Sergio Patrini (Paris)
La Iglesia Católica Romana (ICR) atrae la atención para esbozar las críticas al cristianismo institución, pero también debería mencionarse la defección de los evangélicos protestantes.
Con ese término dejamos de lado, provisoriamente, los que en el habla hispana son conocidos como “evangelistas”, calificativo que superó al de evangélico y que también dejó atrás acepciones como pentecostales, carismáticos y otras.
Los evangélicos protestantes son aquellos que, junto con los herederos históricamente de la Reforma de Lutero y Calvino, asimilaron la Reforma Protestante y se sintieron cómodos en ella hasta el fin del siglo XX.
En términos generales aceptaron y protagonizaron todo movimiento que propugnaba el rescate de los humanos y valorizaba la cultura en sus distintos tipos de expresiones. En América Latina fueron pioneros de la importancia de la Biblia para la vida personal y social. En contraposición a la ética doble o triple de la ICR, siempre asociada a gobiernos retrógrados, los evangélicos protestantes predicaron y vivieron una ética de una sola pieza e influyeron en movimientos progresistas sin el prejuicio de quienes eran, pero luchando por asuntos de la libertad de expresión y de respeto de lo humano.
En el orden internacional, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) se constituyó en una luz en medio de las tinieblas abogando por la construcción de un mundo mejor, más justo. Latinoamérica y Sud Africa fueron ejemplos claros del compromiso del CMI en sus luchas de liberación, contra dictaduras despiadadas en el primero, contra el racismo en el segundo. Sus documentos y acciones, como sus Asambleas Generales, testimonian de su involucramiento en delicados problemas internacionales, efectuado con inteligencia y sabiduría cristiana.
A la luz del CMI surgieron numerosas agrupaciones ecuménicas que se incorporaron a esa dimensión evangélica y, dado que el CMI era buen receptor de dinero que en ese entonces tenía mucho valor, nunca cerró su mano para apoyar a otros grupos, que sin ser cristianos tenían la misma sintonía que él. No era carta imprescindible ser miembros de una iglesia para recibir el apoyo estratégico, táctico y económico de esa institución que tiene su sede en Ginebra.
En América Latina los evangélicos protestantes se constituyeron en referentes indiscutibles de su lucha comprometida, tanto en lo que se refería a iglesias como agrupaciones ecuménicas y lideres. Utilizando el lenguaje escolástico, fueron signos visibles de la presencia de Dios en esa tierra.
Es evidente que hoy no están en ese plano, ni en Europa ni en América Latina, ni en sus iglesias y agrupaciones ecuménicas. Tampoco desde organismos internacionales, caso del CMI que se ha colocado como ejemplo en párrafos anteriores. Desde fines del 80 hasta el presente esa declinación se fue acentuando.
Se puede mencionar algunas salvedades, pero son mojones, pequeños, desperdigados, inconectados y si se nombra algunos organismos interconectados a nivel mundial o continental, solo con mirar por donde se usa el dinero se puede apreciar la lejanía con la anterior época mencionada.
Los programas más utilizados son de temas que son apoyados por los organismos internacionales, algunos referidos a asuntos de salud, otros de género, varios a enfrentar calamidades producida por terremotos, inundaciones, tornados. Aspectos que reclaman atención, pero que son tratados con la metodología en la orbita de la beneficencia y no de los cambios de situación de los afectados.
Es que el dinero sigue viniendo de Europa, cuyos gobiernos e iglesias cambiaron la política de solidaridad en ocuparse del Este Europeo y pusieron como prioridad Africa, con ayudas de beneficencia y no de cambios sociales. El que venía de Estados Unidos cambió de donantes. Las iglesias que apoyan la participación social no tienen el dinero de antes y las iglesias y organismos que lo tienen se preocupan por otras cuestiones, como estar contra la evolución, mantener virgen a sus jóvenes hasta que se casen y promover llamativas campañas de evangelización.
En ese cambio, las iglesias y gran parte de las agrupaciones ecuménicas viraron hacia el criterio de defender la institución. Siguieron dando la bienvenida al dinero, ahora para otros programas, pero que les servía para cubrir sus serias dificultades del mantenimiento institucional., tanto de personal como de organización.
Tal estilo de decisión lleva, inexorablemente, a la actitud de conservar lo que se tiene y sobre todo no incorporar programas que espanten a los donantes. Hay declaraciones contra situaciones específicas, como algún golpe de estado, asesinato de líderes, violencia contra la mujer y la niñez, pero no pasan del papel y de los infaltables llamados a la oración que, sin despreciar su valor, queda en eso, juntar las manos con cara de preocupación, lejos de aquello de orando y con el mazo dando.
Nos atrevemos hablar de la “defección” de evangélicos protestantes a partir de la definición que ofrece el diccionario de la Real Academia Española quien describe esa palabra como “Acción de separarse con deslealtad de la causa o parcialidad a la que se pertenecía”.
Lo evangélico protestante está para otra cosa distinta a la que se presenta actualmente. Desde su surgimiento, recogiendo movimientos anteriores a la Reforma Protestante, su “causa” es la de relacionarse dinámicamente con la cultura, la sociedad toda, y aceptar el rol de ser desafiado a movilizarse con todo aquello que se mueva en rescatar el ser humano y cambiar la sociedad, tanto en palabras como en acción. Una responsabilidad que no debería ser frenada u olvidada por la cuestión económica o acuerdos interiglesias o sobrevivencia de la institución. + (PE)
Sergio Patrini (Paris)
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=3995
Comentarios y FORO...
La Iglesia Católica Romana (ICR) atrae la atención para esbozar las críticas al cristianismo institución, pero también debería mencionarse la defección de los evangélicos protestantes.
Con ese término dejamos de lado, provisoriamente, los que en el habla hispana son conocidos como “evangelistas”, calificativo que superó al de evangélico y que también dejó atrás acepciones como pentecostales, carismáticos y otras.
Los evangélicos protestantes son aquellos que, junto con los herederos históricamente de la Reforma de Lutero y Calvino, asimilaron la Reforma Protestante y se sintieron cómodos en ella hasta el fin del siglo XX.
En términos generales aceptaron y protagonizaron todo movimiento que propugnaba el rescate de los humanos y valorizaba la cultura en sus distintos tipos de expresiones. En América Latina fueron pioneros de la importancia de la Biblia para la vida personal y social. En contraposición a la ética doble o triple de la ICR, siempre asociada a gobiernos retrógrados, los evangélicos protestantes predicaron y vivieron una ética de una sola pieza e influyeron en movimientos progresistas sin el prejuicio de quienes eran, pero luchando por asuntos de la libertad de expresión y de respeto de lo humano.
En el orden internacional, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) se constituyó en una luz en medio de las tinieblas abogando por la construcción de un mundo mejor, más justo. Latinoamérica y Sud Africa fueron ejemplos claros del compromiso del CMI en sus luchas de liberación, contra dictaduras despiadadas en el primero, contra el racismo en el segundo. Sus documentos y acciones, como sus Asambleas Generales, testimonian de su involucramiento en delicados problemas internacionales, efectuado con inteligencia y sabiduría cristiana.
A la luz del CMI surgieron numerosas agrupaciones ecuménicas que se incorporaron a esa dimensión evangélica y, dado que el CMI era buen receptor de dinero que en ese entonces tenía mucho valor, nunca cerró su mano para apoyar a otros grupos, que sin ser cristianos tenían la misma sintonía que él. No era carta imprescindible ser miembros de una iglesia para recibir el apoyo estratégico, táctico y económico de esa institución que tiene su sede en Ginebra.
En América Latina los evangélicos protestantes se constituyeron en referentes indiscutibles de su lucha comprometida, tanto en lo que se refería a iglesias como agrupaciones ecuménicas y lideres. Utilizando el lenguaje escolástico, fueron signos visibles de la presencia de Dios en esa tierra.
Es evidente que hoy no están en ese plano, ni en Europa ni en América Latina, ni en sus iglesias y agrupaciones ecuménicas. Tampoco desde organismos internacionales, caso del CMI que se ha colocado como ejemplo en párrafos anteriores. Desde fines del 80 hasta el presente esa declinación se fue acentuando.
Se puede mencionar algunas salvedades, pero son mojones, pequeños, desperdigados, inconectados y si se nombra algunos organismos interconectados a nivel mundial o continental, solo con mirar por donde se usa el dinero se puede apreciar la lejanía con la anterior época mencionada.
Los programas más utilizados son de temas que son apoyados por los organismos internacionales, algunos referidos a asuntos de salud, otros de género, varios a enfrentar calamidades producida por terremotos, inundaciones, tornados. Aspectos que reclaman atención, pero que son tratados con la metodología en la orbita de la beneficencia y no de los cambios de situación de los afectados.
Es que el dinero sigue viniendo de Europa, cuyos gobiernos e iglesias cambiaron la política de solidaridad en ocuparse del Este Europeo y pusieron como prioridad Africa, con ayudas de beneficencia y no de cambios sociales. El que venía de Estados Unidos cambió de donantes. Las iglesias que apoyan la participación social no tienen el dinero de antes y las iglesias y organismos que lo tienen se preocupan por otras cuestiones, como estar contra la evolución, mantener virgen a sus jóvenes hasta que se casen y promover llamativas campañas de evangelización.
En ese cambio, las iglesias y gran parte de las agrupaciones ecuménicas viraron hacia el criterio de defender la institución. Siguieron dando la bienvenida al dinero, ahora para otros programas, pero que les servía para cubrir sus serias dificultades del mantenimiento institucional., tanto de personal como de organización.
Tal estilo de decisión lleva, inexorablemente, a la actitud de conservar lo que se tiene y sobre todo no incorporar programas que espanten a los donantes. Hay declaraciones contra situaciones específicas, como algún golpe de estado, asesinato de líderes, violencia contra la mujer y la niñez, pero no pasan del papel y de los infaltables llamados a la oración que, sin despreciar su valor, queda en eso, juntar las manos con cara de preocupación, lejos de aquello de orando y con el mazo dando.
Nos atrevemos hablar de la “defección” de evangélicos protestantes a partir de la definición que ofrece el diccionario de la Real Academia Española quien describe esa palabra como “Acción de separarse con deslealtad de la causa o parcialidad a la que se pertenecía”.
Lo evangélico protestante está para otra cosa distinta a la que se presenta actualmente. Desde su surgimiento, recogiendo movimientos anteriores a la Reforma Protestante, su “causa” es la de relacionarse dinámicamente con la cultura, la sociedad toda, y aceptar el rol de ser desafiado a movilizarse con todo aquello que se mueva en rescatar el ser humano y cambiar la sociedad, tanto en palabras como en acción. Una responsabilidad que no debería ser frenada u olvidada por la cuestión económica o acuerdos interiglesias o sobrevivencia de la institución. + (PE)
Sergio Patrini (Paris)
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=3995
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