Teologìas de la Liberaciòn – Chile
Del libro de San Ambrosio sobre Nabot el israelita
El rico es más tolerable cuanto menos tiene.
Ustedes, ricos, no desean tanto poseer como quitar a los demás lo que tienen. Cuidan más de arrebatar a los pobres que de su ventaja. Se creen injuriados si el pobre posee algo que ustedes consideran digno de que lo posea un rico. Piensan que todo lo que es ajeno es un daño para ustedes.
¿Por qué les atraen tanto las riquezas de la naturaleza? El mundo ha sido creado para todos, y unos pocos ricos intentan reservárselo. Y ya no es sólo la propiedad de la tierra: hasta el mismo cielo, el aire y el mar los reclaman para su uso unos pocos ricos.
Ustedes, ricos, arrebatan todo a los pobres y no les dejan nada; sin embargo, la pena de ustedes es mayor que la de ellos... Son ustedes mismos los que, por su pasión, sufren tribulaciones como las de la misma pobreza.
Los pobres, realmente, no tienen de qué vivir. Pero ustedes ni usan sus riquezas ni las dejan usar a los demás. Sacan el oro de las minas, pero lo esconden de nuevo. Y icuántas vidas encierran con ese oro!
Yo he visto cómo se detenía a un pobre para obligarle a pagar lo que no tenía; he visto cómo le encarcelaban porque había faltado el vino en la mesa del poderoso; he visto cómo ponía en subasta a sus hijos para retrasar el momento de la pena. Con la esperanza de encontrar a quien le ayude en esta necesidad, regresa el pobre a su casa y ve que no hay esperanza: que ya no les queda nada para comer. Llora otra vez el hambre de sus hijos, y se duele de no haberlos vendido más bien a aquel que pudiera alimentarlos. Reflexiona otra vez, y toma la decisión de vender a algún hijo.
Pero su corazón se desgarra entre dos sentimientos opuestos: el miedo a la miseria y el cariño paterno. El hambre le reclama dinero, la condición humana le pide cumplir con su deber de padre. Muchas veces echó a andar dispuesto a morir juntamente con sus hijos antes que tener que desprenderse de ellos. Y otras tantas se volvió atrás. Sin embargo, acabó venciendo la necesidad, no el amor; y la misma piedad cedió ante la necesidad.
Dios te concede la prosperidad para que no tengas excusa en la obligación de vencer y condenar tu avaricia. Pero lo que Él hizo nacer para muchos, por medio de ti, te lo reservas para ti solo o, mejor dicho, lo pierdes para ti solo: pues tú mismo ganarías más si lo repartieras entre los demás. Pues la gracia de la generosidad la recibe el generoso.
Me contestarás lo que acostumbran decir ustedes los ricos: que no debemos socorrer al que Dios maldice y quiere que sufra necesidad. Yo te digo que los pobres no son malditos, ya que está escrito: «Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos». Y no del pobre, sino del rico, dice la Escritura: «Maldito sea quien recibe usura del trigo» (Prov 11,26).
Por otro lado, no te toca a ti juzgar los méritos de cada uno. Pues es propio de la misericordia no considerar los méritos sino ayudar en las necesidades; socorrer al pobre y no examinar su justicia. Pues también está escrito: «Bienaventurado el que entiende en el necesitado y el pobre» (Sal 40,2). Y ¿quién es el que entiende? El que le compadece, el que comprende que participa de su misma condición humana, el que sabe que el mismo Dios hizo al rico y al pobre, el que cree que destinar parte de sus frutos para los pobres es la manera de bendecirlos.
iQué bien pinta la Escritura los modos de obrar de los ricos! Se entristecen si no pueden robar lo ajeno, dejan de comer y ayunan, pero no para corregir su pecado sino para preparar sus fechorías. Y tal vez les verás venir a la iglesia cumplidores, humildes, asiduos, para conseguir que tengan éxito sus delitos. Pero Dios les dice: «No es ése el ayuno que me agrada.
¿Sabes cuál es el ayuno que yo quiero? Romper las ataduras injustas, liberar a los oprimidos, quebrantar todo yugo inicuo, partir el pan con el hambriento, acoger en casa al que no tiene techo...»
Lo que das al necesitado te aprovecha también a ti mismo. Lo que disminuye tu capital crece en provecho tuyo. El pan que das al pobre te alimenta a ti. Porque quien se compadece del necesitado se cultiva a sí mismo con los frutos de su humanidad. La misericordia se siembra en la tierra y germina en el cielo. Se planta en el pobre y se multiplica en Dios...
Porque no le das al pobre lo tuyo, sino que le devuelves lo suyo. Pues lo que es común y ha sido creado para uso de todos, estás usurpándolo tú solo. La tierra es de todos, no sólo de los ricos. Pero son muchos más los que no gozan de ella que los que la disfrutan.
Por eso, al ayudar, no das en balde lo que no debes, sino que pagas una deuda...
Ustedes, en cambio, desnudan a los hombres y revisten sus paredes. Gime a tu puerta el pobre desnudo, y ni te dignas mirarle, preocupado sólo de los mármoles con que vas a cubrir tus pisos. Te pide pan el pobre y no lo obtiene, mientras tus caballos muerden el oro bajo sus dientes. iQué juicio más severo te estás preparando, oh rico! El pueblo tiene hambre y tú cierras tus graneros. iAy de aquel que tiene facultades para librar tantas vidas de la muerte, y no lo hace! Las piedras de tu anillo habrían podido salvar las vidas de todo un pueblo.
¡Es el propietario el que debe ser dueño de la propiedad, y no la propiedad señora del propietario! Pero todo el que usa de su patrimonio a su antojo, que no sabe dar con generosidad y repartir a los pobres, es esclavo de sus bienes en lugar de ser señor de ellos. Porque guarda las riquezas ajenas como criado y no usa de ellas como señor.
Teologìas de la Liberaciòn – Chile
Cuadernos Opcion Por Los Pobres-Chile
correo: opcion_porlospobres_chile@yahoo.com
Colaborò: Jose Luis Razo Ochoa
Del libro de San Ambrosio sobre Nabot el israelita
El rico es más tolerable cuanto menos tiene.
Ustedes, ricos, no desean tanto poseer como quitar a los demás lo que tienen. Cuidan más de arrebatar a los pobres que de su ventaja. Se creen injuriados si el pobre posee algo que ustedes consideran digno de que lo posea un rico. Piensan que todo lo que es ajeno es un daño para ustedes.
¿Por qué les atraen tanto las riquezas de la naturaleza? El mundo ha sido creado para todos, y unos pocos ricos intentan reservárselo. Y ya no es sólo la propiedad de la tierra: hasta el mismo cielo, el aire y el mar los reclaman para su uso unos pocos ricos.
Ustedes, ricos, arrebatan todo a los pobres y no les dejan nada; sin embargo, la pena de ustedes es mayor que la de ellos... Son ustedes mismos los que, por su pasión, sufren tribulaciones como las de la misma pobreza.
Los pobres, realmente, no tienen de qué vivir. Pero ustedes ni usan sus riquezas ni las dejan usar a los demás. Sacan el oro de las minas, pero lo esconden de nuevo. Y icuántas vidas encierran con ese oro!
Yo he visto cómo se detenía a un pobre para obligarle a pagar lo que no tenía; he visto cómo le encarcelaban porque había faltado el vino en la mesa del poderoso; he visto cómo ponía en subasta a sus hijos para retrasar el momento de la pena. Con la esperanza de encontrar a quien le ayude en esta necesidad, regresa el pobre a su casa y ve que no hay esperanza: que ya no les queda nada para comer. Llora otra vez el hambre de sus hijos, y se duele de no haberlos vendido más bien a aquel que pudiera alimentarlos. Reflexiona otra vez, y toma la decisión de vender a algún hijo.
Pero su corazón se desgarra entre dos sentimientos opuestos: el miedo a la miseria y el cariño paterno. El hambre le reclama dinero, la condición humana le pide cumplir con su deber de padre. Muchas veces echó a andar dispuesto a morir juntamente con sus hijos antes que tener que desprenderse de ellos. Y otras tantas se volvió atrás. Sin embargo, acabó venciendo la necesidad, no el amor; y la misma piedad cedió ante la necesidad.
Dios te concede la prosperidad para que no tengas excusa en la obligación de vencer y condenar tu avaricia. Pero lo que Él hizo nacer para muchos, por medio de ti, te lo reservas para ti solo o, mejor dicho, lo pierdes para ti solo: pues tú mismo ganarías más si lo repartieras entre los demás. Pues la gracia de la generosidad la recibe el generoso.
Me contestarás lo que acostumbran decir ustedes los ricos: que no debemos socorrer al que Dios maldice y quiere que sufra necesidad. Yo te digo que los pobres no son malditos, ya que está escrito: «Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos». Y no del pobre, sino del rico, dice la Escritura: «Maldito sea quien recibe usura del trigo» (Prov 11,26).
Por otro lado, no te toca a ti juzgar los méritos de cada uno. Pues es propio de la misericordia no considerar los méritos sino ayudar en las necesidades; socorrer al pobre y no examinar su justicia. Pues también está escrito: «Bienaventurado el que entiende en el necesitado y el pobre» (Sal 40,2). Y ¿quién es el que entiende? El que le compadece, el que comprende que participa de su misma condición humana, el que sabe que el mismo Dios hizo al rico y al pobre, el que cree que destinar parte de sus frutos para los pobres es la manera de bendecirlos.
iQué bien pinta la Escritura los modos de obrar de los ricos! Se entristecen si no pueden robar lo ajeno, dejan de comer y ayunan, pero no para corregir su pecado sino para preparar sus fechorías. Y tal vez les verás venir a la iglesia cumplidores, humildes, asiduos, para conseguir que tengan éxito sus delitos. Pero Dios les dice: «No es ése el ayuno que me agrada.
¿Sabes cuál es el ayuno que yo quiero? Romper las ataduras injustas, liberar a los oprimidos, quebrantar todo yugo inicuo, partir el pan con el hambriento, acoger en casa al que no tiene techo...»
Lo que das al necesitado te aprovecha también a ti mismo. Lo que disminuye tu capital crece en provecho tuyo. El pan que das al pobre te alimenta a ti. Porque quien se compadece del necesitado se cultiva a sí mismo con los frutos de su humanidad. La misericordia se siembra en la tierra y germina en el cielo. Se planta en el pobre y se multiplica en Dios...
Porque no le das al pobre lo tuyo, sino que le devuelves lo suyo. Pues lo que es común y ha sido creado para uso de todos, estás usurpándolo tú solo. La tierra es de todos, no sólo de los ricos. Pero son muchos más los que no gozan de ella que los que la disfrutan.
Por eso, al ayudar, no das en balde lo que no debes, sino que pagas una deuda...
Ustedes, en cambio, desnudan a los hombres y revisten sus paredes. Gime a tu puerta el pobre desnudo, y ni te dignas mirarle, preocupado sólo de los mármoles con que vas a cubrir tus pisos. Te pide pan el pobre y no lo obtiene, mientras tus caballos muerden el oro bajo sus dientes. iQué juicio más severo te estás preparando, oh rico! El pueblo tiene hambre y tú cierras tus graneros. iAy de aquel que tiene facultades para librar tantas vidas de la muerte, y no lo hace! Las piedras de tu anillo habrían podido salvar las vidas de todo un pueblo.
¡Es el propietario el que debe ser dueño de la propiedad, y no la propiedad señora del propietario! Pero todo el que usa de su patrimonio a su antojo, que no sabe dar con generosidad y repartir a los pobres, es esclavo de sus bienes en lugar de ser señor de ellos. Porque guarda las riquezas ajenas como criado y no usa de ellas como señor.
Teologìas de la Liberaciòn – Chile
Cuadernos Opcion Por Los Pobres-Chile
correo: opcion_porlospobres_chile@yahoo.com
Colaborò: Jose Luis Razo Ochoa