Si tuviera tus manos, si tuviera
tu boca estremecida y entregada.
Si tuviera tu sombra iluminada,
si tuviera tu cuerpo, si tuviera…
Recorro la esperanza hasta la espera,
la ausencia indeseable y deseada.
No estoy y estoy en cada encrucijada,
olvidado en la esquina de tu acera.
Desde tu vientre voy hasta tu vientre.
Peregrino del muslo a la cadera
hacia la rosa azul de la alegría.
Allí quiero hospedarme hasta que encuentre
la constancia de alguna primavera
o la espalda de la melancolía.
Rafael Fernando Navarro
Agosto 2002