Pep Castelló
Siempre las ortodoxias han sido fruto de la violencia. Desde los tiempos más remotos, las ideas se han impuesto a filo de espada y el pensamiento se ha purificado con fuego. Sufrimiento y sangre de disidentes han configurado a lo largo de los siglos nuestra forma de pensar y han estructurado esta Civilización Occidental Cristiana de la cual somos parte.
El ángel exterminador ha sido y es, desde que el mundo guarda memoria, quien ha velado por la pureza del pensamiento y la permanencia de las buenas costumbres. El exterminio de herejes ha sido y sigue siendo el modo más eficaz de salvaguardar el pensamiento ortodoxo, ese que guía la conducta de quienes lo profesan de manera que beneficie por encima de todo a los guardianes de la ortodoxia.
Hereje es quien contradice o cuestiona el pensamiento que le ha sido transmitido desde el poder, ortodoxo por principios, ya que nunca el poder se cuestiona a sí mismo. Y desde esa perspectiva vemos que se dan herejías religiosas, políticas, sociales, económicas y aun estéticas, pues todos y cada uno de esos ámbitos de la cultura son manifestaciones del poder.
Dado el peligro que para el poder comporta el pensamiento libre, éste evita su propagación al precio que sea. No regatea esfuerzos a la hora de persuadir al disidente o de exterminar al rebelde si preciso fuere, porque sabe bien que nada se propaga más fácilmente que la rebeldía.
A fin de no andar reprimiendo más de lo estrictamente necesario, desde una perspectiva de economía de fuerzas, el poder ha desarrollado formas blandas de violencia y aun métodos de sumisión que no necesitan de ésta sino cuando alguien se les opone. Con la ayuda de la técnica, de los llamados “medios de comunicación de masas” y de una forma de vida competitiva y consumista basada en el egoísmo, la codicia y la vanidad, el poder ha configurado el modo de pensar de la población a su imagen y semejanza.
Establecida ya una forma de pensar y actuar común a la mayor parte de la población, hereje será quien piense de modo contrario al de esa masa humana previamente sometida. A partir de ahí será ella misma quien se encargue de rechazar todo atisbo de herejía, ya que ésta se percibe como un serio atentado a la forma de vida establecida.
A poco que nos pongamos a pensar sobre la información que nos llega del momento presente a lo largo y ancho del planeta que habitamos veremos que, pese al derroche de medios de persuasión de que hace gala, el poder no alcanza a controlar por completo el pensamiento y la conducta de la totalidad de los individuos sobre los que actúa. Existen seres pensantes que de forma personal o más o menos colectiva discuten y aun a veces contestan las acciones del poder y exponen ideas contrarias a las que difunde en apoyo de sus decisiones. Esos individuos y grupos humanos son los actuales herejes, los herejes del presente.
Habida cuenta de que el pensamiento ortodoxo tiene como fin principal someter el pensamiento y la acción del pueblo a la conveniencia de los poderes imperantes, cualquier pensamiento encaminado a liberar las masas y devolverles su dignidad en tanto que pueblo será, por definición, herético y merecerá corrección y castigo. No extrañe pues a nadie que toda persona que se manifieste en contra de lo establecido en cualquiera de los ámbitos de la cultura sea tachada de herética y peligrosa y como tal perseguida, anulada y en caso de terca reincidencia, si preciso fuere, sea exterminada.
Pep Castelló para “La hora del Grillo”.
REGRESAR A PORTADA
Siempre las ortodoxias han sido fruto de la violencia. Desde los tiempos más remotos, las ideas se han impuesto a filo de espada y el pensamiento se ha purificado con fuego. Sufrimiento y sangre de disidentes han configurado a lo largo de los siglos nuestra forma de pensar y han estructurado esta Civilización Occidental Cristiana de la cual somos parte.
El ángel exterminador ha sido y es, desde que el mundo guarda memoria, quien ha velado por la pureza del pensamiento y la permanencia de las buenas costumbres. El exterminio de herejes ha sido y sigue siendo el modo más eficaz de salvaguardar el pensamiento ortodoxo, ese que guía la conducta de quienes lo profesan de manera que beneficie por encima de todo a los guardianes de la ortodoxia.
Hereje es quien contradice o cuestiona el pensamiento que le ha sido transmitido desde el poder, ortodoxo por principios, ya que nunca el poder se cuestiona a sí mismo. Y desde esa perspectiva vemos que se dan herejías religiosas, políticas, sociales, económicas y aun estéticas, pues todos y cada uno de esos ámbitos de la cultura son manifestaciones del poder.
Dado el peligro que para el poder comporta el pensamiento libre, éste evita su propagación al precio que sea. No regatea esfuerzos a la hora de persuadir al disidente o de exterminar al rebelde si preciso fuere, porque sabe bien que nada se propaga más fácilmente que la rebeldía.
A fin de no andar reprimiendo más de lo estrictamente necesario, desde una perspectiva de economía de fuerzas, el poder ha desarrollado formas blandas de violencia y aun métodos de sumisión que no necesitan de ésta sino cuando alguien se les opone. Con la ayuda de la técnica, de los llamados “medios de comunicación de masas” y de una forma de vida competitiva y consumista basada en el egoísmo, la codicia y la vanidad, el poder ha configurado el modo de pensar de la población a su imagen y semejanza.
Establecida ya una forma de pensar y actuar común a la mayor parte de la población, hereje será quien piense de modo contrario al de esa masa humana previamente sometida. A partir de ahí será ella misma quien se encargue de rechazar todo atisbo de herejía, ya que ésta se percibe como un serio atentado a la forma de vida establecida.
A poco que nos pongamos a pensar sobre la información que nos llega del momento presente a lo largo y ancho del planeta que habitamos veremos que, pese al derroche de medios de persuasión de que hace gala, el poder no alcanza a controlar por completo el pensamiento y la conducta de la totalidad de los individuos sobre los que actúa. Existen seres pensantes que de forma personal o más o menos colectiva discuten y aun a veces contestan las acciones del poder y exponen ideas contrarias a las que difunde en apoyo de sus decisiones. Esos individuos y grupos humanos son los actuales herejes, los herejes del presente.
Habida cuenta de que el pensamiento ortodoxo tiene como fin principal someter el pensamiento y la acción del pueblo a la conveniencia de los poderes imperantes, cualquier pensamiento encaminado a liberar las masas y devolverles su dignidad en tanto que pueblo será, por definición, herético y merecerá corrección y castigo. No extrañe pues a nadie que toda persona que se manifieste en contra de lo establecido en cualquiera de los ámbitos de la cultura sea tachada de herética y peligrosa y como tal perseguida, anulada y en caso de terca reincidencia, si preciso fuere, sea exterminada.
Pep Castelló para “La hora del Grillo”.
REGRESAR A PORTADA