Abril rojo, del joven escritor peruano Santiago Roncagliolo, es una valiosa novela que conjuga situaciones que se sucedieron en su país posterior a la lucha contra Sendero Luminoso, con la preparación y celebración de
El relato, aunque referido a personajes, situaciones y lugares ficticios, está preñado de hechos y diálogos reales. Perú ha conocido crímenes horrendos, no se han desvanecido las sensaciones de muerte, y la festividad religiosa viene a acentuar la tragedia con su constante referencia a la sangre y la muerte. Roncagliolo ha dicho “siempre quise escribir una novela sobre lo que ocurre cuando la muerte se convierte en la única forma de vida.”
Aunque Roncagliolo no se lo haya propuesto ha ido trazando un paralelismo entre la actitud que se manifiesta en la sociedad ante el crimen, la sangre, el valor mismo de la vida y lo que emerge de ciertas tenebrosas concepciones y celebraciones pascuales. Pone de manifiesto la asimilación de creencias religiosas ancestrales y sus celebraciones.
El sacerdote del pueblo cree que “los indios son insondables. Por fuera cumplen los ritos que la religión les exige. Por dentro, sólo Dios sabe qué piensan.” Cuando el fiscal pregunta “¿Y entonces qué significado le atribuyen los campesinos a
No obstante las celebraciones transcurren llenas de sufrimiento y sangre. Durante el Lunes Santo se recuerda “un acto de dolor”. El martes se participa en la procesión del Señor de
El fiscal Chacaltana, en su búsqueda por resolver los crímenes, ha logrado acceder a la prisión donde está Hernán, uno de los terroristas apresados. Hernán le pregunta si allá afuera es Semana Santa, mientras le recuerda a Chacaltana el pasaje de Evangelio cuando Jesús echa a los mercaderes del templo. El fiscal, entonces, quiere saber “¿Hay… alguna relación entre su movimiento y alguna profecía religiosa?” En realidad, sólo quiere saber ¿el terrorista sabe qué le ha de pasar después de la muerte? Hernán responde con una historia contada por Arguedas en la cual el patrón después de su muerte se ve obligado a pagar por los sufrimientos infligidos a sus esclavos. Y concluye: “Eso debe ser la justicia divina, el lugar donde todo se vuelve al revés, donde los derrotados se vuelven vencedores.” Pero el fiscal, no queda conforme. Su mundo legal de penas y culpas se reduce a “Eso es un cuento. Yo me refería a si cree usted en el cielo o en la resurrección.”
Mientras tanto la celebración de
Mientras Chacaltana ha ido llenando cuartilla tras cuartilla, con cuidadoso lenguaje legal el desarrollo de sus investigaciones, el comandante Carrión ha ido completando un diario personal con hondas confesiones salpicadas de reiterados errores gramaticales. Ese diario refleja una íntima conexión con la concepción de estas celebraciones en el pueblo. “la sangre no nos hase daño, asta un imbécil como tú puede comprender la fuerza de lo que estamos haciendo, estamos creando un mundo nuevo… cada vida, cada uno de los caídos, se acumula en la historia y se disuelve en ella, como las lágrimas en la lluvia, y es savia para que bibamos los que habremos de morir…” Y hacia el final de sus confesiones está convencido que “…los grandes cambios son así, nasen del dolor, no quiero que pienses que esto es un castigo, no, es una penitencia, un acto de conversión, tomamos nuestras carnes y las purificamos hasta convertirlas en luz, en vida eterna…” Pero su delirio se expande: …todo acabará en nuestras manos y todo comenzará en ellas, quizá algún día, podremos derrocar a dios, y entonces nadie podrá detenernos, por siempre jamás.”
El tema del sacrificio parece una constante en la historia de la humanidad. La necesidad de responder a la ira de los dioses que reclaman que sangre. En Israel el derramamiento de sangre, se utilizaba como participación en la vida y que no tiene motivos de venganza, porque la sangre es el principio de la vida y solo se podía derramar en el altar de Dios.
En el Nuevo Testamento el sacrifico y la muerte de Cristo tienen fuertes ecos de ritos ancestrales, con la mención del “cuerpo que es partido” y “la sangre que es derramada” que se ejemplifica en el pan y el vino que se comparte en la comunidad. Sin entrar a indagar sobre su interpretación son indudables las dificultades para no caer en evocaciones de ciertos los sacrificios rituales. Pero, quizás, lo más preocupante, es como estas variadas interpretaciones han venido a dominar una concepción deshumanizante de la vida presente y han abierto la puerta a la justificación de los genocidios purificantes.
Roncagliolo en su visión sobre qué es “lo que ocurre cuando la muerte se convierte en la único forma de vida” la encuadra en la celebración de
Carlos A. Valle
08/03/13 - PreNot 7236
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