Mariette Milot y Claude Lacaille
En junio de 2010, en la reunión del G8, Stephen Harper afirmaba que quería hacer aún más para mejorar la salud de las madres, de los recién nacidos y de los niños en los países en desarrollo. Este 19 de marzo en que se conmemora una Jornada Mundial contra la Guerra, es necesario recordarle al señor Harper sus propias contradicciones.
Canadá está entre los campeones mundiales en gastos militares, 23 mil millones de dólares para el presente año. ¿Tiene la menor idea el primer ministro de lo que la guerra significa para las mujeres y sus hijos? ¿Será mediante las armas que procurará ayudarlas?
Las guerras engendran inseguridad y violencia contra las mujeres. Las madres temen por sí y por sus hijas, ser violadas o de que le quiten sus hijos. Las mujeres tienen miedo de salir, de ir a trabajar, de buscar agua o leña y son a menudo víctimas de los disparos “amigos” o enemigos y de los kamikazes.
Millones de viudas ven degradarse sus vidas a causa de la pauperización, de la falta de trabajo, de la falta de acceso a la electricidad o al agua. Se calcula que solo en Irak dos o tres millones de mujeres se han convertido en jefes de familia cuando mataron, tomaron prisioneros o secuestraron a sus maridos. Y deben salir a ganar dinero para alimentar a su familia por todos los medios posibles.
Las mujeres ven a sus hijos muertos o mutilados por las bombas de racimo o por las minas. Los chicos nacen en las casas sin cuidados prenatales y las tasas de mortalidad materno-infantiles aumentan. Las escuelas son bombardeadas, saqueadas, incendiadas; la educación de los niños se vuelve prácticamente imposible desde que no pueden pagar las cuotas escolares.Los cuidados de la salud son deficientes, las campañas de vacunación interrumpidas, los hospitales desbordados.
La violencia de la guerra se encarniza con las mujeres: pobreza, hambre, falta de cuidados, deterioro de los servicios, sin mencionar la violencia conyugal cuando el marido regresa del frente. Para el placer de los guerreros se abren burdeles, se viola, se asesina se explota a las mujeres. Las violaciones sistemáticas son moneda corriente.
Sin embargo, señor Harper, las mujeres no cesan de demostrar una fuerza y una resistencia extraordinaria para soportar estos horrores. Continúan dando vida y defendiéndola con vehemencia, a protegerla aún al precio de su propia salud. Deje por favor sus empresas bélicas y ponga verdaderamente nuestro dinero al servicio del desarrollo de los pueblos. Es lo que los hombres y mujeres canadienses esperamos de nuestro gobierno.
Mariette Milot, s.a.s.v. Claude Lacaille, p.m.é.
Traducción Susana Merino
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En junio de 2010, en la reunión del G8, Stephen Harper afirmaba que quería hacer aún más para mejorar la salud de las madres, de los recién nacidos y de los niños en los países en desarrollo. Este 19 de marzo en que se conmemora una Jornada Mundial contra la Guerra, es necesario recordarle al señor Harper sus propias contradicciones.
Canadá está entre los campeones mundiales en gastos militares, 23 mil millones de dólares para el presente año. ¿Tiene la menor idea el primer ministro de lo que la guerra significa para las mujeres y sus hijos? ¿Será mediante las armas que procurará ayudarlas?
Las guerras engendran inseguridad y violencia contra las mujeres. Las madres temen por sí y por sus hijas, ser violadas o de que le quiten sus hijos. Las mujeres tienen miedo de salir, de ir a trabajar, de buscar agua o leña y son a menudo víctimas de los disparos “amigos” o enemigos y de los kamikazes.
Millones de viudas ven degradarse sus vidas a causa de la pauperización, de la falta de trabajo, de la falta de acceso a la electricidad o al agua. Se calcula que solo en Irak dos o tres millones de mujeres se han convertido en jefes de familia cuando mataron, tomaron prisioneros o secuestraron a sus maridos. Y deben salir a ganar dinero para alimentar a su familia por todos los medios posibles.
Las mujeres ven a sus hijos muertos o mutilados por las bombas de racimo o por las minas. Los chicos nacen en las casas sin cuidados prenatales y las tasas de mortalidad materno-infantiles aumentan. Las escuelas son bombardeadas, saqueadas, incendiadas; la educación de los niños se vuelve prácticamente imposible desde que no pueden pagar las cuotas escolares.Los cuidados de la salud son deficientes, las campañas de vacunación interrumpidas, los hospitales desbordados.
La violencia de la guerra se encarniza con las mujeres: pobreza, hambre, falta de cuidados, deterioro de los servicios, sin mencionar la violencia conyugal cuando el marido regresa del frente. Para el placer de los guerreros se abren burdeles, se viola, se asesina se explota a las mujeres. Las violaciones sistemáticas son moneda corriente.
Sin embargo, señor Harper, las mujeres no cesan de demostrar una fuerza y una resistencia extraordinaria para soportar estos horrores. Continúan dando vida y defendiéndola con vehemencia, a protegerla aún al precio de su propia salud. Deje por favor sus empresas bélicas y ponga verdaderamente nuestro dinero al servicio del desarrollo de los pueblos. Es lo que los hombres y mujeres canadienses esperamos de nuestro gobierno.
Mariette Milot, s.a.s.v. Claude Lacaille, p.m.é.
Traducción Susana Merino
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