sábado, 25 de julio de 2009

Ley del menor, bajo sospecha. Ley del mayor, bajo denuncia.

José M. Castillo

A todos nos preocupa, y con razón, la alarmante degradación de tantos niños y niñas, de los que, con frecuencia, nos enteramos que cometen actos de violencia que hace poco tiempo no podíamos ni imaginar. Como es lógico, han saltado las alarmas y hay quienes piden a gritos que los poderes públicos corten, cuanto antes, con semejante degradación. Los hechos recientes son conocidos de todos. Es necesario saber que, por ejemplo, sólo en 2007, se produjeron en España más de 1.500 abusos sexuales, protagonizados por menores. Y ampliando el tenebroso horizonte de la descomposición social, que esto representa, nadie puede saber ya la cantidad de padres y madres de familia, profesores, vigilantes del orden público, etc, que viven asustados, sin saber qué hacer ante el giro que están tomando los acontecimientos en este (des)orden de cosas. En Granada, el juez Emilio Calatayud ha informado en público, repetidas veces, de la cantidad de padres que se ven obligados a denunciar en el juzgado de guardia a sus hijos menores porque les tienen miedo, a veces, mucho miedo. Por eso resulta comprensible que haya quienes piden al Gobierno y a las Cortes que se replantee, lo antes posible, la ley del menor. Y es que, efectivamente, la ley del menor está bajo sospecha. Porque se ve, a todas luces, que es una ley que no ataja los males de los que, con toda razón, nos quejamos.

Todo esto es evidente. Y exigimos que las autoridades competentes tomen las medidas necesarias para acabar con esta lacra y esta vergüenza. Pero ocurre que no hay que ser un lince, ni un “profeta de desgracias”, para darse cuenta de que, si la ley del menor está bajo sospecha, la ley del mayor tiene que estar bajo denuncia. Porque lo que los mayores hacemos con los niños es indeciblemente mucho más grave que todo lo que los niños pueden hacer contra los mayores o contra otros niños. Basta recordar algunos datos, de los que tenemos información fidedigna, suministrada por los organismos internacionales competentes (ONU; UNICEF, FAO...): 600 millones de niños se acuestan cada noche con hambre; 1, 4 millones de niños viven con el VIH/SIDA; 250 millones de niños, entre 5 y 14 años, están en el mercado de trabajo; entre 8.000 y 10.000 niños mueren o quedan mutilados cada año por las minas terrestres; unos 35.000 niños mueren de hambre o desnutrición cada día. Por no hablar de los niños y niñas que son vendidos para el aterrador negocio de la prostitución infantil o para el macabro comercio de venta de órganos. Resulta estremecedor viajar por no pocos países del tercer mundo en los que uno se entera de la cantidad de niños y niñas que desaparecen y no se sabe más de ellos. Los prostíbulos más sórdidos y quizá algunas clínicas distinguidas saben de esto lo que no nos atrevemos a pensar.

Como es lógico, si las leyes (de menores y mayores) están redactadas de forma que, de hecho, sucede lo que estamos viendo y comentando, sin duda alguna es que esas leyes permiten lo que en ningún caso tendrían que permitir o no prohíben lo que es urgente prohibir. Por supuesto, los problemas que acabo de apuntar no se resuelven sólo con leyes, por muy perfectas que sean. Detrás de esta patética situación se ocultan intereses económicos, políticos y quizá entresijos más oscuros e inconfesables que nadie conoce a ciencia cierta. En todo caso, es evidente que la corrupción ética y la descomposición social, que se pone de manifiesto en lo que estamos viviendo, es en realidad una situación tal de violencia, que o acabamos nosotros con ella o ella acaba con nosotros.

¿Qué hacer en estas condiciones? Me parece que no sirve para nada hurgar, una y otra vez, en los sentimientos de culpa. Lo que importa no es verse “culpable”, sino sentirse “responsable”. Es bueno que los padres y educadores pidan al Gobierno que reforme la ley del menor. Pero no olvidemos que eso puede ser una coartada para intentar liberarse de la “culpa” sin asumir la debida “responsabilidad”. Lo más urgente, en este momento, es que nos convenzamos de que todos podemos (y tenemos que) cambiar las cosas de manera que los poderes públicos atajen este proceso de descomposición social en el que nos vamos hundiendo. Utilizando el lenguaje de los antiguos, yo diría que lo que hace más daño es el “pecado de omisión”. El pecado del que dice: “yo no puedo evitar ni que los niños estén como están, ni que se mate o se abuse de tantas criaturas inocentes”. Sí podemos. Podemos más de lo que imaginamos. Si estamos derrotando al terrorismo, es porque todos nos hemos persuadido de que eso es posible. ¿Por qué no se ha creado una conciencia colectiva paralela en cuanto se refiere a la violencia de los niños o a la degradación de los adultos? Sin duda, porque hemos visto más peligro en la violencia del terrorismo que en la violencia de la corrupción. Y sin embargo, ya es hora de comprender que la mayor violencia, que padecemos en este momento, es la violencia de los corruptos. Hay que decirlo sin miedo. El terrorismo ha mutado. El terrorismo más letal de este momento es el que opera en los mercados financieros o en elegantes despachos de gente influyente. Esos son los que han precipitado la crisis económica que estamos padeciendo. Los que han dejado a millones de criaturas sin pan y sin trabajo. Son los que han hecho posible tanto desastre porque se han visto amparados por la violencia de los que, ante tanta corrupción, se cruzan de brazos diciendo: “Esto no va conmigo”.

José M. Castillo

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martes, 21 de julio de 2009

España rota

Rafael Fernando Navarro

Nací en España. Cuando España era España-España. Morena de cara al sol, luminosa de montañas nevadas. Camisas azules pre Emidio Tucci. Boinas rojas. Pañuelos de mujer pobre. Mantillas de mujer rica. Yugos, muchos yugos, con juventudes uncidas. Anticomunistas todos, antieuropeos, antimundo. Eramos una soledad enamorada, practicando el onanismo orgulloso del desprecio. Pecadores contra el sexto. Soportando la muerte de balas bendecidas urbi et orbi.

España-España. Con su caudillo por la gracia de Dios. Obispos pluviales con mitras blancas. Cristiana, sobre todo cristiana. Primeros viernes, en ti confío. Murillos azules de inmaculadas. España virgen, muy virgen. Sin carne sueca de bikinis deslumbrantes. Sin más musulmanes que la guardia mora. Musulmanes de misa diaria y brazo de Teresa la grande. Caballos blancos de escolta para coches descubiertos y palios de Corpus Christi

España de Isabel y Fernando. Del espíritu impera. Una, grande y libre. Cataluña andaluza por andamios. Andalucía de olivareros altivos. Galicias de Meirás-Señora. Mares de Azor, con atunes firmes y collares cleptómanos.

España de chocolate-tierra los domingos. De avecrém caliente. Pan blanco y moreno como el azúcar. Pan de miga aceitosa por almazaras marrones.

España nazarena de macarenas y trianas, de Queipos y Yagües, de alcázares y carabancheles, de tapias y cunetas. Castillas de mieses muertas y madrugadas fusiladas. Extremadura de balas cómplices, tiros de gracia con Dios perdonando al fondo. España unida, prietas las filas, impasible el ademán. Si te dicen que caí me fui al puesto que tengo allí. Novios de la muerte que aguantan Cristos en alto por Larios malagueños. Borlas rojas de sudario y Millán Astray ortopédico.

Aquella sí que era España. Plaza de Oriente enlutada. Obispos con brazaletes negros. Llanto desfilando hasta los montes de Guadarrama. Tarancones en el paredón. España atada y bien atada. Ataúd blindado de caoba. Moriremos besando la sagrada bandera. España, la nación que jamás dejó de vencer.

Muchos nacimos en la España-España. Con los vencedores. Ahora vivimos de aquel recuerdo. Porque no sabemos dónde estamos. Sin la lengua de Berceo, sin Millán de la Cogolla. En Sevilla no hay Giralda. Granada sin Alhambra. Córdoba sin Mezquita. Barcelona extranjera sin Sagrada familia. País vasco vascongado y Extremadura pata negra. “España se resquebraja, se llena de grietas que socavan los cimientos sobre los que asienta su existencia milenaria, sucumbe a las goteras que han destrozado su techumbre, se desmorona poco a poco, sin estruendo, en un proceso letal e irreversible” Lo asegura Isabel San Sebastián, guardiana de las esencias patrias, pitonisa de un mañana desgarrado. "España se rompe (sin remedio)". Lo ha dicho Isabel-Mundo. Isabel católica y Durán. De Parte de Carmen Gurruchaga-Tomás-José Manuel Prada-Vidal-Losantos-Pedro J.-Aznar.

Zapatero traidor. Nacionalistas de destrucción masiva. España balcanizada de José María redentor, ora pro nobis. “¿Qué unidad? ¿Qué Nación? Lo que queda de España es una raspa escuálida que se mueve al grito de ¡sálvese quien pueda!”

Nací en aquella España de la huída constante, de la político-social, del tribunal de orden público, del brazo en alto, de correajes negros, de señoritos de ala ancha, de Iglesia-amenaza-perdurable, de estómagos huecos, de leche en polvo americana, de queso-color-butano de lata.

Soñé con una España libre, abierta, acogedora. Fecunda ante el mundo y por el mundo fecundada. España sin yugos ni flechas. España de rosas laicas.

No me resigno a esta raspa escuálida. Nos salva Isabel San Sebastián. Todavía nos queda ella para empezar la reconquista por los bellos barandales asturianos. De Covadonga a Granada hay boabdiles llorando su cobardía.

Rafael Fernando Navarro
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domingo, 19 de julio de 2009

El defensor del creyente

José M. Castillo

Como es sabido, desde 1981, en aplicación del artículo 54 de la Constitución española, existe en nuestro país el cargo de “defensor del pueblo”, designado por las Cortes, para la defensa de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Al igual que el defensor del pueblo, tenemos el defensor del paciente, del consumir, del asegurado, del cliente.... Se comprende, además, que estos cargos son, no sólo importantes, sino sobre todo necesarios. Porque las leyes, por muy bien hechas que estén, no pueden prever todos los casos en los que una persona se puede ver vulnerada en sus derechos. La complejidad de la vida y de las situaciones es imprevisible.

Así las cosas, se comprende que un enorme colectivo de ciudadanos, que se pueden ver vulnerados en sus derechos fundamentales, y desprotegidos en la defensa de tales derechos, somos los creyentes, sea cual sea la confesión religiosa a la que cada cual pertenezca. Y aquí me parece importante destacar cuatro hechos: 1) Las creencias religiosas tienen, para muchas personas, una importancia decisiva. 2) Las creencias religiosas pueden entrar en conflicto con derechos y obligaciones civiles fundamentales en la vida de los ciudadanos. 3) En los asuntos que conciernen a los propios dogmas o creencias, las religiones se sienten más inclinadas a imponer obligaciones que a reconocer derechos. 4) Cuando se presentan situaciones de conflicto entre las obligaciones religiosas y los derechos cívicos, los dirigentes religiosos suelen anteponer las obligaciones “divinas”, a los derechos “humanos”.

Todos sabemos la interminable casuística y las constantes situaciones conflictivas que se plantean en este complejo orden de cosas. Teniendo en cuenta que, con relativa frecuencia, los problemas más serios, a los que se ven confrontados los creyentes, no provienen de sus relaciones con el Estado, sino sobre todo con la propia religión. Es evidente que, cuando se trata de estos problemas, estrictamente religiosos, el recurso a un tribunal civil, al menos en principio, no tiene sentido, ya que las creencias religiosas, por su misma naturaleza, son convicciones libres, de las que cualquier funcionario de un juzgado no tiene por qué saber ni por qué preocuparse. Pero esto, que en teoría es lógico y razonable, en la práctica diaria de la vida y tal como funciona la psicología de muchas personas, puede plantear (y de hecho plantea) situaciones humanas que pueden llegar a ser extremadamente graves. Sobre todo, si tenemos en cuenta que las creencias religiosas tocan en lo más íntimo de la persona. Y además tocan en esa intimidad manejando (a veces, con suprema habilidad) los sentimientos de culpa, mediante los que el sujeto puede verse a sí mismo como una buena persona o, por el contrario, como un traidor o un canalla.

Mucha gente no se imagina la extrema complejidad y hasta la gravedad que este tipo de problemas plantean a muchos ciudadanos, por lo demás, personas de indudable buena voluntad. Por poner algunos ejemplos: piénsese en los profesores de religión que se ven obligados a enseñar cosas de las que no están convencidos o que incluso rechazan. O en los matrimonios, ya cargados de hijos, en los que uno de los cónyuges decide obedecer a su confesor antes que a ninguna autoridad civil, tanto en las relaciones con el otro cónyuge como en todo cuanto se refiere a la educación de los hijos. O en las mujeres que se ven obligadas a compartir la vida con hombres que las maltratan (incluso físicamente) y de los que, por deberes religiosos, no pueden separarse. O en las personas que se ven obligadas en conciencia a no admitir una transfusión de sangre, a vestirse de una manera determinada, a rechazar determinados alimentos y así sucesivamente. Como también se puede pensar en los divorciados o los homosexuales a los que hay sacerdotes que les niegan los sacramentos. La lista de situaciones extrañas, extravagantes o de consecuencias imprevisibles es interminable. En todo caso, si los creyentes se sienten, a veces, agredidos por personas o instituciones laicas, sean las que sean, el Estado debe proteger a tales ciudadanos. Y si los creyentes advierten que son los dirigentes de la propia religión quienes actúan de forma que recortan o limitan los derechos fundamentales de los propios creyentes, debe existir una instancia laica que proteja a tales personas, dado que, con bastante frecuencia, la institución religiosa impone deberes, pero no ofrece la debida protección de los derechos.

Por lo demás, que nadie salga diciendo que todo esto tiene una solución muy sencilla: prescindir de las creencias religiosas, de los curas, los obispos, los pastores, los imanes, los ayatolás, los rabinos, los bonzos, los chamanes y, en general, de todos los que, en nombre de una presunta deidad y esgrimiendo leyes divinas o derechos religiosos, le meten a la gente en la cabeza que, si es que tomamos en serio “lo divino”, todo “lo humano” pasa a segundo término. No. La cosa no es tan sencilla. Porque es un hecho que las creencias religiosas tienen un arraigo personal y social tan fuerte, que tales creencias, sus tradiciones y sus prácticas llegan a formar parte constitutiva de la identidad misma de la persona. Si prescindir de los sentimientos de culpa y de las creencias religiosas fuera tan sencillo, serían bastantes los psiquiatras y psicoterapeutas que tendrían que apuntarse al paro.

Por supuesto, no sería fácil encontrar la persona adecuada para ejercer el cargo de “defensor del creyente”. En cualquier caso, tendría que ser una persona entendida en cuanto se refiere a los derechos fundamentales de los ciudadanos. Y una persona también con una sólida formación en ciencias de las religiones.

José M. Castillo

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sábado, 18 de julio de 2009

Al papa le hace falta un poco de marxismo

Leonardo Boff

La nueva encíclica de Benedicto XVI Caritas in Veritate del 7 de julio último es una toma de posición de la Iglesia ante la crisis actual. El conjunto de las crisis que afectan a la humanidad y que conllevan amenazas severas sobre el sistema de la vida y su futuro, pediría un texto profético, cargado de urgencia. Pero no ha sido eso lo que hemos recibido sino una larga y detallada reflexión sobre la mayoría de los problemas actuales, que van desde la crisis económica al turismo, de la biotecnología a la crisis ambiental, y proyecciones sobre un Gobierno mundial de la globalización. El género no es profético, «el cual supondría un análisis concreto de una situación concreta» que posibilitaría emitir un juicio sobre los problemas a la vista en forma de denuncia-anuncio. Pero no está en la naturaleza de este papa ser profeta. Él es un doctor y un maestro. Elabora el discurso oficial del Magisterio, cuya perspectiva no viene de abajo, de la vida real y conflictiva, sino de arriba, de la doctrina ortodoxa que esfuma las contradicciones y minimiza los conflictos. La tónica dominante no es la del análisis, sino la de la ética, la de lo que deber ser.

Como no analiza la realidad actual, extremadamente compleja, el discurso magisterial permanece principista, equilibrista y se define por su indefinición. El subtexto del texto, lo no dicho en lo dicho, remite a una inocencia teórica que inconscientemente asume la ideología funcional de la sociedad dominante. Se nota ya al abordar el tema central ―el desarrollo― tan criticado hoy por no tener en cuenta los limites ecológicos de la Tierra. De esto la encíclica no dice nada. Su visión es que el sistema mundial se presenta fundamentalmente correcto. Lo que existen son disfunciones, no contradicciones. Ese diagnóstico sugiere la siguiente terapia, semejante a la del G-20: rectificaciones y no cambios, mejorías y no cambio de paradigma, reformas y no liberaciones. Es el imperativo del maestro: «corrección»; no el del profeta: «conversión».

Al leer el texto, largo y pesado, acabamos pensando: ¡qué bien le vendría al papa actual un poco de marxismo! Éste, a partir de los oprimidos, tiene el mérito de desenmascarar las oposiciones presentes en el sistema actual, sacar a la luz los conflictos de poder y denunciar la voracidad incontenida de la sociedad de mercado, competitiva, consumista, nada cooperativa e injusta. Ella representa un pecado social y estructural que sacrifica millones en el altar de la producción para el consumo ilimitado. Esto debería denunciarlo proféticamente el papa. Pero no lo hace.

El texto del Magisterio, olímpicamente por fuera y por encima de la situación conflictiva actual, no es ideológicamente «neutro» como pretende. Es un discurso reproductor del sistema imperante, que hace sufrir a todos especialmente a los pobres. No es cuestión de que Benedicto XVI lo quiera o no lo quiera, sino de la lógica estructural de su discurso magisterial. Por renunciar a un análisis crítico serio, paga un alto precio en ineficacia teórica y práctica. No innova, repite.

Y ahí pierde una enorme oportunidad de dirigirse a la humanidad en un momento dramático de la historia, a partir del capital simbólico de transformación y de esperanza contenido en el mensaje cristiano. Este papa no valora el nuevo cielo y la nueva Tierra, que pueden ser anticipados por las prácticas humanas, solamente conoce esta vida decadente, y por sí misma insostenible (su pesimismo cultural), y la vida eterna y el cielo que vendrán. Se aleja así del gran mensaje bíblico que tiene consecuencias políticas revolucionarias al afirmar que la utopía terminal del Reino de la justicia, del amor y de la libertad sólo será real en la medida en que se construyan y se anticipen, en los límites del espacio y del tiempo histórico, tales bienes entre nosotros.

Curiosamente, haciendo abstracción de nociones fideístas recurrentes («sólo a través de la caridad cristiana es posible el desarrollo integral»), cuando se «olvida» del tono magisterial en la parte final de la encíclica, habla de cosas sensatas como la reforma de la ONU, la nueva arquitectura económico-financiera internacional, el concepto de Bien Común del Globo y la inclusión relacional de la familia humana.

Parafraseando a Nietzsche: «¿cuánto análisis crítico es capaz de incorporar el Magisterio de la Iglesia?»


Leonardo Boff
http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=337

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viernes, 17 de julio de 2009

Entonces los gorriones

Eduardo Pérsico

A esta brizna del mapa sólo llegan gorriones. Parlanchines perpetuos rebuscando semillas, voraces que revuelan del surco hacia el tejado,

Y con ellos no lucen garzas multicolores, engreídos flamencos ni calandrias sonoras. Son pájaros a secas, sin trino con estirpe conmemoran el aire que anuncia lejanías, festivos con los pibes saliendo de la clase y le dan resonancia a rincones sin eco. Digamos esta calle, un átomo en el mundo.

Más conociendo el barrio sabemos un secreto: por aquí no discurren cóndores imponentes ni cuervos papagayos de campanario y templo. Y por mucho que agiten cotorras noticieras, - especie que no vuela- no inquieta a los gorriones fauna lejos del barrio. Más bien no presumimos de heroico territorio, pero el águila teme que los pájaros se unan en un chillido. Y en la furia del hambre amotinen los aires y nada los detenga en un vuelo infinito. Y entonces sea el Entonces.

Julio del 2009
Eduardo Pérsico, escritor, nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.

miércoles, 15 de julio de 2009

¿Hemiplejia papal?

Rafael Fernando Navarro

La última encíclica papal, “Caritas in veritate”, se inscribe en la llamada “doctrina social de la Iglesia” ¿Para quién escriben los Papas las encíclicas? Cuando hablan de la dignidad humana, de la función social de la riqueza, de la paz como bien supremo, ¿a quién están exigiendo que luchen por esa dignidad, por la repartición de las posesiones, por la construcción pacífica de la existencia? Porque uno tiene la impresión de que los Pontífices siempre se dirigen a “otros” De lo contrario no se explica que la Iglesia proclame la dignidad de la humanidad al mismo tiempo que desprecia, implícita y explícitamente, a la mujer. No se puede asociar a la riqueza una función social cuando se predica a los pobres una resignación denigrante y se marcan las terribles diferencias entre el boato trasnochado de los “príncipes de la Iglesia” y el misionero perdido en la amazonía. Se condena a los teólogos comprometidos con la pobreza del mundo y se ensalza a los que no admiten la educación para la ciudadanía. Y si la paz es el bien supremo, ¿cómo puede el cuerpo episcopal apoyar dictaduras sangrientas y aniquiladoras sin que el Papa de turno condene esas adhesiones?

Los exégetas papales han corrido demasiado al afirmar que la encíclica última encierra una condena del capitalismo y sitúa a Benedicto XVI en la izquierda. La reacción del episcopado español ha sido inmediata. Monseñor Martínez Camino, vigía de la ortodoxia de occidente, ha sido tajante: ni existe condena ni mucho menos el Papa es de izquierda. Hasta ahí podíamos llegar. Tomás Raga, catedrático de economía de la Universidad Complutense de Madrid, afirmó que para el Papa el capitalismo “es un instrumento útil aunque limitado”. Y para María Teresa Comte, profesora de doctrina social de la Iglesia en la Universidad Pontificia, el Papa propone un humanismo cuyo centro es Dios. Y este humanismo “teocéntrico” no puede condenar el mercado porque éste es un bien instrumental.

Queda claro por tanto que el capitalismo no puede ser condenado por la Iglesia. ¿O más bien ciertos eclesiásticos tienen prisa e interés sumo en demostrar su exaltación?

El Papa no es de izquierdas. No pude evitar la sonrisa cuando lo afirmó Martínez Camino. Después de condenar cualquier relación sexual fuera de unos cánones concretos, de demonizar la homosexualidad, de anatematizar el preservativo, de discriminar a la mujer como creadora de historia, de priorizar el pecado del sexto mandamiento sobre cualquier otro, de proscribir iniciativas teológicas actualizadoras del mensaje, de identificar el carisma del celibato con la imposición legalista de una concepción estrávica del sexo, etc. ¿podía alguien pensar que el Papa fuera de izquierdas? ¿Podrían mantenerse dentro de los organismos eclesiásticos diferencias aberrantes como las que se dan en instituciones religiosas y que distinguen entre la dignidad de los miembros sacerdotes y lo legos de segunda clase? ¿Sería soportable la visión clasista que el Opus Dei tiene de sus propios miembros? Cuántas interrogantes. Pero queda claro que la doctrina papal decora el mundo señalando lo que otros deben hacer, aunque sigue admirando la hermosura de su ombligo.

El Papa no es de izquierdas ni el capitalismo debe ser condenado. El papado sufre numerosas patologías, pero desde sus comienzos ha firmado inquisitorialmente con la derecha y con la derecha bendice lo que le permite la anchura desbordada de su conciencia. Funciona a la perfección el hemisferio cerebral derecho. Es impensable la hemiplejia papal izquierda.


Rafael Fernando Navarro
http://marpalabra.blogspot.com

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jueves, 9 de julio de 2009

Báculos y fusiles

Rafael Fernando Navarro

El capital y los militares siempre se han atribuido un mesianismo delirante para salvar a los pueblos de sus propias decisiones. Cuando a juicio de ambos poderes fácticos los electores toman un camino que va contra los propios intereses, ejercen su orgullo de salvadores de la historia para reconducir la economía y el orden. Y en nombre de la patria, de los valores de la tradición y de los intereses bancarios se colocan en sillones presidenciales. Los pobres, los ignorantes, los marginados deben confiar sus estómagos vacíos a la limosna siempre caritativa y piadosa de los bolsillos de los poderosos.

Y acompañando a esos poderes, dándole la sombra refrescante del palio, la Iglesia. Una Jerarquía hipostáticamente pegada a la billetera y los fusiles.

En Honduras no ha habido una “sucesión constitucional” como denomina Micheletti a su propia entronización. Sólo las urnas son matriz de democracia. Los pueblos eligen a sus mandatarios y los reprueban cuando ejercen mal su cometido. Pero nadie tiene el privilegio de constituirse en salvador del orden que en el fondo significa salvaguardar los intereses económicos de una minoría.

Pues bien, la Iglesia, uniendo los báculos a los fusiles, perpetra conjuntamente ese golpe de estado y orgullosamente pontifica lo que es legal y lo que no. El Cardenal Rodríguez exige a la OEA que “preste atención a todo lo que venía ocurriendo fuera de la legalidad en Honduras” Le recuerda al Presidente que prometió en su toma de posesión no robar, no mentir, no matar. Debe meditar por tanto si su regreso no conllevará un derramamiento de sangre que no se ha dado hasta ahora. ¿Qué prometerían los Obispos el día de su consagración? ¿Cumplir con una vocación de servicio a los más pobres, a los desheredados de la tierra, luchar por la justicia, ser la voz de los que no la tienen? ¿Prometieron servicios distintos a los de Helder Cámara, Casaldáliga, Sobrino, Ellacuría, Martín Baró? ¿Les inspiró el Espíritu Santo otro mandato que a los teólogos de la liberación?

Los Obispos saben mucho de dictaduras. Estuvieron siempre unidos al poder desde Constantino, salvo raras excepciones. Impulsaron las cruzadas opresoras de Franco, Pinochet, Videla. Compartieron prostitución con Ströner, Somoza o Marcos en Filipinas. Los Papas excomulgan a los que incumplen el derecho canónico, pero bendicen, como a cruzados corresponde, a los que pisotean los derechos de los pueblos con una infecta bota militar. Absuelven a los ejecutados junto a tapias blancas para que alcancen el cielo mientras empujan con sus mitras a los ejecutores para que posean la tierra. El conjunto de naciones, comenzando por la ONU, pasando por la OEA, hasta el último mandatario demócrata, condena la actitud militar de Honduras. Ninguna Conferencia Episcopal anatematiza a los Obispos hondureños por apoyar, báculo en mano, el levantamiento soldadesco contra las urnas. Están obsesionados con la entrepierna del mundo, con el aborto, con la homosexualidad, con los “valores cristianos”, con la familia, con el latín, con la cruz gamada del IRPF. No les queda tiempo para defender una democracia en la que no creen ni practican. Están empeñados en canonizar a los muertos por las hordas marxistas. Los mártires laicos del franquismo, de Pinochet, de Videla, aunque sean curas vascos, chilenos o argentinos no tienen cabida. Mons. Romero es un marginado y no vale la pena tenerlo en cuenta. Vicente de la India es sólo un cura arrepentido que cometió el delito de casarse con una periodista. Lo demás no importa. Los dictadores los son por la gracia de Dios para promulgar leyes cristianas, para llevar a los súbditos por los caminos de la decencia y engrandecer a la Iglesia como co-gobernante e impositora de valores eternos.

Me encontré a Dios entre los pinos, haciendo cruces de mayo con lágrimas de resina.


Rafael Fernando Navarro
http://marpalabra.blogspot.com


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miércoles, 8 de julio de 2009

La Iglesia y el golpe

Rubén Dri *

La Iglesia Católica hondureña, a través de su órgano superior, la Conferencia Episcopal, ha dado su pleno apoyo al golpe militar que destituyó a la autoridad constitucional y militarizó el país, en acciones que nosotros demasiado conocemos. En el comunicado en el que da su aprobación al golpe cita la orden de captura de la Suprema Corte en la cual se acusa al gobierno constitucional de “traición a la patria, abuso de autoridad y usurpación de funciones en perjuicio de la Administración Pública y del Estado de Honduras”. Ello quiere decir que en Honduras todo se ha hecho de acuerdo con las normas constitucionales.

Después de esta clara aprobación del golpe, la máxima jerarquía eclesiástica reproduce en lenguaje meloso e hipócrita los llamados al “diálogo, el consenso y la reconciliación” que harían posible la paz de acuerdo con la recomendación de Jesús, según la cita del evangelio de Juan con la que termina el documento eclesiástico: “Les dejo mi paz, les doy mi paz; la paz que yo les doy no es como la que les da el mundo. Que no hay entre ustedes angustia ni miedo”.

Ahora bien, ¿cuál es la paz que da el mundo? ¿Qué se entiende aquí por “mundo”? “Mi reino no proviene de este mundo”, dice Jesús, traducido normalmente por “mi reino no es de este mundo”. “Este mundo” es el que está en manos de Satanás, o sea, del imperio romano. De él, de sus valores, de sus principios, no proviene el reino de Jesús. Proviene de otros principios, con otro concepto del poder, el poder que es servicio, que fue simbolizado en la escena del lavatorio de los pies que Jesús realiza con sus discípulos.

Ese nuevo mundo, el de Jesús, da la verdadera paz, no como la da el mundo. Claro y contundente el enfrentamiento entre dos concepciones de la paz. La que da el mundo, es decir, el imperio, la paz del cementerio, la que propone la Jerarquía eclesiástica hondureña, y la que propone Jesús, la paz que se construye entre hermanos, enfrentando al imperio. Frente a la pax romana basada en la aniquilación de los que no se someten, la paz que se construye entre pueblos hermanos.

La tergiversación de la paz que propone Jesús, interpretándola como la paz que propone el poder de dominación, tiene la misma larga historia de los poderes dominadores. Ya en el siglo IV Eusebio de Cesarea sintetizaba la visión teológica de la Iglesia en tres principios, un solo Dios, una sola Iglesia, un solo Imperio, que dio pie a la afirmación de Pablo Orosio, según la cual “la paz de Cristo es la paz del imperio”, la célebre “pax romana”.

La jerarquía eclesiástica es coherente. Siempre está en contra de los movimientos populares y de los gobiernos que los expresan cuando éstos plantean determinadas reformas a las que las grandes corporaciones se oponen. Así sucede en Venezuela, en Bolivia y en Ecuador, por citar los casos más significativos. Así es también en nuestro país.

* Filósofo. Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/subnotas/127818-40987.html

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Honduras. Pieza de colección.

Alejandro Dausá

El documento “Edificar desde la crisis”, emitido por la Conferencia Episcopal de Honduras, ha despertado fuertes reacciones. La carta es una muestra poco frecuente de hasta dónde puede llegar la manipulación de conceptos y el enmascaramiento de la realidad.

El propio título es un embuste con el cual se intenta maquillar un golpe de estado, el avasallamiento de libertades y derechos fundamentales, y el atropello a la voluntad popular. De ahí en adelante desarrolla un grotesco ejercicio seudojurídico a fin de justificar lo injustificable.

Para completar la figura, el Cardenal hondureño, Oscar Rodríguez Maradiaga, finalizó la lectura del engendro indicando que el regreso del presidente legítimo podría desatar un baño de sangre. Con ello subrayó la lógica subyacente: la única víctima es el criminal, y a la verdadera víctima se la debe culpabilizar y criminalizar por males pasados, presentes o por venir. La advertencia va dirigida a Manuel Zelaya, pero su objetivo es debilitar a la resistencia popular, que según su particular óptica pasa a ser responsable automática de todas las posibles desgracias o muertes.

Ante semejantes piruetas, resulta difícil no evocar la figura de aquel carpintero galileo que afirmaba la primacía del ser humano y su dignidad por sobre cualquier ley, aún aquellas escritas en piedra (claro que semejante audacia le costó cara frente a agudísimos letrados, siempre dispuestos a manipular o inventar jurisprudencia para sostener un orden socioeconómico y religioso que decían era la voluntad del mismísimo Dios...).

Los obispos hondureños se suman así, con franqueza inusual, a no pocas conferencias episcopales latinoamericanas que son producto del proceso de restauración animado enfáticamente por Juan Pablo II, notable enemigo de profetas, declarado promotor de burócratas eclesiales, y defensor de grupos ultraconservadores, que son hoy los que llevan la voz cantante en la iglesia católica, mimando a banqueros, financistas, terratenientes, grandes empresarios, militares golpistas, que aparecen como fervorosos cristianos.


Los que caminan

El sábado 4 de julio, durante la primera marcha multitudinaria al aeropuerto de Tegucigalpa, una periodista de televisión entrevistó a uno de los caminantes. Casi anciano, vestido de paisano, indicó que era sacerdote católico y que lo tenía sin cuidado lo que pudieran decir los obispos. Señaló a la multitud y dijo “¡Esta es la iglesia!...¡esta es una insurrección popular que debemos apoyar!”.

Con buena memoria, aprovechó para recordar el prontuario de siniestros personajes como Billy Joya o Ralph Nodarse, que hoy resurgen como asesores o funcionarios del grupo golpista.

Joya, con el alias de “Licenciado Arrázola” tuvo una destacada actuación al mando de escuadrones de la muerte, asesorados y entrenados por oficiales del Batallón 601 de Argentina en los años ochenta. Perseguido por la justicia de su país, intentó obtener asilo en España, donde el único empleo que se le conoció fue el de catequista en el colegio San José, de los Sagrados Corazones, en Sevilla.

Por su parte, Nodarse ofreció eficaz apoyo al terrorista fugitivo Luis Posada Carriles, y formó parte del lobby para que el presidente Zelaya le concediera refugio, a lo cual el mandatario se negó.

Buena parte del pueblo hondureño mantiene acciones de vigilia y resistencia de un coraje pocas veces visto, con extraordinaria entereza y disciplina, con voluntad de defender su derecho a construir el otro país posible.

Mientras tanto, ajenos a la práctica del carpintero galileo que no dudaba en echar su suerte y caminar con la gente de abajo, los obispos indican en el párrafo final de su funesto documento que es hora de “orar y ayunar”.+ (PE)


Alejandro Dausá
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=3828

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jueves, 2 de julio de 2009

Redimiendo historia

Rafael Fernando Navarro

Me dan miedo los que, aún reconociendo sombras en su pasado, no están dispuestos a arrepentirse de nada porque –afirman- forma parte de su historia. Todo hombre tiene un ayer luminoso sin duda, pero también turbio. Junto al sol de los amaneceres existen noches de luto. Asumirlo no significa necesariamente su negación. Es más bien sostener la vacilante humanidad presente sobre el claroscuro de las propias raíces. Amar nuestro pasado es también redimir sus errores, inyectarlos de luz. Existir en el tiempo significa ante todo dominarlo y no permanecer enraizados en su inmutabilidad, sin capacidad de transformación. No somos lo inevitable que fuimos. Somos siempre creadores incluso del pasado.

Así es también la existencia de los pueblos. Cada uno tiene su época de oro como creador de literatura, de filosofía, de cultura, de aportación a la humanidad desde el campo científico. Pero todo pueblo tiene también manchas de sangre, de esclavitud propiciada, de falta de solidaridad, de opresiones mantenidas. Todos debemos asumir nuestra historia y redimiéndola y purificándola. Cada hombre y cada pueblo, por su intrínseca finitud existencial, tiene rincones obscuros que deben ser sacados a la luz para que toda la existencia de convierta en ramos de claridad. La muerte será así el encuentro con la propia verdad de la existencia.

Son demasiados los que se niegan a condenar el golpe de estado del 36 y sus cuarenta años de dictadura. Argumentan muchos motivos para esta negativa: Por lo menos con Franco vivíamos en paz, decía María San Gil. La serenidad y el sosiego de aquella época son suficientes para que Mayor Oreja los añore. Y últimamente es Utrera Molina el que muestra su indignación: "Nunca creí que se vulneraran las leyes de la caballerosidad para lanzar un ataque a quien, ya muerto, respira aún junto al corazón de muchos españoles” "¿Cómo es posible, -se pregunta el suegro de Gallardón- que se pueda herir con tanta furia a quien nos gobernó durante un periodo de paz constructivo y eficiente y a quien se debe, queramos o no, la restauración de la monarquía actual, precisamente en la persona de Juan Carlos I?"

Estremece tanta incapacidad de reconocimiento, tanta ceguera. Sólo ven el paso alegre de la paz sin importarle que se abrían camino entre sangre, mordazas de silencio, mutilación de derechos, expulsión de miles y miles de españoles que necesitaron Pirineos de por medio, Atlántico de por medio para morir en el exilio o sobrevivir en la añoranza de una patria original.

El golpe militar del 36 pertenece a nuestra historia. Los cuarenta años empapados de hombres, mujeres y niños que nunca fuimos niños, pertenecen a nuestra historia. No debemos olvidarla. Pero la forma única de incorporarla a nuestra existencia lucidamente humana y actual es reconociendo su capacidad destructora. Tuvimos que inventar un futuro que el dictador quiso dejar atado y bien atado. Nuestros hijos nacieron bajo una Constitución abierta de par en par a la libertad que no fue consecuencia del franquismo ni herencia regalada, sino osadía y atrevimiento fundador de quienes decidimos un mañana en libertad.

Los que añoran, los que sienten nostalgia, los que todavía hoy estarían dispuestos a dar un golpe de estado a la alegría, a fusilar la esperanza creadora del mañana, deberían agradecer a la democracia la posibilidad de expresión que tienen y que ellos nos negaron.

Redimir la historia es adjuntarla al gozo de la resurrección de los pueblos.


Rafael Fernando Navarro
http://marpalabra.blogspot.com

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