Hola,
Una vez más les agradezco la invitación a participar de sus “fiestas” pero debo admitir que estoy muy cansado, después de casi 2010 años, de que usen mi nombre para patrocinar tales eventos.
Al que le encanta todo esto es a Claus, que cada día está más gordo y tiene la risa más siniestra. Le ha ido muy bien, especialmente en los últimos años en que lo han nombrado miembro del directorio de varias corporaciones por su participación en el aumento de ventas y ganancias.
Pero yo nada tengo que ver con este despliegue de abundancias. Donde yo nací no había pinos, así que jamás vi. uno, ni nieve, ni luces de colores y mucho menos paquetes con regalos suntuosos llenos de moños.
Nunca fui “popular” en ninguna universidad, ni practiqué deportes de competencia, salvo mis largas caminatas tratando de hablar con la gente, jamás tuve empleo fijo, ni seguro social, no participé en política, ni tuve guardarropas, ni títulos de propiedad, ni acumulé nada salvo compasión.
No usé cosméticos, ni desodorantes, por mi aspecto personal con pelo y barba desgreñados no me permitirían la entrada a ningún mall ni me invitarían a ningún programa de televisión.
Jamás me perdonaron que tratara de echar a los mercaderes del templo, o que dijera que antes pasaría un camello por el ojo de una aguja que un rico entraría al reino de los cielos.
Pero como había hombres y mujeres que parecían fascinados con mi prédica, organizaron religiones, reinos y países encargados de diluir mis palabras y usar sólo algunas para plasmar organizaciones donde predomina el poder y el dinero y que se dedican a predicar el temor entre los más pobres y más débiles.
Hasta se crearon ejércitos pertrechados de armas cada vez más letales y se inventaron motivos para cruentas guerras una y otra vez, se contaminó al planeta, se arrasó con sus recursos y se creó un sistema cada vez más injusto y alienante, la ciencia se prostituyó y a pocos les importó el prójimo.
Últimamente, hordas de “pastores” entrenados en el norte, recorren las casas asegurando que ellos saben interpretar lo que el Señor espera de cada uno (ofrenda y diezmo de por medio) y prometen prosperidad a cambio de “hacerse socio” de El. Curiosamente, el sermón que di en el Monte parece haber sido sepultado en el olvido.
Así que no me esperen este año. Estaré muy ocupado consolando a los enfermos, plantando semillas para reponer los árboles talados, tratando de ahuyentar las emisiones de dióxido de carbono e intentando multiplicar los panes y los peces para saciar el hambre de millones de desposeídos.”
¡Feliz Claus!
J. de N. (Jesús de Nazareth)
* Texto de María Luisa Etchart, argentina, residente en Costa Rica.
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4139
Una vez más les agradezco la invitación a participar de sus “fiestas” pero debo admitir que estoy muy cansado, después de casi 2010 años, de que usen mi nombre para patrocinar tales eventos.
Al que le encanta todo esto es a Claus, que cada día está más gordo y tiene la risa más siniestra. Le ha ido muy bien, especialmente en los últimos años en que lo han nombrado miembro del directorio de varias corporaciones por su participación en el aumento de ventas y ganancias.
Pero yo nada tengo que ver con este despliegue de abundancias. Donde yo nací no había pinos, así que jamás vi. uno, ni nieve, ni luces de colores y mucho menos paquetes con regalos suntuosos llenos de moños.
Nunca fui “popular” en ninguna universidad, ni practiqué deportes de competencia, salvo mis largas caminatas tratando de hablar con la gente, jamás tuve empleo fijo, ni seguro social, no participé en política, ni tuve guardarropas, ni títulos de propiedad, ni acumulé nada salvo compasión.
No usé cosméticos, ni desodorantes, por mi aspecto personal con pelo y barba desgreñados no me permitirían la entrada a ningún mall ni me invitarían a ningún programa de televisión.
Jamás me perdonaron que tratara de echar a los mercaderes del templo, o que dijera que antes pasaría un camello por el ojo de una aguja que un rico entraría al reino de los cielos.
Pero como había hombres y mujeres que parecían fascinados con mi prédica, organizaron religiones, reinos y países encargados de diluir mis palabras y usar sólo algunas para plasmar organizaciones donde predomina el poder y el dinero y que se dedican a predicar el temor entre los más pobres y más débiles.
Hasta se crearon ejércitos pertrechados de armas cada vez más letales y se inventaron motivos para cruentas guerras una y otra vez, se contaminó al planeta, se arrasó con sus recursos y se creó un sistema cada vez más injusto y alienante, la ciencia se prostituyó y a pocos les importó el prójimo.
Últimamente, hordas de “pastores” entrenados en el norte, recorren las casas asegurando que ellos saben interpretar lo que el Señor espera de cada uno (ofrenda y diezmo de por medio) y prometen prosperidad a cambio de “hacerse socio” de El. Curiosamente, el sermón que di en el Monte parece haber sido sepultado en el olvido.
Así que no me esperen este año. Estaré muy ocupado consolando a los enfermos, plantando semillas para reponer los árboles talados, tratando de ahuyentar las emisiones de dióxido de carbono e intentando multiplicar los panes y los peces para saciar el hambre de millones de desposeídos.”
¡Feliz Claus!
J. de N. (Jesús de Nazareth)
* Texto de María Luisa Etchart, argentina, residente en Costa Rica.
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4139