Eduardo Galeano
FUNDACIÓN DEL FUEGO
En la escuela me enseñaron que en el tiempo de las cavernas descubrimos el fuego frotando piedras o ramas.
Desde entonces, lo vengo intentando. Nunca conseguí arrancar ni una humilde chispita.
Mi fracaso personal no me ha impedido agradecer los favores que el fuego nos hizo. Nos defendió del frío y de las bestias enemigas, nos cocinó la comida, nos alumbró la noche y nos invitó a sentarnos, juntos, a su lado.
FUNDACIÓN DE LA BELLEZA
Están allí, pintadas en las paredes y en los techos de las cavernas.
Estas figuras, bisontes, alces, osos, caballos, águilas, mujeres, hombres, no tienen edad. Han nacido hace miles y miles de años, pero nacen de nuevo cada vez que alguien las mira.
¿Cómo pudieron ellos, nuestros remotos abuelos, pintar de tan delicada manera? ¿Cómo pudieron ellos, esos brutos que a mano limpia peleaban contra las bestias, crear figuras tan llenas de gracia? ¿Cómo pudieron ellos dibujar esas líneas volanderas que escapan de la roca y se van al aire? ¿Cómo pudieron ellos…?
¿O eran ellas?
FUNDACIÓN DE LA CONTAMINACIÓN
Los pigmeos que son de cuerpo corto y de memoria larga, recuerdan los tiempos de antes del tiempo, cuando la tierra estaba encima del cielo.
Desde la tierra caía sobre el cielo una lluvia incesante de polvo y de basura, que ensuciaba la casa de los dioses y les envenenaba la comida.
Los dioses llevaban una eternidad soportando esa descarga mugrienta , cuando se les acabó la paciencia.
Enviaron un rayo, que partió la tierra en dos. Y a través de la tierra abierta lanzaron hacia lo alto el sol , la luna y las estrellas, y por ese camino subieron ellos también. Y allá arriba, lejos de nosotros, a salvo de nosotros, los dioses fundaron su nuevo reino.
Desde entonces estamos abajo.
FUNDACIÓN DE LAS CLASES SOCIALES
En los primeros tiempos, tiempos del hambre, estaba la primera mujer escarbando la tierra cuando los rayos del sol la penetraron por atrás. Al rato nomás, nació una criatura.
Al dios Pachacamac no le cayó nada bien esa gentileza del sol, y despedazó al recién nacido. Del muertito brotaron las primeras plantas. Los dientes se convirtieron en granos de maíz, los huesos fueron yucas, la carne se hizo papa, boniato, zapallo…
La furia del sol no se hizo esperar. Sus rayos fulminaron la costa del Perú y la dejaron seca por siempre jamás. Y la venganza culminó cuando el sol partió tres huevos sobre esos suelos.
Del huevo de oro, salieron los señores.
Del huevo de plata, salieron las señoras de los señores.
Y del huevo de cobre, los que trabajan.
FUNDACIÓN DE LA DIVISION DEL TRABAJO
Dicen que fue el rey Manu quien otorgó prestigio divino a las castas de la India.
De su boca brotaron los sacerdotes. De sus brazos los reyes y los guerreros. De sus muslos los comerciantes. De sus pies, los siervos y los artesanos.
Y a partir de entonces se construyó la pirámide social, que en la India tiene más de tres mil pisos.
Cada cual nace donde debe nacer, para hacer lo que debe hacer. En tu cuna está tu tumba, tu origen es tu destino: tu vida es la recompensa o el castigo que merecen tus vidas anteriores y la herencia dicta tu lugar y función.
El rey Manu aconsejaba corregir la mala conducta. Si una persona de casta inferior escucha los versos de los libros sagrados, se le echará plomo derretido en los oídos; y si los recita se le cortará la lengua. Estas pedagogías ya no se aplican, pero todavía quien se sale de su sitio, en el amor, en el trabajo o en lo que sea, arriesga escarmientos públicos que podrían matarlo o dejarlo más muerto que vivo.
Los sincasta, uno de cada cinco hindúes, están por debajo de los de más abajo. Los llaman intocables, porque contaminan: malditos entre los malditos, no pueden hablar con los demás, ni caminar sus caminos, ni tocar ni sus vasos ni sus platos. La ley los protege, la realidad los expulsa. A ellos cualquiera los humilla; a ellas cualquiera las viola, que ahí sí que resultan tocables las intocables.
A fines del año 2004, cuando el tsunami embistió contra las costas de la India, los intocables se ocuparon de recoger la basura y los muertos.
Como siempre.
FUNDACIÓN DE LA ESCRITURA
Cuando Irak aún no era Irak, nacieron allí las primeras palabras escritas.
Parecen huellas de pájaros. Manos maestras las dibujaron, con cañitas afiladas en la arcilla.
El fuego, que había cocido la arcilla, las guardó. El fuego que aniquila y salva, mata y da vida: como los dioses, como nosotros. Gracias al fuego, las tablillas de barro nos siguen contando, ahora lo que había sido contado hace miles de años en esa tierra entre dos ríos.
En nuestro tiempo, George M. Bush, quizá convencido de que la escritura había sido inventada en Texas, lanzó con alegre impunidad una guerra de exterminio contra Irak. Hubo miles y miles de víctimas, y no sólo gente de carne y hueso. También mucha memoria fue asesinada.
Numerosas tablillas de barro, historia viva, fueron robadas o destrozadas por los bombardeos.
Una de las tablillas decía: Somos polvo y nada. Todo cuanto hacemos no es más que viento.
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FUNDACIÓN DEL FUEGO
En la escuela me enseñaron que en el tiempo de las cavernas descubrimos el fuego frotando piedras o ramas.
Desde entonces, lo vengo intentando. Nunca conseguí arrancar ni una humilde chispita.
Mi fracaso personal no me ha impedido agradecer los favores que el fuego nos hizo. Nos defendió del frío y de las bestias enemigas, nos cocinó la comida, nos alumbró la noche y nos invitó a sentarnos, juntos, a su lado.
FUNDACIÓN DE LA BELLEZA
Están allí, pintadas en las paredes y en los techos de las cavernas.
Estas figuras, bisontes, alces, osos, caballos, águilas, mujeres, hombres, no tienen edad. Han nacido hace miles y miles de años, pero nacen de nuevo cada vez que alguien las mira.
¿Cómo pudieron ellos, nuestros remotos abuelos, pintar de tan delicada manera? ¿Cómo pudieron ellos, esos brutos que a mano limpia peleaban contra las bestias, crear figuras tan llenas de gracia? ¿Cómo pudieron ellos dibujar esas líneas volanderas que escapan de la roca y se van al aire? ¿Cómo pudieron ellos…?
¿O eran ellas?
FUNDACIÓN DE LA CONTAMINACIÓN
Los pigmeos que son de cuerpo corto y de memoria larga, recuerdan los tiempos de antes del tiempo, cuando la tierra estaba encima del cielo.
Desde la tierra caía sobre el cielo una lluvia incesante de polvo y de basura, que ensuciaba la casa de los dioses y les envenenaba la comida.
Los dioses llevaban una eternidad soportando esa descarga mugrienta , cuando se les acabó la paciencia.
Enviaron un rayo, que partió la tierra en dos. Y a través de la tierra abierta lanzaron hacia lo alto el sol , la luna y las estrellas, y por ese camino subieron ellos también. Y allá arriba, lejos de nosotros, a salvo de nosotros, los dioses fundaron su nuevo reino.
Desde entonces estamos abajo.
FUNDACIÓN DE LAS CLASES SOCIALES
En los primeros tiempos, tiempos del hambre, estaba la primera mujer escarbando la tierra cuando los rayos del sol la penetraron por atrás. Al rato nomás, nació una criatura.
Al dios Pachacamac no le cayó nada bien esa gentileza del sol, y despedazó al recién nacido. Del muertito brotaron las primeras plantas. Los dientes se convirtieron en granos de maíz, los huesos fueron yucas, la carne se hizo papa, boniato, zapallo…
La furia del sol no se hizo esperar. Sus rayos fulminaron la costa del Perú y la dejaron seca por siempre jamás. Y la venganza culminó cuando el sol partió tres huevos sobre esos suelos.
Del huevo de oro, salieron los señores.
Del huevo de plata, salieron las señoras de los señores.
Y del huevo de cobre, los que trabajan.
FUNDACIÓN DE LA DIVISION DEL TRABAJO
Dicen que fue el rey Manu quien otorgó prestigio divino a las castas de la India.
De su boca brotaron los sacerdotes. De sus brazos los reyes y los guerreros. De sus muslos los comerciantes. De sus pies, los siervos y los artesanos.
Y a partir de entonces se construyó la pirámide social, que en la India tiene más de tres mil pisos.
Cada cual nace donde debe nacer, para hacer lo que debe hacer. En tu cuna está tu tumba, tu origen es tu destino: tu vida es la recompensa o el castigo que merecen tus vidas anteriores y la herencia dicta tu lugar y función.
El rey Manu aconsejaba corregir la mala conducta. Si una persona de casta inferior escucha los versos de los libros sagrados, se le echará plomo derretido en los oídos; y si los recita se le cortará la lengua. Estas pedagogías ya no se aplican, pero todavía quien se sale de su sitio, en el amor, en el trabajo o en lo que sea, arriesga escarmientos públicos que podrían matarlo o dejarlo más muerto que vivo.
Los sincasta, uno de cada cinco hindúes, están por debajo de los de más abajo. Los llaman intocables, porque contaminan: malditos entre los malditos, no pueden hablar con los demás, ni caminar sus caminos, ni tocar ni sus vasos ni sus platos. La ley los protege, la realidad los expulsa. A ellos cualquiera los humilla; a ellas cualquiera las viola, que ahí sí que resultan tocables las intocables.
A fines del año 2004, cuando el tsunami embistió contra las costas de la India, los intocables se ocuparon de recoger la basura y los muertos.
Como siempre.
FUNDACIÓN DE LA ESCRITURA
Cuando Irak aún no era Irak, nacieron allí las primeras palabras escritas.
Parecen huellas de pájaros. Manos maestras las dibujaron, con cañitas afiladas en la arcilla.
El fuego, que había cocido la arcilla, las guardó. El fuego que aniquila y salva, mata y da vida: como los dioses, como nosotros. Gracias al fuego, las tablillas de barro nos siguen contando, ahora lo que había sido contado hace miles de años en esa tierra entre dos ríos.
En nuestro tiempo, George M. Bush, quizá convencido de que la escritura había sido inventada en Texas, lanzó con alegre impunidad una guerra de exterminio contra Irak. Hubo miles y miles de víctimas, y no sólo gente de carne y hueso. También mucha memoria fue asesinada.
Numerosas tablillas de barro, historia viva, fueron robadas o destrozadas por los bombardeos.
Una de las tablillas decía: Somos polvo y nada. Todo cuanto hacemos no es más que viento.
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