El 21-D y el futuro
09/12/2017 | Artur Domingo i Barnils
Original en catalán
Tras cinco semanas en India, participando, primero, en unas jornadas sobre el legado de Gandhi y, posteriormente, realizando un recorrido por algunas de sus ciudades y pueblos del norte, he regresado con la necesidad de escribir algunas reflexiones sobre la situación política que estamos viviendo en Catalunya. Mi ausencia, que duró desde el 21 de octubre hasta el 27 de noviembre, me impidió vivir de manera directa algunos de los graves acontecimientos sucedidos durante este periodo, lo cual pude suplir en parte gracias a las informaciones de mis amistades, así como de diversos medios de comunicación. Esta circunstancia me permitió sin embargo trasladar mi valoración de la situación a los asistentes a las jornadas, procedentes de diversos países y continentes y conocer sus preguntas, dudas y opiniones. De ese intercambio surgió un documento de apoyo al pueblo catalán, firmado por diversos teóricos y activistas gandhianos. La distancia te ofrece también una perspectiva distinta. En este artículo se ofrecen algunas reflexiones.
El proceso vivido durante los últimos años en Catalunya a favor del derecho de autodeterminación y, también, a favor de la independencia por parte de un sector mayoritario en ese entorno, es un movimiento de fondo, radicalmente democrático, en cierto sentido revolucionario y no violento. Hunde sus raíces en factores históricos, lejanos y recientes, culturales, lingüísticos, psicológicos, de estructura social y económica… y sobre todo en la conciencia de ser una comunidad política con derecho al autogobierno pleno, incluyendo el derecho a construir un Estado propio, a pesar de que no sea esa la única opción. Se trata en definitiva de lo que siempre se ha entendido como lo que configura una nación que aspira a ejercer sus derechos.
Estos derechos le han sido negados reiteradamente a lo largo de la historia por los sectores dominantes del Estado español; por un nacionalismo que entiende España como una realidad más allá de la historia, como una creación casi mítica y metafísica y, por lo tanto, indisoluble. A lo largo de los últimos siglos esa concepción se ha expresado en fórmulas como “España, unidad de destino en lo universal” o “antes roja que rota”. Conceptos acuñados por un pensamiento reaccionario del cual sobran ejemplos. Esa ideología, entre otras, es una de las que sostuvo la dictadura franquista que fue enormemente agresiva hacia las distintas nacionalidades presentes en su territorio. Ciertamente ha habido otras visiones más integradoras y abiertas sobre lo que podía ser otra hipotética España, desde las republicanas federales hasta otras corrientes progresistas, pero tarde o temprano se han terminado imponiendo las tendencias más reaccionarias del nacionalismo español.
Esta ideología ha contado a menudo, lamentablemente, con la complicidad de sectores de la izquierda en España que, bien por convicción ideológica o por miedo a ser incomprendidos en sus territorios, han asumido muchos de estos conceptos, si bien, en general, de forma menos agresiva. Sectores políticos que se han sentido casi siempre incómodos con la idea de que en el Estado español hay naciones y realidades nacionales diferenciadas. Por supuesto, siempre con honrosas e interesantes excepciones.
La transición española no resolvió esta cuestión sino que, con la llamada "España de las autonomías", simplemente la pospuso. Y ha sido en estos últimos diez años, a raíz de la más absoluta incomprensión de las aspiraciones de una gran mayoría del pueblo catalán a obtener un autogobierno más pleno, cuando se ha desencadenado el más importante movimiento en la historia contemporánea de Catalunya a favor del derecho de autodeterminación.
Este movimiento ha contado, como era previsible, con la oposición de los sectores más reaccionarios de la política española y catalana, el Partido Popular, heredero del franquismo, al que nunca ha condenado seriamente y Ciudadanos, un partido nacido en Catalunya para oponerse a la normalización de una lengua perseguida a lo largo de los siglos y especialmente durante la dictadura franquista. Y es que Ciutadans/ Ciudadanos es hoy un partido situado a la derecha del propio PP, que ya es decir.
Por lo que se refiere al PSOE, o al menos a la mayoría de su dirección, se ha limitado a hacer un seguidismo más o menos edulcorado de esta posición de PP y Ciudadanos, arrastrando al PSC de Iceta, uno de los mayores surfistas de la política española. Por supuesto la posición del PSC es menos agresiva, pero en definitiva no difiere demasiado.
Els Comuns y Podemos
Una de las noticias más decepcionantes en esta situación es la posición mantenida por una mayoría de la que pretendía aparecer como la izquierda alternativa, Podemos a nivel estatal y Els Comuns en Catalunya, y sobre todo lo que ha representado, hasta la disolución del Parlament, Catalunya Sí Que Es Pot.
Pronto mostraron una gran incomprensión sobre el carácter del movimiento soberanista en Catalunya, sin entender su componente democrático radical, republicano y cuestionador del régimen monárquico del 78, y cómo este movimiento ofrecía y ofrece una posibilidad a todas las corrientes progresistas de trabajar a favor de proyectos políticos y sociales más avanzados y opuestos a las políticas retrógradas dominantes, tanto en España, como en buena parte de Europa. Esta incomprensión e incomodidad les ha llevado a menudo a tratar de deslegitimar este movimiento de masas como una creación de la antigua CDC y la burguesía catalana, como si dos millones de personas fueran burguesas derechistas o estúpidas que se dejan engañar, lo que supone un menosprecio, característico de la tradición estalinista, hacia los movimientos que no se controlan. La realidad es que la gran burguesía y los poderes fácticos de Catalunya han estado siempre opuestos al “procés”, y a favor de las posiciones “unionistas”, pero, ¿para qué intentar entender la realidad, si te estropea la propaganda?
Afortunadamente esta posición no es la única en el mundo de Els Comuns. Muchos han sido capaces de no caer en esa trampa, a pesar de que lógicamente hayan sido críticos con muchos aspectos del "procés". Además, esto no niega los intentos evidentes del PDECat y de restos de la antigua CDC por mantener su influencia en el movimiento, cosa que por otra parte hacen casi todos los partidos políticos con los movimientos sociales. Pero no haber entendido el carácter transformador del conjunto del soberanismo (independentista o no) ha sido un error de análisis imperdonable que los ha inhabilitado para jugar el papel activo que hubieran podido desarrollar. Parece que el anhelo de una parte de la dirección de Els Comuns sería que este movimiento se disuelva como un azucarillo, pero como dijo el viejo Trotsky, la historia es tozuda.
Ante estas elecciones la candidatura de Catalunya En Comú-Podem parece descolocada, sin saber muy bien qué hacer, lo cual les está llevando a unas expectativas electorales y no sólo electorales muy pobres. Su posición de jugar a la equidistancia, en el actual contexto, aparte de ser éticamente discutible es también políticamente suicida. Lo cual es una pena, porque con una política más inteligente podría jugar un mejor papel y contribuir a encontrar una salida a la difícil situación.
Esto no impide reconocer que la posición mantenida por Podemos ha sido en muchos momentos valiente y positiva. Reconocer el derecho a decidir de los catalanes en el contexto de un parlamento español mayoritariamente hostil y también en otras intervenciones públicas tiene su mérito. Además hay sectores de su entorno que defienden el derecho de autodeterminación de forma clara y coherente siempre que les es posible. Seguramente uno de sus problemas, aunque no el único, es que Podemos se siente intimidado y atemorizado políticamente por la movilización de sectores reaccionarios que arrastran corrientes importantes de población en muchas partes de España y temen que ello les pase factura electoral. Pero un partido que se pretende heredero del 15-M y quiere ser transformador debe defender las posiciones democráticas con rotundidad y hacer pedagogía, en lugar de amilanarse. Lo contrario siempre acaba siendo contraproducente, incluso para ellos mismos.
Los errores del independentismo
Sin embargo, la difícil situación en que se halla el movimiento soberanista no es atribuible únicamente a la responsabilidad de los otros agentes. Ha habido a mi parecer errores importantes que es preciso analizar y debatir para buscar salidas de futuro y aspirar al éxito.
Un primer error ha sido la incomprensión del adversario al cual se enfrentaba el proyecto independentista. He definido en las primeras líneas la concepción radical y agresiva de buena parte del nacionalismo español. Frente a ello se dio a entender, por parte de bastantes dirigentes y propagandistas del independentismo, que la victoria sería mucho más fácil de lo que podía ser y que el Estado español cedería por la repetición de las numerosas manifestaciones masivas y una supuesta presión europea e internacional que no llegaron. Por supuesto no se puede saber nunca con exactitud hasta donde está dispuesto a llegar tu adversario, pero una dirección responsable debe barajar diversos escenarios, incluyendo los más desfavorables, para saber cómo reaccionar.
Otro error fue pensar que con un 48% aproximado del voto claramente favorable a la independencia era posible proclamarla, frente a un estado que utilizaría todos los medios para evitarlo. Es cierto que esto se subsanó organizando el referéndum del 1 de octubre, ciertamente un gran acontecimiento político que tuvo un éxito espectacular y que legitimó todavía más la causa del soberanismo, obteniendo además una considerable repercusión internacional. Pero este hecho no puede ocultar que una parte importante de la sociedad catalana no lo vivió como un elemento suficientemente legitimador de la independencia, dado que no se dieron las condiciones de una campaña homologable, y esta parte de la población no lo legitimó con su voto. Por supuesto la responsabilidad culpable fue del Estado y de los partidos que hicieron todo lo posible por impedirlo, utilizando además una brutal represión. Pero esto no cambia los hechos, simplemente decanta legitimidades y simpatías, que no es poco.
En mi opinión se debía haber profundizado más en el trabajo desarrollado por el “Pacte Nacional pel Referèndum”, liderado entre otros por Joan Ignasi Elena, porque ofrecía la posibilidad de trabajar con un consenso de alrededor del 80% de la población catalana y permitía definir una estrategia más eficaz a medio plazo. Este amplio consenso hubiera facilitado la posibilidad de organizar formas de desbordamiento y desobediencia civil más eficaces, en caso de ser necesarias. Sin embargo mi impresión es que esta etapa fue vivida como un puro trámite por parte de la mayoría de las fuerzas políticas y sociales participantes. En este sentido se partía también de otro error previo: fijar unos plazos demasiado rígidos para la realización de un proyecto tan ambicioso. Ojalá este tipo de error no se repita tras el 21 de diciembre.
Para terminar este apartado es interesante señalar la cuestión de las complicidades. Gandhi, a quien tan a menudo se cita, tuvo una gran habilidad para ganar apoyos, incluso en la Gran Bretaña, la potencia que subyugaba a la India. Es memorable la fotografía de 1931 en el Reino Unido, donde Gandhi aparece rodeado de obreras textiles del Lancashire, a las cuales el boicot indio a los textiles británicos perjudicaba. Pero Gandhi supo explicar pacientemente la justeza de la causa india y ganarse su simpatía y solidaridad. Es sólo un ejemplo entre muchos.
Algunos sectores del independentismo han considerado innecesario, o casi imposible, trabajar para ganar la complicidad de más personas del territorio español y tejer lazos de comprensión que refuercen la causa de la autodeterminación y debiliten la posición autoritaria del Estado. Estos sectores existen y se han manifestado, aunque todavía tímidamente y de forma minoritaria. Esto requiere un trabajo de pedagogía política; no es ciertamente una tarea fácil, pero es necesaria. Lo cual no significa tener que esperar a que España se reforme para plantear un referéndum en Catalunya, cada proceso tiene su propio ritmo. También es cierto que la actual posición tan timorata y ambigua por parte de la dirección de Podemos, no ha ayudado a tejer estas complicidades. Es importante para el futuro reflexionar sobre esta cuestión.
En el plano internacional se ha realizado sin duda un trabajo importante, pero me temo que ha sido más de tipo institucional, buscando complicidades entre las instituciones y los Estados y no tanto a nivel más profundo entre la sociedad europea, tratando de concienciar a sus sectores más progresistas y explicando el carácter retrógrado y en muchos aspectos heredero del franquismo del gobierno español y sus aliados. Movilizar la opinión pública progresista europea e internacional a favor del derecho de autodeterminación de Catalunya es una tarea fundamental para alcanzar la victoria.
Aciertos y fortalezas del movimiento soberanista
Hay tres aspectos de un gran potencial para que el movimiento que estamos viviendo en Catalunya pueda triunfar, si se utiliza una estrategia apropiada. El primero es la justeza de la causa, el derecho de Catalunya a un referéndum de autodeterminación, en el cual caben diferentes opciones, una de ellas por supuesto la independencia y la creación de una República catalana. Es éste un derecho democrático que no se debería negar en el siglo XXI. He experimentado la facilidad de hacer comprender este derecho entre amplios sectores, a menudo reticentes a los secesionismos, tanto en charlas y conferencias como en conversaciones informales, y no sólo en Catalunya sino también en lugares alejados geográficamente.
El segundo es este movimiento tenaz, persistente y ejemplar que se ha desarrollado en Catalunya en los últimos años. Su carácter masivo, democrático y no violento, despierta simpatías entre muchos sectores, a pesar de los intentos constantes de manipulación por parte del gobierno español y sus partidos afines, así como de los medios de comunicación a su servicio. Los acontecimientos del 1 de octubre y la firme resistencia pacífica en defensa de las urnas y el derecho a votar, fueron observados en todo el mundo produciendo un caudal de simpatía hacia la causa del soberanismo. De saber aprovechar su potencialidad y canalizar mejor las formas de participación y debate dependerá también el éxito final de todo este proceso.
El tercero es la internacionalización de la causa. Durante las semanas pasadas en la India pude comprobar cómo la mayoría de las personas con las que hablaba estaban al corriente de la situación en Catalunya. Personas de distintos países y continentes. Es éste un capital político que habrá que saber aprovechar.
¿Y el futuro?
A nadie se le escapa la complejidad y dificultades de la situación actual. Como señalaba recientemente Martí Caussa, el movimiento soberanista no se ha rendido, a pesar de los últimos acontecimientos, pero “se ha abierto una crisis de orientación estratégica y de dirección del movimiento independentista”. De ahí la importancia de diseñar una buena estrategia que, a mi modo de ver, debería ser capaz de ampliar la base social y aglutinar todo el ámbito del soberanismo en un proyecto claro, para avanzar y que sea realizable.
La primera batalla se libra en las elecciones del día 21 y lo primero que se deberá hacer será leer correctamente su resultado. Por supuesto la propia campaña electoral forma parte de esta batalla y de cómo la orienten las fuerzas independentistas y las otras dependerá en buena medida el resultado. En función de ese resultado y del estado de ánimo que genere, se deberá ser capaz de definir una estrategia para los próximos meses, sin repetir los errores cometidos. De ahí la importancia de no evitar su análisis sino aprender de ellos y sacar conclusiones.
En cualquier caso se debería evitar el sectarismo y los rifirrafes entre las fuerzas independentistas, sin evitar por ello el necesario debate sobre sus estrategias. También sería bueno evitar el sectarismo, de doble dirección, entre estas fuerzas y el llamado mundo de Els Comuns, pues a pesar de las diferencias políticas será necesario construir espacios de cooperación para hacer frente a los embates que un Estado dominado por fuerzas tan reaccionarias está llevando a cabo ya contra las libertades y el autogobierno de Catalunya. Ampliar al máximo todos los apoyos será una tarea importante los próximos meses.
Y para terminar, sería muy deseable que todo este proceso cuente con una dirección y liderazgo que sea a la vez inteligente y audaz, pero también realista, evitando grandes proclamas que poca cosa dicen o caminos que no conducen a buen puerto. I esto, lamentablemente, es lo más difícil. De ejemplos la historia nos ofrece bastantes, para quienes estén dispuestos a aprender.
8/12/2017
Artur Domingo i Barnils es historiador, especialista de Gandhi y colaborador de viento sur.
Tras cinco semanas en India, participando, primero, en unas jornadas sobre el legado de Gandhi y, posteriormente, realizando un recorrido por algunas de sus ciudades y pueblos del norte, he regresado con la necesidad de escribir algunas reflexiones sobre la situación política que estamos viviendo en Catalunya. Mi ausencia, que duró desde el 21 de octubre hasta el 27 de noviembre, me impidió vivir de manera directa algunos de los graves acontecimientos sucedidos durante este periodo, lo cual pude suplir en parte gracias a las informaciones de mis amistades, así como de diversos medios de comunicación. Esta circunstancia me permitió sin embargo trasladar mi valoración de la situación a los asistentes a las jornadas, procedentes de diversos países y continentes y conocer sus preguntas, dudas y opiniones. De ese intercambio surgió un documento de apoyo al pueblo catalán, firmado por diversos teóricos y activistas gandhianos. La distancia te ofrece también una perspectiva distinta. En este artículo se ofrecen algunas reflexiones.
El proceso vivido durante los últimos años en Catalunya a favor del derecho de autodeterminación y, también, a favor de la independencia por parte de un sector mayoritario en ese entorno, es un movimiento de fondo, radicalmente democrático, en cierto sentido revolucionario y no violento. Hunde sus raíces en factores históricos, lejanos y recientes, culturales, lingüísticos, psicológicos, de estructura social y económica… y sobre todo en la conciencia de ser una comunidad política con derecho al autogobierno pleno, incluyendo el derecho a construir un Estado propio, a pesar de que no sea esa la única opción. Se trata en definitiva de lo que siempre se ha entendido como lo que configura una nación que aspira a ejercer sus derechos.
Estos derechos le han sido negados reiteradamente a lo largo de la historia por los sectores dominantes del Estado español; por un nacionalismo que entiende España como una realidad más allá de la historia, como una creación casi mítica y metafísica y, por lo tanto, indisoluble. A lo largo de los últimos siglos esa concepción se ha expresado en fórmulas como “España, unidad de destino en lo universal” o “antes roja que rota”. Conceptos acuñados por un pensamiento reaccionario del cual sobran ejemplos. Esa ideología, entre otras, es una de las que sostuvo la dictadura franquista que fue enormemente agresiva hacia las distintas nacionalidades presentes en su territorio. Ciertamente ha habido otras visiones más integradoras y abiertas sobre lo que podía ser otra hipotética España, desde las republicanas federales hasta otras corrientes progresistas, pero tarde o temprano se han terminado imponiendo las tendencias más reaccionarias del nacionalismo español.
Esta ideología ha contado a menudo, lamentablemente, con la complicidad de sectores de la izquierda en España que, bien por convicción ideológica o por miedo a ser incomprendidos en sus territorios, han asumido muchos de estos conceptos, si bien, en general, de forma menos agresiva. Sectores políticos que se han sentido casi siempre incómodos con la idea de que en el Estado español hay naciones y realidades nacionales diferenciadas. Por supuesto, siempre con honrosas e interesantes excepciones.
La transición española no resolvió esta cuestión sino que, con la llamada "España de las autonomías", simplemente la pospuso. Y ha sido en estos últimos diez años, a raíz de la más absoluta incomprensión de las aspiraciones de una gran mayoría del pueblo catalán a obtener un autogobierno más pleno, cuando se ha desencadenado el más importante movimiento en la historia contemporánea de Catalunya a favor del derecho de autodeterminación.
Este movimiento ha contado, como era previsible, con la oposición de los sectores más reaccionarios de la política española y catalana, el Partido Popular, heredero del franquismo, al que nunca ha condenado seriamente y Ciudadanos, un partido nacido en Catalunya para oponerse a la normalización de una lengua perseguida a lo largo de los siglos y especialmente durante la dictadura franquista. Y es que Ciutadans/ Ciudadanos es hoy un partido situado a la derecha del propio PP, que ya es decir.
Por lo que se refiere al PSOE, o al menos a la mayoría de su dirección, se ha limitado a hacer un seguidismo más o menos edulcorado de esta posición de PP y Ciudadanos, arrastrando al PSC de Iceta, uno de los mayores surfistas de la política española. Por supuesto la posición del PSC es menos agresiva, pero en definitiva no difiere demasiado.
Els Comuns y Podemos
Una de las noticias más decepcionantes en esta situación es la posición mantenida por una mayoría de la que pretendía aparecer como la izquierda alternativa, Podemos a nivel estatal y Els Comuns en Catalunya, y sobre todo lo que ha representado, hasta la disolución del Parlament, Catalunya Sí Que Es Pot.
Pronto mostraron una gran incomprensión sobre el carácter del movimiento soberanista en Catalunya, sin entender su componente democrático radical, republicano y cuestionador del régimen monárquico del 78, y cómo este movimiento ofrecía y ofrece una posibilidad a todas las corrientes progresistas de trabajar a favor de proyectos políticos y sociales más avanzados y opuestos a las políticas retrógradas dominantes, tanto en España, como en buena parte de Europa. Esta incomprensión e incomodidad les ha llevado a menudo a tratar de deslegitimar este movimiento de masas como una creación de la antigua CDC y la burguesía catalana, como si dos millones de personas fueran burguesas derechistas o estúpidas que se dejan engañar, lo que supone un menosprecio, característico de la tradición estalinista, hacia los movimientos que no se controlan. La realidad es que la gran burguesía y los poderes fácticos de Catalunya han estado siempre opuestos al “procés”, y a favor de las posiciones “unionistas”, pero, ¿para qué intentar entender la realidad, si te estropea la propaganda?
Afortunadamente esta posición no es la única en el mundo de Els Comuns. Muchos han sido capaces de no caer en esa trampa, a pesar de que lógicamente hayan sido críticos con muchos aspectos del "procés". Además, esto no niega los intentos evidentes del PDECat y de restos de la antigua CDC por mantener su influencia en el movimiento, cosa que por otra parte hacen casi todos los partidos políticos con los movimientos sociales. Pero no haber entendido el carácter transformador del conjunto del soberanismo (independentista o no) ha sido un error de análisis imperdonable que los ha inhabilitado para jugar el papel activo que hubieran podido desarrollar. Parece que el anhelo de una parte de la dirección de Els Comuns sería que este movimiento se disuelva como un azucarillo, pero como dijo el viejo Trotsky, la historia es tozuda.
Ante estas elecciones la candidatura de Catalunya En Comú-Podem parece descolocada, sin saber muy bien qué hacer, lo cual les está llevando a unas expectativas electorales y no sólo electorales muy pobres. Su posición de jugar a la equidistancia, en el actual contexto, aparte de ser éticamente discutible es también políticamente suicida. Lo cual es una pena, porque con una política más inteligente podría jugar un mejor papel y contribuir a encontrar una salida a la difícil situación.
Esto no impide reconocer que la posición mantenida por Podemos ha sido en muchos momentos valiente y positiva. Reconocer el derecho a decidir de los catalanes en el contexto de un parlamento español mayoritariamente hostil y también en otras intervenciones públicas tiene su mérito. Además hay sectores de su entorno que defienden el derecho de autodeterminación de forma clara y coherente siempre que les es posible. Seguramente uno de sus problemas, aunque no el único, es que Podemos se siente intimidado y atemorizado políticamente por la movilización de sectores reaccionarios que arrastran corrientes importantes de población en muchas partes de España y temen que ello les pase factura electoral. Pero un partido que se pretende heredero del 15-M y quiere ser transformador debe defender las posiciones democráticas con rotundidad y hacer pedagogía, en lugar de amilanarse. Lo contrario siempre acaba siendo contraproducente, incluso para ellos mismos.
Los errores del independentismo
Sin embargo, la difícil situación en que se halla el movimiento soberanista no es atribuible únicamente a la responsabilidad de los otros agentes. Ha habido a mi parecer errores importantes que es preciso analizar y debatir para buscar salidas de futuro y aspirar al éxito.
Un primer error ha sido la incomprensión del adversario al cual se enfrentaba el proyecto independentista. He definido en las primeras líneas la concepción radical y agresiva de buena parte del nacionalismo español. Frente a ello se dio a entender, por parte de bastantes dirigentes y propagandistas del independentismo, que la victoria sería mucho más fácil de lo que podía ser y que el Estado español cedería por la repetición de las numerosas manifestaciones masivas y una supuesta presión europea e internacional que no llegaron. Por supuesto no se puede saber nunca con exactitud hasta donde está dispuesto a llegar tu adversario, pero una dirección responsable debe barajar diversos escenarios, incluyendo los más desfavorables, para saber cómo reaccionar.
Otro error fue pensar que con un 48% aproximado del voto claramente favorable a la independencia era posible proclamarla, frente a un estado que utilizaría todos los medios para evitarlo. Es cierto que esto se subsanó organizando el referéndum del 1 de octubre, ciertamente un gran acontecimiento político que tuvo un éxito espectacular y que legitimó todavía más la causa del soberanismo, obteniendo además una considerable repercusión internacional. Pero este hecho no puede ocultar que una parte importante de la sociedad catalana no lo vivió como un elemento suficientemente legitimador de la independencia, dado que no se dieron las condiciones de una campaña homologable, y esta parte de la población no lo legitimó con su voto. Por supuesto la responsabilidad culpable fue del Estado y de los partidos que hicieron todo lo posible por impedirlo, utilizando además una brutal represión. Pero esto no cambia los hechos, simplemente decanta legitimidades y simpatías, que no es poco.
En mi opinión se debía haber profundizado más en el trabajo desarrollado por el “Pacte Nacional pel Referèndum”, liderado entre otros por Joan Ignasi Elena, porque ofrecía la posibilidad de trabajar con un consenso de alrededor del 80% de la población catalana y permitía definir una estrategia más eficaz a medio plazo. Este amplio consenso hubiera facilitado la posibilidad de organizar formas de desbordamiento y desobediencia civil más eficaces, en caso de ser necesarias. Sin embargo mi impresión es que esta etapa fue vivida como un puro trámite por parte de la mayoría de las fuerzas políticas y sociales participantes. En este sentido se partía también de otro error previo: fijar unos plazos demasiado rígidos para la realización de un proyecto tan ambicioso. Ojalá este tipo de error no se repita tras el 21 de diciembre.
Para terminar este apartado es interesante señalar la cuestión de las complicidades. Gandhi, a quien tan a menudo se cita, tuvo una gran habilidad para ganar apoyos, incluso en la Gran Bretaña, la potencia que subyugaba a la India. Es memorable la fotografía de 1931 en el Reino Unido, donde Gandhi aparece rodeado de obreras textiles del Lancashire, a las cuales el boicot indio a los textiles británicos perjudicaba. Pero Gandhi supo explicar pacientemente la justeza de la causa india y ganarse su simpatía y solidaridad. Es sólo un ejemplo entre muchos.
Algunos sectores del independentismo han considerado innecesario, o casi imposible, trabajar para ganar la complicidad de más personas del territorio español y tejer lazos de comprensión que refuercen la causa de la autodeterminación y debiliten la posición autoritaria del Estado. Estos sectores existen y se han manifestado, aunque todavía tímidamente y de forma minoritaria. Esto requiere un trabajo de pedagogía política; no es ciertamente una tarea fácil, pero es necesaria. Lo cual no significa tener que esperar a que España se reforme para plantear un referéndum en Catalunya, cada proceso tiene su propio ritmo. También es cierto que la actual posición tan timorata y ambigua por parte de la dirección de Podemos, no ha ayudado a tejer estas complicidades. Es importante para el futuro reflexionar sobre esta cuestión.
En el plano internacional se ha realizado sin duda un trabajo importante, pero me temo que ha sido más de tipo institucional, buscando complicidades entre las instituciones y los Estados y no tanto a nivel más profundo entre la sociedad europea, tratando de concienciar a sus sectores más progresistas y explicando el carácter retrógrado y en muchos aspectos heredero del franquismo del gobierno español y sus aliados. Movilizar la opinión pública progresista europea e internacional a favor del derecho de autodeterminación de Catalunya es una tarea fundamental para alcanzar la victoria.
Aciertos y fortalezas del movimiento soberanista
Hay tres aspectos de un gran potencial para que el movimiento que estamos viviendo en Catalunya pueda triunfar, si se utiliza una estrategia apropiada. El primero es la justeza de la causa, el derecho de Catalunya a un referéndum de autodeterminación, en el cual caben diferentes opciones, una de ellas por supuesto la independencia y la creación de una República catalana. Es éste un derecho democrático que no se debería negar en el siglo XXI. He experimentado la facilidad de hacer comprender este derecho entre amplios sectores, a menudo reticentes a los secesionismos, tanto en charlas y conferencias como en conversaciones informales, y no sólo en Catalunya sino también en lugares alejados geográficamente.
El segundo es este movimiento tenaz, persistente y ejemplar que se ha desarrollado en Catalunya en los últimos años. Su carácter masivo, democrático y no violento, despierta simpatías entre muchos sectores, a pesar de los intentos constantes de manipulación por parte del gobierno español y sus partidos afines, así como de los medios de comunicación a su servicio. Los acontecimientos del 1 de octubre y la firme resistencia pacífica en defensa de las urnas y el derecho a votar, fueron observados en todo el mundo produciendo un caudal de simpatía hacia la causa del soberanismo. De saber aprovechar su potencialidad y canalizar mejor las formas de participación y debate dependerá también el éxito final de todo este proceso.
El tercero es la internacionalización de la causa. Durante las semanas pasadas en la India pude comprobar cómo la mayoría de las personas con las que hablaba estaban al corriente de la situación en Catalunya. Personas de distintos países y continentes. Es éste un capital político que habrá que saber aprovechar.
¿Y el futuro?
A nadie se le escapa la complejidad y dificultades de la situación actual. Como señalaba recientemente Martí Caussa, el movimiento soberanista no se ha rendido, a pesar de los últimos acontecimientos, pero “se ha abierto una crisis de orientación estratégica y de dirección del movimiento independentista”. De ahí la importancia de diseñar una buena estrategia que, a mi modo de ver, debería ser capaz de ampliar la base social y aglutinar todo el ámbito del soberanismo en un proyecto claro, para avanzar y que sea realizable.
La primera batalla se libra en las elecciones del día 21 y lo primero que se deberá hacer será leer correctamente su resultado. Por supuesto la propia campaña electoral forma parte de esta batalla y de cómo la orienten las fuerzas independentistas y las otras dependerá en buena medida el resultado. En función de ese resultado y del estado de ánimo que genere, se deberá ser capaz de definir una estrategia para los próximos meses, sin repetir los errores cometidos. De ahí la importancia de no evitar su análisis sino aprender de ellos y sacar conclusiones.
En cualquier caso se debería evitar el sectarismo y los rifirrafes entre las fuerzas independentistas, sin evitar por ello el necesario debate sobre sus estrategias. También sería bueno evitar el sectarismo, de doble dirección, entre estas fuerzas y el llamado mundo de Els Comuns, pues a pesar de las diferencias políticas será necesario construir espacios de cooperación para hacer frente a los embates que un Estado dominado por fuerzas tan reaccionarias está llevando a cabo ya contra las libertades y el autogobierno de Catalunya. Ampliar al máximo todos los apoyos será una tarea importante los próximos meses.
Y para terminar, sería muy deseable que todo este proceso cuente con una dirección y liderazgo que sea a la vez inteligente y audaz, pero también realista, evitando grandes proclamas que poca cosa dicen o caminos que no conducen a buen puerto. I esto, lamentablemente, es lo más difícil. De ejemplos la historia nos ofrece bastantes, para quienes estén dispuestos a aprender.
8/12/2017
Artur Domingo i Barnils es historiador, especialista de Gandhi y colaborador de viento sur.