Rafael Fernando Navarro
España huele con frecuencia a naftalina, a tiempo negro, a túnel oscuro sin salida. Los dictadores tienen siempre sentido de plenitud. Ellos solos llenan la historia, redimiendo el pasado, configurando el presente y comprometiendo el futuro. Por eso piensan que hay que destruir el ayer, someter el hoy y atar con nudo gordiano el mañana. Cercenan las relaciones internacionales porque se bastan a sí mismos y tienen el complejo de que lo exterior significa un ataque destructor. Sabemos mucho de esto los que teníamos que leer a Sastre, a Marcel y a los existencialistas en cualquier escapada al extranjero.
Cómo cuesta desprenderse de expresiones, de prejuicios, de costumbres, de coordenadas mentales urdidas en aquel plomizo pasado. González Pons me recordaba con unas declaraciones, actitudes que uno suponía superadas: “Zapatero nunca ha querido ser el presidente de todos. Ha sido el presidente rojo frente a los que no eran de izquierdas, el presidente de los no creyentes frente a la Iglesia católica” Pons pantalón gris, chaqueta azul marino, corbata a juego. Pons-generalísimo anatematizando a quien se supone adversario democrático, concebido en realidad como enemigo de la patria. Presidente rojo de los rojos izquierdistas. Naftalina redonda, blanca y redonda de armario empotrado en un pasado pestilente.
Zapatero no quiere ser el presidente de todos, sólo de los no creyentes frente a la Iglesia católica. Zapatero encabezando hordas judeo-masónicas, quemando iglesias, persiguiendo tonsuras circulares, inculcando ateismo contra Cristos sevillanos, Nazarenos de Salzillo y Berruguete. Menos mal que nos queda Pons-Rouco reconquistando una España que empieza a amanecer. Mentes de sótano y sotana, pluviales esperanzas de España consagrada en el Cerro de los Angeles, de sagrados corazones muy sagrados, cantando purezas virginales de gorettis celestes. Naftalina redonda, blanca y redonda de alcantarillas fecales.
Lo ha dicho El Mundo, pontifical y mitrado: hay negociaciones con ETA. Y a María Dolores le ha faltado tiempo para sentarse en las rodillas de P. Jota y agradecerle su capacidad de información dogmática, cimentada como una roca, verdad verdadera, sobre la que ella puede apoyar su ruptura del pacto antiterrorista. Podrán gritarle otra vez a Zapatero que ha traicionado a los muertos, echarle en cara su proyecto de asociación con ETA para destruir España, refregarle los ojos con sus amistades aniquilantes (con el ejército de liberación vasco, según calificación del último emperador, seguramente asesorado por Mayor Oreja). Y María Dolores insiste: O lo desmiente solemnemente el gobierno o P. Jota será coronado como pontífice infalible como ya se demostró que lo fue, porque lo fue, con la sangre chorreada el 11-M. La colaboración internacional, las detenciones frecuentes, la afortunada ausencia de atentados, son sólo tretas tramadas por un gobierno de rojos, por el presidente de los no católicos para aplastar la verdad proclamada por El Mundo. Pero nada puede obnubilar la mirada punzante de una María Dolores, profeta de abismos manipulados por COPES, Césares, Federicos y Cristinas.
Olía la ropa antes a manzanas limpias y brillantes. Pero era antes del antes. Huele ahora a naftalina cateta, a boina de tocino rancio, a uniformes sudados de museo.
www.marpalabra.blogspot.com
España huele con frecuencia a naftalina, a tiempo negro, a túnel oscuro sin salida. Los dictadores tienen siempre sentido de plenitud. Ellos solos llenan la historia, redimiendo el pasado, configurando el presente y comprometiendo el futuro. Por eso piensan que hay que destruir el ayer, someter el hoy y atar con nudo gordiano el mañana. Cercenan las relaciones internacionales porque se bastan a sí mismos y tienen el complejo de que lo exterior significa un ataque destructor. Sabemos mucho de esto los que teníamos que leer a Sastre, a Marcel y a los existencialistas en cualquier escapada al extranjero.
Cómo cuesta desprenderse de expresiones, de prejuicios, de costumbres, de coordenadas mentales urdidas en aquel plomizo pasado. González Pons me recordaba con unas declaraciones, actitudes que uno suponía superadas: “Zapatero nunca ha querido ser el presidente de todos. Ha sido el presidente rojo frente a los que no eran de izquierdas, el presidente de los no creyentes frente a la Iglesia católica” Pons pantalón gris, chaqueta azul marino, corbata a juego. Pons-generalísimo anatematizando a quien se supone adversario democrático, concebido en realidad como enemigo de la patria. Presidente rojo de los rojos izquierdistas. Naftalina redonda, blanca y redonda de armario empotrado en un pasado pestilente.
Zapatero no quiere ser el presidente de todos, sólo de los no creyentes frente a la Iglesia católica. Zapatero encabezando hordas judeo-masónicas, quemando iglesias, persiguiendo tonsuras circulares, inculcando ateismo contra Cristos sevillanos, Nazarenos de Salzillo y Berruguete. Menos mal que nos queda Pons-Rouco reconquistando una España que empieza a amanecer. Mentes de sótano y sotana, pluviales esperanzas de España consagrada en el Cerro de los Angeles, de sagrados corazones muy sagrados, cantando purezas virginales de gorettis celestes. Naftalina redonda, blanca y redonda de alcantarillas fecales.
Lo ha dicho El Mundo, pontifical y mitrado: hay negociaciones con ETA. Y a María Dolores le ha faltado tiempo para sentarse en las rodillas de P. Jota y agradecerle su capacidad de información dogmática, cimentada como una roca, verdad verdadera, sobre la que ella puede apoyar su ruptura del pacto antiterrorista. Podrán gritarle otra vez a Zapatero que ha traicionado a los muertos, echarle en cara su proyecto de asociación con ETA para destruir España, refregarle los ojos con sus amistades aniquilantes (con el ejército de liberación vasco, según calificación del último emperador, seguramente asesorado por Mayor Oreja). Y María Dolores insiste: O lo desmiente solemnemente el gobierno o P. Jota será coronado como pontífice infalible como ya se demostró que lo fue, porque lo fue, con la sangre chorreada el 11-M. La colaboración internacional, las detenciones frecuentes, la afortunada ausencia de atentados, son sólo tretas tramadas por un gobierno de rojos, por el presidente de los no católicos para aplastar la verdad proclamada por El Mundo. Pero nada puede obnubilar la mirada punzante de una María Dolores, profeta de abismos manipulados por COPES, Césares, Federicos y Cristinas.
Olía la ropa antes a manzanas limpias y brillantes. Pero era antes del antes. Huele ahora a naftalina cateta, a boina de tocino rancio, a uniformes sudados de museo.
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