Se suele decir que cada país tiene los políticos que se merece. Desde luego casi la mitad de los que tiene España no están ahí tanto porque se los merece como porque los mentirosos, los pendencieros, los agresivos, los fanfarrones y los chulos se cuelan aquí más fácilmente en la esfera pública que en otros países. Pasan por políticos, mientras los políticos verdaderos, más discretos y prudentes aunque también hipócritas, se hacen a un lado dejándoles sitio para que la atmósfera de convivencia no se sitúe a la irrespirable del nefasto año 36. El 36, un fantasma que pese a encontrarnos en el siglo XXI no deja de estar siempre presente en el inconsciente colectivo, por mucho que intente olvidarse y se diga que está superado.
Bien, en todo caso tendríamos los políticos que nos merecemos porque son elegidos. Si bien son elegidos no por sus méritos que pocos electores conocen, sino por arte del marketing y de la publicidad aunque sean unos vulgares charlatanes. Porque incluso sus méritos no suelen tener nada que ver con la aptitud precisa del buen político clásico: ponerse al servicio de la comunidad; sino generalmente con su habilidad para vendernos crecepelos.
Pero en cambio, los periodistas no son ni mucho menos los que merecemos. Nadie los elige. Mejor dicho, les eligen los directores de los medios y sus consejos de administración. Viendo el panorama del tándem periodista-político, da vergüenza observar el cuadro de honor de los periodistas que sobresalen, creadores, sostenedores o defenestradores de los políticos según el caso.
Defenestran a los políticos -o a los partidos-, como están empeñados ahora en apear a ANV del mapa electoral vasco. Pero lo hacen a sueldo de los dueños de los grandes circuitos mediático-financieros que, en el fondo y, aunque finjan tirarse los trastos a la cabeza entre sí, son de la misma casta y comparten todos los mismos y descomunales intereses. Intereses que, además a su vez comparten con los bancos que durante el año que corre han tenido 20 millones de euros de beneficios más que en el año anterior. A esto le llaman democracia...
Salvo tres o cuatro profesionales que emplean la dureza argumental imprescindible con los políticos que más lo merecen -los de derechas-, el resto no hace más que pastelear con ellos o practicar una debilidad dialéctica deliberada para seguirles el juego. Bien por propia voluntad pues su talante se corresponde realmente con el de aquéllos, bien por exigencias de quienes, desde la dirección o el consejo mediáticos correspondiente, le seleccionaron para la farsa.
Así no se puede avanzar en altura de miras, ni elevar el tono de los debates en profundidad yendo al grano y separándolo de tanta paja. Así gastará este país toda su historia discutiendo y llegando a las manos por un monotema: ETA. Un tema de vidriosísimo origen y de segura manipulación del que viven multitud de profesionales de la política y de los medios. Un tema que amarra a este país al tercermundismo político y mediático. Sí, somos, políticamente hablando, tercermundistas por mucho pecho que saquen algunos patrioteros, pues sus fachendosos políticos y sus blandos o torpes periodistas lo rebajan a unos niveles de convivencia y de inteligencia colectiva bajísimos. Efectivamente, esa inteligencia está bloqueada, por un lado, por la obsesión territorial a cuenta del 'asunto vasco' que se lleva el noventa por ciento de la preocupación informativa y las energías discursivas, y, por otro, por la codicia sin límites que está reduciendo a la península a cemento y ladrillo. Así no se puede remontar el vuelo hacia planos superiores de la conciencia moral, y ni siquiera de la razón práctica que en tantos otros aspectos demanda la sociedad.
(Véase, por ejemplo, en relación a la razón práctica cómo, por no tener conciencia de futuro ninguno de los políticos que han desfilado hasta ahora, y cuando la pluviosidad en lo que llevamos de año hidrológico es prácticamente nula,y tal como está el patio climático, ni se piensa en construir desaladoras para abastecer a amplísimas zonas interiores de la península. Luego todo serán prisas, improvisaciones y chapuzas. Y será, porque hay un empeño en abotargar a la conciencia mediática y de la polis por esos dos interceptadores: ETA y la construcción sin tasa de cualquier tinglado menos desaladoras).
Jaime Richart
http://www.argenpress.info/nota.asp?num=050176&Parte=0