domingo, 20 de marzo de 2011

Odio en el mundo

Jaime Richart


Los dirigentes del mundo actual, unos dictadores oficiales y otros cobardes fantoches coaligados, no hacen más que sembrar de odio el mundo. El llamado terrorismo internacional palidece junto al suyo.

Siempre ha habido odio y siempre estuvo polarizado, pero ahora el odio, como todo, está también globalizado. Los pueblos de la cultura occidental odian a sus dirigentes, pero estos lo desvían hacia los dirigentes de otras culturas. Precisamente en las que hay petróleo. Y los periodistas, en su mayor parte, como las ratas son los vectores de la rabia, son los encargados de difundirlo y atizarlo. Me sospecho que es un odio similar al que precedió a la segunda guerra mundial.

Ya no sólo es el imperio y sus barbaridades lo que lacera nuestra sensibilidad y entendimiento. Desde el 2001 han ido uniéndose al canallismo internacional canallas y más canallas. Todos al servicio del canalla por antonomasia: el imperio. El petróleo escasea y son incapaces todos ellos de buscar otra solución a las demandas insaciables de energía que no sea el atraco sistemático a los países que aún lo tienen. Con unas u otras excusas, así va el mundo y así funciona Occidente desde el 2001, fecha en que los neocons yanquis idearon la infamia de las infamias de abatir ellos mismos la torres gemelas para emprender desde entonces la ruta del expolio seguro, que es la invasión después de los bombardeos y los drones, aviones no tripulados manejados a distancia desde pantallas.

En la actual coyuntura, un único dirigente, Angela Merkel, ha respondido con inteligencia femenina a lo que se espera de una mujer en situaciones críticas: prudencia. No enviará ni un solo soldado a Libia. En el otro extremo está Zapatero.  Zapatero ha sido más o menos el primero en ofrecerse servilmente para participar del holocausto. Lo que le faltaba. Zapatero no ha tenido siquiera la hombría suficiente para despedirse con dignidad el año próximo tras perder las elecciones. Así se suma a la vileza del Aznar invasor de Irak. La diferencia, en mayor descrédito de Zapatero, estriba en que Aznar es fascista, o al menos nunca ha dicho que sea socialista.

Así las cosas, siento la misma tristeza, la misma indignación, la misma sensación de impotencia y rabia, todo al mismo tiempo, que cuando la cobarde canalla yanqui empezó bombardeando Irak durante semanas antes de ocuparlo, tras haber hecho más o menos lo mismo en Afganistán dos años antes. Y en ambos casos escudados el yanqui y los aliados en las más cobardes, pueriles e insultantes excusas para cualquier inteligencia.

Ni la piedad, ni la conmiseración, ni la inteligencia, fijaos bien, la inteligencia, salvo para charlatanear y maquinar, caben en sus cabezas. Lo único que bulle en ellas es una obsesión: apoderarse de petróleo a cualquier precio; al precio de centenares o miles de víctimas, ahora en Libia, y quizá millones a lo largo de esos últimos diez años en Oriente Medio. El oro negro, como antes fue el amarillo, es lo único que activa sus corazones putrefactos. Zapatero,  Sarkozy,  Cameron,  Obama... y todos cuantos van a participar de esta orgía de sangre que preparan a Gadafi, pero también a millones de ciudadanos libios, son tan miserables y ruines como lo fueron y son sus predecesores, Bush, Blair y Aznar...

Por eso, desde lo más profundo de mí, vuelvo a dedicar mis peores deseos a los dirigentes que se han coaligado para cometer esta nueva infamia. Lo siento mucho albergando estos horribles deseos. Pero lo siento exclusivamente por mí, pues el odio daña el alma e impide dormir. Algo que, porque carecen de conciencia, no afecta al sueño de los gobernantes despreciables de EEUU, España, Bélgica, Canadá, Dinamarca, UK, Francia y Noruega que envían sus fuerzas a Libia. Deseo, pues, a todos que el cielo se abra y caigan sobre ellos todas las maldiciones bíblicas, todo el dolor y el sufrimiento infinito juntos que han venido padeciendo los inocentes, mujeres, ancianos y niños muertos y torturados desde el año 2001 en Afganistán y luego desde 2003 en Irak hasta hoy mismo, y los que se dis­ponen a torturar ahora y a masacrar ahora en Libia. Hay una esperanza, y es que cuando vayan a por Irán, Irán responda con un pe­pinazo atómico en la mismísima  White House.

Hay otra posibilidad, y es que, en una inusitada sinergia, en tiempos de tantos prodigios juntos, los pueblos del mundo carguen contra los centros de gobierno de todos los países y establezcan un orden nuevo.

http://www.kaosenlared.net/noticia/odio-en-el-mundo


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