Pepcastelló
Corren tiempos de crisis y estamos en Cuaresma, doble motivo para el ayuno, la reflexión y la penitencia. Se han desvanecido los sueños de repente con el varapalo duro de la realidad que nos abre los ojos. Hay que agachar la cabeza con humildad y mirar más allá de lo visible para encontrar las causas de la desgracia que se nos vino encima. Siempre fueron así los duros despertares, porque vivimos contemplando ilusiones.
El ser humano necesita de ensueños para vivir, porque la realidad no basta para hacer funcionar el complicado organismo de cuerpo-mente que somos. Ensoñamos de continuo, sin ser de ello conscientes. Necesitamos nutrirnos de excelsas fantasías, pues como bien sabemos «no tan sólo de pan vive el hombre».
En el mercado de ilusiones se lleva el gato al agua quien ofrece mejores ensueños por un costo más bajo. Soñarse rey del mundo con tan sólo un volante en las manos y un montón de caballos tirando de la máquina está mas al alcance de cualquier bruto que trabajar la mente durante años para desarrollar la sensibilidad del alma, eso que llamamos espíritu o dimensión humana de la persona, que es lo necesario para soñar un mundo más humano. Ese ha sido el gran triunfo de la tecnología sobre la artesanía, de los medios sobre los púlpitos. Lo sensorial derrotó a lo verbal; lo material a lo espiritual. No atrae ya a las gentes lo remoto sino lo inmediato.
Los placeres del cuerpo, convertidos en mercancía altamente promocionada, desplazaron por completo a los del alma. Triunfaron ampliamente sobre la clerecía los medios publicitarios al servicio del materialismo más desalmado, comprometidos en generar sinsentido e implantar en el pueblo hábitos de conducta irreflexiva, favorables al consumismo y a los intereses de quienes dominan el mercado. Llenas a rebosar las zonas comerciales y los espacios de ocio, se vaciaron las iglesias y el clero se quedó casi sin clientela, como quien dice al paro. Aunque para su suerte, gracias a sus hábiles previsiones diplomáticas en épocas de apogeo, en casi todas partes siguieron teniendo representación suficiente para seguir existiendo y cobrando su sustancioso sueldo.
Pero llegó la crisis. La placidez no está ya al alcance de todo el mundo. Algo tendrán que hacer los poderosos para que el personal no se subleve. Tal vez decidan echar mano de nuevo de la religión y del clero inmovilista. ¿Por qué no, si siempre hicieron esa alianza de poderes? ¿Cuándo se vio que fuese profética la Iglesia Católica Apostólica Romana? ¿Acaso no lleva ya diez y siete siglos arrimándose a los poderes terrenales?
Los políticos parlamentarios que se llaman de izquierdas, esos que hasta hace muy poco se declaraban anticlericales, manifiestan hoy su sorpresa ante «la gran labor social que hace la Iglesia». Dicen que «nunca lo habían imaginado». ¡Curioso, si más no, que alguien que gobierna ignore la realidad social de su pueblo! Al mismo tiempo, los colectivos católicos, con su clerecía al frente, intensifican su labor misionera sobre las capas más necesitadas de la población. ¡Loable, sin duda alguna, la compasión que muestran!
No obstante, el hereje impenitente que esto escribe se pregunta si este repentino caerse del caballo de esos políticos no será una estrategia para asegurarse una asistencia social que el sistema capitalista al cual sirven no contempla y, al mismo tiempo, justificar las prebendas que el erario público tiene asignadas a la Iglesia Católica, acallando de este modo las quejas que por tal motivo les manifiestan una buena parte de quienes les votaron. Y también se pregunta si al final de esta crisis, que va a comportar no pocos sufrimientos y que van a pagar justos por pecadores, esos líderes religiosos que hoy de común acuerdo con los políticos nos recomiendan ayunos, reflexión, caridad y penitencia habrán reflexionado también o si por contra, habrán reforzado su conservadurismo y su incondicional apoyo a este sistema económico-político-social, totalmente inhumano y en absoluto cristiano, en el cual llevan largo tiempo dando muestras de sentirse tan a su gusto.
Sea como fuere, hagan lo que hagan políticos y clérigos, estaría bien que tanto la crisis como la Cuaresma nos sirviesen para abrir ya de una vez los ojos y empezar a cuestionar nuestros ensueños y a quienes mediante ellos nos manejan.
Pepcastelló
Comentarios y FORO...
Corren tiempos de crisis y estamos en Cuaresma, doble motivo para el ayuno, la reflexión y la penitencia. Se han desvanecido los sueños de repente con el varapalo duro de la realidad que nos abre los ojos. Hay que agachar la cabeza con humildad y mirar más allá de lo visible para encontrar las causas de la desgracia que se nos vino encima. Siempre fueron así los duros despertares, porque vivimos contemplando ilusiones.
El ser humano necesita de ensueños para vivir, porque la realidad no basta para hacer funcionar el complicado organismo de cuerpo-mente que somos. Ensoñamos de continuo, sin ser de ello conscientes. Necesitamos nutrirnos de excelsas fantasías, pues como bien sabemos «no tan sólo de pan vive el hombre».
En el mercado de ilusiones se lleva el gato al agua quien ofrece mejores ensueños por un costo más bajo. Soñarse rey del mundo con tan sólo un volante en las manos y un montón de caballos tirando de la máquina está mas al alcance de cualquier bruto que trabajar la mente durante años para desarrollar la sensibilidad del alma, eso que llamamos espíritu o dimensión humana de la persona, que es lo necesario para soñar un mundo más humano. Ese ha sido el gran triunfo de la tecnología sobre la artesanía, de los medios sobre los púlpitos. Lo sensorial derrotó a lo verbal; lo material a lo espiritual. No atrae ya a las gentes lo remoto sino lo inmediato.
Los placeres del cuerpo, convertidos en mercancía altamente promocionada, desplazaron por completo a los del alma. Triunfaron ampliamente sobre la clerecía los medios publicitarios al servicio del materialismo más desalmado, comprometidos en generar sinsentido e implantar en el pueblo hábitos de conducta irreflexiva, favorables al consumismo y a los intereses de quienes dominan el mercado. Llenas a rebosar las zonas comerciales y los espacios de ocio, se vaciaron las iglesias y el clero se quedó casi sin clientela, como quien dice al paro. Aunque para su suerte, gracias a sus hábiles previsiones diplomáticas en épocas de apogeo, en casi todas partes siguieron teniendo representación suficiente para seguir existiendo y cobrando su sustancioso sueldo.
Pero llegó la crisis. La placidez no está ya al alcance de todo el mundo. Algo tendrán que hacer los poderosos para que el personal no se subleve. Tal vez decidan echar mano de nuevo de la religión y del clero inmovilista. ¿Por qué no, si siempre hicieron esa alianza de poderes? ¿Cuándo se vio que fuese profética la Iglesia Católica Apostólica Romana? ¿Acaso no lleva ya diez y siete siglos arrimándose a los poderes terrenales?
Los políticos parlamentarios que se llaman de izquierdas, esos que hasta hace muy poco se declaraban anticlericales, manifiestan hoy su sorpresa ante «la gran labor social que hace la Iglesia». Dicen que «nunca lo habían imaginado». ¡Curioso, si más no, que alguien que gobierna ignore la realidad social de su pueblo! Al mismo tiempo, los colectivos católicos, con su clerecía al frente, intensifican su labor misionera sobre las capas más necesitadas de la población. ¡Loable, sin duda alguna, la compasión que muestran!
No obstante, el hereje impenitente que esto escribe se pregunta si este repentino caerse del caballo de esos políticos no será una estrategia para asegurarse una asistencia social que el sistema capitalista al cual sirven no contempla y, al mismo tiempo, justificar las prebendas que el erario público tiene asignadas a la Iglesia Católica, acallando de este modo las quejas que por tal motivo les manifiestan una buena parte de quienes les votaron. Y también se pregunta si al final de esta crisis, que va a comportar no pocos sufrimientos y que van a pagar justos por pecadores, esos líderes religiosos que hoy de común acuerdo con los políticos nos recomiendan ayunos, reflexión, caridad y penitencia habrán reflexionado también o si por contra, habrán reforzado su conservadurismo y su incondicional apoyo a este sistema económico-político-social, totalmente inhumano y en absoluto cristiano, en el cual llevan largo tiempo dando muestras de sentirse tan a su gusto.
Sea como fuere, hagan lo que hagan políticos y clérigos, estaría bien que tanto la crisis como la Cuaresma nos sirviesen para abrir ya de una vez los ojos y empezar a cuestionar nuestros ensueños y a quienes mediante ellos nos manejan.
Pepcastelló
Comentarios y FORO...