miércoles, 16 de diciembre de 2009

Democracia

Jaime Richart

Como decíamos ayer… la democracia es de derechas. Al menos y desde luego la democracia capitalista.   Porque hay otras democracias pese a que el premier británico Winston Churchill dijera que la democracia es el menos malo de los sistemas posibles.   Churchill  dijo exactamente: “la democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las otras formas que se han probado de tiempo en tiempo”. (Cámara de los Comunes, 1947)”.

Según él y según eso, parece que solo haya una… Pero “democracia” es un concepto anfibológico, equívoco, impreciso en cuanto a su significado final. No extrañe, la realidad es un poliedro con numerosos ángulos, aristas y planos geométricos. De aquí viene que bajo la misma bandera los pueblos y los individuos emprendan debates, confrontaciones, dialécticas y guerras. Se enarbolan palabras como justicia, dios y libertad tanto para prometer una vida mejor como para matar, tanto para justificar un golpe de Estado de un signo como para implantar un Estado totalitario, tanto para justificar la hacienda propia como para defender la ajena. Al final no es el total de las mayorías sociales las que deciden, sino el total de las mayorías sociales de estamentos o clase por más que los que disponen, de uno u otro modo, de nuestro destino quieran a toda costa suprimir el concepto de clase porque eso les pone en evidencia y les denuncia.

Ahora no voy a permitirme un discurso didáctico sobre formas de democracia, ni sobre los sistemas en los que quien gobierna es verdaderamente el pueblo, la colectividad, el conjunto de los individuos que “se” pertene¬cen a un mismo territorio, y no uno solo (monarquía) o unos pocos (aristocracia). Y no lo intento, porque es de sobra conocido y cualquiera puede documentarse incluso en Google…

Pero lo que sí me parece preciso remover es otro asunto, otro sesgo de la idea. Me refiero a la semántica, a la constatación de que todos los conceptos morales por definición abstractos (dios, virtud, bien, justicia, libertad filosófica, amor humano, amor divino etc.), y todos los conceptos además de abstractos, políticos (patria, libertad formal, justicia social, fidelidad, democracia, etc.) son en sí mismos cajones vacíos que hay que rellenar o muñecos desnudos que hay que vestir. Rellenar o vestir con otros conceptos o nociones o vocablos que están distribuidos por los distintos niveles de pensamiento de que es capaz todo mortal.
 
Podemos elegir entre definiciones y reflexiones, pero yo, hoy, me quedo con ésta de Tocqueville porque me parece de toda actualidad: “Un estado democrático de la sociedad, similar al de los americanos, puede ofrecer singulares facilidades para establecer el despotismo”. En el socialismo real los países con sistemas políticos inspirados en el comunismo marxista, como China o Cuba, también poseen sistemas de gobierno que las otras llaman  "democracias populares”. Las “democracias populares” están organizadas sobre la base de un sistema de partido político único o hegemónico, íntimamente vinculado al Estado, en el que puede participar toda la población y dentro del cual se organiza la representación de las diferentes posiciones políticas, o al menos de la mayor parte de las mismas. Por otra parte en la “democracia popular” la  libertad de expresión  y de prensa están restringidas y controladas por el Estado. Pero la “democracia popular” es la única democracia en la cual se puede garantizar la igualdad económica, la social y la cultural de los ciudadanos, ya que los poderes económicos privados y de hecho no pueden influir en el sistema de representación.
 
Por consiguiente, no nos equivoquemos, la izquierda real, pese a que también luego discrepemos en lo accesorio porque tenemos una cultura perversa en la que el solo discrepar ya nos hace sentirnos estúpidamente libres, soportamos unas democracias organizadas por ordenamientos jurídicos a la medida y conveniencia de los patricios; unos tinglados manejadas realmente por las derechas, por la plutocracia o gobierno del dinero, por las instituciones religiosas, por el poder policíaco y por el poder militar.
 
No nos extrañe pues que en el pueblo llano cunda el desaliento y el desinterés por la política aunque le preste atención. Y no nos extrañe tampoco que desde este “nimio” detalle ganen las mayorías activas siempre y por definición desahogadas, aunque sea a costa en buena medida de las minorías pasivas. Pero la eventual atención que prestan estas es morbosa, curiosidad por ver hasta dónde llegan el cinismo, la contradicción, el chanchullo y el abuso consustanciales a la democracia capitalista. No es, en todo caso, una atención positiva y constructiva, ni quieren contribuir a que lo sea, pues viven al margen virtual de ésta y a pesar de ésta. El pueblo “real” está en manos de esas mayorías, en manos de gente que no hace sino demagogia, que mide sus palabras por la demagogia y que por la demagogia guían sus hechos. (No es necesario tampoco recordar que demagogia es la fórmula de los políticos comunes por la que halagan los sentimientos de las masas, para hacerlas instrumento de dominio). No se asombre la Comunidad Europea, seriamente preocupada por el debilitamiento de la democracia en Turquía. Ese debilitamiento de la democracia capitalista, no ha hecho más que empezar en Europa y en América Latina. Sencillamente porque poco a poco todo el mundo va viendo el truco del ilusionista.
 
Aguantemos, pues, mientras tanto la democracia que nos toca, pero no olvidemos que, pese a los cantos excluyentes a la democracia del capital infame, existen otras democracias posibles y liberadoras a condición de que se las deje desarrollar en paz. Por ahora baste el apunte. La cuestión está en saber si queremos ser manejados por la clase tan adinerada como depravada y su cohorte, o por el pueblo con sus espontaneidades y sus vicios naturales.


Jaime Richart
16 Diciembre 2009


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