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miércoles, 19 de enero de 2011

La Pena de Muerte

María Elena Walsh


Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.

Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.

Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.

Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.

Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.

Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.

Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.

Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.

Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.

Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.

Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.

Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.

Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.

A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.

Aparecido originalmente en Clarín, 12 de setiembre de 1991


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lunes, 6 de diciembre de 2010

Espejos

Eduardo Galeano


FUNDACIÓN DEL FUEGO

En la escuela me enseñaron que en el tiempo de las cavernas descubrimos el fuego frotando piedras o ramas.
    
Desde entonces, lo vengo intentando. Nunca conseguí arrancar ni una humilde chispita.
    
Mi fracaso personal no me ha impedido agradecer los favores que el fuego nos hizo. Nos defendió del frío y de las bestias enemigas, nos cocinó la comida, nos alumbró la noche y nos invitó a sentarnos, juntos, a su lado.


FUNDACIÓN DE LA BELLEZA

Están allí, pintadas en las paredes y en los techos de las cavernas.
    
Estas figuras, bisontes, alces, osos, caballos, águilas, mujeres, hombres, no tienen edad. Han nacido hace miles y miles de años, pero nacen de nuevo cada vez que alguien las mira.
    
¿Cómo pudieron ellos, nuestros remotos abuelos, pintar de tan delicada manera? ¿Cómo pudieron ellos, esos brutos que a mano limpia peleaban contra las bestias, crear figuras tan llenas de gracia? ¿Cómo pudieron ellos dibujar esas líneas volanderas que escapan de la roca y se van al aire? ¿Cómo pudieron ellos…?
    
¿O eran ellas?    


FUNDACIÓN DE LA CONTAMINACIÓN

Los pigmeos que son de cuerpo corto y de memoria larga, recuerdan los tiempos de antes del tiempo, cuando la tierra estaba encima del cielo.
    
Desde la tierra caía sobre el cielo una lluvia incesante de polvo y de basura, que ensuciaba la casa de los dioses y les envenenaba la comida.
    
Los dioses llevaban una eternidad soportando esa descarga mugrienta  , cuando se les acabó la paciencia.
    
Enviaron un rayo, que partió la tierra en dos. Y a través de la tierra abierta lanzaron hacia lo alto el sol   , la luna y las estrellas, y por ese camino subieron ellos también.  Y allá arriba, lejos de nosotros, a salvo de nosotros, los dioses fundaron su nuevo reino.
    
Desde entonces estamos abajo.


FUNDACIÓN DE LAS CLASES SOCIALES

En los primeros tiempos, tiempos del hambre, estaba la primera mujer escarbando la tierra cuando los rayos del sol la penetraron por atrás. Al rato nomás, nació una criatura.
    
Al dios Pachacamac no le cayó nada bien esa gentileza del sol, y despedazó al recién nacido. Del muertito brotaron las primeras plantas. Los dientes se convirtieron en granos de maíz, los huesos fueron yucas, la carne se hizo papa, boniato, zapallo…
    
La furia del sol no se hizo esperar. Sus rayos fulminaron la costa del Perú y la dejaron seca por siempre jamás. Y la venganza culminó cuando el sol partió tres huevos sobre esos suelos.
    
Del huevo de oro,  salieron los señores.
    
Del huevo de plata, salieron las señoras de los señores.
   
Y del huevo de cobre, los que trabajan.


FUNDACIÓN DE LA DIVISION DEL TRABAJO

Dicen que fue el rey Manu quien otorgó prestigio divino a las castas de la India.
    
De su boca brotaron los sacerdotes. De sus brazos los reyes y los guerreros. De sus muslos los comerciantes. De sus pies, los siervos y los artesanos.

Y  a partir de entonces se construyó la pirámide social, que en la India tiene más de tres mil pisos.

Cada cual nace donde debe nacer, para hacer lo que debe hacer. En tu cuna está tu tumba,  tu origen es tu destino: tu vida es la recompensa o el castigo que merecen tus vidas anteriores y la herencia dicta tu lugar y función.

El rey Manu aconsejaba corregir la mala conducta. Si una persona de casta inferior escucha los versos de los libros sagrados, se le echará plomo derretido en los oídos; y si los recita se le cortará la lengua. Estas pedagogías ya no se aplican, pero todavía quien se sale de su sitio, en el amor, en el trabajo o en lo que sea, arriesga escarmientos públicos que podrían matarlo o dejarlo más muerto que vivo.

Los sincasta, uno de cada cinco hindúes, están por debajo de los de más abajo. Los llaman intocables, porque contaminan: malditos entre los malditos, no pueden hablar con los demás, ni caminar sus caminos, ni tocar ni sus vasos ni sus platos. La ley los protege, la realidad los expulsa. A ellos cualquiera los humilla; a ellas cualquiera las viola, que ahí sí que resultan tocables las intocables.
    
A fines del año 2004, cuando el tsunami embistió contra las costas de la India, los intocables se ocuparon de recoger la basura y los muertos.

Como siempre.


FUNDACIÓN DE LA ESCRITURA

Cuando Irak aún no era Irak, nacieron allí las primeras palabras escritas.
     
Parecen huellas de pájaros. Manos maestras las dibujaron, con cañitas afiladas en la arcilla.
     
El fuego, que había cocido la arcilla, las guardó. El fuego que aniquila y salva, mata y da vida: como los dioses, como nosotros. Gracias al fuego, las tablillas de barro nos siguen contando, ahora lo que había sido contado hace miles de años en esa tierra entre dos ríos.
     
En nuestro tiempo, George M. Bush, quizá convencido de que la escritura había sido inventada en Texas, lanzó con alegre impunidad una guerra de exterminio contra Irak. Hubo miles y miles de víctimas, y no sólo gente de carne y hueso. También mucha memoria fue asesinada.
     
Numerosas tablillas de barro, historia viva, fueron robadas o destrozadas por los bombardeos.
     
Una de las tablillas decía: Somos polvo y nada. Todo cuanto hacemos no es más que viento.


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Herejes del presente

Pep Castelló


Siempre las ortodoxias han sido fruto de la violencia. Desde los tiempos más remotos, las ideas se han impuesto a filo de espada y el pensamiento se ha purificado con fuego. Sufrimiento y sangre de disidentes han configurado a lo largo de los siglos nuestra forma de pensar y han estructurado esta Civilización Occidental Cristiana de la cual somos parte.

El ángel exterminador ha sido y es, desde que el mundo guarda memoria, quien ha velado por la pureza del pensamiento y la permanencia de las buenas costumbres. El exterminio de herejes ha sido y sigue siendo el modo más eficaz de salvaguardar el pensamiento ortodoxo, ese que guía la conducta de quienes lo profesan de manera que beneficie por encima de todo a los guardianes de la ortodoxia.

Hereje es quien contradice o cuestiona el pensamiento que le ha sido transmitido desde el poder, ortodoxo por principios, ya que nunca el poder se cuestiona a sí mismo. Y desde esa perspectiva vemos que se dan herejías religiosas, políticas, sociales, económicas y aun estéticas, pues todos y cada uno de esos ámbitos de la cultura son manifestaciones del poder.

Dado el peligro que para el poder comporta el pensamiento libre, éste evita su propagación al precio que sea. No regatea esfuerzos a la hora de persuadir al disidente o de exterminar al rebelde si preciso fuere, porque sabe bien que nada se propaga más fácilmente que la rebeldía.

A fin de no andar reprimiendo más de lo estrictamente necesario, desde una perspectiva de economía de fuerzas, el poder ha desarrollado formas blandas de violencia y aun métodos de sumisión que no necesitan de ésta sino cuando alguien se les opone. Con la ayuda de la técnica, de los llamados “medios de comunicación de masas” y de una forma de vida competitiva y consumista basada en el egoísmo, la codicia y la vanidad, el poder ha configurado el modo de pensar de la población a su imagen y semejanza.

Establecida ya una forma de pensar y actuar común a la mayor parte de la población, hereje será quien piense de modo contrario al de esa masa humana previamente sometida. A partir de ahí será ella misma quien se encargue de rechazar todo atisbo de herejía, ya que ésta se percibe como un serio atentado a la forma de vida establecida.

A poco que nos pongamos a pensar sobre la información que nos llega del momento presente a lo largo y ancho del planeta que habitamos veremos que, pese al derroche de medios de persuasión de que hace gala, el poder no alcanza a controlar por completo el pensamiento y la conducta de la totalidad de los individuos sobre los que actúa. Existen seres pensantes que de forma personal o más o menos colectiva discuten y aun a veces contestan las acciones del poder y exponen ideas contrarias a las que difunde en apoyo de sus decisiones. Esos individuos y grupos humanos son los actuales herejes, los herejes del presente.

Habida cuenta de que el pensamiento ortodoxo tiene como fin principal someter el pensamiento y la acción del pueblo a la conveniencia de los poderes imperantes, cualquier pensamiento encaminado a liberar las masas y devolverles su dignidad en tanto que pueblo será, por definición, herético y merecerá corrección y castigo. No extrañe pues a nadie que toda persona que se manifieste en contra de lo establecido en cualquiera de los ámbitos de la cultura sea tachada de herética y peligrosa y como tal perseguida, anulada y en caso de terca reincidencia, si preciso fuere, sea exterminada.

Pep Castelló para “La hora del Grillo”.

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