La autodeterminación de Catalunya, marxismo y revolución
¿Cómo se articula la lucha por demandas democráticas y contra la opresión nacional con el conjunto del programa revolucionario? Cinco claves sobre la posición de los marxistas.
Miércoles 4 de octubre | 22:25
1. Un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre
La frase de Marx y Engels, tomada como propia por Lenin y Trotsky, es parte del legado fundamental del marxismo revolucionario y hace a una definición general de estrategia política. En el terreno concreto de la situación abierta en el Estado español y en Catalunya significa, en primer lugar, que los trabajadores de todo el Estado, incluyendo a los catalanes, vascos, gallegos y del resto de España -junto a los inmigrantes-, tienen que defender el derecho a decidir del pueblo catalán, e incluso su decisión de separarse. Porque no hacerlo, significaría apoyar la opresión del Estado español, impuesta en la historia reciente a través de la Constitución monárquica (fundante del Régimen del ‘78) que defiende a sangre y fuego la “unidad de España”. Al tomar esta demanda democrática profunda, la clase trabajadora de todo el Estado español da pasos adelante para soldar su unidad, contra el gobierno central y el Régimen, pero también contra la estrategia de la dirección burguesa catalana que busca dividir a la clase trabajadora del Estado español y fortalecer una nueva salida burguesa.
Partiendo de aquí se comprende rápidamente que la política de Podemos y de Izquierda Unida, que proclaman su defensa del “derecho a decidir” con la mano izquierda, pero lo niegan con la mano derecha (al empeñarse en un imposible referéndum “pactado” con el Régimen del ‘78), es contraria a los intereses del pueblo trabajador.
Hace cien años, durante la heroica Revolución rusa de 1917, la democracia más radical de la historia, la democracia de los consejos de obreros, campesinos y soldados emitió un decreto a los pueblos del mundo, tan solo un día después de tomar el poder.
“Si una nación es retenida por la fuerza dentro de los límites de otro Estado; si, a pesar del deseo expresado por ella (…) a esa nación se la priva del derecho a decidir mediante una votación libre (sin la menor restricción, tras la retirada completa de las tropas de la nación que ha anexionado o pretende hacerlo, o que simplemente es más poderosa) la forma de su organización nacional y política, esa incorporación constituye una anexión, es decir, una conquista y un acto violento.”
Todos los Estados imperialistas anexionaron nuevos Estados y redoblaron su opresión sobre otras naciones a la salida de la Primera Guerra mundial. El Estado de los soviets fue el único que incluyó en su formación el reconocimiento del derecho de autodeterminación de las naciones, algo que más tarde, con la consolidación del estalinismo, sufrió un enorme retroceso, reconstituyéndose la “gran Rusia” opresora.
Contra la tradición estalinista y de los partidos comunistas, la corriente fundada por León Trotsky mantuvo la defensa del derecho a la autodeterminación de los pueblos, porque la lucha internacionalista por la revolución mundial y el comunismo (es decir, la lucha por una sociedad sin clases y sin Estado) no puede avanzar ni un milímetro si se sostiene la opresión de un pueblo sobre otro por la fuerza.
2. Defender la autodeterminación por el camino revolucionario, contra el gobierno y el Régimen
En los años ‘30, Trotsky escribió muchas veces a los grupos de la oposición de izquierda en España acerca de la importancia de la demanda de autodeterminación de Catalunya, en el marco de la Revolución española. Concretamente en 1930 decía que “Incluso en las cuestiones nacionales el proletariado defiende hasta el fin la consigna de la democracia declarando que está dispuesto a apoyar, por un camino revolucionario, el derecho de los diferentes grupos nacionales a la libre disposición de ellos mismos, incluso llegando a la separación.” (León Trotsky, Las tareas de los comunistas en España, junio de 1930)
Lo más importante de esta definición no es solo que la clase trabajadora tiene que tomar las demandas democráticas como propias, sino que lo hace por “un camino revolucionario”, es decir desarrollando la lucha de clases, de forma independiente de la burguesía y de todos los bandos capitalistas.
En concreto, hoy esto se traduce en que la clase trabajadora de todo el Estado español debe defender la voluntad del pueblo catalán de separarse -como mayoritariamente lo expresó en el referéndum del 1-O a pesar de la represión estatal-, pero lo tiene que hacer por un camino revolucionario, mediante los métodos de la clase trabajadora, la huelga general y desarrollando sus propios organismos de democracia obrera, levantando su propio programa de demandas transitorias y con el objetivo de conquistar una República catalana independiente, obrera y socialista.
3. Enfrentar la trampa de la dirección burguesa catalana
Hace unos años el sentimiento independentista en Catalunya no era mayoritario. Con la apertura de la crisis capitalista fue creciendo el malestar con el Régimen del 78, la monarquía y la prepotencia del gobierno central. Los partidos históricos de la burguesía catalana, que también estaban desprestigiados por aplicar recortes, comenzaron a tomar la “ruta de la independencia”, poniéndose a la cabeza del procés, una forma de desviar el malestar social hacia el laberinto de la cuestión nacional.
Hoy está claro que producto de la constante ofensiva del Estado central contra el pueblo catalán, que viene acrecentándose y pegó un salto cualitativo en las últimas semanas y el día del referéndum, ha crecido el sentimiento independentista y se ha expresado como la voluntad mayoritaria del pueblo catalán. Así se demostró el 1 de octubre. Millones de personas que pusieron el cuerpo, literalmente, para soportar la represión policial y defender el derecho al voto.
Sin embargo, la dirección del procés, los partidos históricos de la burguesía y la pequeño burguesía catalana, quieren llevar toda esa energía detrás de un proyecto que les permita una salida burguesa. Ya sea la proclamación de una República capitalista independiente, o incluso una nueva renegociación del Estado de las Autonomías dentro de los marcos del Régimen actual. En este camino siembran ilusiones en que la Unión Europea apoye la independencia catalana -la misma UE que no dudó en aplastar al pueblo de Grecia cuando el gobierno buscaba solamente renegociar su deuda-. La realidad es que hacer efectiva esta República burguesa independiente es un objetivo imposible sin enfrentar a las fuerzas represivas del Estado español, en medio del rechazo internacional a reconocer un Estado independiente en Catalunya. La otra vía de “apuesta estratégica” sería fortalecerse en unas próximas elecciones autonómicas, debilitar in extremis al gobierno de Rajoy y apostar por una salida negociada después de un recambio de Gobierno, con un acuerdo de gobierno entre el PSOE, Podemos y los partidos nacionalistas, algo por ahora muy improbable vista la posición completamente españolista del partido de Pedro Sánchez.
Lo cierto es que mientras tanto juegan con fuego, alentando la movilización, aunque pretenden que sea de manera controlada (por eso quisieron transformar la “Vaga General” en un “paro cívico” con la patronal, aunque no lo lograron). Lo cierto es que se están abriendo brechas que pueden ser tomadas por el movimiento de masas para emerger de forma independiente. La jornada del 1-0 y la huelga general del 3-O mostraron esa tendencia. Pero para eso, la clase trabajadora catalana no tiene que olvidar que Junts Pel Sí es el partido de los responsables de los recortes, ajustes y represión sobre el pueblo trabajador y que los Mossos son su brazo represivo.
Tomar las demandas democráticas hasta el final permitirá desenmascarar a la burguesía catalana y también a las direcciones reformistas del resto del Estado español, como Podemos e Izquierda Unida, que no están dispuestos a defenderlas, aunque se llenen la boca de “democracia”. Pero para ello es necesario conquistar la independencia política y denunciar la estrategia de la dirección burguesa catalana, que llevará a nuevas frustraciones a los trabajadores, a diferencia de la política seguida por la CUP de subordinarse a la hoja de ruta del procés. Es decir, tomar las demandas democráticas y nacionales, pero desde una perspectiva de independencia de clase, combatiendo el frente de “unidad nacional” de las organizaciones sociales, obreras y estudiantiles con sectores de la burguesía catalana.
4. Procesos constituyentes para decidirlo todo y luchar por la hegemonía de la clase trabajadora
La lucha abierta en Catalunya, donde se expresaron elementos de autoorganización para defender el referéndum, así como la primera y fuerte intervención de la clase obrera en la huelga del 3 de octubre, plantea la necesidad de desarrollar la lucha de clases para abrir procesos constituyentes libres y soberanos en Catalunya y en todo el Estado. Asambleas constituyentes donde se pueda decidir sobre todo, desde la autodeterminación de todos los pueblos a poner fin a la monarquía y el concordato con la Iglesia católica, la estatización de los servicios públicos y la banca bajo control de los trabajadores, junto con la expropiación de las viviendas vacías en manos de los bancos (que se han quedado con más de 40.000 millones de euros del rescate público que no piensan devolver) para resolver el problema de la vivienda. Demandas democráticas como que todo cargo público cobre un salario no mayor que el de una maestra, entre otras. La lucha por estas Asambleas constituyentes, con representantes revocables y elegidos de forma proporcional entre toda la población mayor de 16 años, plantearía una lucha frontal contra este Régimen del ‘78, sus partidos y sus instituciones.
La lucha por estas demandas democráticas radicales y sociales, por medio de la autoorganización obrera y popular, puede permitir a la clase trabajadora conquistar hegemonía sobre el resto de los sectores oprimidos, demostrando en el terreno la negativa de las direcciones nacionalistas y reformistas a luchar hasta el final por ese mismo programa.
5. Por una Catalunya independiente obrera y socialista, en la perspectiva de una Federación Libre de Repúblicas Socialistas Ibéricas
La clase trabajadora catalana y del resto del Estado español no tiene ningún interés en crear nuevos Estados capitalistas, ni en trazar nuevas fronteras entre la clase trabajadora. Pero dado que la voluntad mayoritaria del pueblo catalán es la de separarse y crear una República, los revolucionarios internacionalistas apoyamos incondicionalmente su derecho a autodeterminarse. Sin embargo, lo hacemos luchando por una República catalana independiente que sea obrera y socialista, no por la República de Puigdemont y los empresarios catalanes. Una república como Austria u Holanda no significaría ningún paso adelante para los trabajadores, que sufrirán nuevos ataques por parte de los capitalistas. Y al mismo tiempo que defendemos la formación de una República independiente socialista, luchamos por la conformación de una Federación de Repúblicas socialistas ibéricas, para lograr la unidad de toda la clase trabajadora, en el camino de conquistar una Federación de Repúblicas Socialistas en toda Europa.
Te puede interesar: León Trotsky, La victoria era posible. Escritos sobre la revolución española (1930-1940), Ediciones IPS