Pepcastelló
A veces me pregunto qué sería de la religión católica sin el "Jesusito de mi vida..." que nos hacían rezar en la infancia. Pues no lo sé, pero pienso que posiblemente habría ya desaparecido o bien quedaría reducida a puros actos sociales para bodas, bautizos y entierros.
La práctica espiritual en la infancia despierta, sin lugar a duda alguna, una serie de sensibilidades que acompañan a la persona el resto de su vida, tanto para bien como para mal. Para bien porque sobre esta sensibilidad así desarrollada podrá construir posteriormente la persona con cierta facilidad su sensibilidad humana. Para mal, porque un tal hábito de confiar en el cielo puede ser disociativo y hacer que la vida terrenal transcurra por unos cauces y la "espiritual" -por llamarla de algún modo- por otros muy distintos y aun a veces nada recomendables.
No me cabe la menor duda de que en el fondo de las religiones hay una gran caudal de sabiduría. Que el pensamiento religioso y las practicas que le siguen han cumplido una función orientativa de la actividad humana en todas las sociedades a lo largo de los tiempos. Y opino, aun a riesgo de equivocarme, que pueden ser todavía muy útiles al mundo actual si tienen la agilidad necesaria para centrarse en el conjunto de conocimientos adquiridos. Pero no veo que el anquilosamiento del pensamiento religioso en principios ancestrales sirva para otra cosa que no sea la vida interior de las personas creyentes. Y pienso que es una lástima que todo esa sabiduría quede limitada a colectivos cada día más alejados del resto del mundo.
Por lo que observo en mi entorno creyente, el gran atractivo de la religión es "el poder de las fuerzas del mas allá". Veo un consenso casi unánime en ver la plegaria y el culto como una forma de comunicarse con el Dios celestial providente, del cual esperan todo lo que no pueden conseguir mediante su propio esfuerzo, tanto si es en beneficio propio como de los seres queridos. Nadie, o casi nadie, se plantea la posibilidad de que la práctica religiosa sea principalmente un modo de influir sobre la estructura mental mediante la acción del pensamiento para alcanzar un mayor grado de humanidad en la totalidad de la propia conducta. Y no obstante, hay razones mucho más poderosas en favor de esta opción que en la de la intervención divina.
Todas las prácticas religiosas se basan en el control del pensamiento. En la plegaria cristiana la alabanza, la acción de gracias o la petición, verbalizadas oral o mentalmente constituyen propiamente la plegaria. Tanto es así, que parece lógico de todo punto suponer que el origen de tales formas de orar se debe a la intuición de esa poderosa acción del pensamiento sobre la totalidad de la persona, algo que en tiempos actuales nos confirman las ciencias de la mente. Sabemos por ellas que el pensamiento influye en nuestros sentimientos y estos en nuestra conducta; que tiene un efecto importante sobre la totalidad de nuestro organismo, hasta el punto de generar incluso respuestas somáticas. Y no obstante, ahí sigue ese empeño en menospreciar esta visión natural de la religión en beneficio de la "mágica". Ante esta evidencia, no puedo sino preguntarme por la causa de este claro triunfo de lo irracional, al tiempo que divago sobre lo que podría ser una religión enfocada de forma más humana, más acorde con el nivel de conocimientos alcanzado por el mundo actual.
Para las causas de ese anclaje en la "religión mágica" no tengo respuestas que me satisfagan completamente, aunque sí que me parece observar un gran interés de la clerecía por mantener esta opción. La pregunta siguiente es qué motiva ese interés, si el beneficio de la feligresía o el propio. Pero como la respuesta puede ser muy compleja y sin lugar a dudas conflictiva, mejor será que cada cual la busque por su cuenta.
En cuanto a los beneficios que podría comportar un enfoque menos "mágico" y mucho más racional, lo primero que se me ocurre es que sería mucho más incluyente. Al dejar de lado las creencias en el más allá y centrarse en el "crecimiento humano" de la persona -que en mi opinión es el fin que debieran proponerse todas las religiones- eliminaría las tradicionales diferencias y divisiones religiosas y podría poner al alcance de la población no creyente unas prácticas de perfeccionamiento humano que sin duda son muy necesarias en nuestra actual "civilización occidental cristiana", tan dada a vivir hacia afuera, pendiente tan sólo de alcanzar el mayor grado de bienestar personal al costo que sea.
Imagino lo que sería una "práctica espiritual" encaminada a fomentar virtudes humanamente consensuadas incorporada a los programas de educación básica de todo un estado, del mismo modo que se ha incorporado la educación física, la música, el conocimiento del medio natural y social o el de lenguas extranjeras. ¿Quien podría objetar nada contra una disciplina que sin nombrar ni hacer referencia a dogmas ni principios supuestamente absolutos fomentara la gratitud, la amabilidad, la convivencia, el cuidado de la naturaleza y del entorno natural y humano...? Pienso que algo parecido tiene muchas más posibilidades de ser acogido por nuestra sociedad actual que los rezos de unas u otras confesiones religiosas, que muchas veces son excluyentes y fomentan divisiones más que acercamiento humano.
Cuanto antecede, sin menoscabo de que cada cual, individual o colectivamente, ya sea en familia o en comunidad de creyentes, pueda entregarse, en el lugar debido, a las prácticas religiosas propias de la fe que profese. El sentimiento religioso de cada cual me parece perfectamente lícito, pero de esto a querer imponerlo o a no pensar en ofrecer a la población no creyente otras formas de práctica religiosa que las tradicionales, va un abismo.
Y sigo divagando. ¿Quien sino un conjunto diverso de personas creyentes y no creyentes, calificadas en ética, psicología y prácticas espirituales podría llevar a cabo la tarea de programar y organizar esto que propongo?
Este es, a mi ver, el reto que tienen actualmente las religiones si no quieren ver como el mundo se desintegra en pura materialidad al impulso del egoísmo de la población no creyente y de la creyente.
Pepcastelló
"La hora del Grillo", 28.09.2008
Comentarios y FORO...
A veces me pregunto qué sería de la religión católica sin el "Jesusito de mi vida..." que nos hacían rezar en la infancia. Pues no lo sé, pero pienso que posiblemente habría ya desaparecido o bien quedaría reducida a puros actos sociales para bodas, bautizos y entierros.
La práctica espiritual en la infancia despierta, sin lugar a duda alguna, una serie de sensibilidades que acompañan a la persona el resto de su vida, tanto para bien como para mal. Para bien porque sobre esta sensibilidad así desarrollada podrá construir posteriormente la persona con cierta facilidad su sensibilidad humana. Para mal, porque un tal hábito de confiar en el cielo puede ser disociativo y hacer que la vida terrenal transcurra por unos cauces y la "espiritual" -por llamarla de algún modo- por otros muy distintos y aun a veces nada recomendables.
No me cabe la menor duda de que en el fondo de las religiones hay una gran caudal de sabiduría. Que el pensamiento religioso y las practicas que le siguen han cumplido una función orientativa de la actividad humana en todas las sociedades a lo largo de los tiempos. Y opino, aun a riesgo de equivocarme, que pueden ser todavía muy útiles al mundo actual si tienen la agilidad necesaria para centrarse en el conjunto de conocimientos adquiridos. Pero no veo que el anquilosamiento del pensamiento religioso en principios ancestrales sirva para otra cosa que no sea la vida interior de las personas creyentes. Y pienso que es una lástima que todo esa sabiduría quede limitada a colectivos cada día más alejados del resto del mundo.
Por lo que observo en mi entorno creyente, el gran atractivo de la religión es "el poder de las fuerzas del mas allá". Veo un consenso casi unánime en ver la plegaria y el culto como una forma de comunicarse con el Dios celestial providente, del cual esperan todo lo que no pueden conseguir mediante su propio esfuerzo, tanto si es en beneficio propio como de los seres queridos. Nadie, o casi nadie, se plantea la posibilidad de que la práctica religiosa sea principalmente un modo de influir sobre la estructura mental mediante la acción del pensamiento para alcanzar un mayor grado de humanidad en la totalidad de la propia conducta. Y no obstante, hay razones mucho más poderosas en favor de esta opción que en la de la intervención divina.
Todas las prácticas religiosas se basan en el control del pensamiento. En la plegaria cristiana la alabanza, la acción de gracias o la petición, verbalizadas oral o mentalmente constituyen propiamente la plegaria. Tanto es así, que parece lógico de todo punto suponer que el origen de tales formas de orar se debe a la intuición de esa poderosa acción del pensamiento sobre la totalidad de la persona, algo que en tiempos actuales nos confirman las ciencias de la mente. Sabemos por ellas que el pensamiento influye en nuestros sentimientos y estos en nuestra conducta; que tiene un efecto importante sobre la totalidad de nuestro organismo, hasta el punto de generar incluso respuestas somáticas. Y no obstante, ahí sigue ese empeño en menospreciar esta visión natural de la religión en beneficio de la "mágica". Ante esta evidencia, no puedo sino preguntarme por la causa de este claro triunfo de lo irracional, al tiempo que divago sobre lo que podría ser una religión enfocada de forma más humana, más acorde con el nivel de conocimientos alcanzado por el mundo actual.
Para las causas de ese anclaje en la "religión mágica" no tengo respuestas que me satisfagan completamente, aunque sí que me parece observar un gran interés de la clerecía por mantener esta opción. La pregunta siguiente es qué motiva ese interés, si el beneficio de la feligresía o el propio. Pero como la respuesta puede ser muy compleja y sin lugar a dudas conflictiva, mejor será que cada cual la busque por su cuenta.
En cuanto a los beneficios que podría comportar un enfoque menos "mágico" y mucho más racional, lo primero que se me ocurre es que sería mucho más incluyente. Al dejar de lado las creencias en el más allá y centrarse en el "crecimiento humano" de la persona -que en mi opinión es el fin que debieran proponerse todas las religiones- eliminaría las tradicionales diferencias y divisiones religiosas y podría poner al alcance de la población no creyente unas prácticas de perfeccionamiento humano que sin duda son muy necesarias en nuestra actual "civilización occidental cristiana", tan dada a vivir hacia afuera, pendiente tan sólo de alcanzar el mayor grado de bienestar personal al costo que sea.
Imagino lo que sería una "práctica espiritual" encaminada a fomentar virtudes humanamente consensuadas incorporada a los programas de educación básica de todo un estado, del mismo modo que se ha incorporado la educación física, la música, el conocimiento del medio natural y social o el de lenguas extranjeras. ¿Quien podría objetar nada contra una disciplina que sin nombrar ni hacer referencia a dogmas ni principios supuestamente absolutos fomentara la gratitud, la amabilidad, la convivencia, el cuidado de la naturaleza y del entorno natural y humano...? Pienso que algo parecido tiene muchas más posibilidades de ser acogido por nuestra sociedad actual que los rezos de unas u otras confesiones religiosas, que muchas veces son excluyentes y fomentan divisiones más que acercamiento humano.
Cuanto antecede, sin menoscabo de que cada cual, individual o colectivamente, ya sea en familia o en comunidad de creyentes, pueda entregarse, en el lugar debido, a las prácticas religiosas propias de la fe que profese. El sentimiento religioso de cada cual me parece perfectamente lícito, pero de esto a querer imponerlo o a no pensar en ofrecer a la población no creyente otras formas de práctica religiosa que las tradicionales, va un abismo.
Y sigo divagando. ¿Quien sino un conjunto diverso de personas creyentes y no creyentes, calificadas en ética, psicología y prácticas espirituales podría llevar a cabo la tarea de programar y organizar esto que propongo?
Este es, a mi ver, el reto que tienen actualmente las religiones si no quieren ver como el mundo se desintegra en pura materialidad al impulso del egoísmo de la población no creyente y de la creyente.
Pepcastelló
"La hora del Grillo", 28.09.2008
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