Eduardo Pérsico
Los años transcurridos suelen ser un ideal de dicha reinventada, difícil de esquivar. Nada es imprevisto en la nostalgia; época juvenil, templo a ritmo de imaginarnos todo y desamores con sabor a tragedia. Y a reiniciar camino con mirada más amplia porque el crecimiento debe ser eslabón, fin de etapa dorada; y a culparse si la vida nos viene despareja…
Hoy se reitera un manual a recitar aunque el teatro de la divina juventud se asoma sin aula ni trabajo. Una representación quizá poco novedosa, pero a puro personaje de víctimario y víctima más cuadros juveniles corridos por el hambre, sobran protagonistas que actúan de inmediato y con violencia. Según los datos tomados de las villas, mientras en otras clases no hay registro ni encuesta sobre la adolescencia. La barata desidia que vincula a pobreza con delito pero a sus hijos nunca.
Se agitan los lamentos porque murió un cantante y fulgura la rubia que se durmió desnuda, pero sobran olvidos con los dientes del hambre deshaciendo la especie. No es ninguna noticia que tantos doblegados cambiando de manada nos vuelven al primate, y nadie se hace cargo. Informar ya es tendencia y joven delincuente quebrado para siempre, un ente que respira, luce mucho más útil baleando embarazadas en el noticiero de la noche. Y algo más recurrente: ese chorrito resultará didáctico para santificar la propiedad en todos los canales que sirven al sistema. Los crímenes del hambre por el ocio obligado son efecto previsto del proyecto económico, algo institucional y registrado Por más que los publicistas del Poder cínicamente instauren las frases del papa y los obispos por la ‘calamidad del hambre’ y ahí acaben su parte. Y en Argentina hasta copiaran esos rezos los agropecuarios, adictos evasores de impuestos y a ocupar changarines en negro; renglones de la farsa.
El cambio del modo y el ropaje es lógica juvenil de toda historia, pero hoy la pendejada archiva su conjuro y parece aterrada de emprender la existencia. El reflejo del modo expoliador tiene formas y rostros; están entre nosotros y soltando discursos de moralismo fácil. No hay bondad que soporte entre calles de hierro con peldaños de niebla y sombra interminable, ni hay ser vivo que aguante empezar cada día a comer como sea. Esa etapa de vida no es fábula estadística si puede desgajarla el terror miserable, y aunque la juventud traiga crisis que agraven su trayecto, - ver a Freud y cofrades- es condena ya mismo. ‘Con recital y ruido los jóvenes resisten’, otra alienación de darlos vuelta al vacío y la nada donde algunos no intuyen ni lejano el mundo donde habitan. Un desenganche más del que sobran los datos y no sólo entrevistas: ignoran ‘la pelea’ entre soldados del Bien y narcotraficantes terroristas que cumplen décadas en luchas fragorosas de asociar el negocio y apropiarse las hembras de países vencidos. Y digamos, estudiantes terciarios; con más una juventud perpetua que repite el libreto que el Poder nos reinventa y no los involucra. Los expulsados del mapa de madrugada y fábrica, del despliegue social más valedero, ambulan los arrabales del sistema sin ninguna respuesta. Y ni curten preguntas de hacernos cada tanto; a quién rezan los curas cuando rezan y si han de ganar los buenos algún día.
Eduardo Pérsico, escritor, nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.
Comentarios y FORO...
Los años transcurridos suelen ser un ideal de dicha reinventada, difícil de esquivar. Nada es imprevisto en la nostalgia; época juvenil, templo a ritmo de imaginarnos todo y desamores con sabor a tragedia. Y a reiniciar camino con mirada más amplia porque el crecimiento debe ser eslabón, fin de etapa dorada; y a culparse si la vida nos viene despareja…
Hoy se reitera un manual a recitar aunque el teatro de la divina juventud se asoma sin aula ni trabajo. Una representación quizá poco novedosa, pero a puro personaje de víctimario y víctima más cuadros juveniles corridos por el hambre, sobran protagonistas que actúan de inmediato y con violencia. Según los datos tomados de las villas, mientras en otras clases no hay registro ni encuesta sobre la adolescencia. La barata desidia que vincula a pobreza con delito pero a sus hijos nunca.
Se agitan los lamentos porque murió un cantante y fulgura la rubia que se durmió desnuda, pero sobran olvidos con los dientes del hambre deshaciendo la especie. No es ninguna noticia que tantos doblegados cambiando de manada nos vuelven al primate, y nadie se hace cargo. Informar ya es tendencia y joven delincuente quebrado para siempre, un ente que respira, luce mucho más útil baleando embarazadas en el noticiero de la noche. Y algo más recurrente: ese chorrito resultará didáctico para santificar la propiedad en todos los canales que sirven al sistema. Los crímenes del hambre por el ocio obligado son efecto previsto del proyecto económico, algo institucional y registrado Por más que los publicistas del Poder cínicamente instauren las frases del papa y los obispos por la ‘calamidad del hambre’ y ahí acaben su parte. Y en Argentina hasta copiaran esos rezos los agropecuarios, adictos evasores de impuestos y a ocupar changarines en negro; renglones de la farsa.
El cambio del modo y el ropaje es lógica juvenil de toda historia, pero hoy la pendejada archiva su conjuro y parece aterrada de emprender la existencia. El reflejo del modo expoliador tiene formas y rostros; están entre nosotros y soltando discursos de moralismo fácil. No hay bondad que soporte entre calles de hierro con peldaños de niebla y sombra interminable, ni hay ser vivo que aguante empezar cada día a comer como sea. Esa etapa de vida no es fábula estadística si puede desgajarla el terror miserable, y aunque la juventud traiga crisis que agraven su trayecto, - ver a Freud y cofrades- es condena ya mismo. ‘Con recital y ruido los jóvenes resisten’, otra alienación de darlos vuelta al vacío y la nada donde algunos no intuyen ni lejano el mundo donde habitan. Un desenganche más del que sobran los datos y no sólo entrevistas: ignoran ‘la pelea’ entre soldados del Bien y narcotraficantes terroristas que cumplen décadas en luchas fragorosas de asociar el negocio y apropiarse las hembras de países vencidos. Y digamos, estudiantes terciarios; con más una juventud perpetua que repite el libreto que el Poder nos reinventa y no los involucra. Los expulsados del mapa de madrugada y fábrica, del despliegue social más valedero, ambulan los arrabales del sistema sin ninguna respuesta. Y ni curten preguntas de hacernos cada tanto; a quién rezan los curas cuando rezan y si han de ganar los buenos algún día.
Eduardo Pérsico, escritor, nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.
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