domingo, 10 de abril de 2011

Odio, luego existo

Alfredo Grande  


“El tabú del odio solo rige para los explotados y sometidos. Los patrones, los explotadores odian sin pausa y con prisa. Y de ese odio extraen la fuerza para sus abominables crueldades.  Solamente odiando al capitalismo podremos seguir amando al socialismo”

Manuel, de 18 años, está internado en el hospital de San Miguel, con protección de la Gendarmería. Fue herido después de que, junto a un grupo de vecinos, intentara impedir la detención arbitraria de unos chicos de su barrio. Escondido en un cuarto del Hospital Larcade, en San Miguel, Manuel F. pasa las horas, mientras un gendarme controla que solo sea visitado por sus familiares. No está preso ni se lo acusa por algún delito. “Lo están cuidando de la Policía Bonaerense”, dice su tía, por lo bajo, en un pasillo del hospital repleto de gente. Hace poco más de una semana Manuel recibió un balazo en la cintura en medio de una discusión con varios oficiales en el barrio Mitre, de esa localidad, y según denuncian los familiares, en su intento por encubrir el ataque, los oficiales lo sacaron del auto que lo trasladaba al hospital, lo subieron a un patrullero y le dieron “un puntazo” en la panza. Luego lo acercaron a la guardia, donde fue operado esa misma noche. La herida de bala le inundó de sangre el estómago y, desde entonces, lo alimentan mediante suero.
Por Emilio Ruchansky. Página 12. 26-03-11

(APe).- La cultura represora, entre tantas actividades y trampas que elabora, elige algunas como privilegiadas. El tabú del odio y de la justicia por mano propia tienen esa funesta predilección. Al odio se lo presenta como antinomia del amor y a la justicia por mano propia como sinónimo de venganza. Dejaremos para otro trabajo esta importante cuestión, elemental para toda política que aspire a desplegar los mecanismos autogestionarios. Odiar es malo por esencia. Amar es un mandato, que incluye al enemigo. Odiar es un síntoma, y además grave; amar es una bendición, que incluye también no tener que pedir perdón. Más allá de la ternurita de Love Story, el amar otorga impunidad. Si es por amor, podrán arrancarte brazos y piernas, y tu verdugo no dejará de sonreír porque dios igual lo seguirá amando. Pero el odio no es la antinomia del amor: incluso lo precede. Sin odio no hay energía de enfrentar al enemigo que pretende, y muchas veces logra destruir la vida. El odio sostiene la crueldad, que es la planificación sistemática del sufrimiento y el dolor. Su paradigma es la tortura. El verdugo no necesita odiar a cada una de sus víctimas. Es suficiente que odie lo que sus torturados representan. Odiando el todo (el marxismo, el judaísmo, el anarquismo) puede darse el lujo de no odiar a cada uno de sus prisioneros. Su crueldad está garantizada desde un Orden Superior que le dice que se debe odiar. El torturado está indefenso en lo corporal por estar maniatado, y en lo mental por el tabú de odiar. Incluso se describe el Síndrome de Estocolmo, utilizado cínicamente para explicar el amor de la víctima por el victimario. En realidad, ese amor tóxico es producto directo del tabú de odiar y el mandato de amar, que beneficia/indulta incluso a un torturador. Leemos o escuchamos todos los días, y tardes y noches las crueldades inauditas de las policías bravas. ¿Son bravas o son crueles y cobardes? A la tortura: ¿la hacen los valientes o los cagones? La matanza de Bonefoi, Carballo, Arruga y tantísimos otros: ¿nos genera odio contra sus verdugos? Nos olvidamos de Cabezas y llegó nuevamente el Cabezón, ahora en versión rubia y aterciopelada, onda peluche. Al menos, eso vi en afiches en la city porteña. El tabú del odio tiene un correlato político que es casi la crónica de un suicidio anunciado: la negación maníaca de la lucha de clases. La comunidad organizada cuyo orgasmo político es la mediación y el consenso. Una pareja muy mal avenida que llama a un mediador para decidir en qué posición el coito es menos obsceno. Si la obscenidad es la inflación, aparecerá una mediación entre la góndola del super y las estadísticas oficiales. Esa mediación se llama el Indek. Y así con todo. Los monopolios de la telefonía, de los cuales NADIE habla, determinan con arbitrio precios, bonificaciones, tarifazos y los discretos encantos de la estafa publicitaria (por ejemplo Telefónica anuncia un precio final que nunca se ve en la factura, a menos que usemos mescalina en pote) Pero odiarlos está prohibido porque eso implicaría justicia por mano propia y el capitalismo serio no podría soportarlo. La liberación del precio de las naftas es la burla para el usuario de un país que también supo ser petrolero. La abominable privatización de YPF tuvo el apoyo de los presidentes constitucionales 2003/2011. (omito nombres propios dada la susceptible sensación térmica política que nos invade) No recuerdo que las provincias donde el petróleo era oro, se rebelaran contra las langostas menemistas. ¿O los 10 años que duró la devastación menemista se licuan en los dos años del aliancismo cómplice? Pero no podemos odiar a nuestros enemigos. Es más: quizá no haya enemigos, por la permanente clonación y mutación de partidos e ideologías. La transversalidad lo fue a buscar a Cobos, pensando que lo mutaban en Kobos, pero algo falló y el monstruo resultante fue Combo. Apto para todo tipo de oferta. A Manuel, baleado por la bonaerense, lo protege Gendarmería. El Hombre Araña te reventó el tujes, pero tranqui, ya llamamos a Batman. La democracia burguesa y el capitalismo serio son la pareja más presentable que tenemos. Pero en nuestros propios patios traseros, los horrores siguen. Criminales de paz que matan de la manera más miserable: por omisión de alimentos. Por hambre. Pero no es suficiente. Cualquier funcionario mediocre puede hacerlo. Liberar el precio de las naftas no tiene la épica de balear a un cabecita. El gatillo fácil y cobarde es un sentimiento, no puede parar. Pero podemos montar una estafa más. Que no será la última. Una de las fuerzas de seguridad nos cuida de la otra. Mamá nos cuida de papá, y cuando mamá se va al carajo, todavía está la abuela. Antes era el mito del policía bueno y el policía malo. Ahora los alquimistas del poder se han superado. Hay Fuerzas Buenas y Fuerzas Malas. Es como decirle a una mujer secuestrada y esclavizada para ser prostituida, que hay tratantes buenos y tratantes malos. Sostener el odio para enfrentar al enemigo es una propuesta tanto del Che Guevara como de Sigmund Freud. Me permito sugerir que por algo será. Parece que el odio es necesario para romper cadenas y atravesar muros, tanto externos como internos. No está de más recordar que el fascismo hace del odio su más elemental aliado. ¿Seremos iguales a ellos si los odiamos? Pregunta tramposa que esconde disimulando apenas la intención de anestesiar el odio, la bronca, la rebeldía. La lógica fascista de reprimir el deseo no es la misma lógica que la de reprimir al represor. De la misma forma que en los mandamientos del antiguo testamento la prohibición no es de matar, sino de asesinar. Cuando la mafia, el fascismo asesinan les gusta decir: no es nada personal. Nosotros decimos: es personal, es grupal, familiar y social. Es el odio necesario para que el NUNCA MÁS no sea un slogan caduco sino un permanente redoblar de bombos y tambores. Y para que el único que cuide al pueblo sea el pueblo…

1 La primer parte de este trabajo fue publicado en el suplemento de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo que publicara Página 12 (año 2000) Se puede leer en mi libro Psicoanálisis Implicado: la marca social en la clínica actual. Versión digital en www.aticocooperativa.com.ar. Además, se encuentra buscando en la web.

http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=5317:odio-luego-existo-parte-2-1&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106



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