Eduardo Pérsico
Falsa, disfrazada o cierta, nosotros vendemos credibilidad. (Natalio Botana, dueño del Diario Crítica, 1930)
Si el el periodismo es serio, adusto, tilingo, rufianesco o simplemente canalla como es frecuente en la Argentina, eso no le interesa mayormente al Poder. Lo importante para los medios es cumplir con Obediencia Debida las decisiones del liberalismo económico, y si a eso los gremios llaman profesionalidad, periodismo independiente o como sea, a quienes Mandan no les incumbe. Ellos sólo indican los temas a tratar, de qué manera y la formalidad restante no les cuenta.
El principio de convencer o seducir es de manual en el juego informativo, pero en Argentina los escribas se engolan o crispan tanto que acaban manipulando el símbolo y no lo esencial del hecho a considerar. La parcialidad aliena a cualquier escriba y lo acerca al precipicio del panfleto increíble, - un deber de primer grado en el oficio- pero en la Argentina los empleados del multimedio Clarín y asociados despilfarran su decoro personal y el mínimo de objetividad contra una nueva ley de medios sancionada por las cámaras legislativas hace unos meses. Igual y pese a tanta chaplinesca demora judicial en convalidar lo sancionado, la ley tiene validez institucional y su aplicación es casi inminente, pero cierta perversión en la opinión y el debate; esencia del periodista; enrarece el clima algo que apunta a desmonopolizar y democratizar más nuestro hábito informativo. Esta innecesaria genuflexión ante el Poder olvida por la nueva ley de medios de paso liquida el lóbrego engendro de los militares todavía vigente, y tanta resistencia mecánica al gobierno de turno sería algo que podrían matizar en redacciones y estudios de televisión muchos periodistas. Al menos para ser más creíbles y cumplir un poco el objetivo final de todo monopolio dedicado a fabricar opinión: la credibilidad de la masa. No hay ninguna variable a esa razón de peso: ‘falsa, disfrazada o cierta nosotros vendemos credibilidad, pero si jamás entregamos una Verdad Cierta el negocio terminaría muy pronto’ completaría su pragmatismo el diestro Natalio Botana...
Cada editor bien puede criticar cuanto no entienda a su favor, algo no censurable, pero esa limitación no supone que el pensamiento del lector es un sistema de uso propio; eso tiene sus matices. Y ya resulta sospechoso que ningún medio, en ánimo de cuestionar, no la emprenda contra la tibia acción del gobierno en achicar la brecha gigantesca entre pobres y ricos, en no forzar mayor equidad en la repartición de la riqueza, la sanción penal para la fuga de capitales, el no pago del impuesto a las ganancias entre los magistrados del poder judicial por la intangibilidad del sueldo de los jueces, las inalcanzables jubilaciones de privilegio quienes nunca trabajaron, los legisladores que se ufanan de no asistir a una sesión de trabajo durante años, frenar las fabulosas evasiones impositivas en el negocio agroexportador, la prisión domiciliaria para los genocidas y demás tratos casi monárquicos. Esas más la lucha en serio contra la corrupción oficial serían muy válidas exigencias del periodismo, que ni se atreve a cuestionar la demora en identificar de una vez a los chicos adoptados o apropiados por la señora de Noble, - principal del multimedio Clarín- y concluir con una opereta jurìdica.
Si ya mismo todo eso tan serio para la convivencia se ventilara en los diarios y pantallas de televisión, los hacedores de la opinión deberían abandonar esa idea en la cual el lector-sujeto es un ente incapaz de la menor abstracción intelectual. Solamente por esa valoración tan confusa difusa que los medios hacen de la sociología, la psicología de masas y la realidad; una más de sus temeridades sin sustancia.
Por naturaleza cada ‘periodista independiente’ cumple un mandato del Poder, y ese no entender que el imaginario social y colectivo es algo que ellos desconocen, - por inasible y misterioso- los confunde. Deberían aceptar que ‘eso’ que anda por ahí existe y son personas, gente, población, ustedes elijan el nombre. Pero es tal el despiste que el diario La Nación de Buenos Aires dedicó en los últimos años cientos de artículos contrarios al gobierno actual, sin estimar que tanta falta de objetividad elevaría a su ‘enemigo’ en el favor popular. Un pequeño detalle muy sustantivo no tomado en cuenta por los escribas, que más tarde advirtieron los encuestadores del mismo diario. Ese efecto inverso devino de la inmodificable realidad, tan categórica con quienes inauguran teorías caseras demasiado originales. Se sabe que la intención de voto a favor del gobierno sube levemente, pero quizá dentro de poco golpeará en lo medular y resulte algo equiparable a otra aseveración ya caída en desgracia: la de creer que en la Argentina ningún gobierno soportaría diez tapas de los diarios ‘serios’ en contra de su gestión, sin capitular. Una premonición propia de una sobremesa con buen Merlot en algún barrio privado, muy demorada quizá porque ‘estos tipos que gobiernan ni leen los diarios’ o algo parecido. A no engañarse, el mundo ha cambiado y la situación de la Argentina también; hoy los principales negociadores internacionales con el país son Brasil y China y no USA ni Europa Occidental; pasaron sesenta años, el peronismo sigue existiendo y su último reunión general ocurrió en la CGT; y si de pronto reapareciera su líder máximo en el balcón a gritar ‘que se calle el del bombo’, se callarían más de uno.
Argentina sigue estando en el planeta y aunque ciertos borroneos la confunden, a esa realidad ni de lejos la puede cambiar el palabrerío de los medios peleados con el gobierno. (5/2010).
Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.
Falsa, disfrazada o cierta, nosotros vendemos credibilidad. (Natalio Botana, dueño del Diario Crítica, 1930)
Si el el periodismo es serio, adusto, tilingo, rufianesco o simplemente canalla como es frecuente en la Argentina, eso no le interesa mayormente al Poder. Lo importante para los medios es cumplir con Obediencia Debida las decisiones del liberalismo económico, y si a eso los gremios llaman profesionalidad, periodismo independiente o como sea, a quienes Mandan no les incumbe. Ellos sólo indican los temas a tratar, de qué manera y la formalidad restante no les cuenta.
El principio de convencer o seducir es de manual en el juego informativo, pero en Argentina los escribas se engolan o crispan tanto que acaban manipulando el símbolo y no lo esencial del hecho a considerar. La parcialidad aliena a cualquier escriba y lo acerca al precipicio del panfleto increíble, - un deber de primer grado en el oficio- pero en la Argentina los empleados del multimedio Clarín y asociados despilfarran su decoro personal y el mínimo de objetividad contra una nueva ley de medios sancionada por las cámaras legislativas hace unos meses. Igual y pese a tanta chaplinesca demora judicial en convalidar lo sancionado, la ley tiene validez institucional y su aplicación es casi inminente, pero cierta perversión en la opinión y el debate; esencia del periodista; enrarece el clima algo que apunta a desmonopolizar y democratizar más nuestro hábito informativo. Esta innecesaria genuflexión ante el Poder olvida por la nueva ley de medios de paso liquida el lóbrego engendro de los militares todavía vigente, y tanta resistencia mecánica al gobierno de turno sería algo que podrían matizar en redacciones y estudios de televisión muchos periodistas. Al menos para ser más creíbles y cumplir un poco el objetivo final de todo monopolio dedicado a fabricar opinión: la credibilidad de la masa. No hay ninguna variable a esa razón de peso: ‘falsa, disfrazada o cierta nosotros vendemos credibilidad, pero si jamás entregamos una Verdad Cierta el negocio terminaría muy pronto’ completaría su pragmatismo el diestro Natalio Botana...
Cada editor bien puede criticar cuanto no entienda a su favor, algo no censurable, pero esa limitación no supone que el pensamiento del lector es un sistema de uso propio; eso tiene sus matices. Y ya resulta sospechoso que ningún medio, en ánimo de cuestionar, no la emprenda contra la tibia acción del gobierno en achicar la brecha gigantesca entre pobres y ricos, en no forzar mayor equidad en la repartición de la riqueza, la sanción penal para la fuga de capitales, el no pago del impuesto a las ganancias entre los magistrados del poder judicial por la intangibilidad del sueldo de los jueces, las inalcanzables jubilaciones de privilegio quienes nunca trabajaron, los legisladores que se ufanan de no asistir a una sesión de trabajo durante años, frenar las fabulosas evasiones impositivas en el negocio agroexportador, la prisión domiciliaria para los genocidas y demás tratos casi monárquicos. Esas más la lucha en serio contra la corrupción oficial serían muy válidas exigencias del periodismo, que ni se atreve a cuestionar la demora en identificar de una vez a los chicos adoptados o apropiados por la señora de Noble, - principal del multimedio Clarín- y concluir con una opereta jurìdica.
Si ya mismo todo eso tan serio para la convivencia se ventilara en los diarios y pantallas de televisión, los hacedores de la opinión deberían abandonar esa idea en la cual el lector-sujeto es un ente incapaz de la menor abstracción intelectual. Solamente por esa valoración tan confusa difusa que los medios hacen de la sociología, la psicología de masas y la realidad; una más de sus temeridades sin sustancia.
Por naturaleza cada ‘periodista independiente’ cumple un mandato del Poder, y ese no entender que el imaginario social y colectivo es algo que ellos desconocen, - por inasible y misterioso- los confunde. Deberían aceptar que ‘eso’ que anda por ahí existe y son personas, gente, población, ustedes elijan el nombre. Pero es tal el despiste que el diario La Nación de Buenos Aires dedicó en los últimos años cientos de artículos contrarios al gobierno actual, sin estimar que tanta falta de objetividad elevaría a su ‘enemigo’ en el favor popular. Un pequeño detalle muy sustantivo no tomado en cuenta por los escribas, que más tarde advirtieron los encuestadores del mismo diario. Ese efecto inverso devino de la inmodificable realidad, tan categórica con quienes inauguran teorías caseras demasiado originales. Se sabe que la intención de voto a favor del gobierno sube levemente, pero quizá dentro de poco golpeará en lo medular y resulte algo equiparable a otra aseveración ya caída en desgracia: la de creer que en la Argentina ningún gobierno soportaría diez tapas de los diarios ‘serios’ en contra de su gestión, sin capitular. Una premonición propia de una sobremesa con buen Merlot en algún barrio privado, muy demorada quizá porque ‘estos tipos que gobiernan ni leen los diarios’ o algo parecido. A no engañarse, el mundo ha cambiado y la situación de la Argentina también; hoy los principales negociadores internacionales con el país son Brasil y China y no USA ni Europa Occidental; pasaron sesenta años, el peronismo sigue existiendo y su último reunión general ocurrió en la CGT; y si de pronto reapareciera su líder máximo en el balcón a gritar ‘que se calle el del bombo’, se callarían más de uno.
Argentina sigue estando en el planeta y aunque ciertos borroneos la confunden, a esa realidad ni de lejos la puede cambiar el palabrerío de los medios peleados con el gobierno. (5/2010).
Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.