Domingo Riorda
“Nos han secuestrado la Navidad” fue la frase acuñada por José María Arancedo, obispo católico romano de Santa Fe, que repitió el cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica Romana de Argentina y fue titular en los medios argentinos.
Junto a la dudosa validez de utilizar la Navidad para arrojar diatribas sobre los males de la sociedad, practica no exclusiva del catolicismo romano, ahora se agrega la suposición de que la festividad diciembrina fue secuestrada y que debe restaurarse su sentido religioso, sin especificar el contenido de ese reclamo.
La observación viene al caso porque hay datos históricos que no deberían obviarse. El 25 de diciembre, como Nacimiento de Jesús, es una fecha convencional, ya que el día exacto de ese nacimiento es imposible de especificar, y en los primeros tiempos del cristianismo no se celebraba. Recién alrededor del 200 comenzó a ser reconocida en Alejandría y desde entonces adquirió cierta popularidad. En el 325, cuando se realiza el Concilio de Nicea, Constantino aprovecha esa circunstancia para promover el nacimiento de Jesús como una fiesta de unidad para todo el imperio.
Desde tiempos ignotos existían celebraciones relacionadas a Saturno, que se realizaban durante la semana del solsticio -invierno europeo- y culminaban el 25 de diciembre. Como elemento facilitador para que los romanos aceptasen el cristianismo y continuaran con sus festividades, el papa Julio I pidió, en el 350, que el nacimiento de Cristo fuera celebrado en esa misma fecha. A veinticinco años de Nicea, se asimilaba a la propuesta de Constantino, pero ahora con argumentos religiosos.
Sobre la Fiesta del Sol circulaban dos creencias. Una, que el dios Sol había nacido el 21 de diciembre, el día más corto del año, y que los días se hacían más largos a medida que el dios se hacía más viejo. La otra, que el dios Sol murió ese día y luego comenzaba otro ciclo. Esta versión es la que se encuentra en el siempre nacido Niño.
En otras culturas hubo fiestas similares. En Persia el Natalicio del dios solar Mitra. En Roma, Saturnalia, en honor a Saturno, cuando los romanos dejaban de hacer negocios y las guerras, intercambiaban regalos -algo que se cree que es propio de la Navidad- y liberaban temporalmente a sus esclavos.
En el norte de Europa, el 26 de diciembre se recordaba el nacimiento de Frey -el dios de la lluvia, del sol naciente y de la fertilidad- y adornaban un árbol perenne, que representaba al árbol del Universo, costumbre que se transformó en el árbol de Navidad. Los aztecas, desde el 7 al 26 de diciembre, celebraban el advenimiento de Tonatiuh, dios del sol y de la guerra.
Ireneo y Tertuliano, dos “Padres” de la Iglesia, no mencionan la Navidad como fiesta cristiana. Orígenes, otro “Padre”, se oponía celebrarla porque en el Antiguo Testamento no hay celebración de nacimientos y si lo hacen “los pecadores”, como el Faraón y Herodes.
Después de ocurrido con Martín Lutero, algunas Iglesias Protestantes prohibían la Navidad por su relación con el catolicismo romano. Actualmente los Testigos de Jehová rechazan esa fiesta.
En Estados Unidos había divergencias sobre el particular. La primera Fiesta de Navidad se celebró en 1607, en acuerdo entre católicos y protestantes. Luego, en el proceso de su comercialización, introdujeron a Santa Claus con su roja vestimenta, color de la Coca Cola. Y la proyectaron mundialmente acompañada del arbolito.
San Francisco de Asís, molesto porque las estilizadas imágenes artísticas navideñas lucían ropajes de gente rica y poderosa, promueve el Pesebre de Navidad, el de la “pobreza” y “carencia”, signos indispensables para el amigo de los animales y la naturaleza. Las hoy abusivas Tarjetas Navideñas, que ahora van por internet, fueron introducidas en 1843 por el londinense John Callcott Horsley.
Desde hace décadas las Iglesia Cristianas se preocupan por la pérdida del “sentido” de Navidad que, como se denuncia en el presente, se dice que es “consumista”. Sin embargo el encuadre actual del recuerdo del nacimiento de Jesucristo es similar al que estuvo en su origen oficial y masivo, ya que el intento fue incorporar una conocida y masiva festividad “pagana” al “cristianismo”. Una metodología similar a los conquistadores españoles que levantaron templos “cristianos” sobre los lugares donde estaban los de los aborígenes o al incorporar la festividad de la Pacha Mama a la de la Virgen María.
El interrogante se fortalece si se observa el poco lugar del nacimiento de Jesús en los Evangelios –reducido a breves relatos de Mateo y Lucas- y el gran espacio, sustancial, a la creencia clave del cristianismo, que es la Resurrección de Cristo. Más aún si se tiene en cuenta que ese acontecimiento esta circundado por la tristeza de Semana Santa con un fugaz destello de la alegría del Domingo de Resurrección, que alcanza buena concurrencia a los templos, pero ni comparación con la de Navidad.
Las declaraciones de los mencionados obispos católicos romanos argentinos enredan la respuesta al interrogante. Ladinamente utilizan variantes del verbo “secuestrar” que, en nuestros países, está asociado a “desaparición” de personas de quienes se ignoran su morada final. Sugestivo es que este “mal” que no se encuentra en la lista de los actuales “males” de la sociedad según la jerarquía eclesiástica, y no solo católica romana.
Desde esta perspectiva es válida la pregunta sobre cual es el “sentido” de la festividad navideña que se quiere rescatar. ¿Es el rescate mítico de las festividades sobre la cual se apoyó la Navidad donde el niño siempre nace pero nunca crece? ¿Es la vuelta a la obediencia debida la Iglesia Institución? ¿Es el sostener la Navidad como instrumento del sistema socio-político de turno como fue en su origen?
Por otra parte esa malsana costumbre de proclamar males en la fecha que anuncia buenas nuevas, es un atropello para las miles y miles de personas que, con devoción y sencillez, recuerdan que Dios cumple su promesa de promover “bienes” mediante alguien que nació como cualquier otro hijo de mortal y que, crecidito, se jugó por la instauración de un mundo nuevo.+ (PE)
Domingo Riorda
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4225
“Nos han secuestrado la Navidad” fue la frase acuñada por José María Arancedo, obispo católico romano de Santa Fe, que repitió el cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica Romana de Argentina y fue titular en los medios argentinos.
Junto a la dudosa validez de utilizar la Navidad para arrojar diatribas sobre los males de la sociedad, practica no exclusiva del catolicismo romano, ahora se agrega la suposición de que la festividad diciembrina fue secuestrada y que debe restaurarse su sentido religioso, sin especificar el contenido de ese reclamo.
La observación viene al caso porque hay datos históricos que no deberían obviarse. El 25 de diciembre, como Nacimiento de Jesús, es una fecha convencional, ya que el día exacto de ese nacimiento es imposible de especificar, y en los primeros tiempos del cristianismo no se celebraba. Recién alrededor del 200 comenzó a ser reconocida en Alejandría y desde entonces adquirió cierta popularidad. En el 325, cuando se realiza el Concilio de Nicea, Constantino aprovecha esa circunstancia para promover el nacimiento de Jesús como una fiesta de unidad para todo el imperio.
Desde tiempos ignotos existían celebraciones relacionadas a Saturno, que se realizaban durante la semana del solsticio -invierno europeo- y culminaban el 25 de diciembre. Como elemento facilitador para que los romanos aceptasen el cristianismo y continuaran con sus festividades, el papa Julio I pidió, en el 350, que el nacimiento de Cristo fuera celebrado en esa misma fecha. A veinticinco años de Nicea, se asimilaba a la propuesta de Constantino, pero ahora con argumentos religiosos.
Sobre la Fiesta del Sol circulaban dos creencias. Una, que el dios Sol había nacido el 21 de diciembre, el día más corto del año, y que los días se hacían más largos a medida que el dios se hacía más viejo. La otra, que el dios Sol murió ese día y luego comenzaba otro ciclo. Esta versión es la que se encuentra en el siempre nacido Niño.
En otras culturas hubo fiestas similares. En Persia el Natalicio del dios solar Mitra. En Roma, Saturnalia, en honor a Saturno, cuando los romanos dejaban de hacer negocios y las guerras, intercambiaban regalos -algo que se cree que es propio de la Navidad- y liberaban temporalmente a sus esclavos.
En el norte de Europa, el 26 de diciembre se recordaba el nacimiento de Frey -el dios de la lluvia, del sol naciente y de la fertilidad- y adornaban un árbol perenne, que representaba al árbol del Universo, costumbre que se transformó en el árbol de Navidad. Los aztecas, desde el 7 al 26 de diciembre, celebraban el advenimiento de Tonatiuh, dios del sol y de la guerra.
Ireneo y Tertuliano, dos “Padres” de la Iglesia, no mencionan la Navidad como fiesta cristiana. Orígenes, otro “Padre”, se oponía celebrarla porque en el Antiguo Testamento no hay celebración de nacimientos y si lo hacen “los pecadores”, como el Faraón y Herodes.
Después de ocurrido con Martín Lutero, algunas Iglesias Protestantes prohibían la Navidad por su relación con el catolicismo romano. Actualmente los Testigos de Jehová rechazan esa fiesta.
En Estados Unidos había divergencias sobre el particular. La primera Fiesta de Navidad se celebró en 1607, en acuerdo entre católicos y protestantes. Luego, en el proceso de su comercialización, introdujeron a Santa Claus con su roja vestimenta, color de la Coca Cola. Y la proyectaron mundialmente acompañada del arbolito.
San Francisco de Asís, molesto porque las estilizadas imágenes artísticas navideñas lucían ropajes de gente rica y poderosa, promueve el Pesebre de Navidad, el de la “pobreza” y “carencia”, signos indispensables para el amigo de los animales y la naturaleza. Las hoy abusivas Tarjetas Navideñas, que ahora van por internet, fueron introducidas en 1843 por el londinense John Callcott Horsley.
Desde hace décadas las Iglesia Cristianas se preocupan por la pérdida del “sentido” de Navidad que, como se denuncia en el presente, se dice que es “consumista”. Sin embargo el encuadre actual del recuerdo del nacimiento de Jesucristo es similar al que estuvo en su origen oficial y masivo, ya que el intento fue incorporar una conocida y masiva festividad “pagana” al “cristianismo”. Una metodología similar a los conquistadores españoles que levantaron templos “cristianos” sobre los lugares donde estaban los de los aborígenes o al incorporar la festividad de la Pacha Mama a la de la Virgen María.
El interrogante se fortalece si se observa el poco lugar del nacimiento de Jesús en los Evangelios –reducido a breves relatos de Mateo y Lucas- y el gran espacio, sustancial, a la creencia clave del cristianismo, que es la Resurrección de Cristo. Más aún si se tiene en cuenta que ese acontecimiento esta circundado por la tristeza de Semana Santa con un fugaz destello de la alegría del Domingo de Resurrección, que alcanza buena concurrencia a los templos, pero ni comparación con la de Navidad.
Las declaraciones de los mencionados obispos católicos romanos argentinos enredan la respuesta al interrogante. Ladinamente utilizan variantes del verbo “secuestrar” que, en nuestros países, está asociado a “desaparición” de personas de quienes se ignoran su morada final. Sugestivo es que este “mal” que no se encuentra en la lista de los actuales “males” de la sociedad según la jerarquía eclesiástica, y no solo católica romana.
Desde esta perspectiva es válida la pregunta sobre cual es el “sentido” de la festividad navideña que se quiere rescatar. ¿Es el rescate mítico de las festividades sobre la cual se apoyó la Navidad donde el niño siempre nace pero nunca crece? ¿Es la vuelta a la obediencia debida la Iglesia Institución? ¿Es el sostener la Navidad como instrumento del sistema socio-político de turno como fue en su origen?
Por otra parte esa malsana costumbre de proclamar males en la fecha que anuncia buenas nuevas, es un atropello para las miles y miles de personas que, con devoción y sencillez, recuerdan que Dios cumple su promesa de promover “bienes” mediante alguien que nació como cualquier otro hijo de mortal y que, crecidito, se jugó por la instauración de un mundo nuevo.+ (PE)
Domingo Riorda
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4225