Parece hipócrita la tenacidad con que Europa procura evitar la llegada de inmigrantes africanos cuando no son otra cosa que el residuo patético de sus correrías coloniales durante varios siglos. ¿Acaso espera Europa que después de saquear África despojándola de su cultura, de sus recursos materiales y humanos, de inyectarla con su fiebre perniciosa de consumo pueda hacer frente al nuevo milenio como un castillo artillado en cuyo interior todos son felices mientras fuera solo hay hambre y desesperación?
En el cuento de Edgar Allan Poe “la máscara de la muerte roja” se simboliza la inutilidad del intento del príncipe de encerrarse en su palacio a dar fiestas hasta que pase la peste. La muerte acabó entrando igual.
Europa es rica gracias, en buena medida, a todo lo que se llevó de África. ¿Esperan acaso que los africanos hambrientos se queden padeciendo la miseria de sus atrocidades mientras las sociedades europeas disfrutan de altos niveles de vida?
¿Creen que es tolerable que quien les robó, mató y violó durante siglos vengan ahora a pontificar y darles lecciones sobre moral internacional y derechos humanos?
¿No recuerdan, ingleses, las masacres de Kenya?
¿No recuerdan, franceses, cuánto robaron de Dakar y de Costa de Marfil?
¿No recuerdan alemanes, los campos de concentración de Namibia y los cráneos del pueblo hebreo diezmado que aún conservan en el museo de medicina de Berlín?
¿No recuerdan, belgas, sus atrocidades en el Congo?
¿No recuerdan, portugueses, sus mortíferas excavaciones en busca del oro de Angola, sus cacerías de esclavos en Mozambique?
¿No recuerdan, españoles, sus desmanes y atropellos con los indígenas de Sudamérica?
¿No fue vuestra codicia, europeos, lo que regó de tanta sangre de niños inocentes los diamantes de Sierra Leona? Y ahora se permiten el lujo de repeler estas barcazas de desesperados, de encerrar y deportar a estos seres humanos que llegan a sus costas y afean sus bonitas playas mediterráneas.
Si Europa fuese consecuente con sus propias políticas de derechos humanos, tendrían que acoger con los brazos abiertos a los africanos y sudamericanos y suplicarles perdón de rodillas ofreciéndoles compartir algo de lo que se llevaron de sus tierras.
Y lo curioso es, que estos seres humanos desesperados no piden lo que les correspondería ni la devolución de lo que les pertenece. Apenas piden las migajas de una limosna, vender baratijas en las plazas, repartir diarios o limpiar automóviles, y aún así no los quieren…
Demasiado doloroso el espectáculo, demasiado triste que en el centro de vuestra gran civilización se muestren los rostros oscuros de las víctimas que la hicieron posible.
Vuestra ceguera es admirable. Vuestra hipocresía criminal. Vuestra bajeza formidable.
Mediten largamente sobre lo que están haciendo, europeos. Ustedes, hacedores de la historia, serían estúpidos si olvidasen sus enseñanzas. Todo el poder de Roma no impidió su caída a manos de los bárbaros.
Despertad de vuestro sueño torpe y egoísta. El mundo grita desesperado en torno vuestro. ¿Cuánto tiempo más podrán fingir no escuchar? Europa desea permanecer cerrada mientras un África saqueada hasta la saciedad se desangra…igual que nuestra América Latina, igual que el oriente de segunda…
Seguramente, algún día, Europa abrirá su corazón y sus puertas. Seguramente aprenderemos algún día a tratarnos los seres humanos como iguales, de no ser así, estaríamos aceptando los distintos genocidios ocurridos a lo largo de la historia, como hechos normales.
Entonces… ¡pobre de Europa cuando China le eche mano (y la echará…!)
¡Pobre EEUU cuando China le eche mano (y la echará…!)
¿Habrá africanos que deseen defenderla? ¿Habrá latinoamericanos que deseen defenderla?
Mirémosles a los ojos. Descubriremos la grandeza de sus almas. Haremos un mundo mejor y más justo. Empecemos hoy mismo a intentarlo. ELLOS LO MERECEN.
(Reflexión anónima que corre por la red en forma de PPS, editada por Paz Rosales)
En el cuento de Edgar Allan Poe “la máscara de la muerte roja” se simboliza la inutilidad del intento del príncipe de encerrarse en su palacio a dar fiestas hasta que pase la peste. La muerte acabó entrando igual.
Europa es rica gracias, en buena medida, a todo lo que se llevó de África. ¿Esperan acaso que los africanos hambrientos se queden padeciendo la miseria de sus atrocidades mientras las sociedades europeas disfrutan de altos niveles de vida?
¿Creen que es tolerable que quien les robó, mató y violó durante siglos vengan ahora a pontificar y darles lecciones sobre moral internacional y derechos humanos?
¿No recuerdan, ingleses, las masacres de Kenya?
¿No recuerdan, franceses, cuánto robaron de Dakar y de Costa de Marfil?
¿No recuerdan alemanes, los campos de concentración de Namibia y los cráneos del pueblo hebreo diezmado que aún conservan en el museo de medicina de Berlín?
¿No recuerdan, belgas, sus atrocidades en el Congo?
¿No recuerdan, portugueses, sus mortíferas excavaciones en busca del oro de Angola, sus cacerías de esclavos en Mozambique?
¿No recuerdan, españoles, sus desmanes y atropellos con los indígenas de Sudamérica?
¿No fue vuestra codicia, europeos, lo que regó de tanta sangre de niños inocentes los diamantes de Sierra Leona? Y ahora se permiten el lujo de repeler estas barcazas de desesperados, de encerrar y deportar a estos seres humanos que llegan a sus costas y afean sus bonitas playas mediterráneas.
Si Europa fuese consecuente con sus propias políticas de derechos humanos, tendrían que acoger con los brazos abiertos a los africanos y sudamericanos y suplicarles perdón de rodillas ofreciéndoles compartir algo de lo que se llevaron de sus tierras.
Y lo curioso es, que estos seres humanos desesperados no piden lo que les correspondería ni la devolución de lo que les pertenece. Apenas piden las migajas de una limosna, vender baratijas en las plazas, repartir diarios o limpiar automóviles, y aún así no los quieren…
Demasiado doloroso el espectáculo, demasiado triste que en el centro de vuestra gran civilización se muestren los rostros oscuros de las víctimas que la hicieron posible.
Vuestra ceguera es admirable. Vuestra hipocresía criminal. Vuestra bajeza formidable.
Mediten largamente sobre lo que están haciendo, europeos. Ustedes, hacedores de la historia, serían estúpidos si olvidasen sus enseñanzas. Todo el poder de Roma no impidió su caída a manos de los bárbaros.
Despertad de vuestro sueño torpe y egoísta. El mundo grita desesperado en torno vuestro. ¿Cuánto tiempo más podrán fingir no escuchar? Europa desea permanecer cerrada mientras un África saqueada hasta la saciedad se desangra…igual que nuestra América Latina, igual que el oriente de segunda…
Seguramente, algún día, Europa abrirá su corazón y sus puertas. Seguramente aprenderemos algún día a tratarnos los seres humanos como iguales, de no ser así, estaríamos aceptando los distintos genocidios ocurridos a lo largo de la historia, como hechos normales.
Entonces… ¡pobre de Europa cuando China le eche mano (y la echará…!)
¡Pobre EEUU cuando China le eche mano (y la echará…!)
¿Habrá africanos que deseen defenderla? ¿Habrá latinoamericanos que deseen defenderla?
Mirémosles a los ojos. Descubriremos la grandeza de sus almas. Haremos un mundo mejor y más justo. Empecemos hoy mismo a intentarlo. ELLOS LO MERECEN.
(Reflexión anónima que corre por la red en forma de PPS, editada por Paz Rosales)