Iktami Devaux
“Cuando la fruta está madura, los polos se encuentran”. Graffiti escrito sobre el muro que separa la franja de Gaza de Israel el 5 de junio de 2010.
El 6 de Junio de 2010, a las 6 de la tarde ocurrió en la franja de Gaza un milagro que supera la resurrección de Cristo.
Teniendo en cuenta que muchos cuestionan la existencia misma de Cristo más allá de su insólita resurrección, el milagro de Gaza contaba con la ventaja de miles de testigos oculares y el hecho de que fue documentado por varias cámaras de video.
En ese exacto momento todos los soldados israelíes que patrullaban la zona, un total de 745, desaparecieron. Se esfumaron sin dejar rastro alguno. Los palestinos miraban atónitos sin poder creer sus ojos. Apenas se les pasó el asombro empezaron los festejos.
Cuando noticias de lo sucedido llegaron al lado israelí reaccionaron inmediatamente mandando más tropas. Pero he aquí que todas desaparecían apenas ingresaban en territorio palestino.
El gobierno israelí resultó ser bastante terco y no dejó de mandar tropas hasta que más de 1500 soldados hubieron desaparecido.
Si bien el primer milagro tomó a todo el mundo por sorpresa, las subsecuentes desapariciones fueron documentadas por todos los grandes medios y en todos los hogares pudieron ver y disfrutar a todo color como cada una de las desapariciones eran festejadas con gritos de alegría por los palestinos.
Hubo varias reuniones entre los altos mandatarios israelíes. Finalmente concretaron un plan. Todos los días a las 6 de la tarde un soldado israelí cruzaba el punto clave, como ahora se llamaba al lugar de ingreso a la franja. Al principio, con el sólido respaldo de una gran campaña de marketing patriotero, sobraban los candidatos que se ofrecían como voluntarios. Pero seis meses después cuando todos los que cruzaban, sin excepción, seguían desapareciendo, los voluntarios fueron mermando hasta que ya no quedaron más.
Entonces el gobierno israelí, en otra maniobra de profundo genio, instaló un sorteo y empezaron a obligar al que le tocaba. La mayoría caminaban a su destino con dignidad y la cabeza bien alta. Pero cada tanto había uno al que tenían que empujar a tropezones y a punta de fusil.
Seguían desapareciendo.
Cada día a las 6 de la tarde del lado palestino se congregaba lo que parecía ser la entera población del país y al ver que una vez más obraba el milagro se levantaba un jolgorio que era como el rugido del mar en una tormenta.
Un par de veces un soldado israelí observando desde el otro lado estuvo a punto de perder el control y empezar a los tiros contra los palestinos, pero siempre había alguien que lo frenaba. Después de todo, estaba toda la prensa mundial documentando cada instante de todo lo que ocurría en ese sector.
Cabe decir que intentaron entrar por otros lugares pero siempre con el mismo resultado. Así que al final se limitaron a usar el mismo del suceso original. El lugar que ahora se conocía como el punto clave.
Como todos saben en el ejército israelí hay casi tantas mujeres como hombres. Y he aquí que exactamente 18 meses después del milagro original salió sorteada una mujer de 22 años con el nombre de Yael Peled.
Era gordita y poco agraciada, su rostro marcado por un acne adolescente que le había cubierto los pómulos con cicatrices. A pesar de unos pocos kilos de más era robusta y se encontraba en excelente estado físico. Es más, durante los entrenamientos militares había humillado a todos sus rivales masculinos en las peleas de box dentro de la categoría correspondiente a sus 65 kilos.
Encaró hacia el lugar con una calma total pero justo antes de cruzar le anunció al pelotón que la acompañaba para asegurar que no se tirara para atrás. “No se preocupen chicos, voy a cruzar por propia voluntad pero lo haré a mi manera y bajos mis términos”. A un par de los soldados no le hizo mucha gracia esto pero recordaban que la chica tenía un gancho temible y no sería muy bien visto que le pegaran un tiro en frente de tanta cámara, así que no les quedó otra que observar en silencio mientras Yael dejaba su rifle automático sobre el suelo y luego procedía a sacarse el uniforme militar. Después los borceguíes y finalmente el casco. Se quedó descalza, en corpiño y bombacha, ante la estupefacta observación de los soldados. Amagó quitarse también estas últimas prendas pero algo la detuvo. Finalmente encaró hacia el lado palestino y emprendió el cruce del punto clave.
Todas las cámaras pudieron documentar el hecho de que Yael cruzó al otro lado y no desapareció.
Hubo un silencio en ambos lados que duró unos 5 segundos, luego la multitud empezó a gritar de alegría como nunca antes lo había hecho.
Una de las tantas cámaras cubriendo el evento captó el momento exacto en que a Yael se le escaparon unas lágrimas de emoción. Luego los palestinos la levantaron en hombros y la pasearon por los calles como si fuera el Mesías.
Tres valientes miembros del pelotón que había acompañado a Yael decidieron sacarse todo hasta quedar en calzoncillos y también cruzaron el punto clave sin desaparecer. Fueron recibidos a su vez con bullicio y jolgorio pero no quedaba duda de quién era el héroe, o mejor dicho, la heroína del día.
Dos meses después del incidente Yael, un pequeño contingente de soldados israelíes recorría el lado palestino en paños menores sin acercarse a generar un solo acto de violencia.
Los palestinos los tratan casi con ternura, es increíble, pero como bien dicen por ahí: el hábito hace al monje.
Por ahora ningún soldado israelí se ha arriesgado a probar ponerse un par de vaqueros y una remera al cruzar. La teoría es casi unánime que seguramente no desaparezcan, que el problema pasa por el uniforme y las armas pero nadie se atreve a ser el primero. Así que por ahora todos los que cruzan lo hacen en calzones.
El gobierno israelí sigue insistiendo, y todos los días a las 6 de la tarde, en el punto clave, desaparece un soldado vestido de camuflaje y armado hasta los dientes.
Los ateos del mundo observan con asombro los hechos en Gaza y dan cabida a la posibilidad de que Dios tal vez exista. Pero eso sí, están completamente seguros que de ser cierta su existencia, Dios no es ni cristiano, ni judío, ni musulmán.
Cuando meses después el tema deja de tener vigencia en la primera página de los periódicos algo sucede que devuelve la franja de Gaza a la primera plana.
Una bala perdida hiere a Yael en el omóplato. La herida es grave y pierde mucha sangre pero los cirujanos palestinos logran salvar su vida.
Tras una reunión de emergencia del primer ministro con sus mandatarios el gobierno israelí decide atacar Palestina con misiles al día siguiente. La bala resulta ser de un soldado israelí que disparó al aire desde el lado de Israel, pero esta información no les llega a tiempo. De cualquier manera, no es necesaria. Cuando los medios anuncian esa noche la decisión de atacar Palestina a la mañana siguiente el pueblo israelí entero se vuelca a las calles en protesta contra la intervención bélica. Al primer ministro no le queda otra que cancelar sus planes.
Yael no ha vuelto a pisar suelo israelí, en Palestina es feliz y se siente a sus anchas caminando por las calles en corpiño y bombacha. Cada noche cena y duerme en un lugar diferente. Todo el pueblo palestino la ama.
Mientras tanto, todos los días a las seis de la tarde, en el punto clave, el ejército israelí sufre una nueva baja, a pesar de que hace ya mucho tiempo que en esa zona nadie dispara una bala.
Iktami Devaux
Comentarios y FORO...
“Cuando la fruta está madura, los polos se encuentran”. Graffiti escrito sobre el muro que separa la franja de Gaza de Israel el 5 de junio de 2010.
El 6 de Junio de 2010, a las 6 de la tarde ocurrió en la franja de Gaza un milagro que supera la resurrección de Cristo.
Teniendo en cuenta que muchos cuestionan la existencia misma de Cristo más allá de su insólita resurrección, el milagro de Gaza contaba con la ventaja de miles de testigos oculares y el hecho de que fue documentado por varias cámaras de video.
En ese exacto momento todos los soldados israelíes que patrullaban la zona, un total de 745, desaparecieron. Se esfumaron sin dejar rastro alguno. Los palestinos miraban atónitos sin poder creer sus ojos. Apenas se les pasó el asombro empezaron los festejos.
Cuando noticias de lo sucedido llegaron al lado israelí reaccionaron inmediatamente mandando más tropas. Pero he aquí que todas desaparecían apenas ingresaban en territorio palestino.
El gobierno israelí resultó ser bastante terco y no dejó de mandar tropas hasta que más de 1500 soldados hubieron desaparecido.
Si bien el primer milagro tomó a todo el mundo por sorpresa, las subsecuentes desapariciones fueron documentadas por todos los grandes medios y en todos los hogares pudieron ver y disfrutar a todo color como cada una de las desapariciones eran festejadas con gritos de alegría por los palestinos.
Hubo varias reuniones entre los altos mandatarios israelíes. Finalmente concretaron un plan. Todos los días a las 6 de la tarde un soldado israelí cruzaba el punto clave, como ahora se llamaba al lugar de ingreso a la franja. Al principio, con el sólido respaldo de una gran campaña de marketing patriotero, sobraban los candidatos que se ofrecían como voluntarios. Pero seis meses después cuando todos los que cruzaban, sin excepción, seguían desapareciendo, los voluntarios fueron mermando hasta que ya no quedaron más.
Entonces el gobierno israelí, en otra maniobra de profundo genio, instaló un sorteo y empezaron a obligar al que le tocaba. La mayoría caminaban a su destino con dignidad y la cabeza bien alta. Pero cada tanto había uno al que tenían que empujar a tropezones y a punta de fusil.
Seguían desapareciendo.
Cada día a las 6 de la tarde del lado palestino se congregaba lo que parecía ser la entera población del país y al ver que una vez más obraba el milagro se levantaba un jolgorio que era como el rugido del mar en una tormenta.
Un par de veces un soldado israelí observando desde el otro lado estuvo a punto de perder el control y empezar a los tiros contra los palestinos, pero siempre había alguien que lo frenaba. Después de todo, estaba toda la prensa mundial documentando cada instante de todo lo que ocurría en ese sector.
Cabe decir que intentaron entrar por otros lugares pero siempre con el mismo resultado. Así que al final se limitaron a usar el mismo del suceso original. El lugar que ahora se conocía como el punto clave.
Como todos saben en el ejército israelí hay casi tantas mujeres como hombres. Y he aquí que exactamente 18 meses después del milagro original salió sorteada una mujer de 22 años con el nombre de Yael Peled.
Era gordita y poco agraciada, su rostro marcado por un acne adolescente que le había cubierto los pómulos con cicatrices. A pesar de unos pocos kilos de más era robusta y se encontraba en excelente estado físico. Es más, durante los entrenamientos militares había humillado a todos sus rivales masculinos en las peleas de box dentro de la categoría correspondiente a sus 65 kilos.
Encaró hacia el lugar con una calma total pero justo antes de cruzar le anunció al pelotón que la acompañaba para asegurar que no se tirara para atrás. “No se preocupen chicos, voy a cruzar por propia voluntad pero lo haré a mi manera y bajos mis términos”. A un par de los soldados no le hizo mucha gracia esto pero recordaban que la chica tenía un gancho temible y no sería muy bien visto que le pegaran un tiro en frente de tanta cámara, así que no les quedó otra que observar en silencio mientras Yael dejaba su rifle automático sobre el suelo y luego procedía a sacarse el uniforme militar. Después los borceguíes y finalmente el casco. Se quedó descalza, en corpiño y bombacha, ante la estupefacta observación de los soldados. Amagó quitarse también estas últimas prendas pero algo la detuvo. Finalmente encaró hacia el lado palestino y emprendió el cruce del punto clave.
Todas las cámaras pudieron documentar el hecho de que Yael cruzó al otro lado y no desapareció.
Hubo un silencio en ambos lados que duró unos 5 segundos, luego la multitud empezó a gritar de alegría como nunca antes lo había hecho.
Una de las tantas cámaras cubriendo el evento captó el momento exacto en que a Yael se le escaparon unas lágrimas de emoción. Luego los palestinos la levantaron en hombros y la pasearon por los calles como si fuera el Mesías.
Tres valientes miembros del pelotón que había acompañado a Yael decidieron sacarse todo hasta quedar en calzoncillos y también cruzaron el punto clave sin desaparecer. Fueron recibidos a su vez con bullicio y jolgorio pero no quedaba duda de quién era el héroe, o mejor dicho, la heroína del día.
Dos meses después del incidente Yael, un pequeño contingente de soldados israelíes recorría el lado palestino en paños menores sin acercarse a generar un solo acto de violencia.
Los palestinos los tratan casi con ternura, es increíble, pero como bien dicen por ahí: el hábito hace al monje.
Por ahora ningún soldado israelí se ha arriesgado a probar ponerse un par de vaqueros y una remera al cruzar. La teoría es casi unánime que seguramente no desaparezcan, que el problema pasa por el uniforme y las armas pero nadie se atreve a ser el primero. Así que por ahora todos los que cruzan lo hacen en calzones.
El gobierno israelí sigue insistiendo, y todos los días a las 6 de la tarde, en el punto clave, desaparece un soldado vestido de camuflaje y armado hasta los dientes.
Los ateos del mundo observan con asombro los hechos en Gaza y dan cabida a la posibilidad de que Dios tal vez exista. Pero eso sí, están completamente seguros que de ser cierta su existencia, Dios no es ni cristiano, ni judío, ni musulmán.
Cuando meses después el tema deja de tener vigencia en la primera página de los periódicos algo sucede que devuelve la franja de Gaza a la primera plana.
Una bala perdida hiere a Yael en el omóplato. La herida es grave y pierde mucha sangre pero los cirujanos palestinos logran salvar su vida.
Tras una reunión de emergencia del primer ministro con sus mandatarios el gobierno israelí decide atacar Palestina con misiles al día siguiente. La bala resulta ser de un soldado israelí que disparó al aire desde el lado de Israel, pero esta información no les llega a tiempo. De cualquier manera, no es necesaria. Cuando los medios anuncian esa noche la decisión de atacar Palestina a la mañana siguiente el pueblo israelí entero se vuelca a las calles en protesta contra la intervención bélica. Al primer ministro no le queda otra que cancelar sus planes.
Yael no ha vuelto a pisar suelo israelí, en Palestina es feliz y se siente a sus anchas caminando por las calles en corpiño y bombacha. Cada noche cena y duerme en un lugar diferente. Todo el pueblo palestino la ama.
Mientras tanto, todos los días a las seis de la tarde, en el punto clave, el ejército israelí sufre una nueva baja, a pesar de que hace ya mucho tiempo que en esa zona nadie dispara una bala.
Iktami Devaux
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