Eduardo Pérsico
Llegó octubre, en mi barrio la primavera ya vistió al ciruelo con florcitas colorinches y por ahí una mariposa inquieta a mi gato Fidel. Quizá ella se ufane de llevar en sus alas un dibujo irrepetible, un rasgo de la especie a perpetuar en la herencia de ese “insecto lepidóptero”; una palabra que indica a los entomólogos como gente poco confiable al nombrar así a una mariposa…
Digamos, ninguna mariposa llega a pesar un gramo pero a puro vuelo comunica su mensaje al planeta entero. Así que gato Fidel, no discutas el dominio del patio mientras ellas demuestren la imbatible armonía de los dioses, que a soplo vital y ala diminuta cumplen con cierto plan gigante y misterioso. Naturalmente, cada vuelo desorienta a mi gato, en cuanto a estos felinos los perjudicó el desmesurado homenaje que le hicieron unos tipos muy famosos. Charles Baudelaire, por ejemplo, creía que la belleza de los gatos sugería lujo y voluptuosidad, y Víctor Hugo dijo que algún dios los imaginó para darle al hombre la ilusión de acariciar un tigre. Todo eso parece magnífico, pero yo apenas le pido a mi gato que abandone la pared y no se humille ante esta invicta mariposa, que con su fuga y retorno volandero dispone encender la primavera cuando quiere.
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Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.