Eduardo Pérsico
En América Latina no parece casual el trato que los medios de comunicación le aplican a cada gobierno que contradice su interés. No es novedad que al menos los grandes diarios y cadenas televisivas se vinculan económicamente con algún monopolio de la información y así son los resultados: no entrelinean ni un renglón de la instalación de bases norteamericanas en Colombia, el presidente de Bolivia es ‘el indio Morales’, el de Venezuela es el ‘dictador’ Chávez, cada funcionarios brasilero o argentino es ‘polémico’ y ese ignoto fulano que derrocó al gobierno constitucional de su país, es santificado como ‘el presidente de Honduras en ejercicio’. Y hasta ahí sus calificaciones, sin mucho desgaste, de quienes últimamente se pavonean y exhiben en las cámaras por estos pagos sudamericanos.
En principio, la primera víctima ha sido la objetividad de los medios, que deambula herida de muerte por cuanta empresa difusora que fabrica impúdicamente su versión interesada en cada asunto. Esto que por siempre fuera menos estridente pero nunca novedosa, hoy denota una parcialidad que antes luciera menos ofensiva, menor y hasta diluida, que por esta década ha tomado impulsos de comedieta barata. Sin hurguetear mucho en lo internacional, los dudosos atentados a las torres gemelas, las esquivas armas químicas atesoradas en Irak más los improbables atacantes suicidas en aviones y trenes, aunque tuvieran poco recorrido en los millares de ‘flashes informativos’ contaron con inusitados despliegues mundiales de papel y pantalla que los tornaron hasta hechos indiscutibles. Porque tan constante palabrerío efímero y borroso sin duda obtuvo sus cinco minutos de celebridad, así como hoy nos ilustra la falacia de este estilo de información corporativa la intervención ‘del especialista en economía’ en cada noticioso de televisión, un acopiador de números que intenta modelar las volteretas explicativas del Poder financiero ante el tembladeral que ellos mismos provocaron. Un negocio que al pasar los del Poder también aprovecharon en todo el espectro, incluyendo las quiebras y desapariciones de empresas estimadas incorruptibles y eternas dentro del sistema. Pero como todo cambia y hubo situaciones despreciadas por la venalidad informativa, dicen que igual la economía real aguardaría sólo un pequeño empujón para esta caída, que no pocos entienden como indefectible y a corto plazo. Y otros, tal vez más precavidos y menos pesimistas, hablan de aterrizajes controlados y sin finales de cataclismo bíblico. Quién sabe…
De todas maneras muchos vaticinan que la movilidad social y el relevo de los poderes mandantes ya es inevitable, y ante semejante cambio sería bueno ver qué aspecto asumirán los mediocres servidores de la fabricación de opinión, al fin empleados del grupo mandante y nada más. Porque entre nosotros, latinoamericanos, ha proliferado cierto periodismo que pocos años atrás sería vergonzante para el dicente y para el receptor, y hoy mismo no pocos se avergüenzan oyendo a la CNN y los informes de escribas latinoamericanos desde Miami. Con sus sonrientes editoriales que exhiben una reverencia tan genuflexa con el amo del norte que sin agregar níngún concepto de valor, nos afirma que la apreciada profesión periodística en América Latina está infectada por muchísimos temerarios ajenos al quehacer. Y que además la juegan de intelectuales estos audaces, algo evidente en los editoriales de los diarios tradicionales de los domingos en Argentina: allí escriben y denostan todos juntos a la vez y a un solo efecto…
Sugestivamente surgió un gentío recién venido que incursiona en la tarea de analizar, calificar y difundir información, nunca como ahora gente sin el mínimo exigible a todo emisor para ser conceptual, ameno y si lo consigue, creíble. Hoy esa condición no exigiría más que ciertas cualidades de física atracción persona porque quizá el mundo cambió tanto, que la secular actividad del escriba recae en personas de poca experiencia en redacciones, donde recordamos que al menos era inevitable pergeñar de corrido el copete de cada noticia y así ir aprendiendo a desbrozar lo principal de lo accesorio. Algo que según sepamos ahora no cuenta mucho, en tanto los actuales decidores de la opinión son ‘personalidades’ a menudo vinculadas al quehacer artístico, o según sea ese negocio, y no brinda sospechas la promocionada actividad de coristas, veteranas señoras de la escena más otras de ignota actuación, revulsivos escandalizadores del chimento, entrevistadores que putean divertidamente más el infaltable y decadente exégeta de Platón, todos unidos para triunfar a pura ramplonería descalificante.
Eso sí, sin hacer con ellos ninguna distinción, intuimos que estos conocidos hombres y mujeres viven adheridos a la estética del trasplante y la cirugía; esos ingenuos recursos para derrotar al tiempo que no perdona y al final, siempre advierte que la imbecilidad no es operable.
Eduardo Pérsico
-escritor, nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina. (27 nov.09)
En América Latina no parece casual el trato que los medios de comunicación le aplican a cada gobierno que contradice su interés. No es novedad que al menos los grandes diarios y cadenas televisivas se vinculan económicamente con algún monopolio de la información y así son los resultados: no entrelinean ni un renglón de la instalación de bases norteamericanas en Colombia, el presidente de Bolivia es ‘el indio Morales’, el de Venezuela es el ‘dictador’ Chávez, cada funcionarios brasilero o argentino es ‘polémico’ y ese ignoto fulano que derrocó al gobierno constitucional de su país, es santificado como ‘el presidente de Honduras en ejercicio’. Y hasta ahí sus calificaciones, sin mucho desgaste, de quienes últimamente se pavonean y exhiben en las cámaras por estos pagos sudamericanos.
En principio, la primera víctima ha sido la objetividad de los medios, que deambula herida de muerte por cuanta empresa difusora que fabrica impúdicamente su versión interesada en cada asunto. Esto que por siempre fuera menos estridente pero nunca novedosa, hoy denota una parcialidad que antes luciera menos ofensiva, menor y hasta diluida, que por esta década ha tomado impulsos de comedieta barata. Sin hurguetear mucho en lo internacional, los dudosos atentados a las torres gemelas, las esquivas armas químicas atesoradas en Irak más los improbables atacantes suicidas en aviones y trenes, aunque tuvieran poco recorrido en los millares de ‘flashes informativos’ contaron con inusitados despliegues mundiales de papel y pantalla que los tornaron hasta hechos indiscutibles. Porque tan constante palabrerío efímero y borroso sin duda obtuvo sus cinco minutos de celebridad, así como hoy nos ilustra la falacia de este estilo de información corporativa la intervención ‘del especialista en economía’ en cada noticioso de televisión, un acopiador de números que intenta modelar las volteretas explicativas del Poder financiero ante el tembladeral que ellos mismos provocaron. Un negocio que al pasar los del Poder también aprovecharon en todo el espectro, incluyendo las quiebras y desapariciones de empresas estimadas incorruptibles y eternas dentro del sistema. Pero como todo cambia y hubo situaciones despreciadas por la venalidad informativa, dicen que igual la economía real aguardaría sólo un pequeño empujón para esta caída, que no pocos entienden como indefectible y a corto plazo. Y otros, tal vez más precavidos y menos pesimistas, hablan de aterrizajes controlados y sin finales de cataclismo bíblico. Quién sabe…
De todas maneras muchos vaticinan que la movilidad social y el relevo de los poderes mandantes ya es inevitable, y ante semejante cambio sería bueno ver qué aspecto asumirán los mediocres servidores de la fabricación de opinión, al fin empleados del grupo mandante y nada más. Porque entre nosotros, latinoamericanos, ha proliferado cierto periodismo que pocos años atrás sería vergonzante para el dicente y para el receptor, y hoy mismo no pocos se avergüenzan oyendo a la CNN y los informes de escribas latinoamericanos desde Miami. Con sus sonrientes editoriales que exhiben una reverencia tan genuflexa con el amo del norte que sin agregar níngún concepto de valor, nos afirma que la apreciada profesión periodística en América Latina está infectada por muchísimos temerarios ajenos al quehacer. Y que además la juegan de intelectuales estos audaces, algo evidente en los editoriales de los diarios tradicionales de los domingos en Argentina: allí escriben y denostan todos juntos a la vez y a un solo efecto…
Sugestivamente surgió un gentío recién venido que incursiona en la tarea de analizar, calificar y difundir información, nunca como ahora gente sin el mínimo exigible a todo emisor para ser conceptual, ameno y si lo consigue, creíble. Hoy esa condición no exigiría más que ciertas cualidades de física atracción persona porque quizá el mundo cambió tanto, que la secular actividad del escriba recae en personas de poca experiencia en redacciones, donde recordamos que al menos era inevitable pergeñar de corrido el copete de cada noticia y así ir aprendiendo a desbrozar lo principal de lo accesorio. Algo que según sepamos ahora no cuenta mucho, en tanto los actuales decidores de la opinión son ‘personalidades’ a menudo vinculadas al quehacer artístico, o según sea ese negocio, y no brinda sospechas la promocionada actividad de coristas, veteranas señoras de la escena más otras de ignota actuación, revulsivos escandalizadores del chimento, entrevistadores que putean divertidamente más el infaltable y decadente exégeta de Platón, todos unidos para triunfar a pura ramplonería descalificante.
Eso sí, sin hacer con ellos ninguna distinción, intuimos que estos conocidos hombres y mujeres viven adheridos a la estética del trasplante y la cirugía; esos ingenuos recursos para derrotar al tiempo que no perdona y al final, siempre advierte que la imbecilidad no es operable.
Eduardo Pérsico
-escritor, nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina. (27 nov.09)