Aníbal Sicardi
Pertenezco a la generación que vivió intensamente el 60, el 70 y que cortó clavos durante todo marzo del 76 sospechando acontecimientos trágicos.
Nunca escondí que fui de los pocos que abogamos por algún movimiento que impidiera la caída de la presidenta Isabel de Perón. No era una adhesión a su gestión. Ese año habría elecciones por lo que correspondía al pueblo determinar con que se seguía en la dirección del país.
A eso se agregaban datos escalofriantes. Uno de ellos era que si la Presidenta ya había accedido, en el 75, a imprimir oficialmente la represión y si los militares y civiles buscaban un Golpe de Estado era porque iban por más y no por menos. En ningún momento pensamos que ese más sería lo que fue.
Pertenezco a esa generación que luchó por los Derechos Humanos con riesgo de vida y afrontó dramáticas situaciones. Nunca sabíamos si despertaríamos en la cama que nos habíamos acostado como tampoco, si al andar por la ciudad durante el día, regresaríamos a nuestros hogares.
Hoy, 35 años después, se puede afirmar que somos parte de una generación privilegiada.
Lo atestigua el hecho de que en la larga noche argentina conocimos seres humanos dignos, justos, con la cabeza alta en el sufrimiento y el atropello. Entre ellos, muchos, recuerdo con cariño y gratitud aquellos con los cuales conviví en Bahía Blanca, donde estaba como pastor de la Iglesia Metodista Central, de esa ciudad, y Superintendente de la Región Patagónica. Gestos, palabras, sentimientos que guardo, con cuidado para que no se estropeen, en el cofre del corazón.
Hoy, 35 años después, se puede afirmar que somos parte de una generación privilegiada.
Siempre mantuvimos la esperanza de que la verdad y la justicia se hicieran presentes. Jamás sospechamos que podríamos vivir ese momento. Menos con la intensidad de estos años.
Juicios a los militares en todo el país. Represores condenados. Posibilidad de juicios a los civiles protagonistas en ese proceso. Seis mil jóvenes de los colegios secundarios estuvieron en Chapadmalal para presentar sus trabajos sobre Derechos Humanos convocados por la Comisión de la Memoria de la Provincia de Buenos Aires. Tres generaciones presentes en las marchas del 24 de marzo de este año.
Tengo mis hijos. Un varón, dos mujeres, que siempre estuvieron en las marchas. Los mismo dos nietas veinteañeras. Inquietas. Lúcidas. Comprometidas. El sábado 25 hablé por teléfono con una de mis hijas. Ella vive en Buenos Aires. Yo en Bahía Blanca. Me cuenta. “Papi, ayer estuve en la marcha con Ariana. ¡Fue su primera marcha!” Ari tiene 12 años. Vivaz, participó con las neuronas a mil. Este año comenzó el secundario en el Acosta, de historia militante. Allí, en el 56, cuando cursaba el secundario nocturno. hice mi primer discurso público en un acto de la rebelión estudiantil de aquel entonces. Una historia personal que se repite a lo largo y ancho de Argentina. Somos parte de una generación privilegiada.
En otros tiempos PE se esforzaba por dar a conocer las declaraciones y actos de distintas organizaciones. Había que promoverlos todo lo posible. Este año eran tantos que resultaba imposible cubrirlos. Por otra parte no había necesidad. Hoy existe una prensa masiva que los promueve y las redes de internet son multitudes.
Apostamos a que lo cubriríamos con algunas notas de las muchas que se publicarían en diversos medios. Increíble la cantidad de excelente material que se ha provisto en estos días. Si elegir es ser injusto por lo que se deja de lado, ahora es mucho más. Obligados seleccionamos tres aportes.
Uno de Aldo Etchegoyen, que además de ser un dirigente religioso, de la Iglesia Metodista, reflexiona sobre una novedosa forma de interpretar lo relacionado con la desaparición.
Otro que pertenece a Angel Cappa, proveniente del mundo del deporte, el futbol, juego apasionado y denostado. Cappa, uno de los tantos exiliados, ofrece su testimonio personal y particulares reflexiones. Por otro lado es un hombre del interior del país, de Bahía Blanca.
El tercero, el aporte oportuno del periodista Sergio Ferrari sobre el reconocimiento al cine argentino en el Festival de Friburgo. Sergio, al igual que su hermano Claudio, fue de los que sufrieron cárcel por sus convicciones y luego debieron exilarse. Son hijos de un gran pastor metodista, Alberto Ferrari, fallecido.
Vaya un abrazo de alguien que pertenece a una generación privilegiada y que sigue acumulando juventud a través de los años.+ (PE)
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=9420
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Pertenezco a la generación que vivió intensamente el 60, el 70 y que cortó clavos durante todo marzo del 76 sospechando acontecimientos trágicos.
Nunca escondí que fui de los pocos que abogamos por algún movimiento que impidiera la caída de la presidenta Isabel de Perón. No era una adhesión a su gestión. Ese año habría elecciones por lo que correspondía al pueblo determinar con que se seguía en la dirección del país.
A eso se agregaban datos escalofriantes. Uno de ellos era que si la Presidenta ya había accedido, en el 75, a imprimir oficialmente la represión y si los militares y civiles buscaban un Golpe de Estado era porque iban por más y no por menos. En ningún momento pensamos que ese más sería lo que fue.
Pertenezco a esa generación que luchó por los Derechos Humanos con riesgo de vida y afrontó dramáticas situaciones. Nunca sabíamos si despertaríamos en la cama que nos habíamos acostado como tampoco, si al andar por la ciudad durante el día, regresaríamos a nuestros hogares.
Hoy, 35 años después, se puede afirmar que somos parte de una generación privilegiada.
Lo atestigua el hecho de que en la larga noche argentina conocimos seres humanos dignos, justos, con la cabeza alta en el sufrimiento y el atropello. Entre ellos, muchos, recuerdo con cariño y gratitud aquellos con los cuales conviví en Bahía Blanca, donde estaba como pastor de la Iglesia Metodista Central, de esa ciudad, y Superintendente de la Región Patagónica. Gestos, palabras, sentimientos que guardo, con cuidado para que no se estropeen, en el cofre del corazón.
Hoy, 35 años después, se puede afirmar que somos parte de una generación privilegiada.
Siempre mantuvimos la esperanza de que la verdad y la justicia se hicieran presentes. Jamás sospechamos que podríamos vivir ese momento. Menos con la intensidad de estos años.
Juicios a los militares en todo el país. Represores condenados. Posibilidad de juicios a los civiles protagonistas en ese proceso. Seis mil jóvenes de los colegios secundarios estuvieron en Chapadmalal para presentar sus trabajos sobre Derechos Humanos convocados por la Comisión de la Memoria de la Provincia de Buenos Aires. Tres generaciones presentes en las marchas del 24 de marzo de este año.
Tengo mis hijos. Un varón, dos mujeres, que siempre estuvieron en las marchas. Los mismo dos nietas veinteañeras. Inquietas. Lúcidas. Comprometidas. El sábado 25 hablé por teléfono con una de mis hijas. Ella vive en Buenos Aires. Yo en Bahía Blanca. Me cuenta. “Papi, ayer estuve en la marcha con Ariana. ¡Fue su primera marcha!” Ari tiene 12 años. Vivaz, participó con las neuronas a mil. Este año comenzó el secundario en el Acosta, de historia militante. Allí, en el 56, cuando cursaba el secundario nocturno. hice mi primer discurso público en un acto de la rebelión estudiantil de aquel entonces. Una historia personal que se repite a lo largo y ancho de Argentina. Somos parte de una generación privilegiada.
En otros tiempos PE se esforzaba por dar a conocer las declaraciones y actos de distintas organizaciones. Había que promoverlos todo lo posible. Este año eran tantos que resultaba imposible cubrirlos. Por otra parte no había necesidad. Hoy existe una prensa masiva que los promueve y las redes de internet son multitudes.
Apostamos a que lo cubriríamos con algunas notas de las muchas que se publicarían en diversos medios. Increíble la cantidad de excelente material que se ha provisto en estos días. Si elegir es ser injusto por lo que se deja de lado, ahora es mucho más. Obligados seleccionamos tres aportes.
Uno de Aldo Etchegoyen, que además de ser un dirigente religioso, de la Iglesia Metodista, reflexiona sobre una novedosa forma de interpretar lo relacionado con la desaparición.
Otro que pertenece a Angel Cappa, proveniente del mundo del deporte, el futbol, juego apasionado y denostado. Cappa, uno de los tantos exiliados, ofrece su testimonio personal y particulares reflexiones. Por otro lado es un hombre del interior del país, de Bahía Blanca.
El tercero, el aporte oportuno del periodista Sergio Ferrari sobre el reconocimiento al cine argentino en el Festival de Friburgo. Sergio, al igual que su hermano Claudio, fue de los que sufrieron cárcel por sus convicciones y luego debieron exilarse. Son hijos de un gran pastor metodista, Alberto Ferrari, fallecido.
Vaya un abrazo de alguien que pertenece a una generación privilegiada y que sigue acumulando juventud a través de los años.+ (PE)
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=9420
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