Pepcastelló
El siglo XXI tenía que ser místico, espiritual, profundamente humano, pero en su noveno año estamos todavía atascados al pie del Sinaí, adorando al “becerro de oro” −fuerza bruta y riqueza, superioridad, rango, clase, poderío, distinción social− sin haber alcanzado siquiera a entender aquello tan sencillo de «no matarás».
Los horrendos crímenes de Gaza debieran ser motivo más que sobrado para mover a reflexión a quienes proclaman identidades nacionales y religiosas. Éstos y los muchos que a diario se dan a lo largo del año con una crueldad que zarandea la conciencia de quienes todavía la conservan.
Pueblos elegidos, tierras prometidas, raigambres judías, musulmanas y cristianas, nacionales catolicismos, derechos de conquista... A tenor de las atrocidades que han protagonizado, todas estas identidades y otras similares debieran ser consideradas obra del diablo por quienes creen en él o en lo que significa ese símbolo; o como grave error de interpretación, para quienes creen en revelaciones divinas. Pero no se ve así, sino al contrario. El uso perverso que continuamente hacen de la palabra quienes llevan la voz cantante en este mundo abocado al saqueo y al pillaje más primitivos ha generado un paradigma de autoengaño en el que no cabe nada ajeno a sus obsesivos desvaríos.
La maldad más grande se ampara en las palabras más bellas, los proyectos más viles se enmascaran con el halo de los más sublimes. En honor de aquel Jesús de Nazaret que no tenía donde reclinar su cabeza y predicaba con su ejemplo la pobreza y el desprendimiento, quienes dicen ser sus seguidores han erigido magníficas catedrales, suntuosos templos, los cuales más que para honrar su memoria sirven para mostrar la arrogancia de los poderes terrenales que, al amparo de un cristianismo cultista e institucionalizado, ahogan la Buena Nueva. Una pirámide sacerdotal cuida en ellos de cantar alabanzas al Dios de los cielos, sin reparar en que le ofrecen a un tiempo el sacrificio de los millones de pobres y excluidos que con su sufrimiento costearon en verdad tanta magnificencia. ¿O acaso alguien piensa que el dinero que dan los ricos ha sido ganado «con el sudor de su frente»?
Vista la forma que tienen de entender el cristianismo, no sorprende ya que el Papa y su séquito de cardenales y obispos junto con todas las gentes que les dan soporte callen vilmente ante masacres como esta última de Gaza y todas las otras que se están dando en el mundo, en tanto que reiteradamente alzan su voz para exigir la enseñanza de su doctrina católica en las escuelas a cargo del Estado y condenar las clínicas de planificación familiar, el reconocimiento de las parejas homosexuales, la educación sexual en la enseñanza pública... Como me hacía notar esta misma semana una amiga monja, les preocupan más los abortos terapéuticos que las torturas de Guantánamo.
Desde una perspectiva puramente humana, lejos de toda confesionalidad religiosa y previa renuncia a cualquier símbolo o bandera que se anteponga a la dignidad del más humilde de los seres humanos se ve claro:
• Que es un deber de conciencia analizar bien a dónde nos llevan nuestros afectos, porque hay identidades que aun sin parecerlo son inhumanas.
• Que es absolutamente necesario cuestionar y contestar cuando corresponda las acciones llevadas a cabo por los colectivos con los cuales nos identificamos si no queremos ser moralmente cómplices de las felonías que cometan.
• Que es rechazable cualquier discurso político o religioso que de forma abierta o encubierta base el bien de unos en el mal de otros.
• Que ninguna idea de Dios ni de lo sagrado puede fundamentar privilegios, exclusiones, violencias y crímenes.
• Que la projimidad es el rasgo más excelso de nuestra condición humana.
Luego si desde una perspectiva que puede compartir cualquier persona de buena voluntad se alcanzan conclusiones tan claras y tan universales, el hereje impenitente que esto escribe no puede sino preguntarse:
• ¿Cómo es posible que no las vean quienes a fuerza de orar debieran contar con la luz de la Gracia Divina?
• ¿Qué es lo que ciega sus ojos y obnubila su mente?
Pepcastelló
Comentarios y FORO...
El siglo XXI tenía que ser místico, espiritual, profundamente humano, pero en su noveno año estamos todavía atascados al pie del Sinaí, adorando al “becerro de oro” −fuerza bruta y riqueza, superioridad, rango, clase, poderío, distinción social− sin haber alcanzado siquiera a entender aquello tan sencillo de «no matarás».
Los horrendos crímenes de Gaza debieran ser motivo más que sobrado para mover a reflexión a quienes proclaman identidades nacionales y religiosas. Éstos y los muchos que a diario se dan a lo largo del año con una crueldad que zarandea la conciencia de quienes todavía la conservan.
Pueblos elegidos, tierras prometidas, raigambres judías, musulmanas y cristianas, nacionales catolicismos, derechos de conquista... A tenor de las atrocidades que han protagonizado, todas estas identidades y otras similares debieran ser consideradas obra del diablo por quienes creen en él o en lo que significa ese símbolo; o como grave error de interpretación, para quienes creen en revelaciones divinas. Pero no se ve así, sino al contrario. El uso perverso que continuamente hacen de la palabra quienes llevan la voz cantante en este mundo abocado al saqueo y al pillaje más primitivos ha generado un paradigma de autoengaño en el que no cabe nada ajeno a sus obsesivos desvaríos.
La maldad más grande se ampara en las palabras más bellas, los proyectos más viles se enmascaran con el halo de los más sublimes. En honor de aquel Jesús de Nazaret que no tenía donde reclinar su cabeza y predicaba con su ejemplo la pobreza y el desprendimiento, quienes dicen ser sus seguidores han erigido magníficas catedrales, suntuosos templos, los cuales más que para honrar su memoria sirven para mostrar la arrogancia de los poderes terrenales que, al amparo de un cristianismo cultista e institucionalizado, ahogan la Buena Nueva. Una pirámide sacerdotal cuida en ellos de cantar alabanzas al Dios de los cielos, sin reparar en que le ofrecen a un tiempo el sacrificio de los millones de pobres y excluidos que con su sufrimiento costearon en verdad tanta magnificencia. ¿O acaso alguien piensa que el dinero que dan los ricos ha sido ganado «con el sudor de su frente»?
Vista la forma que tienen de entender el cristianismo, no sorprende ya que el Papa y su séquito de cardenales y obispos junto con todas las gentes que les dan soporte callen vilmente ante masacres como esta última de Gaza y todas las otras que se están dando en el mundo, en tanto que reiteradamente alzan su voz para exigir la enseñanza de su doctrina católica en las escuelas a cargo del Estado y condenar las clínicas de planificación familiar, el reconocimiento de las parejas homosexuales, la educación sexual en la enseñanza pública... Como me hacía notar esta misma semana una amiga monja, les preocupan más los abortos terapéuticos que las torturas de Guantánamo.
Desde una perspectiva puramente humana, lejos de toda confesionalidad religiosa y previa renuncia a cualquier símbolo o bandera que se anteponga a la dignidad del más humilde de los seres humanos se ve claro:
• Que es un deber de conciencia analizar bien a dónde nos llevan nuestros afectos, porque hay identidades que aun sin parecerlo son inhumanas.
• Que es absolutamente necesario cuestionar y contestar cuando corresponda las acciones llevadas a cabo por los colectivos con los cuales nos identificamos si no queremos ser moralmente cómplices de las felonías que cometan.
• Que es rechazable cualquier discurso político o religioso que de forma abierta o encubierta base el bien de unos en el mal de otros.
• Que ninguna idea de Dios ni de lo sagrado puede fundamentar privilegios, exclusiones, violencias y crímenes.
• Que la projimidad es el rasgo más excelso de nuestra condición humana.
Luego si desde una perspectiva que puede compartir cualquier persona de buena voluntad se alcanzan conclusiones tan claras y tan universales, el hereje impenitente que esto escribe no puede sino preguntarse:
• ¿Cómo es posible que no las vean quienes a fuerza de orar debieran contar con la luz de la Gracia Divina?
• ¿Qué es lo que ciega sus ojos y obnubila su mente?
Pepcastelló
Comentarios y FORO...