sábado, 1 de abril de 2017

Un post de Cris Conti

Laura Abate escribía hace unos años:
La muerte que no me salva
Hace un tiempo que ya no puedo ver la muerte de Jesús como antes, cuando la ligaba a ciertos dogmas rigurosos y la definía de manera clausurante. En ese tiempo, las personas sólo eran marionetas que cumplían con un propósito divino que se llevaba puesto el derecho humano a la libertad, tras la razón agazapada de que el fin justifica los medios.
Tal vez, mi experiencia vital, y la visión de Dios que desde esa experiencia fui construyendo, poco a poco han ido polemizando esa idea, cuestionándola, pues básicamente describe a un dios que no puede ni amar ni perdonar al ser humano sin la existencia de un sacrificio que lo absuelva, un sustituto que cumpla con el castigo que le corresponde a él por haberse revelado.
Hoy me doy cuenta de que esa manera de ver a Dios se parece más a la forma que los seres humanos (hagiógrafos incluidos) tenemos de entender la justicia y el perdón, pero que no es consecuente con esas otras tan revolucionarias que Jesús había mostrado recogidas por los testimonios de los relatos bíblicos. Que aunque las personas tengamos la sensación de que un sacrifico es útil para agradar a Dios (desde tiempos inmemoriales ha sido así) los escritores de los textos sagrados no pueden evitar ser impactados por el “misericordia quiero, no sacrificios”.
Mi propia experiencia de fe no ha sido convocada desde el lugar de saldar cuentas pendientes sino desde la posibilidad de trascenderlas. Desde la respuesta buena a la actitud mala, desde la gracia vigente y el amor inexplicable.
Por supuesto que no puedo desligar esa visión de mi tránsito personal, de mi ruta vital en la que soy constantemente invitada a practicar una justicia y un perdón diferentes. Parece que el desafío tiene que ver con la posibilidad de perdonar aquello que no merece ser perdonado y de justificar lo que debe ser ajusticiado. Las situaciones en que ambas acciones aplican no son sencillas de encuadrar porque no tienen que ver con fórmulas dogmáticas volcadas en un pizarrón, sino con personas cuyos corazones laten, y las dinámicas que las vinculan son diversas e imposibles de clasificar. La vida y la experiencia nos enseñan (con demasiada frecuencia a costa de nuestros propios errores) que nada que tenga que ver con nuestra humanidad puede ser dogmatizado ni encasillado.
Por eso, a medida que la vida transcurre y voy creando y recreando vínculos, aprendo a despojarme de los “blancos y los negros” e intento integrar esos grises que cada vez se presentan con más matices. Mis imágenes de Dios se tornan menos estáticas, más laxas, más curvas, más permeables y dinámicas y me desafían a ser construidas en la conciencia de mis propios límites.
Me permito re pensar a Dios más allá de los dogmas que lo aprisionaron y los imaginarios religiosos que lo entramparon, en la confianza que me otorgan mi propia experiencia vital de fe y me atrevo a “dejarlo ser” desde esos mismos lugares en los que me he sentido convocada.
Posiblemente, como personas que somos, siempre viviremos en tensión con nuestras imágenes de lo divino, pues en ellas proyectamos nuestras diversas maneras de concebirlo y entre todos conformamos una visión multiforme, matizada, a veces sencilla, otras compleja, pero siempre heterogénea, nunca unívoca.
Soy consciente de que esa construcción será una interpretación subjetiva (ninguna imagen puede no serlo) pero esa conciencia me hace responsable de lo que voy construyendo.
Me hago cargo de que mis imágenes no tienen que ver con la necesidad de un castigo para nadie ni de un perdón que requiera un sacrificio para calmar una ira santa.
Pienso otra vez en Jesús diciendo: sean misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. Y elijo responsablemente la necesidad de la misericordia por sobre el sacrificio.
Conforme a esa visión tendré que transitar por mi vida cristiana. Mis actos tendrán que ser consecuentes con mi fe y hacer de ella algo real. Bajo esta luz, el camino a recorrer puede tener alcances insospechados. Nunca se sabe cómo puede terminar el que decide perdonar al que debería ser castigado.
Entiendo que otras personas necesiten proyectar la imagen de un Dios justo ante todo, que controla a sus criaturas conforme a sus propósitos soberanos.
Pero esa no es la imagen por la cual me he dejado vencer. He optado por una más débil, menos heroica, más vulnerable, la de una humanidad que se expone al rechazo hasta tal punto de morir en una cruz. Una humanidad que peleando por la justicia no se resiste ante la injusticia.
Me pregunto cómo alguien ha sido capaz de amar así. Y creo que es posible y me levanto al escuchar “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame…”
Miro la cruz de Jesús y veo un mensaje claro: esa manera de vivir no parece conducir al éxito sino al fracaso.
Jesús planteó un proyecto de vida, de amor, de esperanza, de inclusión, de solidaridad y fracasó.
Pero todavía no hemos podido olvidarlo: son esos pasos los que nos desafían, es ese ejemplo el que nos invita, es esa ruta por la cual nos hacemos más humanos, entonces, puedo entender cómo esa vida nos salva. Cómo esa vida triunfa sobre la muerte. Cómo esa vida ha vencido.
Y cada vez que la elijo, cada vez que escojo devolver bien al que me hace mal, cada vez que perdono en vez de castigar, cada vez que incluyo al que ha sido excluido, ese mensaje cobra vigencia y continúa.
Por eso, es la vida de Jesús, y no su muerte, la que tiene que ver conmigo.
Como dijo José Arregui, “me salva a pesar de la cruz. Por supuesto, no sin la cruz. Pero ciertamente, no por la cruz.”


Irasema Rendon Cris Conti como puede responder el evangelio ante la posmodernidad?
Cris Conti Irasema, para mi personalmente, la posmodernidad ha sido el sistema de pensamiento más liberador que he conocido. Es libertad pura el poder decidir todo por ti misma, sin atarte a los viejos metarrelatos aprendidos. Es liberador ser consciente de que creemos lo que creemos porque nuestra precomprensión nos lleva a eso, y que por tanto, somos libres de de-construir esas creencias de acuerdo con parámetros que nos parezcan mejores.

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21 horas
Cris Conti La posmodernidad nos desafía a un evangelio más maduro, más consciente, más liberador para todos. Un evangelio más cercano al de Jesús, y no al de las tradiciones de las iglesias.

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Irasema Rendon Cris Conti No había visto de esa manera positiva la posmodernidad, y te gradezco pero mi pregunta se derivó porque me doy cuenta que los líderes (machistas) presbiterianos, preocupados porque se les están yendo los fieles; por la época donde prevalece el "emocionalismo", y se van las personas a formar parte de las diversas religiones como los actuales carismáticos, el evangelio prospero, los pentecosteses etc. pero lo malo es que se va perdiendo la esencia de sus raíces y se vuelve meramente un negocio.

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Pep Castelló Con todo el respeto que me merecen quienes no opinan igual y sin ánimo de sentar cátedra, expongo mi opinión.

Acunó mi alma el nacional-catolicismo que bendijo en España el golpe militar del siglo XX y a los asesinos de rojos. No veo ninguna razón que
 me mueva a perdonar a quienes en hacer tanto mal se complacieron. Sí que la tengo para no optar por la venganza, pero advierto que no es por enseñanza religiosa alguna sino por pura y simple reflexión humana: ojo por ojo y el mundo quedará ciego.

La conciencia y el modo de pensar y sentir de quienes hace veinte siglos escribieron lo que hoy entendemos por evangelios no me sirve para vivir en el mundo actual. Los constructos mentales que los animaban no son los que tenemos hoy día. Veinte siglos de cristianismo han hecho mucho y han dado mucho material para reflexionar. Y los conocimientos del ser humano que hoy tenemos nos ayudan en esa tarea.

Durante años, después de otros muchos de vivir apostatando de la religión que de niño me enseñaron, volví a interesarme por las religiones, especialmente por el cristianismo. Y después de muchas vueltas y revueltas y de mucho ver y observar dejé de nuevo de apostar por él. No porque entre quienes lo profesan no haya humanidad sino porque su humanidad no procede del cristianismo que profesan sino que lo sustenta.

Hoy pienso que todas las religiones son elaboraciones culturales. Que del mismo modo que no nos sirven los conocimientos que durante siglos dinamizaron al mundo moderno tampoco sirve hoy el modo de pensar ni de sentir de los cuales partió el cristianismo.

Sin negar que el Jesús de los evangelios sea un arquetipo que merece ser visualizado, opino que nuestras reflexiones necesitan tomar en cuenta la proximidad de cuanto estamos viviendo. 

Dios no me parece ya razón para nada. Si como dicen las autoridades teológicas Dios es inimaginable, es lógico pensar que cuanto podamos afirmar de él es fruto de nuestra mente, ya sea razonado o fantaseando. Pero de la nuestra, no de las que elaboraron las enseñanzas religiosas.

Preguntaba el Cardenal Martini “¿en qué basan su ética quienes no creen en Dios?”. En el rostro doliente del hermano” fue la respuesta que recibió. No es la religión quien ahí guía sino la humana compasión.

Esa respuesta que acabamos de citar, como tantas otras que sin buscar demasiado encontraremos, validan el mensaje evangélico, pero no parten de él sino del alma humana. A nadie que haya crecido sin cultivar la compasión le sirven de nada los evangelios y menos las religiones, por más placeres emocionales que les propicien.

No me parece razonable pensar que, como dice la Biblia, Dios creara al hombre a su imagen y semejanza. Pienso más bien que el hombre creó a Dios conforme a lo que tenía en su mente. 

Tengo oído o leído en algún lugar que Gandhi dijo: “No creo que Dios sea amor sino que Amor es dios”. Del mismo modo el odio engendró demonios. Luego dioses y demonios juntos engendraron religiones.


Cris Conti Pep Castelló, tu posición es perfectamente entendible. Posiblemente, si yo fuera catalana y hubiera sufrido el franquismo, pensaría igual que tú. Y en cuanto a los criminales de las dictaduras (de todo el mundo): "Ni olvido ni perdón". No se pueden perdonar jamás los crímenes de lesa humanidad. Por algo, el derecho internacional los considera imprescriptibles. Así tengan 90 años, los criminales deben ser llevados a juicio y terminar sus días en una cárcel común. Los países que no han hecho justicia en estos temas cargan con una deuda que se refleja en la idiosincrasia de sus pueblos y los deshumaniza.

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22 horas
Cris Conti Jesús nos instó a perdonar A NUESTROS ENEMIGOS, no a los criminales de lesa humanidad. Es decir, cada uno de nosotros tiene la posibilidad de decidir perdonar a quienes nos han hecho daño personalmente. Pero NADIE tiene derecho a perdonar a quienes han hecho daño a otros. Que Dios y las personas dañadas los perdonen.

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2
22 horas
Pep Castelló Me parece sabio el consejo de perdonar, de no guardar odio. Es una cuestión de higiene mental, pues el odio es destructor y perjudica más a quien odia que a la persona odiada.
El odio es una renuncia a la dignidad humana, luego es un mal camino.
Pero 
defender lo que son derechos del pueblo y de los seres humanos en general es defender esa dignidad que a todo ser huimano corresponde. Ahí sí que merece la pena pelear, sea por mandato religioso o sea por simples principios humanos de supervivencia.

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21 horas
Cris Conti "Ni olvido ni perdón" no implica "guardar odio", por lo menos, no siempre. Implica seguir luchando para que se haga justicia.

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21 horas
Laura Abate Qué sorpresa. La de pasar una ojeada de casualidad y sin querer encontrarme entre ustedes. Qué conversación más interesante y pedagógica en todo sentido.
Cuando publiqué, hace varios años este escrito (tal como dijo Cris), secretamente aspiraba a que
 se diera un diálogo con este vuelo pero fundamentalismos mediante, es algo prácticamente imposible.
Pep, yo no soy catalana, pero cuánto me identifico con tus expresiones... Hoy me siento más cerca de tu mirada que de muchas otras, porque aun siendo cristianas, siguen enmarcadas en esos metarrelatos a los que aludió Cris más arriba, que ya no sirven para seguir contando lo que nos pasa. 
El anglicano Spong me mostró hace algún tiempo una ventana donde yo sólo veía un muro: "más allá del teísmo, pero no más allá de Dios". 
Esto me ayudó, a pensar en Dios desde la condición postmoderna ya no como "un ser" con la impronta de la metafísica, sino como metáfora del "acontecimiento" que sucede en mí, que en la teología se traduce como el deseo por "lo que ocurre en lo que ocurre" 
El nombre de Dios como hermenéutica de la vida. 
Tal como a Cris, los autores postmodernos me liberaron y me permitieron abrazar el mensaje de los evangelios desde lugares más agiornados, abandonar metáforas en desuso para construir otras nuevas y poder transitar mi fe desde otros sitios. 
Recomiendo enfáticamente autores como John Caputo, Jaques Derrida (el ateo más religioso que conozco), y Mariano Corbi. Todos ellos ayudan mucho cuando las certezas ilusorias ya no pueden calmar la sed en nuestras búsquedas insaciables.
Cris, me ofrecés una vuelta de tuerca con el tema del perdón. "Nadie tiene derecho a perdonar a quienes han hecho daño a otros. Que las personas dañadas los perdonen." No lo había visto eso hasta hoy. Qué liberador. Gracias. 
Gracias a ambos por esta conversación nutrida y nutriente. 
Qué gran placer.

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14 horasEditado
Cris Conti Una conversacion como esta es un placer muy poco frecuente en las redes sociales. Gracias a quienes estan participando!!

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13 horas
Pep Castelló Pocas veces coincidí tanto y me entendí tan bien con personas creyentes.
Debo advertiros que nunca estudié teología, por razones que se despenden de lo que escribí ahí ariba. De aquí que mis puntos de vista suelan ser bastante heréticos. 
De Caputo no he leído nada. De Derrida, algo. De Crobí he leído bastante, le conozco personalmente y comparto muchos de sus puntos de vista, tales como la idea de "calidad humana", término que más o menos viene a decir lo que se suele entender por "espiritualidad". Pero hace tiempo que no me intereso por esa clase de escritos. 
Entiendo y acepto que las tradiciones religiosas puedan ser una aportación a esa "calidad humana" que Corbí señala y a la cual nos estamos refiriendo. Pero encuentro que ese es un terreno muy resbaladizo por cual no me apetece transitar.
Quizá si encotrase mas gente como vosotras volvería a interesarme por esos temas, pero eso no me parece fácil.
Me alegro de haber entrado en este post. Fue por casualidad y ha sido un gusto.


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