Pep Castelló
La prehistórica cueva abre de nuevo sus puertas, aunque con las limitaciones que aconseja la prudencia de quienes la cuidan. La noticia me trae a la memoria una entrevista radiada en la cual Eduardo Galeano contaba que cuando contempló in situ aquellas pinturas se le ocurrió que “si nuestros antepasados no hubiesen compartido comida y caverna, nuestra especie no habría sobrevivido”. Un bello pensamiento, sin duda, que nos mueve a considerar la solidaridad como un atributo de la naturaleza humana.
No obstante, la conducta que observamos hoy en nuestros congéneres más bien nos mueve a pensar lo contrario. Muros, alambradas, sofisticados sistemas de vigilancia y gente armada cierran hoy las puertas de la caverna a forasteros no deseados y protegen los botines acumulados en su interior, producto de las continuas razias que ordenan los poderosos amos del recinto. Servidores sin alma y sin conciencia, con ansia de obtener alguna porción del botín por mínima que sea, forman la tropa que ataca y saquea a los pueblos indefensos y somete a sus moradores.
Dentro de la caverna, una caterva de predicadores tiene a su cargo mentalizar a las jóvenes generaciones a fin de que acepten y defiendan el orden establecido. Gran cantidad de recursos técnicos y humanos se movilizan para ese fin: sistemas educativos, medios audiovisuales de comunicación de masas, equipos humanos especializados que a modo de escuadrones de caza mariposas red en mano persiguen con eventos mundiales a las multitudes que corren riesgo de despertar del opiáceo sueño en que la organización del poder las tiene sumidas. Hoy una crisis financiera; mañana un mundial de fútbol... Todo sirve para mantener distraída y atemorizada la población. La gestión del miedo y de la simpleza mental son los mejores recursos para mantener el orden en la caverna.
Nada ni casi nadie queda fuera del servicio a los intereses del poder. El dominio es absoluto. El sometimiento está casi por completo garantizado. Se despoja de los beneficios del sistema y se persigue con saña a quienquiera que se resista. No obstante, dado que la naturaleza humana es rebelde, sistemas jurídicos con soporte policial amparan eficazmente la codicia de las minorías dominantes y les garantizan el control de los recursos que el pueblo necesita para subsistir. La miseria espiritual y la pobreza extrema que genera el sistema aseguran que en su momento el poder pueda reclutar la gente necesaria para mantener activos esos despiadados cuerpos de policía y ejércitos.
Aun así, voces proféticas surgen por doquier clamando contra la injusticia y convocando a la insumisión y a la rebeldía. Son las de quienes se ocupan de cultivar en lo hondo de su alma la compasión más que el egoísmo. Las de quienes con amplia visión de futuro anteponen la equidad a la ambición. Las que a lo largo de los siglos han frenado la bestialidad de quienes ciegos de poder no dudan en destruir cuanto se les opone, sin caer en la cuenta de que de ese modo acabarán destruyéndose a sí mismos.
Viendo como está el mundo y la correlación de fuerzas que presenta, poca esperanza nos cabe de ver algún día a nuestra especie enarbolando el estandarte de la Utopía. Pero sí la de permanecer libres de espíritu y cual fermento o levadura mantenernos en permanente actitud profética. No debemos temer a quienes brutos e irreflexivos amenacen con matarnos, pero sí permanecer alerta para evitar que nos anulen y sometan.
http://www.kaosenlared.net/noticia/altamira
La prehistórica cueva abre de nuevo sus puertas, aunque con las limitaciones que aconseja la prudencia de quienes la cuidan. La noticia me trae a la memoria una entrevista radiada en la cual Eduardo Galeano contaba que cuando contempló in situ aquellas pinturas se le ocurrió que “si nuestros antepasados no hubiesen compartido comida y caverna, nuestra especie no habría sobrevivido”. Un bello pensamiento, sin duda, que nos mueve a considerar la solidaridad como un atributo de la naturaleza humana.
No obstante, la conducta que observamos hoy en nuestros congéneres más bien nos mueve a pensar lo contrario. Muros, alambradas, sofisticados sistemas de vigilancia y gente armada cierran hoy las puertas de la caverna a forasteros no deseados y protegen los botines acumulados en su interior, producto de las continuas razias que ordenan los poderosos amos del recinto. Servidores sin alma y sin conciencia, con ansia de obtener alguna porción del botín por mínima que sea, forman la tropa que ataca y saquea a los pueblos indefensos y somete a sus moradores.
Dentro de la caverna, una caterva de predicadores tiene a su cargo mentalizar a las jóvenes generaciones a fin de que acepten y defiendan el orden establecido. Gran cantidad de recursos técnicos y humanos se movilizan para ese fin: sistemas educativos, medios audiovisuales de comunicación de masas, equipos humanos especializados que a modo de escuadrones de caza mariposas red en mano persiguen con eventos mundiales a las multitudes que corren riesgo de despertar del opiáceo sueño en que la organización del poder las tiene sumidas. Hoy una crisis financiera; mañana un mundial de fútbol... Todo sirve para mantener distraída y atemorizada la población. La gestión del miedo y de la simpleza mental son los mejores recursos para mantener el orden en la caverna.
Nada ni casi nadie queda fuera del servicio a los intereses del poder. El dominio es absoluto. El sometimiento está casi por completo garantizado. Se despoja de los beneficios del sistema y se persigue con saña a quienquiera que se resista. No obstante, dado que la naturaleza humana es rebelde, sistemas jurídicos con soporte policial amparan eficazmente la codicia de las minorías dominantes y les garantizan el control de los recursos que el pueblo necesita para subsistir. La miseria espiritual y la pobreza extrema que genera el sistema aseguran que en su momento el poder pueda reclutar la gente necesaria para mantener activos esos despiadados cuerpos de policía y ejércitos.
Aun así, voces proféticas surgen por doquier clamando contra la injusticia y convocando a la insumisión y a la rebeldía. Son las de quienes se ocupan de cultivar en lo hondo de su alma la compasión más que el egoísmo. Las de quienes con amplia visión de futuro anteponen la equidad a la ambición. Las que a lo largo de los siglos han frenado la bestialidad de quienes ciegos de poder no dudan en destruir cuanto se les opone, sin caer en la cuenta de que de ese modo acabarán destruyéndose a sí mismos.
Viendo como está el mundo y la correlación de fuerzas que presenta, poca esperanza nos cabe de ver algún día a nuestra especie enarbolando el estandarte de la Utopía. Pero sí la de permanecer libres de espíritu y cual fermento o levadura mantenernos en permanente actitud profética. No debemos temer a quienes brutos e irreflexivos amenacen con matarnos, pero sí permanecer alerta para evitar que nos anulen y sometan.
http://www.kaosenlared.net/noticia/altamira