domingo, 10 de abril de 2011

Espiritualidad y Socialismo

Marcelo Barros


Soplo de Amor en la Tierra Liberada.
Esbozo de una espiritualidad socialista para el siglo XXI.


En la primera década del siglo XXI, ciertamente, uno de los acontecimientos más significativos para el mundo fue el protagonismo social y político de movimientos indígenas y populares en diversas partes del continente latinoamericano. Aunque sigan frágiles, están produciendo, en varios países, un proceso de cambios estructurales.

En Latinoamérica, es camino para un tipo nuevo de socialismo que, tal como lo soñaba Simón Bolívar a principios del siglo XIX, puede unir a todos los pueblos de esta inmensa patria grande y puede hacer bien al mundo todo. Esta realidad nueva es una conquista de comunidades populares y de grupos antes desorganizados que, poco a poco, han ido manifestando una capacidad de movilización hasta poco desconocida. Esta profecía puede ayudar a grupos y organizaciones que en todo el planeta creen que "un nuevo mundo es posible” y se empeñan por eso.

En este camino a un nuevo tipo de Socialismo, un elemento característico es la participación activa de grupos espirituales, cristianos y de otras tradiciones religiosas, comprometidos con la transformación social del mundo. Sin duda, algunos sectores religiosos siguen siendo conservadores y rechazan el proceso político nuevo. Todavía piensan que la fe y la espiritualidad nada tienen que ver con la acción social y política. O aún peor, mantienen intereses ocultos con la manutención del status quo.

Así mismo, desde los años 60, en toda América Latina, obispos, pastores evangélicos, sacerdotes y líderes de otras religiones si hacen hermanos, compañeros y compañeras de los grupos populares, incluso no religiosos, en busca de justicia social y en apoyo a la caminada que fundamenta los caminos de la liberación del pueblo. En todo el mundo, esta participación de cristianos y espirituales de otras religiones en los procesos sociales liberadores tiene suscitado una reflexión sobre nuevas formas y expresiones de espiritualidad que surgen de esta experiencia.

Como vivo y trabajo en Brasil y conozco más eso en América Latina, pido perdón a los hermanos y hermanas de no poder escribir sobre este camino en España y en Europa. Sin embargo, mismo si, en estas páginas, parto de las experiencias latinoamericanas, ustedes pueden aplicar mucho de esto à la realidad vivida en Europa. Como es costumbre en América Latina, esta reflexión es hecha a partir del método "Ver, Juzgar y Agir”. Es claro que cada una de estas etapas ya contiene algo de las otras, pero como metodología nos ayuda a partir lo más posible de la realidad, buscar profundizarla y finalmente sacar algunas propuestas concretas de camino para nuestra acción pastoral y espiritual.

1  Características del tiempo actual y del Socialismo emergente.


Desde 2008, el mundo tomó consciencia de una crisis económica estructural. Bancos y empresas internacionales han declarado falencia y varios países sufren consecuencias de esta crisis. Infelizmente, esta situación no ha conducido la sociedad internacional y gobiernos a buscar alternativas al Capitalismo.

Al contrario, la crisis generó una concentración de poder y de riqueza todavía mayor. El sistema privatiza los intereses y beneficios y socializa las pérdidas y perjuicios, para que sean los más pobres quienes deban pagar la factura. “El mayor impacto de la crisis es el aumento descomunal de la pobreza, empobreciendo más a los que ya son pobres y poniendo por debajo de la línea de pobreza a sectores de clases medias. Se calcula que la mitad de la población mundial, más de tres mil millones de personas, está viviendo con menos de dos dólares por día” [2].

Al mismo tiempo, las consecuencias de la crisis en el plano ambiental son gravísimas. En la Asamblea General de las Naciones Unidas, Leonardo Boff afirmó: “si la crisis económica es preocupante, la crisis de la no-sostenibilidad de la Tierra se manifiesta cada día más amenazadora” ¿Cómo garantizar la sostenibilidad de la Tierra, ya que ésta es la premisa para resolver las demás crisis: la social, la alimentaria, la energética y la climática?

Ban Ki-moon, Secretario de la ONU afirmó: "no podemos dejar que lo urgente comprometa lo esencial”. Lo urgente es resolver el caos económico, pero lo esencial es garantizar la vitalidad y la integridad de la Tierra. En América Latina, se tiene buscado una solución justamente en formas diversas de Socialismo a partir de las comunidades indígenas y de la sustentabilidad de la Tierra.

Boaventura de Souza Santos afirma: “América Latina ha sido el continente donde el socialismo del siglo XXI entró en la agenda política” [3]. David Choquehuanca, ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia y especialista en cosmovisión andina, al igual que otros analistas indígenas, cree que, a diferencia del capitalismo, que da prioridad al dinero y a las relaciones económicas, los procesos sociales emergentes en el continente deben basarse en el “vivir bien”, concepto indígena que él explica de manera muy clara como el cuidado del bien común, la sostenibilidad de la tierra y la salud integral de cada persona dentro de la comunidad humana y de la vida. En este nuevo proceso se distinguen tres etapas o dimensiones que han ocurrido en el continente:

1º. Transición de la dictadura a la democracia.

Casi todos los países de América Latina han vivido dictaduras militares violentas y el cambio para la democracia, en muchos países aún se está desarrollando.

2º. Transición del colonialismo a la descolonización. En toda América Latina hay un fortalecimiento de los movimientos indígenas. En las nuevas constituciones nacionales (como en Ecuador y Bolivia), los países se proclaman plurinacionales.

3º. Transición del capitalismo hacia una vía que se constituya como un nuevo socialismo para el siglo XXI. Aunque embrionario y con varias contradicciones, está surgiendo un nuevo proceso social que aún no se puede llamar propiamente socialismo, pero que va en la dirección de sistemas más descentralizados, de economías más solidarias y del compartir.

2. El socialismo bolivariano.

A partir de los años 70, en Venezuela, se ha desarrollado un movimiento popular que acabó por tomar el poder y que tomó el nombre de "revolución bolivariana”. Simón Bolívar fue un héroe del inicio del siglo XVIII que dedicó su vida a la liberación de los pueblos latinoamericanos. Elaboró un plan de liberación para los países, desde Colombia hasta Argentina. Alertó sobre el peligro de concentrar el poder en una sola persona.

“El sistema más perfecto de gobierno es el que produce la mayor felicidad posible para el mayor número de personas, la mayor seguridad social y estabilidad política”, escribió. Estipulaba libertades civiles, igualdad de tratamiento ante las leyes, abolición de la esclavitud, libertad de expresión y locomoción y la realización de juicios populares.

No gobernó ninguno de los países que conquistó para la libertad y ya enfermo vio que las elites locales se apoderaban del poder con la misma ideología clasista y discriminatoria que había visto en los españoles. Esto lo llevó a la muerte, a los 47 años, decepcionado y afligido, víctima de la tuberculosis.

El científico político Daniel Hellinger considera a Bolívar, aun con sus contradicciones, un “santo secular”. ¿Qué significa esto? Tal vez sea lo mismo que decimos hoy cuando percibimos que alguien vive una profunda espiritualidad humana, incluso sin tener ninguna relación con actividades explícitamente religiosas.

Hoy, la revolución bolivariana se inspira en tres principios que son como “un árbol de tres raíces”:

1º La raíz bolivariana que viene de Simón Bolívar (a principios del siglo XIX) y se expresa en igualdad y dignidad de todas las personas humanas, principalmente las de las culturas oprimidas.

2º La raíz simoniana (de Simón Rodríguez, educador y maestro de Bolívar) insiste en la educación como arma para la transformación.

3º Finalmente, la raíz zamorana (de Ezequiel Zamora, general, compañero de Bolívar) habla de la necesidad de unión civil y militar en el proceso de transformación social y política.

3. Fe cristiana y Socialismo.

En su obra, El Dios escondido, el sociólogo marxista Lucien Goldman comparaba –sin asimilar una a la otra– la fe cristiana con la fe socialista. Las dos tienen en común el rechazo del individualismo, buscar la superación de la cultura burguesa y creer en valores transindividuales.

El Cristianismo vive la fe en Dios, con todo lo que esto implica de fe en el ser humano y de valoración de la vida. En cuanto al Socialismo, se cree en la comunidad humana y la esperanza de construir el ser humano nuevo. La apuesta religiosa sería la existencia de Dios; la apuesta socialista, la posibilidad de la liberación social de la humanidad. Ambas implican una fe fundadora que no es demostrable solamente a nivel de los juicios factuales.

Según Goldman, lo que distingue a estas dos formas de fe es el carácter suprahistórico de la transcendencia religiosa. Desde los orígenes del cristianismo, muchos creyentes comprendieron que el mandato evangélico del amor al prójimo exigía el combate histórico en pro de una comunidad humana más libre, igualitaria y fraterna. A partir del siglo XIX, muchos cristianos entendieron que esa comunidad o ese futuro comunitario es el socialismo [4].

Lucien Goldman no fue el único marxista que comprendió la importancia de la fe para la lucha socialista. Mucho antes de él, el gran pensador latinoamericano José Carlos Mariátegui, en 1925 ya escribía en un ensayo: “La inteligencia burguesa se ocupa con la crítica racionalista del método, la teoría, la estrategia de los revolucionarios. ¡Qué malentendido! La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia, sino en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual... La emoción revolucionaria... es una emoción religiosa. Las motivaciones religiosas se desplazaron del cielo a la tierra. Ellas no son divinas sino humanas y sociales” [5]. Mariátegui desarrolló esta tesis a partir del análisis de las sociedades peruanas y latinoamericanas.

5. Una lucha espiritual.

Sin disminuir la importancia de una espiritualidad específicamente cristiana, aquí busco profundizar una mística más pluralista y macroecuménica, que pueda servir a toda persona de buena voluntad que desee avanzar por un camino de intimidad con el Misterio divino desde la solidaridad y la participación en las luchas sociales para cambiar el mundo.

En la época en que encontré al ministro, todavía me preguntaba cuál era la fuerza interior que hacía que un o una joven de clase media de El Salvador, Nicaragua, Colombia o Brasil dejase a su familia, renunciando a un futuro seguro y arriesgasen sus vidas en combates que entendían como luchas por la justicia y por la igualdad humana.

¿Qué fuerza interior llevó a tantos campesinos de Brasil a formar el Movimiento de los Campesinos Sin Tierra (MST) en plena dictadura militar y a resistir tantas persecuciones y peligros? ¿Con qué fuerza, las comunidades negras, perseguidas y marginadas, consiguieron resistir a tantos sufrimientos y mantener tanto de sus culturas y religiones originales, aunque fueran consideradas idolátricas y demoníacas por tantos ministros de Iglesia?

¿Cómo se explica el resurgimiento de los movimientos y comunidades indígenas en todo el continente cuando muchos consideraban a los indios condenados a la extinción? ¿Cuál es el secreto para tantos sacerdotes, pastores y ministras tener la fuerza interior y el valor de dar la vida por la causa del pueblo empobrecido? Si podemos entender esta trayectoria como un camino espiritual, ¿qué significa profundizar este camino dentro del proceso socialista actual que, en medio a tantas dificultades, de uno u otro modo, ha surgido en el continente? ¿Y cómo hacerlo?

6. Una comprensión nueva de Espiritualidad.
 

El propio término “espiritualidad” no es un término antiguo y no aparece en las escrituras sagradas de ninguna de las religiones tradicionales o antiguas. Por eso es fundamental esclarecer qué podemos llamar con este nombre y qué puede ser una propuesta de Espiritualidad pluralista, macroecuménica y socialista.

El teólogo suizo Hans Urs von Balthasar escribió: “La espiritualidad es una actitud fundamental, práctica o existencial, que la persona da a su existencia religiosa, o más generalmente, a su compromiso ético, como consecuencia y expresión de aquello en lo que cree»[6]. Espiritualidad es “el sentido que se puede dar a la vida”. ¿Y qué sentido tendría la vida si no fuera relación con el otro?

Algunas tradiciones religiosas ligan la espiritualidad a la búsqueda de intimidad con la divinidad, pero es necesario destacar, con la tradición bíblica, que el primer lugar en el que Dios encuentra al ser humano es en el otro. En América Latina, en la segunda mitad del siglo XX, redescubrimos la importancia de las personas empobrecidas y oprimidas como sacramento de la presencia y de la actuación divina. Creemos en un Dios que muestra su predilección manifestándose en medio de los empobrecidos. La solidaridad amorosa con estos que el padre Ignacio Ellacuría llamaba “pueblo crucificado” es el elemento fundamental de nuestra espiritualidad.

Ahora bien, la espiritualidad está llamada a ampliar la percepción de este otro, que no es solamente el otro humano, sino todo ser vivo y también la creación. Nos unimos a todas las tradiciones espirituales que recuerdan a la humanidad la presencia divina en todos los seres y apelan para que el encuentro con la divinidad se dé en esta comunión con la naturaleza.

Es un desafío desarrollar esta ecoespiritualidad basada en la conversión a la alteridad, que no es solamente el descubrimiento y respeto al Otro (Dios), al otro (humano), sino al otro (universo), porque, al mismo tiempo que se basa en la comunión con la alteridad, esta espiritualidad tiene conciencia pertenecer profundamente al conjunto del universo. Podemos hablar de «espiritualidad para el proceso social». En las opciones de justicia e igualdad social descubrimos las huellas del Espíritu y podemos seguirlo.

7. Como vivir una espiritualidad socialista para el siglo XXI.


La espiritualidad nos hace mirar a los otros y a la vida como Dios mira, con una visión que, sin perder el sentido crítico, es siempre esperanzada. Esta visión confiada es importante en las relaciones interpersonales y en el coraje de comprometernos con los cambios que queremos para el mundo.

Nada de pesimismos oscuros y de críticas amargas que pueden paralizar a las personas y el proceso. Si espiritualidad es una energía amorosa, esta fuerza interior sólo puede ser una inyección de esperanza y de fe en relación al mañana nuestro, de las personas y grupos que nos rodean.

7. 1 - La dignidad de la política.
 

“Hacer política es pasar de los sueños a las cosas, de lo abstracto a lo concreto. La política es el trabajo efectivo del pensamiento social: la política es la vida. Admitir una ruptura de continuidad entre la teoría y la práctica, abandonar a los realizadores a sus propios esfuerzos, así se les conceda una cordial neutralidad, es renunciar a la causa humana. La política es la trama misma de la historia. Y la historia la hacen los hombres poseídos e iluminados por una creencia superior, por una esperanza sobrehumana; los demás constituyen el coro anónimo del drama” decía José Carlos Mariátegui

Una primera expresión de la espiritualidad insertada en el proceso de construcción de un nuevo socialismo supone, en primer lugar, reconocer y valorar la dignidad de la política como lucha por el bien común. En el pasado, en los círculos espiritualistas existió muchas veces la tendencia a considerar la política como “cosa del mundo”; por el contrario debíamos interesarnos por lo que es eterno y está más allá de las cosas materiales. Lamentablemente, ésta es todavía hoy la posición de ciertos grupos eclesiales de tipo fundamentalista y de tradición pietista, sea en la Iglesia católica, sea en confesiones evangélicas, y también piensan o actúan así algunos grupos espiritualistas más libres.

La fe y la espiritualidad se aprenden con la práctica. Se llevan a cabo tanto en el nivel mínimo o micro de una limosna dada en la puerta de casa o de una ayuda ocasional a alguien necesitado, como principalmente en la estructura macrosocial y económica de un país.

Sin este cuidado con el cambio estructural colectivo, descubrimos que cuanto más se practica la caridad más hay que practicarla, porque la propia estructura fabrica continuamente situaciones de injusticia. Ya al principio de los años 90, el teólogo Jon Sobrino escribía que la misericordia no puede ser solamente una práctica ocasional, vivida al por menor, sino que debe constituirse como un “principio estructurador y permanente de la vida y de las acciones de cada persona y de cada grupo eclesial” [7].

Esta lucha por el bien-común incluye una denuncia constante de lo que se podría llamar el mal-común. En Medellín, los obispos católicos latinoamericanos lo llamaron “violencia institucionalizada”. Y no basta denunciar. Es necesario enfrentar y combatir este mal que masacra pueblos enteros. Vivimos en una cultura social en la cual, muchas veces, el poder político parece existir más para sí mismo que en función de la sociedad.

Tenemos que persuadirnos de que toda función política –ejecutiva, legislativa o judicial– tiene su fuente en la sociedad, tomada en su totalidad, y no en una de sus partes, principalmente privilegiada y minoritaria. Monseñor Oscar Romero llamaba a la política de servicio al bien común “la gran política”.

La política inmersa en la cultura capitalista hace que todo tenga su precio: candidatos, partidos, el voto de los electores, etcétera. Por el contrario, una política movida por la espiritualidad socialista se basa en el respeto a la dignidad humana y sólo puede existir cuando se hace depender la política de la ética y la transparencia en el uso de la cosa pública. Una tarea importante de la espiritualidad humana es “democratizar la democracia”, o sea, “radicalizar la democracia de modo que no sea solamente un régimen formal de representación parlamentaria, sino que pase a ser el campo de una verdadera participación de las bases en el proceso social y político” [8].

“Los movimientos populares crean y recrean modalidades de diálogo, de acción, de prácticas que abarcan las relaciones interpersonales, grupales, y de cada movimiento con otros espacios de la sociedad. Las maneras como éstas se establecen, anticipan el mundo que se está soñando crear. (…) El ‘hombre nuevo’, que Che Guevara intentó crear con su propia vida, o la ‘nueva mujer’, encarnan los valores y actitudes opuestos a los del tipo de hombres y de mujeres que reproducen la cultura capitalista: egoístas, consumistas, individualistas” [9].

Una política movida por la espiritualidad socialista tiene una clara opción por los empobrecidos. Como dice el lenguaje bíblico sobre el Dios del Éxodo, quien vive de este modo la política, también “escucha el clamor de los oprimidos” y procura organizar el mundo a partir de una justicia amorosa y radical que defienda la causa de los pequeños.

No se trata solo de servir a los oprimidos, sino de partir de ellos, como sujetos y protagonistas. Es una política espiritual justamente porque no se restringe a la representación parlamentaria o a lo que la sociedad oficial llama “democrática”. Promueve la participación ciudadana. Toda la revelación bíblica es justamente un llamado a reconocer esta ciudadanía, por la cual todos los seres humanos son hermanos unos de otros porque son hijos e hijas de Dios.

7. 2 - Un estilo de vida sobrio y anticonsumista.

Uno de los criterios fundamentales para verificar la autenticidad de una opción revolucionaria es la sobriedad en el estilo de consumo y de vida. Todo mundo sabe que, si sigue adelante el camino indicado por la sociedad dominante, la humanidad se dirige a callejón sin salida.

Si toda la población del mundo pasase a consumir como los estadounidenses, serían necesarios otros tres planetas iguales a este para garantizar productos y servicios básicos, como agua, energía y alimentos para todo el mundo. La única salida es que todos nosotros, seres humanos, adoptemos modelos de producción y de consumo sostenibles.

Es un desafío para el socialismo del siglo XXI no repetir los mismos modelos de “progreso” que, en el pasado, fueron responsables de la destrucción de la naturaleza, tanto en los países capitalistas como en el eje llamado “socialista”. Quien busca el camino de la espiritualidad opta por la sobriedad, tanto por las razones de justicia y equidad social aquí ya descritas, como por una opción de vida espiritual propuesta por los grandes líderes de las tradiciones espirituales (Buda, Jesús, Francisco de Asís y otros), y a través de los caminos que actualmente nos ayudan a alcanzar la unificación del corazón y la unidad interior.

7. 3 - Pasos concretos de una espiritualidad socialista.

La espiritualidad es gracia divina y camino de amor realizado en la vida diaria, a partir de nuestras fragilidades personales y de los obstáculos que todos encontramos en la vida. En la tradición cristiana, la experiencia mística está marcada por un proceso o camino en el que se avanza hasta la unión con lo divino.

En la Edad Media, místicos cristianos formularon este proceso del aprendizaje místico en tres etapas, que no van una después de otra mecánicamente, sino que pueden sucederse o ser concomitantes. La primera etapa de la espiritualidad sería de purificación interior. La segunda consistiría en una actividad de iluminación espiritual y la tercera es propiamente la meta de la vida mística: la intimidad con lo divino.

Hoy no solemos repartir este proceso en etapas así tan delineadas. Si lo hiciéramos, ciertamente, veríamos más bien la etapa de la liberación de varios condicionamientos sociales y culturales que nos dificultan una vida interior más profunda, así como vivir un pleno compromiso en el proceso nuevo de la sociedad.

7.3.1 - La llamada “vía purgativa” o purificación de la vida activa.


En lenguaje bíblico se puede comprender esta etapa como el proceso de conversión. Es la parte de renuncia necesaria en el camino de la santidad. Hoy, en una espiritualidad socialista, se puede comprender este proceso como el esfuerzo de lo que Gorbachov proponía a la Unión Soviética en el tiempo de las reformas: transparencia (glasnost) y reestructuración (perestroika), actitudes que llegarían a ser virtudes del sistema, de la estructura abierta a cambios, pero comienza a nivel personal: una búsqueda permanente de veracidad personal, una apertura continua de revisión de la propia vida, tanto a nivel de la autocrítica, como de recepción de las críticas de los otros. Y asumir las “cosas duras y difíciles”, a las cuales los antiguos se referían como necesarias (el Evangelio se refiere al camino estrecho y arduo de la fe), como elementos de purificación para una superación del propio yo y de avance hacia el misterio divino.

7.3.2 - La vía iluminativa o iluminación de la vida interior-

Se trata de procurar un mayor conocimiento existencial (no sólo intelectual) y comprensión interior de la fe, de las Escrituras y de las verdades espirituales. Es un proceso de descubrimiento, como se da en el amor. No se conoce a quien no se ama. Al mismo tiempo, quien ama, aunque no pierda el sentido crítico, acepta y asume al otro tal como es.

En la espiritualidad actual sería la dimensión de concientización espiritual que la gnosis considera como el conocimiento de la perfección, que sería fruto o fuente de la unidad con lo divino. En las últimas décadas, muchas veces en nuestros ambientes se habló de la concientización como elemento esencial a la educación y a la responsabilidad de todos. Se trata de una participación activa y consciente que aproxime a todas las personas involucradas en el proceso social.

7.3.3 - La vía unitiva o unión de la vida contemplativa.


Es la meta de todo camino espiritual: la fruición o gozo de amor unitivo en los místicos y místicas de todas las tradiciones espirituales. En la tradición cristiana, esta etapa o momento supremo de la mística se llamó contemplación, comprendida no como algo estático, sino como proceso de visión a partir de la fe, que podría ser comparado con un camino oscuro en el que sólo poco a poco se produce alguna claridad.

En todas las tradiciones espirituales, esto que estamos denominando vía unitiva no es privilegio solamente de almas extraordinarias, sino que es accesible a toda persona que busca. Las religiones monoteístas se apoyan más en el camino oscuro de la fe, pero de todos modos, en un proceso de espiritualidad socialista, hay algo de esta etapa en el amor revolucionario, capaz de anticipar victorias y conquistas y de mantenerse fiel incluso en momentos duros y en el martirio.

De hecho, aquí se sitúa la mística del martirio, por la cual la persona da su vida por alguien o por la causa que abrazó (el reino, la justicia, la tierra para todos y muchas más). Sin esta dimensión del «ver antes de ver» y de ser capaz de disfrutar la alegría interior de la fiesta de lo todavía no sucedido, sería mucho más difícil la mística de dar la vida por la causa.

Michel de Certeau, intelectual y cristiano francés, afirmaba: “Es mística la persona que no consigue parar de avanzar y, con la certeza de lo que le falta, sabe de cada lugar y objeto que no es eso y que no puede contentarse sólo con eso. El deseo crea un exceso. La persona excede, siempre quiere ir más lejos. No habita en ninguna parte. Es habitada...”[10].

7. 4 - El paso primero y permanente de la conversión.

En los evangelios, Jesús insiste que un primer paso en este camino es la necesidad permanente y urgente de “conversión” interior (metanoia). En los grupos religiosos, a veces aún se concibe esta conversión como algo intimista y ligado exclusivamente a la dimensión moral de la vida. Sin duda, esto forma parte del proceso, pero cuando decimos “con-versión”, estamos refiriéndonos inmediatamente a un proceso comunitario (con).

La Biblia lo entiende como “retomar un camino de vida de comunión”. Esta visión bíblica no es la de una perfección teórica, sino justamente la de un proceso. En los años 70 y 80, teólogos como Leonardo Boff y Jon Sobrino insistían en una espiritualidad basada en la realidad. Podemos comprender esta realidad en dos niveles:

1) En el plano personal: cada persona se asume como es y se sabe amada por Dios y con la vocación de ser divina, a partir de su realidad interior con sus problemas y fragilidades cotidianas.

2). En el plano social, convertirse a la realidad social para transformarla progresivamente. Esforzarse en encontrar a Dios y este camino de unificación interior y divinización a partir de los procesos reales de la sociedad en cuestión. Aquí, la conversión se concreta en el aprendizaje permanente de la vida común, tanto en sociedad, como en las relaciones más próximas. No se puede imaginar una persona que vive esto y tiene una profunda dificultad para vivir con los demás y éstos no soportan vivir con ella. Algo hay equivocado en ese proceso. La conversión supone que aprendamos a convivir y a adaptarnos a los demás, por opción espiritual.

7. 5 - Seguimiento de un método o camino.

De poco vale definir o intentar comprender los caminos del amor, que son inefables. Sin embargo, en el cristianismo se habla de “discipulado” o seguimiento de Jesús. Un hombre como Francisco de Asís vivió este esfuerzo de “hacerse semejante a Jesús” de tal modo que fue llamado “copia de Cristo en la Tierra”.

No se trata de una mera imitación de Cristo, sino de un seguimiento de Jesús en sus opciones y su práctica de vida. Ese mismo camino puede ser vivido en otras religiones, en la búsqueda espiritual de hacerse uno con lo divino, pero como mi experiencia de vida es buscar este camino en el cristianismo, permítanme que me extienda más ahora sobre este camino cristiano, citando algunos elementos considerados importantes en este recorrido:

- Desarrollar una espiritualidad de escucha.

La más conocida y común oración judía empieza con las palabras: Shemma Israel (Escucha, Israel...). En el diálogo con el misterio divino, quien primero debe tener la palabra es el Espíritu divino. En el cristianismo, los místicos/as y las personas espirituales desarrollaron para eso la lectura orante de la Biblia (lectio divina), en la cual las personas pueden saborear, rumiar la Palabra divina y dejarse impregnar gratuitamente por ella.

Creo que existen métodos semejantes en otras tradiciones mediante la repetición de mantras y apertura del corazón para escuchar el misterio presente en el universo. En la espiritualidad socialista, este cuidado se realiza mediante la capacidad de escuchar a los otros para discernir críticamente, cuando estas personas van más allá de sus propios intereses y de los conchabos políticos, son personas sagradas a través de las cuales Dios puede hablar, y nunca cerrarse al diálogo.

- Perfeccionar una profunda espiritualidad de la alianza.

Alianza significa intimidad de casamiento y de amor comprometido. Una de las características del catolicismo popular es una devoción de amor a los santos y santas de la piedad popular, mucho más que una religión basada en el cumplimiento medroso de la ley y de penitencias duras.

Algunos grupos espiritualistas actuales prefieren hablar en una inmersión en la divinidad que en “alianza” y casamiento con Dios. Probablemente las dos dimensiones (la que ve a Dios como un Tú divino y la otra que ve a Dios tan interiorizado en mí que no se distingue más de mí) son válidas y complementarias. Cada tradición desarrolla más una dimensión sin negar la otra.

- Una espiritualidad de la solidaridad.

La espiritualidad bíblica nos ayudó a retomar una mística de la solidaridad que hizo que mucha gente arriesgase su vida por los demás. En las comunidades más pobres se extendió una manera de vivir la fe que se expresa en la comunión y en la defensa de los más débiles e injusticiados: los campesinos sin tierra, los niños de la calle, la mujer oprimida y todos los excluidos de la sociedad. Esta mística martirial ha sido muy frecuente en América Latina y, sin duda, debe ser desarrollada en el camino de un socialismo del siglo XXI.

- Una espiritualidad de diálogo con el diferente.

Esta inmersión en la realidad de los pequeños no puede ser solamente social y política, sino que debe tomar la expresión de comunión con las culturas y la valoración de las religiones populares con su profunda dimensión mística y espiritual. Estas expresiones de comunión con la naturaleza y de sabiduría de la vida contribuyeron a la defensa y la resistencia de estas culturas perseguidas.

Actualmente los cristianos las apreciamos mucho, porque percibimos en ellas valores que nos ayudan y también porque tenemos con las culturas oprimidas una deuda moral.

7. 6 - El tema de la oración.

En las tradiciones espirituales monoteístas, la oración es el diálogo abierto, libre e íntimo con la Divinidad. En la Biblia, la tradición judaica dice que existen dos imágenes para la oración bíblica. Una es la “lucha de Jacob con el ángel” (Gn 32).

La oración se da, como decía san Juan de la Cruz, en la “noche oscura el alma” y une al amado con la amada (el alma), pero en la soledad y en la nada. Esta perseverancia que algunos padres del desierto describen como “ir hasta el infierno” con Dios es un deseo del corazón.

San Agustín enseñaba que “querer orar ya es orar” (sermón sobre el salmo 36 en su Comentario sobre los Salmos). Se trata de unirse a Dios y vencer las tentaciones de la dispersión y de la fragmentación interior. Ahí la oración toma la forma de ascesis y de método de vida. La otra forma de oración bíblica es la de la unión mística. Algunos profetas comparan esta unidad con el orgasmo o gozo matrimonial que une a la esposa y el esposo (Cantar de los Cantares y Oseas). Es la oración gustosa que la persona saborea como placer.

Podemos distinguir entre la oración como actitud de vida, postura de comunión permanente con el misterio divino y la oración como ejercicio. La oración como ejercicio (rezar interiormente o celebrar comunitariamente) se hace para llegar a la oración permanente de la vida. La oración en la comunidad o la celebración tienen una dimensión de sacramento, en el sentido de algo objetivo que, independientemente de la fe individual o de la devoción del momento, cumple el papel de método de intimidad con lo Divino. Pero es indudable que la oración comunitaria sería meramente formal si no se apoyase en la devoción personal.

7. 7 - Una economía eucarística.

Habrá quien piense que “economía” no tiene nada que ver con “eucaristía”. Sin embargo, el término “economía” en su etimología significa administrar bien la casa (oikos).

Es un término usado en los escritos de los antiguos teólogos griegos, como Basilio de Cesarea, Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo (siglo IV) para designar el proyecto divino de salvación. Se oponía a la economía del imperio, o sea, al proyecto social y político del mundo. Se considerada economía divina dispensar o distribuir los bienes divinos, así como un padre o madre de familia reparte la comida y los bienes de la casa con sus hijos.

Así, el sacramento de la “eucaristía” era un elemento importante de la economía divina, tanto por ser dada por Dios, como por la propia naturaleza de la cena de ser comunión, o sea, repartición del pan y del vino, así como de la vida que se pone en común. El término griego eucaristía significa acción de gracias y corresponde a la beraka (bendición) hebraica sobre los alimentos, sobre las personas y la propia vida.
 
En la tradición de las Iglesias, se cambió a eucaristía el nombre del rito que se llama “Cena del Señor” o la Misa. Designa el gesto de amor con el cual Jesús, la víspera de su muerte, cena con sus discípulos y, probablemente, discípulas. Era el ambiente de la fiesta pascual judía. Fue una cena en la cual él se colocó como servidor de todos e hizo un gesto para indicar la manera de dar la vida que él quería de todos sus seguidores.

No fue tanto un rito como una profecía. La cena del Señor se colocó dentro del proyecto de “comensalidad abierta que Jesús inauguró” (expresión de John Crossan). En una sociedad en la cual cenar juntos era señal de un compromiso asumido en común, él insistía en cenar con los pobres y pecadores. La cena del Señor tuvo, ante todo, este carácter de profecía de un mundo diferente y nuevo.

El rito se llama “eucaristía” como “sacramento”, es decir, señal. Sólo tiene sentido si la señal se refiere a una realidad previa. Si la señal es sólo una señal, sería como un gesto de cariño aislado de amor o dado por conveniencia. Para Jesús, el gesto eucarístico fue indicador de que él iba a dar su vida por los otros. Jesús no habría ordenado a sus discípulos hacer el gesto en sí, sino principalmente aquello que el gesto indica: dar la vida a los demás. Entonces la eucaristía es vivir una dimensión de gratuidad (la palabra significa “acción de gracias”) y de compartir que crea comunión donde no existe.

En el mundo actual, la economía se considera la ciencia del dinero y de las finanzas, aunque sea bastante más que esto. Y el sistema social y económico del mundo está pensado para ser antieucarístico. En vez de comunión, crea explotación, competencia, y tiene como consecuencia la exclusión de la mayor parte de la humanidad de los bienes y recursos de la vida. Una espiritualidad socialista es eucarística porque rompe con el dogma del mercado como ídolo absoluto e insiste en una visión económica alternativa como la “economía solidaria” y un mercado que sea justo con los más pobres[11].

Sin duda es eucarística la concepción de la economía y la política oriunda de los pueblos andinos que, como ya vimos aquí, se preocupa de que todos vivan bien. Aunque algunos líderes latinoamericanos como Hugo Chávez y Evo Morales tuvieran realmente todos los defectos que sus adversarios les atribuyen, si colaboran para que la tierra sea repartida, la renta nacional mejor distribuida, la educación más democrática y para que la gente pase menos hambre, con todos los limites que puedan tener, aunque nunca hubieran tenido ninguna relación con la dimensión religiosa de la vida o de la sociedad, podrían ser saludados como ministros de la eucaristía en cuanto dimensión de la vida compartida.

Forma parte de esta dimensión eucarística de la espiritualidad el cuidado del cuerpo propio y el de los otros, la valoración de la corporeidad como expresión de la presencia divina en el mundo, así como el cuidado ecológico de todos los seres vivos. La eucaristía nos sitúa en una comunión más amplia que la de los humanos. Ella nos revela lo que somos por naturaleza: una unidad total con todo el universo.

7. 8 - Un socialismo basado en el pluralismo cultural.


La pluralidad de culturas con el pluralismo religioso que conllevan es una realidad de la cual no hay como escapar. El rostro del mundo actual llega a ser una pluralidad de pluralismos. Es importante no ver esto como un mal inevitable con el que tenemos que convivir, sino al contrario: es como una riqueza de posibilidades, una apertura inmensa de caminos nuevos y creativos.

En términos teológicos, puede decirse que es una gracia que contiene como una nueva revelación de la presencia divina. Cuanto más en contacto entramos con las culturas oprimidas, más nos damos cuenta de que son fuente de sabiduría para toda la humanidad.

En términos religiosos, no se trata solamente de creer que, así como la Biblia contiene la Escritura de una revelación divina para las comunidades judías y cristianas, el Corán sería válidamente lo mismo para los musulmanes, los Vedas para los hindús y así sucesivamente. Es más que esto. Es creer que, como cristiano, yo recibo una revelación divina de la Palabra que Dios dirigió a otros, como los musulmanes, los budistas, los creyentes de tradición indígena o afrodescendiente, y así con todas las demás.

Estas múltiples revelaciones dicen algo nuevo sobre Dios y sobre nosotros mismos. No para hacernos cambiar de religión, sino para abrir nuestra fe a la diversidad de palabras divinas dadas por amor a la humanidad. El camino espiritual del pluralismo cultural y religioso nos debe hacer encontrar esta unidad en la diversidad en el propio ser divino.

Es lo que llamamos “hierodiversidad”[12]. La diversidad es buena y santa porque la propia vida, en sí misma, es diversa. Según laConvención sobre Diversidad Biológica, la “biodiversidad” no es solamente la variedad de organismos vivos que existen en la tierra, las aguas y el aire. Es mucho más que eso. Es la complementariedad y la relación que existen entre ellos.

La vida se forma cuando diversos microorganismos interactúan y componen una red compleja que forma el cuerpo vivo de una planta o animal. Para vivir, cada ser depende de la salud de su organismo, pero también de una red de vida, lo que se llama el “ecosistema”.

La espiritualidad socialista aplica el mismo principio a las culturas. Ningún grupo puede vivir sin integrarse con otros. La religión puede servir como método para que nos volvamos más humanos. Lo que estoy llamando hierodiversidad atraviesa las comunidades religiosas, pero va más allá de las religiones. Permite vivir la fe sin cerrarse en un sistema. Los procesos revolucionarios actuales deben ser abiertos a la espiritualidad panecuménica e intercultural y ofrecerse como espacio de convivencia y de actuación de cristianos y creyentes de otras religiones.

Esta propuesta implica enraizarme en mi cultura, pero precisamente para ser capaz de volverme –como decía el padre Ernesto Balducci– “un ser humano planetario”. Él lo explica: “Sin negar nada de lo que soy, debo intuir una nueva identidad de creyente. El ser humano planetario es pos-cristiano, en el sentido de que a él no se adaptan determinaciones que lo separan del común de los otros seres humanos (...). La expresión neo-testamentaria con la cual mejor se expresa mi fe es la que aparece varias veces dicha por apóstoles y profetas en los libros de los Hechos y del Apocalipsis: ‘soy solamente un ser humano’. (...) Esta es mi profesión de fe, en forma de esperanza. Quien todavía se profesa ateo o laico y necesita un cristiano para complementar la serie de representaciones en el palco de la cultura que no me busque. Yo no soy más que un simple ser humano”[13].

7. 9 - El rescate de la sacralidad de la Palabra.

No se hace política sin la palabra. Tampoco se vive la fe sin la palabra. Como decía san Pablo: «la fe viene por el oído» (Rm 10, 17). Ahora bien, vivimos en un mundo en el cual la palabra es transformada en publicidad y es utilizada para vender cualquier producto. Hoy existe una tendencia a “vender” la fe como un producto de publicidad, así como los políticos pagan a especialistas en marketing para dirigir sus campañas electorales y hasta para definir sus programas de gobierno. En este contexto, la palabra pierde valor y ya no se sabe en qué creer.

La gran filósofa española María Zambrano enseñaba que “existe una ligazón profunda entre la palabra y la política”. Hoy es urgente y necesario repensar este tema y rescatar la dignidad de la palabra. Paulo Freire proponía que en los círculos de alfabetización de adultos se descubriesen “las palabras-llave” y se partiese de ellas para aprender. En la política también existen palabras-llave. No existe política sin palabra. Lo importante es descubrir lo que hay de verdad y de vida “por detrás de las palabras”.

Las palabras humanas por su propia naturaleza son coyunturales y limitadas, sin embargo es necesario cultivar un cuidado espiritual con el uso de la palabra. Verdad y mentira son conceptos que vale la pena revisitar siempre. Bajo ninguna hipótesis la palabra empeñada puede ser degradada en una publicidad violenta y engañosa. Lo que constituye la revelación bíblica es la promesa divina y la realización progresiva e incluso problemática de esta promesa. Pero lo fundamental de la fe es poder dar testimonio: “Dios no es tramposo. No es alguien que promete y no cumple”.

Por eso, las personas de fe se comprometen a ser testigos de la veracidad divina en el proceso de la historia. Al ser interrogado y a punto de ser condenado por el gobernador Poncio Pilatos, éste preguntó a Jesús: “Entonces, ¿tú eres rey?”. Jesús respondió: “Tu lo dices. Para esto nací y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad (del reino) y toda persona que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18, 37).

Esta relación entre palabra y política es un reto para todo proceso revolucionario, como lo es para los cristianos que creen que la palabra divina se hizo humana y viene a nosotros a través de las culturas y palabras y gestos de cada día. El compromiso con la veracidad de la palabra no elimina la ambigüedad de los procesos ni el vaivén de los problemas afrontados. Exige de quien habla y de quien se entrega, el compromiso de ser entero en la propuesta y la coherencia de vida.

7. 10 - El desafío del poder y la espiritualidad del servicio.

En cualquier sociedad organizada no hay modo de eludir la cuestión del poder. Jesús propone a los discípulos una especie de “solidaridad horizontal y radicalizada” que democratizaba el poder y criticaba a los poderosos y ricos (cf. Sant 2, 1-3). Incluso los primeros discípulos de Jesús no siguieron esta norma y siempre se implicaron en la búsqueda del poder con todas sus seducciones.

Lamentablemente a lo largo de la historia ocurrió lo mismo en las instituciones eclesiásticas, que sufrieron divisiones en gran parte por cuestiones de poder y autoridad (cuál obispo o patriarca mandaba más), pero esto también se dio en el juego del poder social y político.

Para imponerse, el poder, sea político o religioso, contiene o porta siempre cierto nivel de violencia simbólica o incluso real.

Don Pedro Casaldáliga ilumina: La Utopía continúa, a pesar de todos los pesares. Escandalosamente desactualizada en esta hora de pragmatismo, de productividad a toda costa, de postmodernidad escarmentada. (…) Esta Utopía está en construcción; somos obreros de la Utopía. La proclamamos y la hacemos; es don de Dios y conquista nuestra. Así queremos ‘dar razón de nuestra esperanza’ (1 Pe 3). Intentemos, entonces, vivir, con humildad y con pasión, una esperanza coherente, creativa, subversivamente transformadora [14]. + (PE/Adital)

(*). Marcelo Barros es monje benedictino, teólogo y biblista. Fue ordenado presbítero por el arzobispo Helder Câmara, con lo cual Marcelo ha trabajado ocho años como secretario para ecumenismo. Marcelo es uno de los fundadores del Centro Ecuménico de Estudios Bíblicos (CEBI) en Brasil. Es consejero de las comunidades eclesiales de base y de los movimientos populares. Es miembro de la Asociación Ecumenica de los Teólogos/as del Tercer Mundo (ASETT) y tiene 37 libros publicados en Brasil y otros países. Su 38º libro es: "Espiritualidad para Nuestra América” (Ed Nhanduti, São Paulo, 2011)].

NOTAS:

[1] Datos del autor, ver arriba.

[2] SÍLVIO CACCIA BAVA, «A Crise e as Oportunidades», en Le Monde Diplomatique Brasil, junio 2009, p. 09.

[3] - Cf. BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS, «La izquierda tiene el poder político, pero la derecha continúa con el poder económico», en Caros Amigos, marzo 2010, p. 42.

[4] Cf. MICHAEL LOWY, «A Dimensão Cultural do Socialismo», en Cadernos Fé e Política, n. 11 (1994), p. 33-34.

[5] JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI, El Hombre y el Mito, El alma matinal, Biblioteca Amauta, Lima, 1970, p. 22.

[6] H. URS VON BALTHASAR, Das Evangelium als Norm und Kritik aller Spiritualitat, citado por ÉDOUARD DOMMEN, «Autour du sens et de l´identité», en la obra colectiva coordinada por FRÉDERIC P. PIGUET, Approches Spirituelles de l´Écologie, Charles Léopold Mayer, Paris, 2003, p. 15.

[7] JON SOBRINO, El principio misericordia, Sal Terrae, Maliaño, 2007. Publicado en portugués por Vozes, Petrópolis, 1991.

[8] Ver JOSÉ MARÍA CASTILLO, «Situación sociorreligiosa y espiritual de nuestra sociedad», en XXIV CONGRESO DE TEOLOGÍA, Espiritualidad para un mundo nuevo, Centro Evangelio y Liberación, Madrid, 2004, p. 35.

[9] CLAUDIA KOROL, «El ser humano como ser político», en Agenda Latinoamericana Mundial 2008, p. 32,

[10] MICHEL DE CERTEAU, Le voyage mystique, B.S.R/Le Cerf, Paris, 1988, citado por PIERRE GIRE, «Le Christianisme en dialogue avec ses mystiques», en Chémins de Dialogue 18, 2001, p. 143.

[11] Los teólogos brasileros que han desarrollado más esta relación entre Espiritualidad, Teología y Economía son Hugo Assman y Jung Mo Sung.

[12] MARCELO BARROS, Moradas do vento nos caminhos humanos (para uma teologia da hiero-diversidade), en Revista Concilium, número 1, año 2007.

[13] ERNESTO BALDUCCI, L´Uomo Planetario, Camunia, Brescia, 1985, p. 189 (la historia del navío).

[14] PEDRO CASALDÁLIGA, «Hacia un socialismo nuevo, la Utopía continúa», Carta introductoria de la Agenda Latinoamericana Mundial, 2009, p. 10 y 11.

http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=9426


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