Pepcastelló
El anticlericalismo visceral que anida en el alma del pueblo español y que tan a menudo se manifiesta en foros y debates debiera interpelar a las buenas gentes católicas. Debieran preguntarse honestamente, con ganas de saber, por la causa de ese odio, sin parapetarse tras la barrera fácil de la maldad ajena. Pero en lugar de eso, se cubren con el manto impermeable de la Madre Teresa y aguantan los chaparrones que les llegan con sin igual desprecio, o como mucho echando pelotas fuera mediante respuestas infantiles expresadas con delicadas maneras.
La ira, en cambio, no suele tener buenas maneras, pero sí profundas causas. Y esas causas son las que la buena gente católica no quiere abordar. Porque de hacerlo, de tomar en consideración la realidad y averiguar el porqué de tanto odio, ¿cómo podría seguir luego gozando en conciencia de los beneficios de todo orden que proporciona formar parte del pueblo escogido?
No vamos aquí a resolver ese litigio tan profundo y tan viejo que tanta sangre ha derramado en tantas partes del mundo y en especial sobre nuestra “piel de toro”, que es la que nos va mejor tomar en cuenta porque nos cae más cerca, pero sí señalar con ganas de sosiego, no de pelea, que si alguien tiene que dar el primer paso en pro del entendimiento y del respeto mutuo es la población católica. Y no porque piense cuando esto escribo que sea la culpable de la discordia − que sí lo pienso, con pleno convencimiento − sino porque es la que tiene motivos de doctrina para hacerlo.
No vamos a exponer ahora una larga lista de esas razones y motivos porque es un trabajo ímprobo, pero sí apuntar, siquiera por encima, algo que si no recuerdo mal está en los evangelios: «si al ir a ofertar recuerdas que tienes una deuda con tu hermano, deja tu ofrenda al pie del altar y ve antes que nada a ponerte en paz con él».
Llegado a este punto, el hereje impenitente que esto escribe no puede por menos que preguntarse:
• ¿Es eso lo que hacen las buenas gentes católicas españolas con sus obispos al frente?
• ¿Buscan de corazón la paz con sus hermanos no creyentes, hijos también de Dios según reza su credo?
• ¿No será que en vez de paz lo que buscan los obispos de la COPE y la campaña “pro vida” es pelea?
• ¿Acaso no es pelea tratar de imponer su moral a toda la población española creyente y no creyente?
• ¿Acaso es buena fe ese empecinarse en mantener los privilegios estatales de que goza la Iglesia?
• ¿Acaso...?
La lista se hace tan larga, que no merece seguirla. Máxime porque quienes debieran hacerla son esas buenas almas católicas que quieren ignorarla.
Dar razones en público para el anticlericalismo es echar leña al fuego. Pero callar ante una población católica tan felizmente convencida de estar haciendo las cosas como su Dios manda es complicidad y deserción flagrante para cualquier espíritu combativo que opte por la paz. Porque es bien sabido que la paz exige entendimiento.
Señoras y señores, hombres y mujeres que profesáis la religión católica en esta España que la derecha política y eclesiástica consideran cristiana y propia, poneos la mano sobre el pecho y antes de acudir a celebrar vuestra próxima eucaristía pensad qué pueden tener en contra de vuestra amada Iglesia quienes tan visceralmente se manifiestan anticlericales. Pensadlo y obrad en consecuencia.
Pepcastelló
Comentarios y FORO...
El anticlericalismo visceral que anida en el alma del pueblo español y que tan a menudo se manifiesta en foros y debates debiera interpelar a las buenas gentes católicas. Debieran preguntarse honestamente, con ganas de saber, por la causa de ese odio, sin parapetarse tras la barrera fácil de la maldad ajena. Pero en lugar de eso, se cubren con el manto impermeable de la Madre Teresa y aguantan los chaparrones que les llegan con sin igual desprecio, o como mucho echando pelotas fuera mediante respuestas infantiles expresadas con delicadas maneras.
La ira, en cambio, no suele tener buenas maneras, pero sí profundas causas. Y esas causas son las que la buena gente católica no quiere abordar. Porque de hacerlo, de tomar en consideración la realidad y averiguar el porqué de tanto odio, ¿cómo podría seguir luego gozando en conciencia de los beneficios de todo orden que proporciona formar parte del pueblo escogido?
No vamos aquí a resolver ese litigio tan profundo y tan viejo que tanta sangre ha derramado en tantas partes del mundo y en especial sobre nuestra “piel de toro”, que es la que nos va mejor tomar en cuenta porque nos cae más cerca, pero sí señalar con ganas de sosiego, no de pelea, que si alguien tiene que dar el primer paso en pro del entendimiento y del respeto mutuo es la población católica. Y no porque piense cuando esto escribo que sea la culpable de la discordia − que sí lo pienso, con pleno convencimiento − sino porque es la que tiene motivos de doctrina para hacerlo.
No vamos a exponer ahora una larga lista de esas razones y motivos porque es un trabajo ímprobo, pero sí apuntar, siquiera por encima, algo que si no recuerdo mal está en los evangelios: «si al ir a ofertar recuerdas que tienes una deuda con tu hermano, deja tu ofrenda al pie del altar y ve antes que nada a ponerte en paz con él».
Llegado a este punto, el hereje impenitente que esto escribe no puede por menos que preguntarse:
• ¿Es eso lo que hacen las buenas gentes católicas españolas con sus obispos al frente?
• ¿Buscan de corazón la paz con sus hermanos no creyentes, hijos también de Dios según reza su credo?
• ¿No será que en vez de paz lo que buscan los obispos de la COPE y la campaña “pro vida” es pelea?
• ¿Acaso no es pelea tratar de imponer su moral a toda la población española creyente y no creyente?
• ¿Acaso es buena fe ese empecinarse en mantener los privilegios estatales de que goza la Iglesia?
• ¿Acaso...?
La lista se hace tan larga, que no merece seguirla. Máxime porque quienes debieran hacerla son esas buenas almas católicas que quieren ignorarla.
Dar razones en público para el anticlericalismo es echar leña al fuego. Pero callar ante una población católica tan felizmente convencida de estar haciendo las cosas como su Dios manda es complicidad y deserción flagrante para cualquier espíritu combativo que opte por la paz. Porque es bien sabido que la paz exige entendimiento.
Señoras y señores, hombres y mujeres que profesáis la religión católica en esta España que la derecha política y eclesiástica consideran cristiana y propia, poneos la mano sobre el pecho y antes de acudir a celebrar vuestra próxima eucaristía pensad qué pueden tener en contra de vuestra amada Iglesia quienes tan visceralmente se manifiestan anticlericales. Pensadlo y obrad en consecuencia.
Pepcastelló
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