hay gente sencilla que encuentra en mis palabras un vehículo para acercarse a Dios" (Homilía del 27 de enero de 1980). Sin sectarismo alguno, sino con sincero respeto a todos, dijo que "sin Dios no puede haber liberación" (Homilía del 2 de marzo de 1980). Y con Dios, consolaba a la gente: "Dios va con nuestra historia. Dios no nos ha abandonado" (Homilía del 9 de diciembre de 1979).

A todos, también UCA e Iglesia, nos pregunta y nos invita Monseñor a "estar a solas con Dios". Y a quienes no mencionen ese nombre les pregunta e invita a estar a solas, indefensamente y en entrega total, con aquello bueno que vean como último: la compasión, la justicia, la verdad. "A solas". Sin poder ir más allá.

2. En Catedral con su pueblo

El Monseñor de Catedral es más conocido. Es el Monseñor de las homilías, de los pobres y de las víctimas, de los horrores de la represión y de la esperanza de justicia. Es el Dios de las organizaciones populares, de los sacerdotes perseguidos y asesinados, de los innumerables mártires, sin que Monseñor dejara a ninguno de ellos y de ellas sin nombre. Es el Dios del pueblo salvadoreño. Quienes tuvimos la suerte de escucharlo lo recordamos muy bien. Vamos a citar algunas palabras suyas, pero quizás lo más importante es saber cómo preparaba las homilías -honda leccion para la Iglesia, la UCA, los medios, y todas las instituciones y organismos que quieren servir al pueblo. La víspera de su asesinato dijo Monseñor:

"Le pido al Señor, durante toda la semana mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento"(Homilía del 23 de marzo de 1980).

De ahí surgía la denuncia y la profecía, y por surgir del dolor y clamor del pueblo iban más allá de declaraciones éticas o de la doctrina social:

"Yo denuncio, sobre todo, la absolutización de la riqueza. Éste es el gran mal de El Salvador: la riqueza, la propiedad privada como un absoluto intocable. ¡Y ay del que toque ese alambre de alta tensión! Se quema". "Vivimos en un falso orden, basado en la represión y el miedo". "El robar se va haciendo ambiente. Y al que no roba se le llama tonto". "Se juega con los pueblos, se juega con las votaciones, se juega con la dignidad de los hombres". "Estamos en un mundo de mentiras donde nadie cree ya en nada". Y como un Amós o un Miqueas decía: "esto es el imperio del infierno". La exigencia es como ser Iglesia y universidad de ciencia y de profecía.

En los últimos meses Monseñor Romero fue todavía más duro, si cabe, en decir la verdad. Y la razón era la compasión; la verdad estaba a favor del pueblo, que muchas veces sólo tenía la verdad en su favor. De ahí que la denuncia profética subió de tono. Pero es importante recordar también unas palabras, llenas de honradez y muy de Monseñor, que ojalá todos las tengamos presentes: "hay que comenzar por casa".

"Todo el que denuncia debe estar dispuesto a ser denunciado y, si la Iglesia denuncia las injusticias, está dispuesta también a escuchar que se la denuncie y está obligada a convertirse… Los pobres son el grito constante que denuncia no sólo la injusticia social, sino también la poca generosidad de nuestra propia Iglesia" (Homilía del 17 de febrero de 1980).

3. En medio del pueblo y en su defensa hasta el final

Monseñor se mantuvo firme en la compasión y en la denuncia, sin componendas. Su compasión y su profecía no fueron flor de un día, ni fueron palabras política y eclesiásticamente correctas. En la sociedad no encontró facilidades, por decirlo muy suavemente, pero tampoco encontró facilidades en la Iglesia en cuanto institución jerárquica; a veces todo lo contrario. Se mantuvo firme, y hasta el último momento defendió a las víctimas, aun sabiendo que él podía ser la próxima. Y así fue.

Monseñor Romero tomó en serio las palabras de Puebla. A los pobres Dios "los ama y los defiende". Lo primero le llevó a desgastarse en una pastoral a favor de la justicia, la esperanza y la vida de los pobres. Lo segundo a enfrentarse con quienes los oprimían y reprimían. Puso a su Iglesia en esa dirección de defensa y enfrentamiento, de modo que, sin intenciones idealistas, llegó a ser una "Iglesia de los pobres". Eso significó riesgos y enfrentamientos. "Por defender al pobre la iglesia ha entrado en grave conflicto con los poderosos de las oligarquías económicas" (Discurso de Lovaina, 2 de febrero de 1980. Ya antes había constatado las consecuencias, y emitió un juicio que nunca se emite, desorbitadamente evangélico: "Sería triste que en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente no contáramos entre las víctimas también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas del pueblo" (Homilía del 24 de junio de 1979).

Hasta el día de hoy, en un mundo mal llamado de globalización y que en realidad vive en trance de cruz, que pretende quitar aristas al horror de la realidad y silencia a millones de crucificados -en Irak, en el Congo, en Gaza, en Haití-, hacer presente a Dios en la historia es seguir a Jesús cargando con la cruz. No con una cruz abstracta y sin historia, sino concreta, salvadoreña. "Cristo es Dios majestuoso que se hace hombre humilde hasta la muerte de los esclavos en una cruz y vive con los pobres… así debe ser nuestra fe cristiana" (Homilía del 17 de febrero de 1980). Monseñor lo intuyó desde el principio. En Aguilares el 19 de junio de 1977 comenzó la homilía con estas palabras: "a mí me toca ir recogiendo atropellos y cadáveres". Palabras para la UCA, para la Iglesia y para todos.

Monseñor mantuvo la defensa de su pueblo hasta el final, y con ello la esperanza. Dos eran sus pilares, como lo intuyó Ignacio Ellacuría: Dios y el mismo pueblo. Sin ninguna rutina, en las horas más trágicas de El Salvador no se cansó de repetir el Emmanuel. "Dios va con nuestra historia. Dios no nos ha abandonado. Ningún cristiano debe sentirse sólo en su caminar, ninguna familia tiene que sentirse desamparada, ningún pueblo debe ser pesimista, aun en medio de las crisis que parecen más insolubles". Es el "consolad, consolad a mi pueblo" de Isaías. Y a ese pueblo le dio dignidad. "Ustedes son el divino traspasado" dijo en Aguilares a unos campesinos aterrorizados, el día que fue a celebrar la eucaristía cuando los soldados, un mes después de haberlo tomado y ocupado, abandonaron el pueblo. El Monseñor que decía: "esto es el imperio del infierno" decía también: "sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor".

Las amenazas iban en aumento. En su última homilía confesó: "Esta semana me llegó un aviso de que estoy en la lista de los que van a ser eliminados la próxima semana". Y automáticamente, como si se hubiese convertido en segunda naturaleza, Monseñor puso su muerte en relación con la salvación del pueblo: "que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad".

Y en relación con el pueblo, en un supremo esfuerzo para impedir mayores atrocidades, pronunció las palabras finales de su última homilía, hito insuperable en la historia del país, de la Iglesia y de cualquier lugar donde quede un rastro de humanidad.

"En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!" (23 de marzo de 1980).

Nunca antes se habían escuchado semejantes, ni nunca después se han vuelto a escuchar. Fueron recogidas con un estruendoso aplauso, nunca antes escuchado ni nunca después vuelto a escuchar:

Con la muerte de Monseñor no murió su palabra. Pocos días después de su asesinato, en una misa celebrada en la UCA, el Padre Ellacuría dijo: "Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador". Las hemos repetido muchas veces, y hoy nos volemos a preguntar: ¿es verdad? Sí, y en muchos lugares. Baste recordar algunas cosas de estos días.

El 2 de marzo, Noam Chomsky, prominente pensador estadounidense, luchador de causas nobles, muchas de ellas "perdidas", acosado de muchas formas por los poderes establecidos, acababa de cumplir 80 años. El diario El País le hizo una entrevista sobre temas conocidos profesionalmente por el autor: la situación de la política internacional, los medios, internet… Pero, rompiendo la lógica de la profesión, la entrevista termina con una pregunta personal: "A su edad, ¿qué le hace seguir luchando?". Y esto es lo que dijo:

"Imágenes como ésa [Chomsky indica un cuadro que cuelga de su despacho en el que se ve al ángel exterminador junto al arzobispo Romero y seis intelectuales jesuitas asesinados en El Salvador en los ochenta por los escuadrones de la muerte]. Uno de mis fracasos es que ningún estadounidense sepa qué significa ese cuadro".

El 15 de marzo algo muy nuevo ocurrió en El Salvador. El partido Arena, que nunca había pronunciado oficialmente el nombre de Monseñor Romero - pienso que por miedo y por una especie de insuperable parálisis fonética, perdió las elecciones. Por el contrario, el vencedor, Mauricio Funes sí lo pronunció. Analistas hay y habrá que juzguen sobre convicciones e intenciones. Pero remitirse a Monseñor Romero en ese momento y presentarlo como lo más entrañable que ha producido y tiene este país, indica que Monseñor Romero sigue vivo.

En la vigilia del 21 de marzo, durante la marcha y ante Catedral, muchos salvadoreños y salvadoreñas, sintieron una vez más la presencia de Monseñor. Con sentido humano y cristiano -y con exquisito sentido teológico- no expresaron esa presencia, al menos no en lo fundamental, porque tuvieran ahora en sus manos "más poder", sino que la expresaron en un sentimiento de dignidad, esperanza y alegría. Con Monseñor podían seguir trabajando y caminando. Y celebrando la vida.

[El día 26 de marzo por primera vez en la historia del país se instauró un tribunal de justicia restaurativa para que, tras el desentenderse de tanto crimen, por vileza o por la ley de amnistía, el Estado reconozca su culpa y pida perdón; para que las víctimas recuperen dignidad; y para que después de muchos años se de pasos de reconciliación. En los esfuerzos denodados de muchos profesionales por instaurar el tribunal, y sobre todo en la palabra de los testigos, familiares de las víctimas y a veces víctimas ellos mismos, en la dignidad, el alivio, la mano tendida que expresaban esas palabras, Monseñor Romero pasaba por El Salvador].

Terminamos por donde comenzamos. Estamos en la Capilla de la UCA. Les invito a todos a hacer realidad aquello a lo que, ante Monseñor, se comprometió el Padre Ellacuría cuando, en 1985, la UCA le otorgó un Doctorado Honoris Causa.

1. Una auténtica inserción en la realidad nacional, lacerada, casi herida de muerte, sacudida hoy por diez asesinatos al día, sin ceder a la tentación de distanciarnos de ella, y menos, como si fuera beneficioso para la excelencia académica.
2. No caer en la neutralidad falaz y concretar el bien común desde el bien de las mayorías pobres y oprimidas, de las víctimas; es decir, hacer una opción libre por los pobres de este país y mantenernos firmes en ella.
3. Tras la guerra, propiciar y defender de todas las formas posibles una paz verdadera, los derechos humanos y la reconciliación real; frenar el desangramiento del país y trabajar para que no sean necesarias las migraciones inhumanas.
4. No cejar en la esperanza de construir un futuro mejor, más humano y humanizado. Especialmente, devolver palabra, consuelo, dignidad y reparación a las víctimas. Y dejarnos salvar por ellas.
5. Que no se tambalee sino que se robustezca la inspiración cristiana que movía todo el actuar de Monseñor Romero. El Monseñor que vivía de la fe en Jesús mueve a dar la vida por los que sufren como hemos leído en el evangelio.

Pidamos a Dios que esta universidad con humildad y con decisión, con convicción y con gozo sea fiel seguidora de Monseñor Romero.


Jon Sobrino
http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=37955

Comentarios y FORO...

martes, 24 de marzo de 2009

Soberbia

Pepcastelló

A la memoria de Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, asesinado el 24 de marzo de 1980 en El Salvador.

No responder al odio que nos muestran denota sabiduría, pero ignorarlo puede ser signo de soberbia. La aversión que despertamos no debe amilanarnos ni desviarnos de nuestro recto proceder, pero sí hacernos reflexionar, porque tan digno de atención es el odio que sentimos como el que provocamos.

Pensar que los buenos somos nosotros y los malos son los otros es propio de quienes se creen en posesión de la verdad y por ese motivo no se cuestionan nada de cuanto hacen. Ignorar el parecer contrario es negar el diálogo. Éste comienza cuando quien se siente objeto de odio se pregunta honestamente: ¿qué hago yo para que me odien tanto? Pero esta pregunta cuando no es retórica no está al alcance de ningún espíritu soberbio.

Me vienen todos estos pensamientos a la cabeza cada vez que observo actitudes anticlericales y alergias antieclesiásticas en los comentarios que aparecen al pie de noticias y artículos publicados en alguna página de la red, a los cuales, dicho sea de paso, no suele darse ninguna respuesta dialogante. Ante ellas caben dos actitudes: pensar que quienes tal aversión muestran son mala gente y atacan a la Iglesia Católica por el simple gusto de hacerle daño, o pensar que ese sentimiento es la respuesta a una conducta eclesiástica que merece atención.

Aceptar los desmanes de la jerarquía como males menores me parece una actitud cómplice; acatar su autoridad y no contestarla enérgicamente cuando se lo merece, me resulta inaceptable. Decir que «la Iglesia es a la vez meretriz y madre» me parece una forma como otra cualquiera de esconder la cabeza debajo del ala. Pienso que nadie con un mínimo de vergüenza aceptaría vivir al amparo de una persona cuya conducta considerase censurable. Y no obstante ahí están todas esas gentes que al grito de «todos somos Iglesia» dan soporte a esas jerarquías eclesiásticas que no paran de cometer indignidades.

En atención a que toda conducta humana tiene su causa, no cabe sino preguntarse a qué se debe ese acerbo anticlericalismo, como también cual es la causa de esa escandalosa indignidad que muestra una buena parte de la población católica. Porque si el odio fuese inmerecido, una actitud cristiana por parte de quien lo recibe bien podría ser preguntar por la causa: «si obro mal muéstrame en qué». Claro que para plantear las cosas de este modo hay que tener la conciencia muy limpia, la mente muy serena y el corazón muy dispuesto para la concordia y la paz.

Entrar en diálogo implica siempre liberarse de prejuicios y de soberbia, algo muy difícil cuando se vive con la mente secuestrada hasta el punto de negar lo evidente. Y esta actitud es la que se da precisamente en las ideologías y en las creencias religiosas. Que unas y otras sirven para movilizar a las gentes, nadie lo duda; «la fe mueve montañas». Lamentablemente, me atrevo a decir, porque a menudo esos movimientos de masas se hacen por causas reprobables, tales como el afán de imponer las propias convicciones a quienes no las comparten; y no precisamente por altruismo.

La convivencia es diálogo, y éste sólo es posible desde la honestidad. No es ocultando defectos y errores como se establecen diálogos. No es mintiendo como se gana el respeto de la gente cabal. No es lavando el cerebro del personal adepto como se trabaja en pro del bien común. Es obrando honestamente, con veracidad y con respeto, como se consigue hacer brillar la verdad y la honestidad.

Hoy 24 de marzo se cumplen veintinueve años del asesinato de Monseñor Romero, víctima de las intrigas políticas entre el gobierno de los EEUU y la ICR regida por el papa Juan Pablo II. El objetivo era cerrarle el paso al comunismo en América Latina. ¿En beneficio de quién, esa oposición férrea y sangrienta?

Desde la libertad de pensamiento y sentimientos que proporciona la no adscripción religiosa ni política, el hereje impenitente que esto escribe ve con pesar y rabia la pasividad cómplice de un mundo católico que no alza su voz de forma contundente contra tanto desafuero eclesiástico, tanta hipocresía y tanta soberbia.

Pepcastelló

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viernes, 20 de marzo de 2009

La Teología de la Liberación se propaga, pese al veto del Vaticano

Leonardo Boff *

Desde sus inicios a fines de los años 60, la Teología de la Liberación adoptó una perspectiva global, enfocada en la condición de los pobres y oprimidos en el mundo entero, víctimas de un sistema que vive de la explotación del trabajo y de la depredación de la naturaleza.

Este sistema explota a las clases trabajadoras y a las naciones más débiles. Y además reprime a los que oprimen y por lo tanto contrarían sus propios sentimientos humanitarios. En una palabra, todos deben ser liberados de un sistema que perdura desde al menos tres siglos y ha sido impuesto en todo el planeta.

La Teología de la Liberación es la primera teología moderna que ha asumido este objetivo global: pensar el destino de la humanidad desde la condición de las víctimas. En consecuencia, su primera opción es comprometerse con los pobres, la vida y la libertad para todos. Surgió en la periferia de las Iglesias centrales, no en los centros metropolitanos del pensamiento consagrado. Por ese origen ha sido siempre considerada con sospecha por los teólogos académicos y principalmente por las burocracias eclesiásticas y la de la Iglesia más importante, la romano-católica.

De su cuna en Latinoamérica la Teología de la Liberación pasó a África, se extendió a Asia y también a sectores del primer mundo identificados con los derechos humanos y la solidaridad hacia los desposeídos. La pobreza entendida como opresión revela muchos rostros: el de los indígenas que desde su sabiduría ancestral concibieron una fecunda teología de liberación indígena, la teología negra de la liberación que resiente las marcas dolorosas dejadas en las naciones que fueron esclavistas, el de las mujeres sometidas desde la era neolítica a la dominación patriarcal, la de los obreros utilizados como combustible de la maquinaria productiva. A cada opresión concreta corresponde una liberación concreta.

La cuestión teológica de base que hasta ahora no acabamos de responder es: ¿cómo anunciar creíblemente un Dios que es un Padre bondadoso en un mundo atestado de miserables? Sólo tiene sentido si implica la transformación de este mundo, de manera que los miserables dejen de gritar. Para que un cambio semejante tenga lugar ellos mismos tienen que tomar conciencia, organizarse y comenzar una práctica política de transformación y liberación social. Como en gran mayoría los pobres en nuestros países eran cristianos, se trataba de hacer de la fe un factor de liberación. Las Iglesias que se sienten herederas de Jesús, que fue un pobre y que no murió de viejo sino en la cruz como consecuencia de su compromiso con Dios y con su justicia, serían las aliadas naturales de este movimiento de cristianos pobres.

Este apoyo se ha verificado en muchas iglesias en las que ha habido obispos y cardenales proféticos como Helder Camara y Paulo Evaristo Arns en Brasil, Arnulfo Romero en El Salvador y muchos otros, así como numerosos sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos comprometidos políticamente.

En razón de su causa universal ya a inicios de los años 70 la Teología de la Liberación era un movimiento internacional y convocaba verdaderos foros teológicos mundiales. Se estableció un consejo editorial integrado por más de cien teólogos latinoamericanos para compilar una sistematización teológica desde la perspectiva de la liberación en 53 tomos. Ya se habían publicado 13 tomos cuando el Vaticano intervino para hacer abortar el proyecto. El entonces cardenal Joseph Ratzinger fue riguroso. Cortó de raíz un trabajo promisor y benéfico para todas las iglesias periféricas y especialmente para los pobres. Pasará a la historia como el cardenal -y después Papa- enemigo de la inteligencia de los pobres.

La Teología de la Liberación creó una cultura política. Ayudó a formar organizaciones sociales como el Movimiento de los Sin Tierra, la Pastoral Indígena, el Movimiento Negro y fue fundamental en la creación del Partido de los Trabajadores en Brasil cuyo líder, el Presidente Lula siempre se reconoció en la Teología de la Liberación.

Hoy en día esta teología ha trascendido los límites confesionales de las Iglesias y se ha convertido en una fuerza político-social. Además de Lula se identifican públicamente con la Teología de la Liberación el Presidente Rafael Correa del Ecuador, el Presidente de Paraguay y ex obispo Fernando Lugo, el Presidente Daniel Ortega de Nicaragua, el Presidente Hugo Chávez de Venezuela y el actual Presidente de la Asamblea de las Naciones Unidas, el sacerdote nicaraguense Miguel de Escoto. Su fuerza mayor no reside en las cátedras de los teólogos sino en las innumerables comunidades eclesiásticas de base (sólo en Brasil existen cerca de cien mil), en los millares y millares de círculos en los que se lee la Biblia en el contexto de la opresión social y en las llamadas pastorales sociales.

Roma incurre en la profunda ilusión de creer que con sus documentos doctrinarios emitidos por burocracias frías y distantes de la vida concreta de los fieles conseguirá frenar la Teología de la Liberación. Ella nació oyendo el grito de los pobres y hoy la conmueve el grito de la Tierra. Mientras los pobres continúen lamentándose y la Tierra gimiendo bajo la virulencia productivista y consumista, habrá mil razones para sentir el llamado de una interpretación libertaria y revolucionaria de los evangelios. La Teología de la Liberación es la respuesta a una realidad injusta y salva a la Iglesia central de su alienación y de un cierto cinismo.


Leonardo Boff *
* Teólogo, filósofo e escritor
http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=37826

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miércoles, 28 de enero de 2009

El asesinato de los jesuitas en El Salvador


La Audiencia Nacional investigará la muerte de seis jesuitas y dos mujeres, todos ellos asesinados en el campus de la Universidad Centroamericana (UCA) de El Salvador. El hecho ocurrió en la madrugada del 16 de noviembre de 1989. De los seis jesuitas asesinados, cinco eran españoles, entre ellos el rector de la Universidad, Ignacio Ellacuría. Un año antes, en 1988, al profesor Juan A. Estrada y a mí nos prohibieron seguir enseñando en la Facultad de Teología de Granada. La prohibición vino de Roma y se nos comunicó de palabra, sin que mediara proceso ni documento alguno. Es más, sin que se nos haya dicho por qué se tomó aquella decisión. El hecho es que, cuando la UCA se vio privada de cinco de sus profesores, pidió ayuda a los jesuitas de España. Yo ofrecí mi colaboración, que fue aceptada. La UCA no depende de la Santa Sede, ni por tanto está sometida al control directo del Vaticano. Durante 16 años he compartido mi tiempo entre Granada y San Salvador. Lo que me ha proporcionado conocer y vivir de cerca por qué mataron a los jesuitas, quiénes fueron los ejecutores y responsables de aquella masacre y las consecuencias que se han seguido después.

Cuando en 1992 se firmaron los acuerdos de paz, promovidos y controlados por la ONU, se acordó que una “Comisión de la Verdad” investigara y depurara responsabilidades de los doce años de guerra civil que había sufrido El Salvador. Esta investigación dejó en claro que la decisión de asesinar a los jesuitas se tomó el 15 de noviembre de 1989, en el Estado Mayor, con la autorización del coronel Ponce, ministro de defensa, La ejecución fue encargada al comandante Benavides, bajo la organización del mayor Camilo Hernández, y ejecutada por una unidad del batallón Atlacatl. Como es lógico, una decisión de esta envergadura se debió tomar con conocimiento del presidente Cristiani y con la anuencia de la embajada de Estados Unidos. Yo tuve en mis manos un informe de más de cien folios sobre la masacre, que la embajada americana entregó al superior provincial de los jesuitas en Centroamérica, José María Tojeira. Si no lo hubiera visto, nunca lo habría creído. En aquel montón enorme de papeles, había páginas enteras tachadas, señal evidente de que la embajada tenía mucho que ocultar en el asunto. Los documentos desclasificados después, por influencia del congresista Joe Moakley, reconocen que los funcionarios y la CIA debían haber estado “sordos, mudos y ciegos” para no haber resuelto el caso de los jesuitas, “y esto dicho con cierta benevolencia” (J. Morley, en “The Washington Post”, 18.VII.1993). Ya en octubre de 1983, un “Documento informativo sobre el terrorismo de derecha en El Salvador”, preparado por la CIA y funcionarios del Departamento de Estado, afirmaba que el coronel Ponce “apoya las actividades de los escuadrones de la muerte de ARENA y él mismo era miembro del escuadrón paramilitar de la Policía Nacional”, según informa el documentado estudio de T. Whitfield (“Pagando el precio”, p. 680-681). El partido ARENA, fundado por R. D’Aubuisson, que organizó el asesinato de Mons. Romero, sigue todavía gobernando en El Salvador.

¿Por qué mataron a los jesuitas de la UCA? El Salvador es más pequeño que la provincia de Badajoz. En un espacio tan limitado, viven más de cinco millones de personas. Y un millón más que hay de inmigrantes en Estados Unidos. En la década de los 80, cuando la guerra civil, el país entero era propiedad de 14 familias (sic), que se habían adueñado de las tierras mediante atropellos a los derechos más básicos de los campesinos y trabajadores. Inevitablemente se organizó la resistencia. Y se produjo la confrontación entre ARENA y el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional). Los jesuitas no eran comunistas. Lo que ellos pretendieron, a toda costa, fue el diálogo entre las partes enfrentadas. Pero eso justamente es lo que no toleraba la derecha intransigente de ARENA. Su ley era la ley del más fuerte. Por eso mataron al jesuita Rutilio Grande, luego a Mons. Romero, a Ellacuría y los otros jesuitas de la UCA, a varias religiosas norteamericanas, y sobre todo a miles de campesinos que no querían nada más que defender sus derechos más elementales.

En 1992 se firmaron los acuerdos de paz. Pero ARENA siguió y sigue en el poder. Ahora, los dueños del país son 21 familias multimillonarias. En el Salvador hay mucho dinero. No hace mucho escuche, en un canal salvadoreño de TV, que de los 15 Bancos más potentes de Centroamérica, 9 están en el país más pequeño. La consecuencia de este estado de cosas es que la violencia, en aquel país, es ahora más brutal que durante la guerra civil. Ya resulta imposible saber el número de muertos, desaparecidos, secuestrados, violaciones, robos. Las “maras” (bandas de delincuentes profesionales perfectamente organizadas) se han repartido las ciudades y barrios en los que cada una ejerce la violencia más brutal. El narcotráfico campa a sus anchas. Y la policía, unas veces por miedo y con frecuencia por complicidad con los narcotraficantes, es ineficaz para controlar la situación. La raíz de tanta violencia está, sin duda alguna, en la descomposición del tejido social. Bastante más del 50 % de las familias son lo que los sociólogos llaman familias “desestructuradas”. Por ejemplo, es frecuente encontrar chiquillos que no saben quién es su padre. Como es significativo el hecho de que las abuelas sean las que están garantizando la seguridad y el cuidado de miles de niños. Así las cosas, la tarea más urgente en aquel país es, sin duda alguna, la educación. Toda la solidaridad que se oriente en esa dirección se quedará corta. Lo sé por propia experiencia, después de quince años trabajando con una “comunidad de desarrollo vecinal” en la que 42 familias, unidas y bien organizadas, están dando frutos que no podíamos ni imaginar. Como dijo el actual rector de la UCA, J. M. Tojeira, “los muertos con espíritu van venciendo gradualmente a quienes los asesinaron”.

José M. Castillo

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