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jueves, 5 de mayo de 2011

Duelo entre la vida y la muerte

Leonardo Boff


En uno de los más bellos himnos de la liturgia cristiana de Pascua, que nos viene del siglo XIII, se canta que «la vida y la muerte trabaron un duelo; el Señor de la vida fue muerto, pero ahora reina vivo» Este es el sentido cristiano de la Pascua: la inversión de los términos del combate. Lo que parecía derrota era en verdad una estrategia para vencer al vencedor, es decir, a la muerte. Por eso la hierba no creció sobre la sepultura de Jesús. Resucitado, garantiza la supremacía de la vida.

El mensaje viene del campo religioso que se inscribe en lo más profundo del ser humano, pero su significado no se restringe a él. Adquiere una relevancia universal, especialmente en los días actuales, en que se traba física y realmente un duelo entre la vida y la muerte. Este duelo se realiza en todos los frentes y tiene como campo de batalla el planeta entero, envolviendo a toda la comunidad de vida y a toda la humanidad.

Ocurre esto porque, tardíamente, nos estamos dando cuenta de que el estilo de vida que escogimos en los últimos siglos implica una verdadera guerra total contra la Tierra. En el afán de buscar riqueza, y aumentar el consumo indiscriminado (el 63% del PIB norteamericano está constituido por el consumo, que se ha transformado en una cultura consumista real) todos los recursos y servicios posibles de la Madre Tierra están siendo saqueados.

En los últimos tiempos ha crecido la conciencia colectiva de que se está entablando un verdadero duelo entre los mecanismos naturales de la vida y los mecanismos artificiales de muerte desencadenados por nuestro sistema de vivir, producir, consumir y tratar los residuos. Las primeras víctimas de esta guerra total somos los propios seres humanos. Gran parte vive con insuficientes medios de vida, favelizados y superexplotados en su fuerza de trabajo. Lo que ahí se esconde de sufrimiento, frustración y humillación es indecible. Vivimos tiempos de nueva barbarie, denunciada por varios pensadores mundiales, como recientemente Tsvetan Todorov en su libro “El miedo a los bárbaros” (2008). Estas realidades que verdaderamente cuentan porque nos hacen humanos o crueles, no entran en los cálculos de los beneficios de ninguna empresa y no son consideradas en el PIB de los países, con excepción de Bután que estableció el Índice de Felicidad Interna de su pueblo. Las otras víctimas son todos los ecosistemas, la biodiversidad y el planeta Tierra como un todo.

Recientemente, el premio Nobel de economía Paul Krugmann revelaba que 400 familias norteamericanas detentan ellas solas una renta mayor que la del 46% de la población trabajadora estadounidense. Esta riqueza no cae del cielo. Se hace por medio de estrategias de acumulación que incluyen trampas, superespeculación financiera y puro y simple robo, fruto del trabajo de millones de personas.

Para el sistema vigente, y debemos decirlo con todas las letras, la acumulación ilimitada de ganancias es considerada como inteligencia, la rapiña de recursos públicos y naturales como destreza, el fraude como habilidad, la corrupción como sagacidad y la explotación desenfrenada como sabiduría gerencial. Es el triunfo de la muerte. ¿Será posible que en ese duelo lleve la mejor parte?

Lo que podemos decir con toda seguridad es que en esa guerra no tenemos ninguna posibilidad de ganar a la Tierra. Ella existió sin nosotros y puede continuar sin nosotros. Nosotros sí la necesitamos a ella. El sistema dentro del cual vivimos es de una espantosa irracionalidad, propia de seres realmente dementes.

Analistas de la huella ecológica global de la Tierra nos advierten de que, debido a la conjunción de las muchas crisis existentes, podremos conocer en un futuro no muy lejano tragedias ecológico-humanitarias de extrema gravedad.

En este contexto sombrío cabe actualizar y escuchar el mensage de Pascua. Posiblemente no escaparemos a un doloroso viernes santo, pero después vendrá la resurrección. La Tierra y la Humanidad todavía vivirán.

http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=433



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domingo, 10 de abril de 2011

Espiritualidad y Socialismo

Marcelo Barros


Soplo de Amor en la Tierra Liberada.
Esbozo de una espiritualidad socialista para el siglo XXI.


En la primera década del siglo XXI, ciertamente, uno de los acontecimientos más significativos para el mundo fue el protagonismo social y político de movimientos indígenas y populares en diversas partes del continente latinoamericano. Aunque sigan frágiles, están produciendo, en varios países, un proceso de cambios estructurales.

En Latinoamérica, es camino para un tipo nuevo de socialismo que, tal como lo soñaba Simón Bolívar a principios del siglo XIX, puede unir a todos los pueblos de esta inmensa patria grande y puede hacer bien al mundo todo. Esta realidad nueva es una conquista de comunidades populares y de grupos antes desorganizados que, poco a poco, han ido manifestando una capacidad de movilización hasta poco desconocida. Esta profecía puede ayudar a grupos y organizaciones que en todo el planeta creen que "un nuevo mundo es posible” y se empeñan por eso.

En este camino a un nuevo tipo de Socialismo, un elemento característico es la participación activa de grupos espirituales, cristianos y de otras tradiciones religiosas, comprometidos con la transformación social del mundo. Sin duda, algunos sectores religiosos siguen siendo conservadores y rechazan el proceso político nuevo. Todavía piensan que la fe y la espiritualidad nada tienen que ver con la acción social y política. O aún peor, mantienen intereses ocultos con la manutención del status quo.

Así mismo, desde los años 60, en toda América Latina, obispos, pastores evangélicos, sacerdotes y líderes de otras religiones si hacen hermanos, compañeros y compañeras de los grupos populares, incluso no religiosos, en busca de justicia social y en apoyo a la caminada que fundamenta los caminos de la liberación del pueblo. En todo el mundo, esta participación de cristianos y espirituales de otras religiones en los procesos sociales liberadores tiene suscitado una reflexión sobre nuevas formas y expresiones de espiritualidad que surgen de esta experiencia.

Como vivo y trabajo en Brasil y conozco más eso en América Latina, pido perdón a los hermanos y hermanas de no poder escribir sobre este camino en España y en Europa. Sin embargo, mismo si, en estas páginas, parto de las experiencias latinoamericanas, ustedes pueden aplicar mucho de esto à la realidad vivida en Europa. Como es costumbre en América Latina, esta reflexión es hecha a partir del método "Ver, Juzgar y Agir”. Es claro que cada una de estas etapas ya contiene algo de las otras, pero como metodología nos ayuda a partir lo más posible de la realidad, buscar profundizarla y finalmente sacar algunas propuestas concretas de camino para nuestra acción pastoral y espiritual.

1  Características del tiempo actual y del Socialismo emergente.


Desde 2008, el mundo tomó consciencia de una crisis económica estructural. Bancos y empresas internacionales han declarado falencia y varios países sufren consecuencias de esta crisis. Infelizmente, esta situación no ha conducido la sociedad internacional y gobiernos a buscar alternativas al Capitalismo.

Al contrario, la crisis generó una concentración de poder y de riqueza todavía mayor. El sistema privatiza los intereses y beneficios y socializa las pérdidas y perjuicios, para que sean los más pobres quienes deban pagar la factura. “El mayor impacto de la crisis es el aumento descomunal de la pobreza, empobreciendo más a los que ya son pobres y poniendo por debajo de la línea de pobreza a sectores de clases medias. Se calcula que la mitad de la población mundial, más de tres mil millones de personas, está viviendo con menos de dos dólares por día” [2].

Al mismo tiempo, las consecuencias de la crisis en el plano ambiental son gravísimas. En la Asamblea General de las Naciones Unidas, Leonardo Boff afirmó: “si la crisis económica es preocupante, la crisis de la no-sostenibilidad de la Tierra se manifiesta cada día más amenazadora” ¿Cómo garantizar la sostenibilidad de la Tierra, ya que ésta es la premisa para resolver las demás crisis: la social, la alimentaria, la energética y la climática?

Ban Ki-moon, Secretario de la ONU afirmó: "no podemos dejar que lo urgente comprometa lo esencial”. Lo urgente es resolver el caos económico, pero lo esencial es garantizar la vitalidad y la integridad de la Tierra. En América Latina, se tiene buscado una solución justamente en formas diversas de Socialismo a partir de las comunidades indígenas y de la sustentabilidad de la Tierra.

Boaventura de Souza Santos afirma: “América Latina ha sido el continente donde el socialismo del siglo XXI entró en la agenda política” [3]. David Choquehuanca, ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia y especialista en cosmovisión andina, al igual que otros analistas indígenas, cree que, a diferencia del capitalismo, que da prioridad al dinero y a las relaciones económicas, los procesos sociales emergentes en el continente deben basarse en el “vivir bien”, concepto indígena que él explica de manera muy clara como el cuidado del bien común, la sostenibilidad de la tierra y la salud integral de cada persona dentro de la comunidad humana y de la vida. En este nuevo proceso se distinguen tres etapas o dimensiones que han ocurrido en el continente:

1º. Transición de la dictadura a la democracia.

Casi todos los países de América Latina han vivido dictaduras militares violentas y el cambio para la democracia, en muchos países aún se está desarrollando.

2º. Transición del colonialismo a la descolonización. En toda América Latina hay un fortalecimiento de los movimientos indígenas. En las nuevas constituciones nacionales (como en Ecuador y Bolivia), los países se proclaman plurinacionales.

3º. Transición del capitalismo hacia una vía que se constituya como un nuevo socialismo para el siglo XXI. Aunque embrionario y con varias contradicciones, está surgiendo un nuevo proceso social que aún no se puede llamar propiamente socialismo, pero que va en la dirección de sistemas más descentralizados, de economías más solidarias y del compartir.

2. El socialismo bolivariano.

A partir de los años 70, en Venezuela, se ha desarrollado un movimiento popular que acabó por tomar el poder y que tomó el nombre de "revolución bolivariana”. Simón Bolívar fue un héroe del inicio del siglo XVIII que dedicó su vida a la liberación de los pueblos latinoamericanos. Elaboró un plan de liberación para los países, desde Colombia hasta Argentina. Alertó sobre el peligro de concentrar el poder en una sola persona.

“El sistema más perfecto de gobierno es el que produce la mayor felicidad posible para el mayor número de personas, la mayor seguridad social y estabilidad política”, escribió. Estipulaba libertades civiles, igualdad de tratamiento ante las leyes, abolición de la esclavitud, libertad de expresión y locomoción y la realización de juicios populares.

No gobernó ninguno de los países que conquistó para la libertad y ya enfermo vio que las elites locales se apoderaban del poder con la misma ideología clasista y discriminatoria que había visto en los españoles. Esto lo llevó a la muerte, a los 47 años, decepcionado y afligido, víctima de la tuberculosis.

El científico político Daniel Hellinger considera a Bolívar, aun con sus contradicciones, un “santo secular”. ¿Qué significa esto? Tal vez sea lo mismo que decimos hoy cuando percibimos que alguien vive una profunda espiritualidad humana, incluso sin tener ninguna relación con actividades explícitamente religiosas.

Hoy, la revolución bolivariana se inspira en tres principios que son como “un árbol de tres raíces”:

1º La raíz bolivariana que viene de Simón Bolívar (a principios del siglo XIX) y se expresa en igualdad y dignidad de todas las personas humanas, principalmente las de las culturas oprimidas.

2º La raíz simoniana (de Simón Rodríguez, educador y maestro de Bolívar) insiste en la educación como arma para la transformación.

3º Finalmente, la raíz zamorana (de Ezequiel Zamora, general, compañero de Bolívar) habla de la necesidad de unión civil y militar en el proceso de transformación social y política.

3. Fe cristiana y Socialismo.

En su obra, El Dios escondido, el sociólogo marxista Lucien Goldman comparaba –sin asimilar una a la otra– la fe cristiana con la fe socialista. Las dos tienen en común el rechazo del individualismo, buscar la superación de la cultura burguesa y creer en valores transindividuales.

El Cristianismo vive la fe en Dios, con todo lo que esto implica de fe en el ser humano y de valoración de la vida. En cuanto al Socialismo, se cree en la comunidad humana y la esperanza de construir el ser humano nuevo. La apuesta religiosa sería la existencia de Dios; la apuesta socialista, la posibilidad de la liberación social de la humanidad. Ambas implican una fe fundadora que no es demostrable solamente a nivel de los juicios factuales.

Según Goldman, lo que distingue a estas dos formas de fe es el carácter suprahistórico de la transcendencia religiosa. Desde los orígenes del cristianismo, muchos creyentes comprendieron que el mandato evangélico del amor al prójimo exigía el combate histórico en pro de una comunidad humana más libre, igualitaria y fraterna. A partir del siglo XIX, muchos cristianos entendieron que esa comunidad o ese futuro comunitario es el socialismo [4].

Lucien Goldman no fue el único marxista que comprendió la importancia de la fe para la lucha socialista. Mucho antes de él, el gran pensador latinoamericano José Carlos Mariátegui, en 1925 ya escribía en un ensayo: “La inteligencia burguesa se ocupa con la crítica racionalista del método, la teoría, la estrategia de los revolucionarios. ¡Qué malentendido! La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia, sino en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual... La emoción revolucionaria... es una emoción religiosa. Las motivaciones religiosas se desplazaron del cielo a la tierra. Ellas no son divinas sino humanas y sociales” [5]. Mariátegui desarrolló esta tesis a partir del análisis de las sociedades peruanas y latinoamericanas.

5. Una lucha espiritual.

Sin disminuir la importancia de una espiritualidad específicamente cristiana, aquí busco profundizar una mística más pluralista y macroecuménica, que pueda servir a toda persona de buena voluntad que desee avanzar por un camino de intimidad con el Misterio divino desde la solidaridad y la participación en las luchas sociales para cambiar el mundo.

En la época en que encontré al ministro, todavía me preguntaba cuál era la fuerza interior que hacía que un o una joven de clase media de El Salvador, Nicaragua, Colombia o Brasil dejase a su familia, renunciando a un futuro seguro y arriesgasen sus vidas en combates que entendían como luchas por la justicia y por la igualdad humana.

¿Qué fuerza interior llevó a tantos campesinos de Brasil a formar el Movimiento de los Campesinos Sin Tierra (MST) en plena dictadura militar y a resistir tantas persecuciones y peligros? ¿Con qué fuerza, las comunidades negras, perseguidas y marginadas, consiguieron resistir a tantos sufrimientos y mantener tanto de sus culturas y religiones originales, aunque fueran consideradas idolátricas y demoníacas por tantos ministros de Iglesia?

¿Cómo se explica el resurgimiento de los movimientos y comunidades indígenas en todo el continente cuando muchos consideraban a los indios condenados a la extinción? ¿Cuál es el secreto para tantos sacerdotes, pastores y ministras tener la fuerza interior y el valor de dar la vida por la causa del pueblo empobrecido? Si podemos entender esta trayectoria como un camino espiritual, ¿qué significa profundizar este camino dentro del proceso socialista actual que, en medio a tantas dificultades, de uno u otro modo, ha surgido en el continente? ¿Y cómo hacerlo?

6. Una comprensión nueva de Espiritualidad.
 

El propio término “espiritualidad” no es un término antiguo y no aparece en las escrituras sagradas de ninguna de las religiones tradicionales o antiguas. Por eso es fundamental esclarecer qué podemos llamar con este nombre y qué puede ser una propuesta de Espiritualidad pluralista, macroecuménica y socialista.

El teólogo suizo Hans Urs von Balthasar escribió: “La espiritualidad es una actitud fundamental, práctica o existencial, que la persona da a su existencia religiosa, o más generalmente, a su compromiso ético, como consecuencia y expresión de aquello en lo que cree»[6]. Espiritualidad es “el sentido que se puede dar a la vida”. ¿Y qué sentido tendría la vida si no fuera relación con el otro?

Algunas tradiciones religiosas ligan la espiritualidad a la búsqueda de intimidad con la divinidad, pero es necesario destacar, con la tradición bíblica, que el primer lugar en el que Dios encuentra al ser humano es en el otro. En América Latina, en la segunda mitad del siglo XX, redescubrimos la importancia de las personas empobrecidas y oprimidas como sacramento de la presencia y de la actuación divina. Creemos en un Dios que muestra su predilección manifestándose en medio de los empobrecidos. La solidaridad amorosa con estos que el padre Ignacio Ellacuría llamaba “pueblo crucificado” es el elemento fundamental de nuestra espiritualidad.

Ahora bien, la espiritualidad está llamada a ampliar la percepción de este otro, que no es solamente el otro humano, sino todo ser vivo y también la creación. Nos unimos a todas las tradiciones espirituales que recuerdan a la humanidad la presencia divina en todos los seres y apelan para que el encuentro con la divinidad se dé en esta comunión con la naturaleza.

Es un desafío desarrollar esta ecoespiritualidad basada en la conversión a la alteridad, que no es solamente el descubrimiento y respeto al Otro (Dios), al otro (humano), sino al otro (universo), porque, al mismo tiempo que se basa en la comunión con la alteridad, esta espiritualidad tiene conciencia pertenecer profundamente al conjunto del universo. Podemos hablar de «espiritualidad para el proceso social». En las opciones de justicia e igualdad social descubrimos las huellas del Espíritu y podemos seguirlo.

7. Como vivir una espiritualidad socialista para el siglo XXI.


La espiritualidad nos hace mirar a los otros y a la vida como Dios mira, con una visión que, sin perder el sentido crítico, es siempre esperanzada. Esta visión confiada es importante en las relaciones interpersonales y en el coraje de comprometernos con los cambios que queremos para el mundo.

Nada de pesimismos oscuros y de críticas amargas que pueden paralizar a las personas y el proceso. Si espiritualidad es una energía amorosa, esta fuerza interior sólo puede ser una inyección de esperanza y de fe en relación al mañana nuestro, de las personas y grupos que nos rodean.

7. 1 - La dignidad de la política.
 

“Hacer política es pasar de los sueños a las cosas, de lo abstracto a lo concreto. La política es el trabajo efectivo del pensamiento social: la política es la vida. Admitir una ruptura de continuidad entre la teoría y la práctica, abandonar a los realizadores a sus propios esfuerzos, así se les conceda una cordial neutralidad, es renunciar a la causa humana. La política es la trama misma de la historia. Y la historia la hacen los hombres poseídos e iluminados por una creencia superior, por una esperanza sobrehumana; los demás constituyen el coro anónimo del drama” decía José Carlos Mariátegui

Una primera expresión de la espiritualidad insertada en el proceso de construcción de un nuevo socialismo supone, en primer lugar, reconocer y valorar la dignidad de la política como lucha por el bien común. En el pasado, en los círculos espiritualistas existió muchas veces la tendencia a considerar la política como “cosa del mundo”; por el contrario debíamos interesarnos por lo que es eterno y está más allá de las cosas materiales. Lamentablemente, ésta es todavía hoy la posición de ciertos grupos eclesiales de tipo fundamentalista y de tradición pietista, sea en la Iglesia católica, sea en confesiones evangélicas, y también piensan o actúan así algunos grupos espiritualistas más libres.

La fe y la espiritualidad se aprenden con la práctica. Se llevan a cabo tanto en el nivel mínimo o micro de una limosna dada en la puerta de casa o de una ayuda ocasional a alguien necesitado, como principalmente en la estructura macrosocial y económica de un país.

Sin este cuidado con el cambio estructural colectivo, descubrimos que cuanto más se practica la caridad más hay que practicarla, porque la propia estructura fabrica continuamente situaciones de injusticia. Ya al principio de los años 90, el teólogo Jon Sobrino escribía que la misericordia no puede ser solamente una práctica ocasional, vivida al por menor, sino que debe constituirse como un “principio estructurador y permanente de la vida y de las acciones de cada persona y de cada grupo eclesial” [7].

Esta lucha por el bien-común incluye una denuncia constante de lo que se podría llamar el mal-común. En Medellín, los obispos católicos latinoamericanos lo llamaron “violencia institucionalizada”. Y no basta denunciar. Es necesario enfrentar y combatir este mal que masacra pueblos enteros. Vivimos en una cultura social en la cual, muchas veces, el poder político parece existir más para sí mismo que en función de la sociedad.

Tenemos que persuadirnos de que toda función política –ejecutiva, legislativa o judicial– tiene su fuente en la sociedad, tomada en su totalidad, y no en una de sus partes, principalmente privilegiada y minoritaria. Monseñor Oscar Romero llamaba a la política de servicio al bien común “la gran política”.

La política inmersa en la cultura capitalista hace que todo tenga su precio: candidatos, partidos, el voto de los electores, etcétera. Por el contrario, una política movida por la espiritualidad socialista se basa en el respeto a la dignidad humana y sólo puede existir cuando se hace depender la política de la ética y la transparencia en el uso de la cosa pública. Una tarea importante de la espiritualidad humana es “democratizar la democracia”, o sea, “radicalizar la democracia de modo que no sea solamente un régimen formal de representación parlamentaria, sino que pase a ser el campo de una verdadera participación de las bases en el proceso social y político” [8].

“Los movimientos populares crean y recrean modalidades de diálogo, de acción, de prácticas que abarcan las relaciones interpersonales, grupales, y de cada movimiento con otros espacios de la sociedad. Las maneras como éstas se establecen, anticipan el mundo que se está soñando crear. (…) El ‘hombre nuevo’, que Che Guevara intentó crear con su propia vida, o la ‘nueva mujer’, encarnan los valores y actitudes opuestos a los del tipo de hombres y de mujeres que reproducen la cultura capitalista: egoístas, consumistas, individualistas” [9].

Una política movida por la espiritualidad socialista tiene una clara opción por los empobrecidos. Como dice el lenguaje bíblico sobre el Dios del Éxodo, quien vive de este modo la política, también “escucha el clamor de los oprimidos” y procura organizar el mundo a partir de una justicia amorosa y radical que defienda la causa de los pequeños.

No se trata solo de servir a los oprimidos, sino de partir de ellos, como sujetos y protagonistas. Es una política espiritual justamente porque no se restringe a la representación parlamentaria o a lo que la sociedad oficial llama “democrática”. Promueve la participación ciudadana. Toda la revelación bíblica es justamente un llamado a reconocer esta ciudadanía, por la cual todos los seres humanos son hermanos unos de otros porque son hijos e hijas de Dios.

7. 2 - Un estilo de vida sobrio y anticonsumista.

Uno de los criterios fundamentales para verificar la autenticidad de una opción revolucionaria es la sobriedad en el estilo de consumo y de vida. Todo mundo sabe que, si sigue adelante el camino indicado por la sociedad dominante, la humanidad se dirige a callejón sin salida.

Si toda la población del mundo pasase a consumir como los estadounidenses, serían necesarios otros tres planetas iguales a este para garantizar productos y servicios básicos, como agua, energía y alimentos para todo el mundo. La única salida es que todos nosotros, seres humanos, adoptemos modelos de producción y de consumo sostenibles.

Es un desafío para el socialismo del siglo XXI no repetir los mismos modelos de “progreso” que, en el pasado, fueron responsables de la destrucción de la naturaleza, tanto en los países capitalistas como en el eje llamado “socialista”. Quien busca el camino de la espiritualidad opta por la sobriedad, tanto por las razones de justicia y equidad social aquí ya descritas, como por una opción de vida espiritual propuesta por los grandes líderes de las tradiciones espirituales (Buda, Jesús, Francisco de Asís y otros), y a través de los caminos que actualmente nos ayudan a alcanzar la unificación del corazón y la unidad interior.

7. 3 - Pasos concretos de una espiritualidad socialista.

La espiritualidad es gracia divina y camino de amor realizado en la vida diaria, a partir de nuestras fragilidades personales y de los obstáculos que todos encontramos en la vida. En la tradición cristiana, la experiencia mística está marcada por un proceso o camino en el que se avanza hasta la unión con lo divino.

En la Edad Media, místicos cristianos formularon este proceso del aprendizaje místico en tres etapas, que no van una después de otra mecánicamente, sino que pueden sucederse o ser concomitantes. La primera etapa de la espiritualidad sería de purificación interior. La segunda consistiría en una actividad de iluminación espiritual y la tercera es propiamente la meta de la vida mística: la intimidad con lo divino.

Hoy no solemos repartir este proceso en etapas así tan delineadas. Si lo hiciéramos, ciertamente, veríamos más bien la etapa de la liberación de varios condicionamientos sociales y culturales que nos dificultan una vida interior más profunda, así como vivir un pleno compromiso en el proceso nuevo de la sociedad.

7.3.1 - La llamada “vía purgativa” o purificación de la vida activa.


En lenguaje bíblico se puede comprender esta etapa como el proceso de conversión. Es la parte de renuncia necesaria en el camino de la santidad. Hoy, en una espiritualidad socialista, se puede comprender este proceso como el esfuerzo de lo que Gorbachov proponía a la Unión Soviética en el tiempo de las reformas: transparencia (glasnost) y reestructuración (perestroika), actitudes que llegarían a ser virtudes del sistema, de la estructura abierta a cambios, pero comienza a nivel personal: una búsqueda permanente de veracidad personal, una apertura continua de revisión de la propia vida, tanto a nivel de la autocrítica, como de recepción de las críticas de los otros. Y asumir las “cosas duras y difíciles”, a las cuales los antiguos se referían como necesarias (el Evangelio se refiere al camino estrecho y arduo de la fe), como elementos de purificación para una superación del propio yo y de avance hacia el misterio divino.

7.3.2 - La vía iluminativa o iluminación de la vida interior-

Se trata de procurar un mayor conocimiento existencial (no sólo intelectual) y comprensión interior de la fe, de las Escrituras y de las verdades espirituales. Es un proceso de descubrimiento, como se da en el amor. No se conoce a quien no se ama. Al mismo tiempo, quien ama, aunque no pierda el sentido crítico, acepta y asume al otro tal como es.

En la espiritualidad actual sería la dimensión de concientización espiritual que la gnosis considera como el conocimiento de la perfección, que sería fruto o fuente de la unidad con lo divino. En las últimas décadas, muchas veces en nuestros ambientes se habló de la concientización como elemento esencial a la educación y a la responsabilidad de todos. Se trata de una participación activa y consciente que aproxime a todas las personas involucradas en el proceso social.

7.3.3 - La vía unitiva o unión de la vida contemplativa.


Es la meta de todo camino espiritual: la fruición o gozo de amor unitivo en los místicos y místicas de todas las tradiciones espirituales. En la tradición cristiana, esta etapa o momento supremo de la mística se llamó contemplación, comprendida no como algo estático, sino como proceso de visión a partir de la fe, que podría ser comparado con un camino oscuro en el que sólo poco a poco se produce alguna claridad.

En todas las tradiciones espirituales, esto que estamos denominando vía unitiva no es privilegio solamente de almas extraordinarias, sino que es accesible a toda persona que busca. Las religiones monoteístas se apoyan más en el camino oscuro de la fe, pero de todos modos, en un proceso de espiritualidad socialista, hay algo de esta etapa en el amor revolucionario, capaz de anticipar victorias y conquistas y de mantenerse fiel incluso en momentos duros y en el martirio.

De hecho, aquí se sitúa la mística del martirio, por la cual la persona da su vida por alguien o por la causa que abrazó (el reino, la justicia, la tierra para todos y muchas más). Sin esta dimensión del «ver antes de ver» y de ser capaz de disfrutar la alegría interior de la fiesta de lo todavía no sucedido, sería mucho más difícil la mística de dar la vida por la causa.

Michel de Certeau, intelectual y cristiano francés, afirmaba: “Es mística la persona que no consigue parar de avanzar y, con la certeza de lo que le falta, sabe de cada lugar y objeto que no es eso y que no puede contentarse sólo con eso. El deseo crea un exceso. La persona excede, siempre quiere ir más lejos. No habita en ninguna parte. Es habitada...”[10].

7. 4 - El paso primero y permanente de la conversión.

En los evangelios, Jesús insiste que un primer paso en este camino es la necesidad permanente y urgente de “conversión” interior (metanoia). En los grupos religiosos, a veces aún se concibe esta conversión como algo intimista y ligado exclusivamente a la dimensión moral de la vida. Sin duda, esto forma parte del proceso, pero cuando decimos “con-versión”, estamos refiriéndonos inmediatamente a un proceso comunitario (con).

La Biblia lo entiende como “retomar un camino de vida de comunión”. Esta visión bíblica no es la de una perfección teórica, sino justamente la de un proceso. En los años 70 y 80, teólogos como Leonardo Boff y Jon Sobrino insistían en una espiritualidad basada en la realidad. Podemos comprender esta realidad en dos niveles:

1) En el plano personal: cada persona se asume como es y se sabe amada por Dios y con la vocación de ser divina, a partir de su realidad interior con sus problemas y fragilidades cotidianas.

2). En el plano social, convertirse a la realidad social para transformarla progresivamente. Esforzarse en encontrar a Dios y este camino de unificación interior y divinización a partir de los procesos reales de la sociedad en cuestión. Aquí, la conversión se concreta en el aprendizaje permanente de la vida común, tanto en sociedad, como en las relaciones más próximas. No se puede imaginar una persona que vive esto y tiene una profunda dificultad para vivir con los demás y éstos no soportan vivir con ella. Algo hay equivocado en ese proceso. La conversión supone que aprendamos a convivir y a adaptarnos a los demás, por opción espiritual.

7. 5 - Seguimiento de un método o camino.

De poco vale definir o intentar comprender los caminos del amor, que son inefables. Sin embargo, en el cristianismo se habla de “discipulado” o seguimiento de Jesús. Un hombre como Francisco de Asís vivió este esfuerzo de “hacerse semejante a Jesús” de tal modo que fue llamado “copia de Cristo en la Tierra”.

No se trata de una mera imitación de Cristo, sino de un seguimiento de Jesús en sus opciones y su práctica de vida. Ese mismo camino puede ser vivido en otras religiones, en la búsqueda espiritual de hacerse uno con lo divino, pero como mi experiencia de vida es buscar este camino en el cristianismo, permítanme que me extienda más ahora sobre este camino cristiano, citando algunos elementos considerados importantes en este recorrido:

- Desarrollar una espiritualidad de escucha.

La más conocida y común oración judía empieza con las palabras: Shemma Israel (Escucha, Israel...). En el diálogo con el misterio divino, quien primero debe tener la palabra es el Espíritu divino. En el cristianismo, los místicos/as y las personas espirituales desarrollaron para eso la lectura orante de la Biblia (lectio divina), en la cual las personas pueden saborear, rumiar la Palabra divina y dejarse impregnar gratuitamente por ella.

Creo que existen métodos semejantes en otras tradiciones mediante la repetición de mantras y apertura del corazón para escuchar el misterio presente en el universo. En la espiritualidad socialista, este cuidado se realiza mediante la capacidad de escuchar a los otros para discernir críticamente, cuando estas personas van más allá de sus propios intereses y de los conchabos políticos, son personas sagradas a través de las cuales Dios puede hablar, y nunca cerrarse al diálogo.

- Perfeccionar una profunda espiritualidad de la alianza.

Alianza significa intimidad de casamiento y de amor comprometido. Una de las características del catolicismo popular es una devoción de amor a los santos y santas de la piedad popular, mucho más que una religión basada en el cumplimiento medroso de la ley y de penitencias duras.

Algunos grupos espiritualistas actuales prefieren hablar en una inmersión en la divinidad que en “alianza” y casamiento con Dios. Probablemente las dos dimensiones (la que ve a Dios como un Tú divino y la otra que ve a Dios tan interiorizado en mí que no se distingue más de mí) son válidas y complementarias. Cada tradición desarrolla más una dimensión sin negar la otra.

- Una espiritualidad de la solidaridad.

La espiritualidad bíblica nos ayudó a retomar una mística de la solidaridad que hizo que mucha gente arriesgase su vida por los demás. En las comunidades más pobres se extendió una manera de vivir la fe que se expresa en la comunión y en la defensa de los más débiles e injusticiados: los campesinos sin tierra, los niños de la calle, la mujer oprimida y todos los excluidos de la sociedad. Esta mística martirial ha sido muy frecuente en América Latina y, sin duda, debe ser desarrollada en el camino de un socialismo del siglo XXI.

- Una espiritualidad de diálogo con el diferente.

Esta inmersión en la realidad de los pequeños no puede ser solamente social y política, sino que debe tomar la expresión de comunión con las culturas y la valoración de las religiones populares con su profunda dimensión mística y espiritual. Estas expresiones de comunión con la naturaleza y de sabiduría de la vida contribuyeron a la defensa y la resistencia de estas culturas perseguidas.

Actualmente los cristianos las apreciamos mucho, porque percibimos en ellas valores que nos ayudan y también porque tenemos con las culturas oprimidas una deuda moral.

7. 6 - El tema de la oración.

En las tradiciones espirituales monoteístas, la oración es el diálogo abierto, libre e íntimo con la Divinidad. En la Biblia, la tradición judaica dice que existen dos imágenes para la oración bíblica. Una es la “lucha de Jacob con el ángel” (Gn 32).

La oración se da, como decía san Juan de la Cruz, en la “noche oscura el alma” y une al amado con la amada (el alma), pero en la soledad y en la nada. Esta perseverancia que algunos padres del desierto describen como “ir hasta el infierno” con Dios es un deseo del corazón.

San Agustín enseñaba que “querer orar ya es orar” (sermón sobre el salmo 36 en su Comentario sobre los Salmos). Se trata de unirse a Dios y vencer las tentaciones de la dispersión y de la fragmentación interior. Ahí la oración toma la forma de ascesis y de método de vida. La otra forma de oración bíblica es la de la unión mística. Algunos profetas comparan esta unidad con el orgasmo o gozo matrimonial que une a la esposa y el esposo (Cantar de los Cantares y Oseas). Es la oración gustosa que la persona saborea como placer.

Podemos distinguir entre la oración como actitud de vida, postura de comunión permanente con el misterio divino y la oración como ejercicio. La oración como ejercicio (rezar interiormente o celebrar comunitariamente) se hace para llegar a la oración permanente de la vida. La oración en la comunidad o la celebración tienen una dimensión de sacramento, en el sentido de algo objetivo que, independientemente de la fe individual o de la devoción del momento, cumple el papel de método de intimidad con lo Divino. Pero es indudable que la oración comunitaria sería meramente formal si no se apoyase en la devoción personal.

7. 7 - Una economía eucarística.

Habrá quien piense que “economía” no tiene nada que ver con “eucaristía”. Sin embargo, el término “economía” en su etimología significa administrar bien la casa (oikos).

Es un término usado en los escritos de los antiguos teólogos griegos, como Basilio de Cesarea, Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo (siglo IV) para designar el proyecto divino de salvación. Se oponía a la economía del imperio, o sea, al proyecto social y político del mundo. Se considerada economía divina dispensar o distribuir los bienes divinos, así como un padre o madre de familia reparte la comida y los bienes de la casa con sus hijos.

Así, el sacramento de la “eucaristía” era un elemento importante de la economía divina, tanto por ser dada por Dios, como por la propia naturaleza de la cena de ser comunión, o sea, repartición del pan y del vino, así como de la vida que se pone en común. El término griego eucaristía significa acción de gracias y corresponde a la beraka (bendición) hebraica sobre los alimentos, sobre las personas y la propia vida.
 
En la tradición de las Iglesias, se cambió a eucaristía el nombre del rito que se llama “Cena del Señor” o la Misa. Designa el gesto de amor con el cual Jesús, la víspera de su muerte, cena con sus discípulos y, probablemente, discípulas. Era el ambiente de la fiesta pascual judía. Fue una cena en la cual él se colocó como servidor de todos e hizo un gesto para indicar la manera de dar la vida que él quería de todos sus seguidores.

No fue tanto un rito como una profecía. La cena del Señor se colocó dentro del proyecto de “comensalidad abierta que Jesús inauguró” (expresión de John Crossan). En una sociedad en la cual cenar juntos era señal de un compromiso asumido en común, él insistía en cenar con los pobres y pecadores. La cena del Señor tuvo, ante todo, este carácter de profecía de un mundo diferente y nuevo.

El rito se llama “eucaristía” como “sacramento”, es decir, señal. Sólo tiene sentido si la señal se refiere a una realidad previa. Si la señal es sólo una señal, sería como un gesto de cariño aislado de amor o dado por conveniencia. Para Jesús, el gesto eucarístico fue indicador de que él iba a dar su vida por los otros. Jesús no habría ordenado a sus discípulos hacer el gesto en sí, sino principalmente aquello que el gesto indica: dar la vida a los demás. Entonces la eucaristía es vivir una dimensión de gratuidad (la palabra significa “acción de gracias”) y de compartir que crea comunión donde no existe.

En el mundo actual, la economía se considera la ciencia del dinero y de las finanzas, aunque sea bastante más que esto. Y el sistema social y económico del mundo está pensado para ser antieucarístico. En vez de comunión, crea explotación, competencia, y tiene como consecuencia la exclusión de la mayor parte de la humanidad de los bienes y recursos de la vida. Una espiritualidad socialista es eucarística porque rompe con el dogma del mercado como ídolo absoluto e insiste en una visión económica alternativa como la “economía solidaria” y un mercado que sea justo con los más pobres[11].

Sin duda es eucarística la concepción de la economía y la política oriunda de los pueblos andinos que, como ya vimos aquí, se preocupa de que todos vivan bien. Aunque algunos líderes latinoamericanos como Hugo Chávez y Evo Morales tuvieran realmente todos los defectos que sus adversarios les atribuyen, si colaboran para que la tierra sea repartida, la renta nacional mejor distribuida, la educación más democrática y para que la gente pase menos hambre, con todos los limites que puedan tener, aunque nunca hubieran tenido ninguna relación con la dimensión religiosa de la vida o de la sociedad, podrían ser saludados como ministros de la eucaristía en cuanto dimensión de la vida compartida.

Forma parte de esta dimensión eucarística de la espiritualidad el cuidado del cuerpo propio y el de los otros, la valoración de la corporeidad como expresión de la presencia divina en el mundo, así como el cuidado ecológico de todos los seres vivos. La eucaristía nos sitúa en una comunión más amplia que la de los humanos. Ella nos revela lo que somos por naturaleza: una unidad total con todo el universo.

7. 8 - Un socialismo basado en el pluralismo cultural.


La pluralidad de culturas con el pluralismo religioso que conllevan es una realidad de la cual no hay como escapar. El rostro del mundo actual llega a ser una pluralidad de pluralismos. Es importante no ver esto como un mal inevitable con el que tenemos que convivir, sino al contrario: es como una riqueza de posibilidades, una apertura inmensa de caminos nuevos y creativos.

En términos teológicos, puede decirse que es una gracia que contiene como una nueva revelación de la presencia divina. Cuanto más en contacto entramos con las culturas oprimidas, más nos damos cuenta de que son fuente de sabiduría para toda la humanidad.

En términos religiosos, no se trata solamente de creer que, así como la Biblia contiene la Escritura de una revelación divina para las comunidades judías y cristianas, el Corán sería válidamente lo mismo para los musulmanes, los Vedas para los hindús y así sucesivamente. Es más que esto. Es creer que, como cristiano, yo recibo una revelación divina de la Palabra que Dios dirigió a otros, como los musulmanes, los budistas, los creyentes de tradición indígena o afrodescendiente, y así con todas las demás.

Estas múltiples revelaciones dicen algo nuevo sobre Dios y sobre nosotros mismos. No para hacernos cambiar de religión, sino para abrir nuestra fe a la diversidad de palabras divinas dadas por amor a la humanidad. El camino espiritual del pluralismo cultural y religioso nos debe hacer encontrar esta unidad en la diversidad en el propio ser divino.

Es lo que llamamos “hierodiversidad”[12]. La diversidad es buena y santa porque la propia vida, en sí misma, es diversa. Según laConvención sobre Diversidad Biológica, la “biodiversidad” no es solamente la variedad de organismos vivos que existen en la tierra, las aguas y el aire. Es mucho más que eso. Es la complementariedad y la relación que existen entre ellos.

La vida se forma cuando diversos microorganismos interactúan y componen una red compleja que forma el cuerpo vivo de una planta o animal. Para vivir, cada ser depende de la salud de su organismo, pero también de una red de vida, lo que se llama el “ecosistema”.

La espiritualidad socialista aplica el mismo principio a las culturas. Ningún grupo puede vivir sin integrarse con otros. La religión puede servir como método para que nos volvamos más humanos. Lo que estoy llamando hierodiversidad atraviesa las comunidades religiosas, pero va más allá de las religiones. Permite vivir la fe sin cerrarse en un sistema. Los procesos revolucionarios actuales deben ser abiertos a la espiritualidad panecuménica e intercultural y ofrecerse como espacio de convivencia y de actuación de cristianos y creyentes de otras religiones.

Esta propuesta implica enraizarme en mi cultura, pero precisamente para ser capaz de volverme –como decía el padre Ernesto Balducci– “un ser humano planetario”. Él lo explica: “Sin negar nada de lo que soy, debo intuir una nueva identidad de creyente. El ser humano planetario es pos-cristiano, en el sentido de que a él no se adaptan determinaciones que lo separan del común de los otros seres humanos (...). La expresión neo-testamentaria con la cual mejor se expresa mi fe es la que aparece varias veces dicha por apóstoles y profetas en los libros de los Hechos y del Apocalipsis: ‘soy solamente un ser humano’. (...) Esta es mi profesión de fe, en forma de esperanza. Quien todavía se profesa ateo o laico y necesita un cristiano para complementar la serie de representaciones en el palco de la cultura que no me busque. Yo no soy más que un simple ser humano”[13].

7. 9 - El rescate de la sacralidad de la Palabra.

No se hace política sin la palabra. Tampoco se vive la fe sin la palabra. Como decía san Pablo: «la fe viene por el oído» (Rm 10, 17). Ahora bien, vivimos en un mundo en el cual la palabra es transformada en publicidad y es utilizada para vender cualquier producto. Hoy existe una tendencia a “vender” la fe como un producto de publicidad, así como los políticos pagan a especialistas en marketing para dirigir sus campañas electorales y hasta para definir sus programas de gobierno. En este contexto, la palabra pierde valor y ya no se sabe en qué creer.

La gran filósofa española María Zambrano enseñaba que “existe una ligazón profunda entre la palabra y la política”. Hoy es urgente y necesario repensar este tema y rescatar la dignidad de la palabra. Paulo Freire proponía que en los círculos de alfabetización de adultos se descubriesen “las palabras-llave” y se partiese de ellas para aprender. En la política también existen palabras-llave. No existe política sin palabra. Lo importante es descubrir lo que hay de verdad y de vida “por detrás de las palabras”.

Las palabras humanas por su propia naturaleza son coyunturales y limitadas, sin embargo es necesario cultivar un cuidado espiritual con el uso de la palabra. Verdad y mentira son conceptos que vale la pena revisitar siempre. Bajo ninguna hipótesis la palabra empeñada puede ser degradada en una publicidad violenta y engañosa. Lo que constituye la revelación bíblica es la promesa divina y la realización progresiva e incluso problemática de esta promesa. Pero lo fundamental de la fe es poder dar testimonio: “Dios no es tramposo. No es alguien que promete y no cumple”.

Por eso, las personas de fe se comprometen a ser testigos de la veracidad divina en el proceso de la historia. Al ser interrogado y a punto de ser condenado por el gobernador Poncio Pilatos, éste preguntó a Jesús: “Entonces, ¿tú eres rey?”. Jesús respondió: “Tu lo dices. Para esto nací y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad (del reino) y toda persona que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18, 37).

Esta relación entre palabra y política es un reto para todo proceso revolucionario, como lo es para los cristianos que creen que la palabra divina se hizo humana y viene a nosotros a través de las culturas y palabras y gestos de cada día. El compromiso con la veracidad de la palabra no elimina la ambigüedad de los procesos ni el vaivén de los problemas afrontados. Exige de quien habla y de quien se entrega, el compromiso de ser entero en la propuesta y la coherencia de vida.

7. 10 - El desafío del poder y la espiritualidad del servicio.

En cualquier sociedad organizada no hay modo de eludir la cuestión del poder. Jesús propone a los discípulos una especie de “solidaridad horizontal y radicalizada” que democratizaba el poder y criticaba a los poderosos y ricos (cf. Sant 2, 1-3). Incluso los primeros discípulos de Jesús no siguieron esta norma y siempre se implicaron en la búsqueda del poder con todas sus seducciones.

Lamentablemente a lo largo de la historia ocurrió lo mismo en las instituciones eclesiásticas, que sufrieron divisiones en gran parte por cuestiones de poder y autoridad (cuál obispo o patriarca mandaba más), pero esto también se dio en el juego del poder social y político.

Para imponerse, el poder, sea político o religioso, contiene o porta siempre cierto nivel de violencia simbólica o incluso real.

Don Pedro Casaldáliga ilumina: La Utopía continúa, a pesar de todos los pesares. Escandalosamente desactualizada en esta hora de pragmatismo, de productividad a toda costa, de postmodernidad escarmentada. (…) Esta Utopía está en construcción; somos obreros de la Utopía. La proclamamos y la hacemos; es don de Dios y conquista nuestra. Así queremos ‘dar razón de nuestra esperanza’ (1 Pe 3). Intentemos, entonces, vivir, con humildad y con pasión, una esperanza coherente, creativa, subversivamente transformadora [14]. + (PE/Adital)

(*). Marcelo Barros es monje benedictino, teólogo y biblista. Fue ordenado presbítero por el arzobispo Helder Câmara, con lo cual Marcelo ha trabajado ocho años como secretario para ecumenismo. Marcelo es uno de los fundadores del Centro Ecuménico de Estudios Bíblicos (CEBI) en Brasil. Es consejero de las comunidades eclesiales de base y de los movimientos populares. Es miembro de la Asociación Ecumenica de los Teólogos/as del Tercer Mundo (ASETT) y tiene 37 libros publicados en Brasil y otros países. Su 38º libro es: "Espiritualidad para Nuestra América” (Ed Nhanduti, São Paulo, 2011)].

NOTAS:

[1] Datos del autor, ver arriba.

[2] SÍLVIO CACCIA BAVA, «A Crise e as Oportunidades», en Le Monde Diplomatique Brasil, junio 2009, p. 09.

[3] - Cf. BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS, «La izquierda tiene el poder político, pero la derecha continúa con el poder económico», en Caros Amigos, marzo 2010, p. 42.

[4] Cf. MICHAEL LOWY, «A Dimensão Cultural do Socialismo», en Cadernos Fé e Política, n. 11 (1994), p. 33-34.

[5] JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI, El Hombre y el Mito, El alma matinal, Biblioteca Amauta, Lima, 1970, p. 22.

[6] H. URS VON BALTHASAR, Das Evangelium als Norm und Kritik aller Spiritualitat, citado por ÉDOUARD DOMMEN, «Autour du sens et de l´identité», en la obra colectiva coordinada por FRÉDERIC P. PIGUET, Approches Spirituelles de l´Écologie, Charles Léopold Mayer, Paris, 2003, p. 15.

[7] JON SOBRINO, El principio misericordia, Sal Terrae, Maliaño, 2007. Publicado en portugués por Vozes, Petrópolis, 1991.

[8] Ver JOSÉ MARÍA CASTILLO, «Situación sociorreligiosa y espiritual de nuestra sociedad», en XXIV CONGRESO DE TEOLOGÍA, Espiritualidad para un mundo nuevo, Centro Evangelio y Liberación, Madrid, 2004, p. 35.

[9] CLAUDIA KOROL, «El ser humano como ser político», en Agenda Latinoamericana Mundial 2008, p. 32,

[10] MICHEL DE CERTEAU, Le voyage mystique, B.S.R/Le Cerf, Paris, 1988, citado por PIERRE GIRE, «Le Christianisme en dialogue avec ses mystiques», en Chémins de Dialogue 18, 2001, p. 143.

[11] Los teólogos brasileros que han desarrollado más esta relación entre Espiritualidad, Teología y Economía son Hugo Assman y Jung Mo Sung.

[12] MARCELO BARROS, Moradas do vento nos caminhos humanos (para uma teologia da hiero-diversidade), en Revista Concilium, número 1, año 2007.

[13] ERNESTO BALDUCCI, L´Uomo Planetario, Camunia, Brescia, 1985, p. 189 (la historia del navío).

[14] PEDRO CASALDÁLIGA, «Hacia un socialismo nuevo, la Utopía continúa», Carta introductoria de la Agenda Latinoamericana Mundial, 2009, p. 10 y 11.

http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=9426


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sábado, 6 de noviembre de 2010

La materia no existe. Todo es energía.

Leonardo Boff


El título de este artículo resulta una obviedad para quien entienda mínimamente la teoría de la relatividad de Einstein, que afirma que materia y energía son equivalentes. La materia es energía altamente condensada que puede ser liberada, como lo mostró lamentablemente la bomba atómica. El camino de la ciencia ha hecho más o menos el siguiente recorrido: de la materia llegó al átomo, del átomo a las partículas subatómicas, de las partículas subatómicas a los «paquetes de onda» energética, de los paquetes de onda a las supercuerdas vibratorias en once dimensiones o más, representadas como música y color. Así un electrón vibra más o menos quinientos billones de veces por segundo. La vibración produce sonido y color. El universo sería, pues, una sinfonía de sonidos y colores. De las supercuerdas se llegó, finalmente, a la energía de fondo, al vacío cuántico.

En este contexto, recuerdo siempre una frase dicha por W.Heisenberg, uno de los padres de la mecánica cuántica, en un semestre que dio en la Universidad de Munich en 1968 en el que pude participar, y que todavía suena en mis oídos: «El universo no está hecho de cosas sino de redes de energía vibratoria, emergiendo de algo todavía más profundo y sutil». Por lo tanto, la materia perdió su foco central en favor de la energía que se organiza en campos y redes.

¿Qué es ese «algo más profundo y sutil» de donde emerge todo? Los físicos cuánticos y astrofísicos lo llaman «energía de fondo» o «vacío cuántico», expresión inadecuada porque dice lo contrario de lo que la palabra vacío significa. El vacío cuántico representa la plenitud de todas las posibles energías y sus eventuales densificaciones en los seres. De ahí que hoy se prefiera la expresión pregnant void «vacío preñado» o la «fuente originaria de todo ser». No es algo que pueda ser representado en las categorías convencionales de espacio-tiempo, pues es algo anterior a todo lo que existe, anterior al espacio-tiempo y a las cuatro energías fundamentales, la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear fuerte y la débil.

Algunos astrofísicos lo imaginan como una especie de vasto océano, sin márgenes, ilimitado, inefable, indescriptible y misterioso en el cual, como en un útero infinito, están hospedadas todas las posibilidades y virtualidades de ser. De allí emergió, sin que podamos saber cómo ni por qué, aquel puntito extremadamente lleno de energía, inimaginablemente caliente que después explotó (big bang) dando origen a nuestro universo. Nada impide que de aquella energía de fondo hayan surgido otros puntos, gestando también otras singularidades y otros universos paralelos o en otra dimensión.

Con la aparición del universo, irrumpió simultáneamente el espacio-tiempo. El tiempo es el movimiento de la fluctuación de las energías y de la expansión de la materia. El espacio no es el vacío estático dentro del cual todo sucede, sino aquel proceso continuamente abierto que permite que las redes de energía y los seres se manifiesten. La estabilidad de la materia presupone la presencia de una poderosísima energía subyacente que la mantiene en este estado. En realidad, nosotros percibimos la materia como algo sólido porque las vibraciones de la energía son tan rápidas que no alcanzamos a percibirlas con los sentidos corporales. Pero para eso nos ayuda la física cuántica, justamente porque se ocupa de las partículas y de las redes de energía, que nos abren esta visión diferente de la realidad. La energía es y está en todo. Sin energía nada podría subsistir. Como seres conscientes y espirituales, somos una realización complejísima, sutil y extremadamente interactiva de energía.

¿Qué es esa de energía de fondo que se manifiesta bajo tantas formas? No hay ninguna teoría científica que la defina. Además necesitamos de la energía para definir la energía. No hay como escapar de esta redundancia, observada ya por Max Planck.

Esta Energía tal vez sea la mejor metáfora de lo que significa Dios, cuyos nombres pueden variar, pero señalan siempre la misma Energía subyacente. Ya el Tao Te Ching (§ 4) decía lo mismo del Tao: «El Tao es vacío, imposible de colmar, y por eso, inagotable en su acción. En su profundidad reside el origen de todas las cosas y unifica el mundo».

La singularidad del ser humano es poder entrar en contacto consciente con esta Energía. Él puede invocarla, acogerla y percibirla en forma de vida, de irradiación y de entusiasmo.

http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=402

domingo, 12 de septiembre de 2010

Conductas humanas


Julio Monsalvo

En nuestras dos últimas cartas planteábamos que el capitalismo y la ciencia son conductas humanas. Las conductas humanas son diferentes según sea la cultura a la que pertenecen, pues expresan distintas maneras de entender el mundo.

La cultura occidental es la que genera el capitalismo y la ciencia hegemónica. ¿Cómo es la visión del mundo de los humanos de esa cultura? ¿Cuál es su paradigma, es decir, cuáles son los valores que han sido consensuados?

Uno de sus valores es el sentido de superioridad del ser humano considerándose el centro de todo, razón por la cual el paradigma de la Cultura Occidental es llamado “Antropocéntrico”.

A nuestro entender, lo esencial  de esta cultura, es que los humanos se ven por fuera de la Naturaleza, con derecho a poseer y acumular. Debemos “subyugar a la naturaleza, presionarla para que nos entregue sus secretos, atarla a nuestro servicio y hacerla nuestra esclava”, decía  Francis Bacon,  en los albores de la Modernidad.

El antropocentrismo  genera las conductas suicidas que están causando  tremenda devastación al Planeta, que es nuestro hogar.  El calentamiento global es una de sus manifestaciones.

El  “Acuerdo de los Pueblos”, declaración final de la Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático, propone un modo de convivir que “restablezca la armonía con la naturaleza y entre los seres humanos”.

Para ello, añade,  “planteamos a los pueblos del mundo la recuperación, revalorización y fortalecimiento de los conocimientos, sabidurías y prácticas ancestrales de los Pueblos Indígenas, afirmados en la vivencia y propuesta de “Vivir Bien”, reconociendo a la Madre Tierra como un ser vivo, con el cual tenemos una relación indivisible, interdependiente, complementaria y espiritual.”

Se trata de abrazarnos a una cultura que genera conductas diferentes.  ¿Cómo ve el mundo esta otra cultura?

Desde hace tres décadas, viviendo y trabajando en el norte de mi país, Argentina, me encuentro con los Pueblos Originarios Qom, Wichí, Pilagá, Mocoví, Guaraní y con comunidades de familias campesinas criollas. Todos estos grupos humanos tienen particularidades que los identifica y los hace singulares, tales como idioma, alimentos, organización social, arte y otras.

Sin embargo, en mi percepción personal, todas y todos se sienten parte de la Naturaleza, vida dentro de la Vida.

El mayor regalo que he recibido, es recuperar el sentido de pertenencia a la Naturaleza. Alguna vez fui también Pueblo Originario.

La esencia de esta cultura es el valor de la Vida, el sentido de pertenencia que nos induce a sentir naturalmente que la Vida es el centro. De allí que la llamamos Cultura Biocéntrica. También se la llama “Matrística” por sus características cooperativas, intuitivas y respetuosas de la Vida.

Este sentido de pertenencia genera otra ética, otro modo de convivir y también otra ciencia

La Vida es un entramado de relaciones y los seres humanos, en esta trama, somos una hebra más.

Hasta la Victoria de la Vida Siempre!+ (PE)

 (*) Ver El Capitalismo es una Conducta Humana PreNot 9049 del 100824; La ciencia también es una conducta humana PreNot 9064100902

PreNot 9076100909
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=9076


sábado, 19 de junio de 2010

La espiritualidad en la construcción de la paz

Leonardo Boff

Todos los factores y prácticas en los distintos sectores de la vida personal y social deben contribuir a la construcción de la paz tan ansiada en los días actuales. Los esfuerzos serían incompletos si no incluyésemos la perspectiva de la espiritualidad.
La espiritualidad es aquella dimensión en nosotros que responde a las preguntas últimas que acompañan siempre a nuestras búsquedas. ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Cuál es el sentido del universo? ¿Qué podemos esperar más allá de esta vida?

Las religiones suelen responder a estas inquietudes, pero ellas no tienen el monopolio de la espiritualidad. Ésta es un dato antropológico de base como la voluntad, el poder y la libido. Emerge cuando nos sentimos parte de un Todo mayor. Es más que la razón; es un sentimiento oceánico de que una Energía amorosa origina y sustenta el universo y a cada uno de nosotros.

En el proceso evolutivo del que venimos, irrumpió un día la conciencia humana. Hay un momento de esta conciencia en que ella se da cuenta de que las cosas no está lanzadas aleatoriamente ni yuxtapuestas, al azar, una al lado de la otra. Ella intuye que un «Hilo Conductor» pasa a través de ellas, las liga y las religa.

Las estrellas que nos fascinan en las noches cálidas del verano tropical, la selva amazónica en su majestad e inmensidad, los grandes ríos como el Amazonas, llamado con razón río-mar, la profusión de vida en los campos, el vocerío sinfónico de los pájaros en la selva virgen, la multiplicidad de las culturas y de los rostros humanos, el misterio de los ojos de un recién nacido, el milagro del amor entre dos personas que se quieren, todo eso nos revela cuán diverso y uno es nuestro mundo universo.

A este «Hilo Conductor» los seres humanos le han dado mil nombres, Tao, Shiva, Alá, Yahvé, Olorum y muchos más. Todo se resume en la palabra Dios. Cuando se pronuncia con reverencia este nombre algo se mueve dentro del cerebro y del corazón. Neurólogos y neurolingüistas han identificado el «punto Dios» en el cerebro. Es un punto que hace subir la frecuencia hertziana de las neuronas como si hubiesen recibido un impulso. Esto significa que en el proceso evolutivo surgió un órgano interior mediante el cual el ser humano capta la presencia de Dios dentro del universo. Evidentemente Dios no está solamente en este punto del cerebro, sino en toda la vida y en el universo entero. Sin embargo a partir de este punto quedamos habilitados para captarlo. Y todavía más, somos capaces de dialogar con Él, de elevarle nuestras súplicas, de rendirle homenaje y de agradecerle el don de la existencia. Otras veces no decimos nada. Silenciosos y contemplativos, lo sentimos solamente. Y entonces nuestro corazón se dilata a las dimensiones del universo y nos sentimos grandes como Dios o percibimos que Dios se hace pequeño como nosotros. Se trata de una experiencia de no-dualidad, de inmersión en el misterio sin nombre, de una fusión de la amada y el Amado.

Espiritualidad no es solamente saber, sino principalmente poder sentir las dimensiones de lo humano radical. El efecto es una profunda y suave paz, que viene de lo Profundo.

La humanidad necesita con urgencia esta paz espiritual. Ella es la fuente secreta que alimenta a la humanidad en todas sus formas. Irrumpe desde dentro, irradia en todas las direcciones, eleva la calidad de las relaciones y toca el corazón de las personas de buena voluntad. Esa paz esta hecha de reverencia, de respeto, de tolerancia, de comprensión benevolente de las limitaciones de los otros, y de la acogida del Misterio del mundo. Ella alimenta el amor, el cuidado, la voluntad de acoger y de ser acogido, de comprender y de ser comprendido, de perdonar y de ser perdonado.

En un mundo perturbado como el nuestro, nada hay de más sensato y noble que anclar nuestra búsqueda de la paz en esta dimensión espiritual.

Entonces la paz podrá florecer en la Madre Tierra, en la inmensa comunidad de la vida, en las relaciones entre las culturas y los pueblos, y aquietará el corazón humano cansado de tanto buscar.

http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=384

martes, 18 de mayo de 2010

Amor corporal

Emma Martínez Ocaña

¿Puede existir un amor que no sea corporal?. Si aún estamos en el paradigma dualista puede resultarnos extraña esta pregunta pues en este paradigma el cuerpo no es precisamente el lugar del amor  o quizás lo sea sólo del amor erótico-sexual.

Sin embargo en una cosmovisión unificada, holística lo que se hace imposible es no vivirnos como el cuerpo que somos. No “tenemos” un cuerpo, somos un cuerpo y por tanto solo nos es posible amar corporalmente, es más hasta que el amor no se haga cuerpo es sólo un buen deseo pero no una realidad histórica.

Somos un cuerpo.

Esta afirmación requiere por mi parte una clarificación de lo que quiero decir cuando expreso que somos un cuerpo, no que tenemos un cuerpo. El camino de recuperación de esta visión unificada nos orienta hacia una identidad corporal afirmada, amada y gozada. Somos un cuerpo unificado, en unidad indisoluble psique-soma, soma-mente, soma-espíritu. Todo lo que acontece en nuestra vida, en cualquier nivel de nuestra persona acontece en nuestro cuerpo y éste guarda memoria de ello.

Nuestro cuerpo es:

•    una realidad biológica, tiene sus leyes específicas de funcionamiento, que tiene una potencialidad y unos límites: resistencia, longevidad, energía belleza, salud,
•    una realidad sexuada que identifica a las personas e influye en sus opciones, comportamientos, relaciones, una realidad configurada socialmente,
•    un depósito y un productor de energía, y de vitalidad que poseemos y podemos mantener y o dilapidar,
•    es la presencialización de lo que somos, el "lugar" desde donde nos configuramos condicionados genética y culturalmente,
•    es el lugar de nuestra comunicación con los otros lo otro y Dios. Nos permite ser seres en relación, desde el cuerpo que somos nos relacionamos, y nos trascendemos,
•    es una realidad espiritual, ética, estética, lugar de verificar de nuestra fe.

Nuestro cuerpo si es la presencialización de nuestra persona que es espiritual tenemos que afirmar con verdad que nuestro cuerpo es espiritual o que nuestro espíritu es corporal, o que nuestro ser corporal es espiritual. Todo lo que acontece en nuestra vida pasa necesariamente por nuestro ser corporal.

No es fácil tampoco acotar la palabra amor. ¿De qué hablamos cuando hablamos de  amor?. Quizás sea una de las realidades de la vida que más interés ha suscitado y que ha llenado más páginas escritas.

Yo voy a referirme al amor como  una realidad que unifica y evoca tres maneras clásicas de definir tres maneras de  amar: amor como “ágape”, como “eros”, como “filia”. Con esas tres palabras se han descrito sobre todo tres manifestaciones clásicas del amor: “ágape”:amor materno-paterno; “eros” el amor erótico de pareja, “filia” el amor de amistad.

En este momento no me voy a referir a tres maneras de amar distintas sino a tres “ingredientes” del amor. Voy a referirme brevemente a cada uno de estos ingredientes para después  intentar mostrar cómo puede hacerse verdad en nuestro cuerpo y ser experimentado en otros cuerpos.
   
EL AMOR “ÁGAPE” es la manifestación del amor generoso que no está condicionado por la respuesta, aunque la desee y la agradezca. Amamos con amor de ágape cuando no estamos calculando nuestra entrega, cuando pasamos por la historia dando vida, cuidándola, defendiéndola con coraje y pasión, reconociendo el derecho de todo a existir por sí mismo y no sólo para nosotros. Nuestro amor es de ágape cuando busca la justicia, cuando trabaja por crear unas  condiciones que permitan el bienestar de todas las personas especialmente las más necesitadas. Un amor que se hace solicitud, compromiso con toda la vida, cuidado de las personas y del cosmos.

Nuestro cuerpo hace verdad nuestro amor de ágape cuando convertimos nuestras entrañas en lugar para acoger, en medio de dolores de parto el lento dilatarse de éstas para dar a luz lo mejor de nosotros mismos, cuando las convertimos en entrañas fecundas que engendran vida, esperanza, valores, dignidad en nuestro entorno, entonces nuestras entrañas son fecundas más allá de la biología. Cuando nuestras entrañas, como le pasó a Jesús de Nazaret, se estremece al ver el dolor de nuestro mundo, del cosmos gimiendo dolores enormes, se hacen entrañas de una misericordia operativa que busca los modos de hacer de esos dolores, dolores de parto y no de aborto. También nuestro corazón necesita aprender este amor de ágape que se entrega sin calcular egoístamente lo que da, sabiendo al tiempo tener discernimiento para darse sin perderse a uno mismo, sin perdernos el respeto a nosotros mismos.  Cuando nuestros pies, se hacen pies samaritanos, que se paran para acoger a los apaleados y robados del camino (hoy continentes enteros) ofreciéndoles lo mejor de sí para crear “proximidad” que sana, cura, carga con…Nuestras manos se hacen amor de ágape cuando son manos parteras de vida allí por donde pasan, sanan todo lo que tocan, abrazan, acarician. En definitiva pasan por la vida echando una mano, haciendo el bien.

EL AMOR DE “FILIA” es la manifestación del amor que crea vínculos profundos, que sostiene, acompaña, busca la felicidad del ser amado. El amor de filia expresa una manera de amar desde la libertad, la confianza, la reciprocidad y la fidelidad,  por eso se le considera el amor de amistad por excelencia, pero no sólo se expresa en la relación amistosa. Es el amor que nos lleva a comprometernos en la construcción de un nosotros, que se hace compañía, compañerismo inclusivo, más allá de los vínculos afectivos por eso es el amor que sabe hacerse hospitalidad frente a toda xenofobia, exclusivismo, integrismo. Quizás hoy más que nunca necesitamos cultivar una nueva sensibilidad inclusiva, que es una de las características del amor de filia, un amor que nos hace sentirnos próximos, cercanos, hermanados con todas las personas y toda la realidad. El amor de filia es un amor lleno de coraje para salvar juntos la vida, toda vida por insignificante que parezca.

Amamos con amor de filia cuando nuestros pies caminan por la vida creando senderos de amistad profunda, fiel, gozosa;  lazos de cercanía sanadora más allá de las fronteras del afecto, cuando en vez de provocar división, exclusión, individualismo generan caminos de compañerismo, confraternidad, compresión entre pueblos, culturas, ideologías, religiones diversas. Nuestro cuerpo expresa amor de filia cuando nuestro corazón crea vínculos profundos, sin miedos ni prejuicios, sabe generar amistad,(una realidad siempre particular) sin romper la fraternidad sino por el contrario favoreciéndola, cuando se hace casa abierta y compartida para todos especialmente para los sin hogar material y psicológico, cuando nuestros oídos no se cierran a los gritos de dolor y de placer de nuestros hermanos y hermanas del camino; cuando saben escuchar empáticamente sin juicios, condenas, etiquetas. Hacemos verdad esta dimensión del amor cuando nuestros ojos no pasan de largo indiferentes ni distraídos sino que saben mirar y reconocer, devolver dignidad, dar vida en vez de dejar que salgan de ellos miradas que matan, cuando se convierten en ojos vigías que avistan los náufragos del sistema, para evitar que sean silenciados o escondidos.

El amor de “eros” tradicionalmente identificado con el amor erótico-sexual de pareja es el amor de deseo de unión, de presencia, de compenetración, es la expresión del amor apasionado. Una característica del amor de “eros” es la valoración de lo amado, se manifiesta en una mirada que reconoce lo amado como valioso y atractivo y eso provoca en los destinatarios de ese amor en una consciencia de autovalía, autoestima. Podríamos definirlo como la atracción apasionada por lo valioso y el deseo de unirse a ello, deseo de unión que produce placer. El amor de eros al proceder de una mirada de reconocimiento y valoración es un amor sanador, reconstructor de identidades perdidas, liberador de encorvamientos ancestrales, de culpabilidades eternas.

Amamos con amor de eros cuando nuestros ojos son capaces de ver la realidad con verdad, con lucidez consciente para poder ver y sobre todo contemplar la unidad profunda de la realidad, como dicen algunos místicos, descubrir el manto inconsútil que forma todo lo que existe, entonces se convertirían en ojos amorosos, y por eso capaces de descubrir lo valioso, incluso la belleza, a veces muy oculta en lo profundo del ser, de toda persona y realidad. Ese descubrimiento nos provocaría un deseo de unirnos, vincularnos,  es decir hacer verdad en nuestra vida cotidiana, la unidad que somos. Nuestros ojos se convierten también en lugar para expresar esta dimensión del amor cuando ven y levantan, libran de encorvamientos, cegueras, sorderas, parálisis porque son capaces de devolver a las otras personas su auténtica talla, valía, belleza. Nuestro corazón muestra el amor de eros cuando palpita de pasión por lo Real, disfruta con la presencia de las personas que ama y guarda en el corazón sus nombres como su mejor tesoro; cuando es capaz de trabajar apasionadamente en reunificar todo lo disperso, dividido, roto de nuestro mundo. Nuestra piel, si ama con amor de eros, renuncia para siempre al “despelleje”, al ojo por ojo, a encerrarse en sus pequeñas fronteras, porque descubre que la verdad de nuestro ser no se acaba en los propios contornos de nuestro cuerpo, sino en toda la humanidad y toda la creación como “Cuerpo de Dios” y que cuando se cierra a su hermano se cierra a su propia carne. Vivimos el amor de eros cuando hacemos de nuestra sexualidad un lugar para el encuentro, sin miedo y sin tabúes, creando encuentros corporales constructores de identidad, cuando no hacemos de las diferencias de sexo y de orientación sexual un lugar para la marginación, la discriminación, la exclusión sino un lugar para vivir gozosamente la unidad fundamental que somos, en pluralidad y singularidad. Hacemos verdad el amor de eros cuando los cuerpos, en verdad, libertad y respeto se encuentran para gozar del amor que se hace erotismo, placer compartido, com-penetración, éxtasis de sí para entrar en la persona amada.

Finalmente hacemos verdad el amor eros cuando nuestra boca aprende  convertirse en “degustadora” de la vida, aprendiendo a gustar los sabores de la verdad, de la justicia, del Reino en la vida cotidiana y ayuda a otros a degustarlos; cuando aprender a hablar y callar como lenguaje de amor, que sabe bendecir y renuncia a la maledicencia, mal-dición que sabe besar y hace del beso sacramento del amor, que sabe sonreír con sentido del humor para no tomarnos a nosotros mismos demasiado en serio y no permitir que nos amarguen la vida.

Cuando todo esto acontezca, seremos testigos corporales del amor. Quizás nos pase lo que le paso a Jesús de Nazaret que los que vivieron con él dijeron: lo que han visto  nuestros ojos,  oído nuestros oídos y tocado nuestras manos es que el Dios de los cristianos es Amor y merece la pena creer en El.

Artículo publicado en: Crítica no 966 "La gramática del amor", Marzo-Abril 2010

jueves, 13 de mayo de 2010

Un mundo en emergencia

Emma Martínez Ocaña

Nos envuelve la noche de una crisis global que no afecta igual a todo el mundo: la noche de la injusticia, de la pobreza, del hambre de millones de seres humanos que provoca migraciones masivas; la noche de la corrupción y la impunidad; la noche de la compraventa de mujeres y niños; la noche ecológica que amenaza la vida del planeta; la noche en la defensa real de los derechos humanos; la noche de las grandes utopías, de las instituciones, de las grandes religiones, de la institución eclesial, de la disminución y envejecimiento de las congregaciones religiosas; la noche del individualismo egocéntrico, de la desconexión con los otros, lo otro y con la Fuente de la Vida; la noche del sentido, la noche de la ausencia de Dios.

Para transitar en la noche de nuestro tiempo necesitamos surcar el cielo de estrellas que la iluminen:

La estrella de la consciencia, del darse cuenta que es aprender a percibir lúcidamente la realidad propia y la de lo que nos rodea tal como es, no con etiquetas de nuestra mente, ni con fantasías que nos oculten lo que no queremos ver. Tony de Mello ponía en la consciencia el elemento imprescindible del crecimiento, para él la espiritualidad era la consciencia y el pecado la inconsciencia.

Cultivemos una consciencia lúcida para alumbrar los rincones oscuros del planeta, para hacer visible la espalda del mundo, para denunciar los náufragos del sistema y llamar la atención para que no sean engullidos o escondidos. Eso reclama de nosotr@s cultivar una espiritualidad de ojos abiertos, lúcidos,  de honradez con la realidad fáctica y con lo real que aún está en esperanza, en potencia para desplegarse.

Practiquemos el discernimiento para descubrir los mecanismos de alienación, de presión, de intimidación, de control de todos los poderes fácticos (medios de comunicación, poderes económicos, sociopolíticos y religiosos), que pretenden domesticar y acallar las voces críticas.

Como nunca necesitamos despertar del sueño de nuestra inconsciencia, de nuestro egoísmo individualista para despertar a la verdad de lo que somos, a la consciencia de la Unidad Profunda que nos constituye como el fondo último de nuestro ser, ahí nos descubriremos hijos y hermanos.

La estrella de la pasión por la vida, por toda vida por insignificante que parezca, especialmente por las  vidas más amenazadas.

Este es el desafío más urgente de nuestro tiempo y no podemos hablar de "espiritualidad" al margen de este reto.

Dar vida fue la pasión de Jesús. De tal manera debió ser así que el evangelista Juan pone en su boca, como expresión del sentido de su vida, estas palabras: "Yo he venido para que todos tengan vida y vida abundante" (Jn 10,10). Dar vida, protegerla, sanarla, cuidarla, defender su dignidad, denunciar todo lo que la amenaza y luchar contra ello fue en definitiva lo que le llevó a perder su propia vida y es el talante que hoy necesitamos cultivar para poder alumbrar la noche de nuestro tiempo.

Esta pasión por la vida reclama también de nosotros un éxodo de una espiritualidad demasiado antropocéntrica a una espiritualidad biocéntrica. Cuidar toda vida, protegerla, alentarla es un reto ineludible si queremos salvar el planeta y salvarnos nosotros en él.

La estrella de la compasión: la noche es peligrosa para los sin hogar, para los que duermen al raso sin protección alguna, indefensos ante los salteadores de turno de todos los tiempos.

Hoy tirados al raso mal heridos de muerte están continentes enteros. África es uno de los escandalosos. Por eso, en este tiempo de noche, urge encender la estrella de la compasión en nuestro corazón para que se deje afectar por el dolor y movilice nuestro cuerpo con un amor operativo que hace de nuestros pies pies que inician y reclaman una movilización ciudadana hacia un nuevo orden internacional más justo. Entonces se convertirán en pies samaritanos y nuestras manos serán manos sanadoras.

La estrella de la búsqueda. En la noche no se ve claro, los caminos no se distinguen con precisión, el miedo puede paralizar nuestros pies y hay que aprender a caminar con poca luz, convirtiendo nuestros pies en buscadores con otros, peregrinos en búsqueda de sentido, arriesgando a roturar senderos de una paz que se besa con la justicia, abriendo caminos nuevos hacia otro mundo posible.

Una búsqueda hacia el encuentro con nosotros mismos, con los otros, lo otro y el misterio que llamamos Dios.

Caminar no como quien lo tiene todo claro y va dando lecciones a los otros, sino como modestos buscadores de la verdad siempre inasible, sabiendo vivir en la inseguridad, uniendo nuestros pasos  vacilantes a otros pasos, de compañeros de camino, para juntos ofrecernos nuestros modestos senderos de luz, pero capaces de iluminar el paso de cada día.

La estrella de la contemplación. Necesitamos cultivar no sólo unos ojos que vean la realidad sino que sean capaces de contemplar, en medio de la noche la presencia de la Luz: una luz que brota de lo profundo de lo Real, del fondo del ser donde el Dios, fuente de vida, amor estructurante, lo sostiene todo; una luz que nos descubre nuestro ser esencial: hijos amados y hermanados con todos y con todo.

La noche reclama personas capaces de cultivar la experiencia mística, de ver la presencia del Dios invisible en medio de las realidades sencillas y cotidianas, en lo profundo del corazón de cada ser humano, de cada realidad viviente, de cada palmo de nuestra tierra, en el misterio  insondable del universo preñado de gracia.

Es tiempo de noche por eso nos animamos a cultivar en nuestras personas y comunidades la luz de la estrella de la consciencia, de la pasión por la vida, de la compasión, de la búsqueda, de la contemplación.


Emma Martínez Ocaña

    

viernes, 30 de abril de 2010

Es tiempo de amanecer

Emma Martínez Ocaña

Aún no es de día, pero amanece un tiempo nuevo, resuenan como dichas para nosotros las palabras de Isaías “Algo nuevo está naciendo, ¿no lo veis?” (Is 43,18-19).  ¡Es tiempo de esperanza!

Amanece una nueva conciencia planetaria, una nueva espiritualidad (al margen de las grandes religiones),  una nueva manera de intuir el misterio de Dios, una concepción novedosa del ser humano, una nueva mentalidad…

Estamos ante un cambio de paradigma, una transformación de grandes dimensiones. Algunas personas la comparan con lo que supuso el Neolítico para la historia de la humanidad. Los nombres para identificar este radical cambio se suceden: tiempo axial, cambio de eje, nueva conciencia holística, trans-histórica, tras-personal, trans-religiosa.

Amanece una sociedad global, planetaria, heterogénea, descentralizada, un ecumenismo planetario; un nuevo humanismo, una nueva lógica cultural del movimiento, innovación constante, creación de ciencia y tecnología. Caminamos hacia una sociedad dinámica basada en la continua transformación, indagación, verificación.

En esta nueva cultura el nuevo humanismo que amanece no será de sumisión, control, repetición del pasado, ni bloqueo del cambio, ni exclusivismos y exclusiones, sino de incitación a la co-creación, innovación, a la diferencia dentro de la globalidad.

Este nuevo humanismo reclama el cultivo de un nuevo talante: flexible, capaz de acoger la novedad continua y, al tiempo, lúcido para discernir y vivir de convencimientos profundos.

Necesitamos cultivar una espiritualidad que nos ayude a desarrollar personalidades con apoyos dentro y, por ello, menos manipulables, sabiendo vivir integradamente el amor a sí mismo, al otro, a lo otro y, en todo ello, a Dios.

Apuntan signos de esperanza de un nuevo despertar a una mayor lucidez y consciencia de los problemas planetarios: los Foros Sociales Mundiales, de donde brota un clamor unánime de que otro mundo es posible y necesario; la proclamación por parte de la ONU de los Objetivos de Desarrollo del Milenio para ir erradicando la pobreza en el mundo.

Amanece también un hambre de espiritualidad al margen de las religiones, entendida como hambre de profundidad, interioridad, silencio, experiencia de unidad.

Si es auténtica, esa experiencia no será para aumentar el ego y el narcisismo, sino para despertar a la consciencia de unidad que somos con toda la humanidad y, por tanto, como despertar de la compasión y el coraje en la búsqueda de la justicia.

Si es auténtica –y en nosotros estaría empujarla en esa dirección– será una experiencia de liberación del egocentrismo, de liberación de toda opresión que llevará a la militancia en los distintos movimientos de liberación actuales, es decir, a la lucha contra toda exclusión social, económica, patriarcal, racial, sexual.

Esta situación de novedad requiere de nosotros una espiritualidad adecuada a este momento histórico. Jesús de Nazaret ofreció a sus contemporáneos una novedad radical que pocos fueron capaces de acoger. ¿Seremos capaces nosotros hoy de vivir esa radical novedad y trasmitirla a nuestro mundo?

Estamos todos hartos de palabras que nos suenan a vacías, repetitivas, estereotipadas…, que nos dejan frío el corazón e indiferente nuestra cabeza. Nuestro tiempo requiere no predicadores que invitan a creer sino personas que impulsan a encontrarse con el Misterio de Dios. Necesitamos mistagogos y testigos.

Mistagogos: mujeres y hombres que, porque han hecho el  camino,  pueden invitar, orientar y ayudar a otras personas a buscar por sí mismos, a introducirse en el umbral de ese misterio amoroso que llamamos Dios: el misterio en el que vivimos, respiramos, somos.

Mistagogos que saben ofrecer un camino, un proceso, un método y saben esperar que cada persona verifique por sí misma ese Encuentro que, sí es con el Dios vivo, será un encuentro también fraterno.

Necesitamos testigos es decir mujeres y hombres que a través de nuestro cuerpo hagan visible y por ello creíble al Dios de  Jesús.

•         Testigos de la pasión de Dios por lo perdido, por lo pequeño, pobre y sencillo, por el abajo de la historia.
•         Testigos del Dios-relación sin exclusivismos ni dominaciones.
•         Testigos de la entrañable misericordia de nuestro Dios.
•         Testigos del Dios de la vida, de su Ser-cuidado para  su creación
•         Testigos de su presencia discreta en el corazón de la realidad.
•         Testigos del Dios festivo, buena noticia.

Y eso ¿cómo? Dejándonos alcanzar por su Amor, por la experiencia de su Ser-en-nosotros, y permitiendo a nuestro cuerpo ser un cuerpo espiritual. Entonces:

Nuestros ojos no sólo quedarán prendados de su hermosura sino que, como los suyos, mirarán el dolor del pueblo, se convertirán en lugar de encuentro. Serán ojos que al mirar reconocen y devuelven dignidad, perdonan, animan, levantan, aman.

Nuestros oídos escucharán la brisa tenue que descubre la presencia del Misterio en la cotidianeidad de la vida; sabrán distinguir, a pesar de los ruidos, los gritos de dolor y los cantos de alegría del pueblo; sabrán escuchar respetuosos y atentos.

Nuestra boca sabrá hablar y callar como lenguaje de amor; denunciará con valentía; cantará la buena noticia; compartirá con gozo lo que da sentido a la propia vida, se cerrará a la  maledicencia. Besará para convertirse en sacramento del amor, aprenderá a gustar, en la vida cotidiana, los sabores del reino y ofrecerá a los demás esa sabiduría degustadora.

Nuestras manos serán capaces de colaborar en el nacimiento de la vida nueva que alumbra por todos los rincones del mundo. Serán manos que comparten, acarician, levantan, curan, ayudan a demoler los muros de la exclusión.

Nuestros pies se convertirán en samaritanos y peregrinos, compañeros de viaje que desandan los caminos de la violencia y abren senderos de paz.  Serán pies danzadores, festivos, que saben disfrutar de la vida sencilla, del  placer compartido.

Nuestro corazón será cada día más amoroso, grande, sin pequeñeces, sin resentimientos, casa abierta, misericordioso, compasivo, será  un  corazón de carne no de piedra.

Nuestras entrañas sabrán estremecerse  de dolor y de gozo, no permanecerán indiferentes, serán entrañas siempre fecundas, generativas de vida nueva para las generaciones futuras.

Viviremos nuestra realidad sexuada sin hacer de la diferencia exclusión, ni marginación. Seremos capaces de vivir nuestra sexualidad desplegando nuestra capacidad de amar sin miedo y sin tabúes, sin obsesiones por la genitalidad, convirtiendo nuestro cuerpo en lugar de generación de vida, espacio de fecundidad para los que viven a nuestro lado.

Nuestra piel será lugar de contactos sanadores, lugar para el encuentro, nunca para el despelleje de los otros. Nuestra piel nos ayudará a no confundir los contornos de nuestro cuerpo con la verdad profunda de nuestro ser que abarca a toda la humanidad, a toda la creación y a Dios mismo.

Cuando todo esto sea verdad en nuestros cuerpos, nos pasará lo que lo que le pasó a Jesús, que los que viven  a nuestro lado dirán: lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que han oído nuestros oídos y tocado nuestras manos es que el Dios de los cristianos es amor y merece la pena creer en El (Cf. 1Jn 1,1).


Emma Martínez Ocaña
http://www.emmamartinezocana.com/

jueves, 22 de abril de 2010

Es tiempo de redes, nexos, relación

Emma Martínez Ocaña

Si algo caracteriza a nuestro tiempo es la nueva conciencia de ser red-comunión-interconexión-unidad.

La ciencia nos va diciendo cada vez con mas claridad que la capacidad para relacionarse parece ser la esencia primordial del cosmos y lo que hizo posible el proceso evolutivo. Nos va descubriendo que lo que caracteriza la realidad son estructuras de relación y relatividad, procesos de transformación y cambios abiertos.

En este nuevo modelo un ser no entra en relación con otro sino que se encuentra de por sí en relación. Nos urge  experimentar y saber vivir la pan-relacionalidad y religación con todo.

Ya todos sabemos que todo está interconectado: la globalidad es interacción. Quizá como nunca se va tomando, lenta pero imparablemente, conciencia de que formamos parte de un todo. La realidad se va revelando como un manto inconsútil, sin fracturas.

También es verdad que mayoritariamente aún seguimos fascinados por el individualismo ciego, pero esta conciencia atomizada va caminando hacia su desaparición y de ello tenemos que alegrarnos.

Este tiempo pide de nosotros una espiritualidad de la conexión, de la búsqueda de la experiencia de la Unicidad;  de tender puentes entre culturas, razas, sexos, creencias religiosas, ideologías; de romper fronteras desde la no-violencia; de crear nexos que inter-actúan. Necesitamos salir de nuestros pequeños círculos para crear vínculos con tantos grupos y organizaciones sociales, movimientos que buscan otra globalización, la globalización de la solidaridad, de la interconexión responsable.

Una nueva espiritualidad relacional se va abriendo paso, que toma conciencia de la interdependencia y responsabilidad de todos con todo. Eso va a exigir de nosotros –los que estamos en el primer mundo– una espiritualidad del saber decrecer, renunciar, soltar, bajar… Y esto no nos resulta fácil ni a las personas ni a las instituciones.

El nuevo mundo que emerge pide también de nosotros una nueva espiritualidad de las relaciones: ha llegado la hora de renunciar a las relaciones dualistas y jerarquizadas patriarcalmente; renunciar a las relaciones de dominación-sumisión, para vivir relaciones caracterizadas por una radical igualdad e inclusividad, como reflejo del Dios Relación (Trinidad) en el que creemos o, como dice bellamente  O’Murchu, el “Dios capacidad para la relación”. Eso hará posible que las comunidades cristianas irradien a la sociedad relaciones “correctas de justicia, amor, paz y liberación”. Relaciones capaces de dar vida.

Nos urge también practicar la meditación, el silencio cultivar la experiencia mística que nos llevará a sentir y gustar la Unidad profunda que somos.

Entonces, igual que le pasó a Jesús de Nazaret, experimentaremos que el Dios Madre-Padre y cada uno de nosotros somos una misma cosa, que  somos aliento suyo, imagen y semejanza, y por ello somos también uno con toda la humanidad; que todo otro es carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos y que cuando nos cerramos al hermano nos cerramos a nuestra propia carne.

Entonces seremos nexos de unión que construye auténtica fraternidad, sororidad con todo lo existente.

Sintiéndonos uno con la realidad veremos nuestro planeta de una manera nueva: no como materia prima para explotar o de la que aprovecharnos, sino como realidad de la que formamos parte, como vida para cuidar, realidad viviente a respetar.

Una espiritualidad ecológica brotará espontáneamente fruto de la iluminación de nuestra conciencia. Descubriremos experiencialmente –como dice bellamente Leonardo Boff– que “el Plantea Tierra es nuestra casa común, la única que tenemos para vivir por eso es importante cuidarla, hacerla habitable para todos, conservarla en su generosidad y preservarla en su totalidad y esplendor.

De ahí nacerá un ethos mundial compartido por todos, capaz de unir a los seres humanos más allá de sus diferencia culturas, sintiéndonos de hecho como hijos e hijas de la Tierra que aman y respetan como a su propia Madre Entonces descubriremos, como Juan de la Cruz y Francisco de Asís, que todas las formas de vida son manifestación de la Vida única, subyacente en todo: contemplaremos a Dios en todo y todo en Dios.

http://www.feadulta.com/TEOLOGIA_es-tiempo-de-nexos.htm   

martes, 2 de febrero de 2010

La mirada hacia arriba y la mirada circular

Vidalogía

Las estructuras de poder verticales y autoritarias conllevan una mirada hacia arriba, expresión durante muchos años de una cultura patriarcal. Recordemos el relato de la torre de Babel: una torre alta, muy alta, para llegar a Dios, pero Dios vive abajo en la tierra.

La mirada circular supone una posición ética que reconoce toda la fuerza de la diversidad entre iguales. Vivir en colectivo, mirando alrededor tanta sabiduría cotidiana con una mirada desde una proximidad horizontal que enriquece la vida.

Darnos autoridad, es decir, validar nuestras intuiciones, nuestras iniciativas, y apropiarnos de nuestras experiencias. Decía C.G. Jung: "Quien mira hacia arriba, sueña. Quien mira hacia dentro, despierta". Por último el relato de la Ascensión: ¿Qué hacen mirando hacia arriba?

El Evangelio nos recuerda que es hacia adelante, que Dios nos espera en la Vida, en la tierra de Galilea.

http://www.vidalogia.webcindario.com/index2.htm


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