Rafael Fernando Navarro
El egoísmo no diseña espacios vivificantes, sino excluyentes.
El amor agranda los espacios porque tiende a la proximidad, la cercanía, la fusión. El amor atrae y va creando espacio a las espaldas del amado. Funda así la posibilidad de que otro encuentre el hueco creado y creador para existir en la cercanía. Cabemos más en la medida en que amamos y posibilitamos la existencia de otros a nuestro lado.
Con respecto a la inmigración, Alicia Sánchez Camacho recurre a la vieja pregunta que lleva dentro la respuesta: ¿Cabemos todos? Una interrogante que brota de la despreocupación por el otro, de la conciencia explícita de abandono del otro, del egoísmo que ve en el otro un invasor capaz de privarnos de los que somos y tenemos. ¿Soy yo acaso el responsable de mi hermano, sobre todo si ese alguien ni siquiera llega a la categoría de hermano?
España sabe mucho de dominio ejercido a lo largo de la historia. En dominio se convirtieron nuestros descubrimientos, nuestras colonias, nuestros protectorados. Estos son nuestros poderes. Los hemos exhibido a lo largo de la historia. Construimos, es verdad. Pero sobre las ruinas de lo que antes habíamos derribado. Nos enriquecimos. Lo demostró el gran Ramón Carande en su obra “Carlos V y sus banqueros” No se trata de flagelarnos. Pero hemos de ser serenamente conscientes de una realidad que está ahí y de la que deberíamos sacar más de una conclusión.
El egoísmo no diseña espacios vivificantes, sino excluyentes. El otro debe permanecer a las afueras de las fronteras que hemos construido para que nadie desde el exterior pueda contaminarnos. Tenemos miedo a la creación de mezquitas, a la islamización, al ataque a nuestros valores. En nombre de esos valores hemos cometido verdaderas aniquilaciones, cruzadas destructoras, inquisiciones aberrantes. Pero son nuestros valores. Y los defendemos sin plantearnos su validez actual. Los Obispos nos previenen contra la laicidad o contra el advenimiento de una religiosidad ajena a nuestro pasado. Porque España o es cristiana o deja de ser España. Aznar-mitrado, Cañizares-príncipe, Rouco-presidente proclaman nuestro origen vinculado a la Iglesia una y única y no contemplan otro futuro que no sea permanecer bajo el palio tutelar del Vaticano. Confunden cristianismo con cristiandad. Pero eso responde sólo a las turbulencias mentales de un ex-presidente carente de proyectos creadores, profeta de balcanizaciones y Españas disueltas y a unos Obispos anclados en la posesión absoluta de la verdad.
El hambre está ahí. La falta de educación, de sanidad, de agua, de cultivos con salida al mercado, están ahí. El sida, promovido por imposiciones morales exigidas en nombre de Dios, está ahí. Africa carga su muerte en la patera y supera el oleaje de angustia o se ahoga en su propia destrucción. Lo saben cuando emprenden el viaje. Pero más que la vida vale el pan, el agua, el trabajo, la vivienda, la universidad. Con la muerte ya cuentan. La tratan amistosamente cuando engendran niños que no llegarán ni siquiera a la adolescencia.
¿Cabemos? Sí, señora Camacho. Cabemos si abandonamos nuestros miedos, señores Obispos. Nos sobra espacio si no envenenamos con xenofobia las conciencias sencillas de muchos ciudadanos. Cabemos si hacemos del otro el valor supremo. Si nos bajamos de nuestro complejo de superioridad. Cabemos, señores de pectorales brillantes, si hacemos del cristianismo la plaza grande donde cabe el mundo. El mundo real que nosotros mismo hemos fabricado y que frecuentemente es consecuencia de nuestro egoísmo.
Cabemos todos si somos capaces de fundirnos para crear espacios donde crezcan amores negros, calientes de mate y poncho, ojos rasgados como lunas menguantes.
Rafael Fernando Navarro
http://marpalabra.blogspot.com
El egoísmo no diseña espacios vivificantes, sino excluyentes.
El amor agranda los espacios porque tiende a la proximidad, la cercanía, la fusión. El amor atrae y va creando espacio a las espaldas del amado. Funda así la posibilidad de que otro encuentre el hueco creado y creador para existir en la cercanía. Cabemos más en la medida en que amamos y posibilitamos la existencia de otros a nuestro lado.
Con respecto a la inmigración, Alicia Sánchez Camacho recurre a la vieja pregunta que lleva dentro la respuesta: ¿Cabemos todos? Una interrogante que brota de la despreocupación por el otro, de la conciencia explícita de abandono del otro, del egoísmo que ve en el otro un invasor capaz de privarnos de los que somos y tenemos. ¿Soy yo acaso el responsable de mi hermano, sobre todo si ese alguien ni siquiera llega a la categoría de hermano?
España sabe mucho de dominio ejercido a lo largo de la historia. En dominio se convirtieron nuestros descubrimientos, nuestras colonias, nuestros protectorados. Estos son nuestros poderes. Los hemos exhibido a lo largo de la historia. Construimos, es verdad. Pero sobre las ruinas de lo que antes habíamos derribado. Nos enriquecimos. Lo demostró el gran Ramón Carande en su obra “Carlos V y sus banqueros” No se trata de flagelarnos. Pero hemos de ser serenamente conscientes de una realidad que está ahí y de la que deberíamos sacar más de una conclusión.
El egoísmo no diseña espacios vivificantes, sino excluyentes. El otro debe permanecer a las afueras de las fronteras que hemos construido para que nadie desde el exterior pueda contaminarnos. Tenemos miedo a la creación de mezquitas, a la islamización, al ataque a nuestros valores. En nombre de esos valores hemos cometido verdaderas aniquilaciones, cruzadas destructoras, inquisiciones aberrantes. Pero son nuestros valores. Y los defendemos sin plantearnos su validez actual. Los Obispos nos previenen contra la laicidad o contra el advenimiento de una religiosidad ajena a nuestro pasado. Porque España o es cristiana o deja de ser España. Aznar-mitrado, Cañizares-príncipe, Rouco-presidente proclaman nuestro origen vinculado a la Iglesia una y única y no contemplan otro futuro que no sea permanecer bajo el palio tutelar del Vaticano. Confunden cristianismo con cristiandad. Pero eso responde sólo a las turbulencias mentales de un ex-presidente carente de proyectos creadores, profeta de balcanizaciones y Españas disueltas y a unos Obispos anclados en la posesión absoluta de la verdad.
El hambre está ahí. La falta de educación, de sanidad, de agua, de cultivos con salida al mercado, están ahí. El sida, promovido por imposiciones morales exigidas en nombre de Dios, está ahí. Africa carga su muerte en la patera y supera el oleaje de angustia o se ahoga en su propia destrucción. Lo saben cuando emprenden el viaje. Pero más que la vida vale el pan, el agua, el trabajo, la vivienda, la universidad. Con la muerte ya cuentan. La tratan amistosamente cuando engendran niños que no llegarán ni siquiera a la adolescencia.
¿Cabemos? Sí, señora Camacho. Cabemos si abandonamos nuestros miedos, señores Obispos. Nos sobra espacio si no envenenamos con xenofobia las conciencias sencillas de muchos ciudadanos. Cabemos si hacemos del otro el valor supremo. Si nos bajamos de nuestro complejo de superioridad. Cabemos, señores de pectorales brillantes, si hacemos del cristianismo la plaza grande donde cabe el mundo. El mundo real que nosotros mismo hemos fabricado y que frecuentemente es consecuencia de nuestro egoísmo.
Cabemos todos si somos capaces de fundirnos para crear espacios donde crezcan amores negros, calientes de mate y poncho, ojos rasgados como lunas menguantes.
Rafael Fernando Navarro
http://marpalabra.blogspot.com